DAR ALGO A CAMBIO
CAPÍTULO DIECINUEVE
Dar algo a cambio,
Ran soltó un largo y cansado suspiro, con sus manos cubría sus ojos intentando pensar en algo más que no fueran los ruidosos gemidos de su mujer siendo follada por su hermano y la cama golpeando constantemente contra la pared.
Seguramente ya lo habrían hecho por toda la habitación para esa hora.
Después de unos minutos el silencio finalmente llegó, Ran había perdido la cuenta de las rondas de esos dos y realmente no quería saberlo, estaba bien así... Con una enorme y dolorosa erección guardada entre sus pantalones.
Kyomi miró al hombre frente a ella, una sonrisa burlona decoraba su rostro mientras se colocaba su ropa interior y después estiraba su mano hacia la castaña.
— Vamos a ducharnos. — Watanabe aceptó tomando la mano del contrario caminando juntos hasta el baño que había en esa habitación.
— ¿Estás seguro de que Ran no escuchó ese escándalo? — Las mejillas de la mujer se ruborizaron, avergonzada.
— ¿No escuchar? Debe de tener una erección ahora mismo. — Kyomi suspiró negando, no quería pensar en lo incómodo que el hermano mayor debía de sentirse.
Aunque para Ran era todo lo contrario mientras se masturbaba en el baño, recordando todos aquellos ruidosos y maravillosos gemidos de la mujer minutos atrás.
— Límpiate bien. — Kyomi asintió entrando a la ducha, Rindo lo hizo después.
[...]
El teléfono de Kyomi sonó repetidas veces hasta lograr despertar a la mujer quien lo tomó, contestando la llamada entrante. Eran las cinco de la mañana, todavía no debía ni siquiera de levantarse para ir a trabajar.
— ¿Bueno?
— ¿En dónde estás? — La castaña bostezó, estirándose un poco.
— Estoy en casa de Rindo. — La mujer giró un poco su rostro, encontrándose con el hombre durmiendo tranquilamente a su lado.
— Carajo. — El hombre del otro lado chasqueó la lengua. — Iré por ti.
— No es necesar-
La llamada había finalizado.
Kyomi suspiró, aún no estaba del todo acostumbrada al lado controlador y posesivo del hombre de hebras rosadas. Sin más, Kyomi se puso de pie tomando su ropa de la noche anterior, colocándose esta para reemplazar el pijama que el hermano menor le había prestado, aunque este solamente consistía en sus bragas y una camisa del mayor.
— ¿A dónde vas? — Watanabe se sobresaltó al escuchar a Rindo.
— Buenos días, Rin. — El hombre sonrió ante el apodo. — Sanzu vendrá por mí pronto.
— Ah, ese imbécil. — Rindo se sentó en la cama revolviendo sus cabellos. — ¿No debes de ir a tu casa a vestirte?
— Debo de hacerlo, le pediré que me lleve. — Kyomi se acercó al hombre, uniendo sus labios en un casto beso. — Sigue durmiendo, nos vemos luego.
— Bien.
La mujer salió del sitio, bajando las escaleras hasta llegar a la sala de estar. No le sorprendió para nada ver entrar a Haruchiyo casualmente a la residencia de los hermanos, pero lo que sí le sorprendió fue ser tomada de los hombros para luego ser impactada contra la pared. Sus ojos se abrieron con sorpresa mirando al hombre frente a ella quien fruncía su ceño.
— No me agrada este acuerdo. — Sanzu apretó la mandíbula. — Mucho menos saber que esos sujetos van por ti y follan contigo cuando quieran.
— ¿Acaso tú no puedes hacer lo mismo cuando desees? — Sanzu mostró sorpresa ¿En dónde carajo había quedado la mujer tímida de hacía unos días atrás?
— Solo yo debería de poder disfrutar de ti. — Tomando de su muñeca, Haruchiyo comenzó a arrastrar a la mujer hacia la salida. — Ese imbécil... ¿Cuántas veces lo hicieron anoche?
— Perdí la cuenta. — Sanzu se giró a una sorprendente velocidad, mirando a la mujer con sorpresa y molestia mezclados.
— Lo voy a asesinar.
— No lo harás. — Esta vez fue Watanabe quien tomó de la mano del mayor para sacarle de la residencia de los hermanos y después subir al vehículo del peli-rosa.
Sanzu se mantuvo en silencio, Kyomi pensó que realmente estaba molesto con la situación, pero, después de todo él había aceptado ¿No?
— Sanzu. — La mujer se inclinó, acariciando una de las mejillas del mayor. — ¿Qué te parece si vamos a cenar esta noche? Yo invito.
— Tú no invitas a nada aquí. — El hombre no le miró. — No tengo ganas.
— Bueno... Supongo que se lo pediré a Ran. — Watanabe volvió a su sitio, Sanzu giró su rostro notando como la mujer miraba tranquilamente por la ventana, un tic se instaló en su ojo derecho.
— Da la vuelta y conduce hacia mi casa.
— Sí, señor. — La castaña miró a Sanzu confundida, debía de ir a trabajar ese día.
— Oye, debo de ir a trabajar ¿Lo olvidaste? — Haruchiyo no respondió. — Detén el auto aquí, debo bajarme.
El chófer no obedeció, una sonrisa burlona apareció en el rostro del peli-rosa, Kyomi tomó una lenta respiración para no abalanzarse sobre el hombre y estrangularlo.
— Sanzu, realmente debo de cuidar mi trabajo ¿Por favor? — Watanabe miró al hombre a los ojos, Haruchiyo pareció pensarlo por unos segundos antes de inclinarse y presionar aquel mismo botón que presionó cuando lo hicieron en ese mismo vehículo.
— Deberás de darme algo a cambio. — Kyomi frunció su ceño, confundida, sus mejillas comenzaron a tomar color cuando el hombre empezó a quitarse el cinturón y después bajar sus pantalones, dejando a la vista su bóxer con una creciente erección por debajo. — Sabes que hacer, linda.
— Sanzu, yo... — Kyomi apretó sus labios avergonzada. — Nunca lo he hecho.
— ¿Y eso qué? — El hombre sonrió, cruzando sus brazos por detrás de su cabeza para seguido apoyarse en estos. — Para todo hay una primera vez. Vamos, tesoro, no seas tímida.
Watanabe mojó sus labios con su lengua antes de inclinarse un poco y liberar la extensión del hombre, quien observaba cada movimiento de la mujer atentamente.
Quizás en alguna rara ocasión se había permitido observar un video poco sano para su mente en busca de aprender nuevas cosas, pero el vago recuerdo de cómo aquella mujer rubia se atragantaba con un pene no era de mucha ayuda.
La castaña soltó un corto suspiro antes de sacar su lengua y recorrer con ella toda la longitud del hombre. Sanzu sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando la menor adentró todo a su boca, comenzando con su trabajo.
¿En serio nunca antes lo había hecho?
Haruchiyo gimió enredando sus dedos entre los cabellos de la mujer, guiando sus movimientos. Una sonrisa se estiró en su rostro antes de soltar una risilla, Kyomi siempre lograba sorprenderle aún más.
— Eso es, linda. Sigue así.
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Ups.
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