DECISIÓN

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Decisión,

— ¿Cómo me veo?

Los tres hombres en la habitación giraron sus rostros, mirando a la mujer salir del baño luciendo su nuevo vestido comprado por el hermano menor de los Haitani.

— Te ves hermosa. — Aseguró Ran, acercándose a la mujer. Por supuesto, los celos naturales de Haruchiyo fueron más rápidos, y antes de que el mayor tomase a la castaña por la cintura, el peli-rosa ya lo había hecho, acercándole a su pecho.

— Te queda bien. — Sanzu se inclinó, uniendo sus labios con los de la menor. — Perfecto para la fiesta a la que iremos hoy.

— ¿Fiesta? — Kyomi miró a Sanzu con emoción.

— Sí, hoy habrá una fiesta. — Respondió Rindo, sentándose sobre el suave colchón de la cama. — Irás conmigo ¿Cierto? Después de todo fui quien compró ese vestido para ti.

— Sueñas. — Ran miró a su hermano menor con una sonrisa. — Por supuesto que irá conmigo, soy el más guapo.

— Cierren el puto hocico los dos. — Sanzu sonrió. — Es mi mujer de la que hablan, ella irá conmigo quiera o no.

— ¿La estás obligando a elegirte? — Rindo soltó una risilla. — Qué buen novio. — Pronunció con notable ironía.

— Cállate, pendejo.

Kyomi tomó la muñeca de Haruchiyo cuando observó al hombre con intenciones de sacar su arma, le dedicó una pequeña sonrisa, y después miró a los otros dos.

— No puedo elegir. — Respondió Watanabe.

— ¿Por qué no? — Ran elevó una ceja mientras se acercaba a la mujer, inclinándose a su altura. — ¿No crees que soy el más guapo?

— No es por quién sea el más guapo o a quién quiero más. — Comenzó la mujer. — Es porque no puedo elegir entre ustedes... ¿Podemos ir los cuatro juntos?

— Imposible.

Soltaron los tres hombres al unísono. Kyomi soltó una risa antes de asentir.

— Muy bien. — Los mayores observaron a la castaña tomar su teléfono y marcar a un número rápidamente.

— ¿A quién llamas?

— Hola, Kakucho. — Los ojos de Sanzu se abrieron con gran sorpresa.

— Qué ni se te ocurra, Kyomi.

— ¿Tienes con quien ir a la fiesta de hoy? — Una sonrisa malvada se estiró en el rostro de la menor. — ¿Te apetece ir conmigo? Tengo un serio problema con tres hombres y prefiero no romperme la cabeza solucionándolo... Excelente, te espero.

La mujer colgó la llamada, mirando a los mayores quienes fruncían su ceño con notable molestia.

— ¿Es en serio? — Preguntó Rindo, Kyomi asintió con una expresión seria.

— ¿Crees que estoy bromeando? — Watanabe se giró, entrando nuevamente al baño.

Ran soltó una gran carcajada, definitivamente tenían a una mujer muy inteligente con ellos, no podían decir lo contrario.
Ambos hermanos no tenían mucho problema con la decisión de la castaña, después de todo eran los extras de aquella rara relación de cuatro, y aunque tuviesen las mismas ventajas y desventajas que Haruchiyo tenía, no podían llamarse a sí mismos las parejas formales de la mujer.
Pero Sanzu sí que podía, y era quien debía de estar más celoso que todos en ese momento, el hombre de cabellos rosados no ocultaría su evidente molestia, era todo lo contrario, por supuesto que reprocharía a la mujer su decisión.

— Kyomi.

Rindo soltó una risilla por lo bajo al ver a su superior entrar al baño junto a la mujer.

— Supongo que hoy tampoco seremos los afortunados plebeyos en tener a la princesa. — Ran salió de la habitación, siendo seguido por su hermano menor, retirándose los dos de aquella residencia.

— No puedes ir con Kakucho. — Watanabe miró al mayor a través del espejo.

— ¿Por qué no? — Kyomi sonrió. — Puedo hacer lo que quiera, Haruchiyo.

— ¿Lo que quieras? — El hombre se acercó al cuerpo contrario desde atrás, tomando a la menor del cuello. — ¿Debo recordarte que eres mía?

— Soy tuya. — Pronunció la castaña. — Pero eso no significa que puedes controlar lo que hago.

Sanzu le miró por unos segundos antes de fruncir el ceño, no esperó esa clase de respuesta por parte de su mujer, pero de cierta manera tampoco le molestaba, al contrario, podría decir que aquello le emocionaba demasiado.

— Haz lo que quieras. — Sanzu iba a retirarse del sitio, Kyomi le tomó de la camisa, acercándole nuevamente a su delgado cuerpo.

— No te enojes por eso, Haru. — La castaña sonrió. — Qué vaya a esa fiesta con Kaku no significa que dejaré de ser tuya... Además, solo es una formalidad ir con un acompañante, puedo bailar todos los bailes que quieras contigo.

— Bien. — El peli-rosa se inclinó, dejando un corto beso en los labios contrarios. — Pero si Kakucho se atreve a pasarse contigo-

— No lo hará. — La mujer tomó una de las manos del mayor, posándola sobre su cadera. — ¿Sientes eso?

Haruchiyo sonrió orgulloso, asintiendo.

— No se pasará porque sabe que no le conviene.

— Buena chica. — Susurró el hombre, acariciando la mejilla de la contraria. — Te compensaré más tarde por esto.

Kyomi sonrió y salió del baño, terminando de arreglarse. Tras acabar, tomó sus cosas y bajó a la sala de estar, en donde esperaría a su acompañante, Sanzu bajó segundos después, tomando asiento a un lado de la mujer en el sofá.

— ¿Si te deja plantada irías conmigo?

— No intentes algo contra él. — Watanabe giró su rostro, mirando al hombre.

— No lo haré. — Haruchiyo se inclinó, uniendo sus labios en un corto y suave toque. — Pero una vez allá serás mía.

El sonido de unas zapatillas resonó desde lo lejos, acercándose rápidamente hasta dejarse ver a un hombre de buen vestir. Kyomi sonrió, colocándose de pie.

— Siento la demora. — Se disculpó Kakucho.

— Habría deseado que no vinieras. — Murmuró Haruchiyo.

— No te preocupes. — La castaña se acercó al pelinegro. — ¿Nos vamos?

— Andando.

— Alto ahí. — Watanabe se giró, mirando al peli-rosa quien se acercó a la castaña, tomándole de la cintura e inclinándose hacia ella.

La menor no esperó sentir los labios contrarios sobre ella, succionando duramente su piel hasta lograr dejar una notable marca en su clavícula descubierta. Kyomi miró a Haruchiyo cuando se separó, este le dio una enorme sonrisa de diversión.

— Ya puedes irte, tesoro.

— Eres un celoso. — Susurró Kyomi. Girándose, la mujer salió del sitio con Kakucho, quien al voltear a ver hacia atrás observó las señales de Sanzu. Solamente pudo asentir, sabía que meterse con la mujer de ese hombre podía llegar a ser su condena de muerte.

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Hoy solo tengo dos estados de ánimo: Feliz porque es Halloween y triste con ganas de llorar todo el día porque es Halloween.

Baji vuelve, te extraño.

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