CONFESIÓN
CAPÍTULO SIETE
Confesión,
La puerta del lado de Rindo se abrió, Kyomi se sorprendió al ver como tomaban el brazo del hombre y lo sacaban del auto de golpe, segundos después un rostro familiar se dejó ver.
— Kyomi.
— Sanzu. — La mujer sonrió. — ¿Qué haces aquí?
— Teníamos planes.
— Ni siquiera acordaron una hora exacta. — Recordó Ran. — Tenía planes con Kyomi ¿Sabes? Ella quería ir de compras, solamente cumpliría sus deseos.
— ¿Desde cuándo eres tan amable? — Haruchiyo extendió su mano hacia la mujer, quien giró su rostro hacia Ran, este solamente le dedicó una pequeña sonrisa.
— Ve con él, puedo llevarte de compras en otra ocasión, linda. — El hombre de cabellos violeta tomó la otra mano de la mujer, posando sus belfos sobre los delicados nudillos de la fémina. Las mejillas de Kyomi tomaron un suave tono rosa, estaba segura de que pronto se volvería más un tomate que una persona gracias a aquellos hombres.
El ceño de Haruchiyo se frunció, notando los ojos de Ran mirándole juguetonamente antes de alejarse de la mujer.
— Nos vemos otro día, preciosa.
— Hasta luego, Ran. — Kyomi buscó con la mirada a Rindo al salir del vehículo, encontrando al hombre apoyado en el auto mientras aún fumaba su cigarrillo. — Rindo. — El hombre le miró. — Hasta pronto.
— Adiós, linda.
Haruchiyo tomó a la mujer de la cintura, guiándole hacia el otro vehículo y, cortésmente, ayudando a la menor a subir a este, haciendo él lo mismo después.
— ¿A dónde iremos?
— Pronto será la hora del almuerzo. — Sanzu le miró con una sonrisa. — Iremos a almorzar, después de eso iremos a un mirador.
— ¿Un mirador? — Kyomi rio por lo bajo. — ¿Para rememorar los viejos tiempos?
— Podría decirse. — Haruchiyo miró a la mujer, recorriendo con sus orbes las delicadas características faciales de la menor. Kyomi giró su rostro, notando la mirada del mayor sobre ella, tampoco despegó su mirada, manteniendo el contacto visual con el peli-rosa. Una inconsciente sonrisa se estiró en el rostro de Sanzu, sin darse cuenta de que su destino ya estaba frente a ellos.
— Señor. — El chófer rompió la burbuja creada por ambos. Sanzu giró su rostro, mirando con molestia al hombre quien se encogió en su sitio. — Hemos llegado.
— Bien.
Haruchiyo descendió del vehículo. La puerta del lado de Watanabe se abrió, dejándose ver una mano extendiéndose hacia ella. Kyomi la tomó, saliendo del auto con ayuda del mayor, tropezándose un poco. Sanzu le tomó de la cintura, mirando a la mujer antes de reír.
— Ten cuidado.
— Lo siento. — Sanzu tomó la mano de la mujer, Kyomi no pudo evitar sonreír ante el cálido detalle de llevarle consigo, aunque recién se estaban encontrando de un largo viaje de once años, de cierta manera la incomodidad no llegaba a ella por ser tomaba de esa forma, era como si aún estuviera con aquel viejo Sanzu de hacía años atrás. — Mi hermano no te reconoció al instante.
— ¿No lo hizo? — Haruchiyo rio. — Tiene sentido, desde que te fuiste no volví a mantener contacto con él.
— ¿Por qué? Mi hermano era el más cercano a mí en ese entonces, no hablábamos todos los días, pero manteníamos un buen contacto. — Sanzu se encogió de hombros.
— No lo sé, no es lo mismo hablar por llamadas, prefiero verte de frente. — Watanabe rio nerviosa, notando como su caminar se detenía. — Realmente me alegra que estés de vuelta.
Kyomi sonrió, mirando al hombre por unos segundos antes de darle un suave apretón a su mano. Haruchiyo estiró su mano, dispuesto a acariciar el suave rostro de la mujer, y una vez que su palma hizo contacto con el rostro contrario, un suave temblor invadió su cuerpo. Era como tocar el cielo.
— Estás más hermosa. — Sanzu sonrió notando el rostro de la mujer comenzar a pintarse de rojo.
— Gracias... Tú también estás más guapo. — Haruchiyo elevó sus cejas antes de apartar la mirada, continuando con su camino al restaurant frente a ellos.
— Buenos días. ¿Tienen reservación?
— A nombre de Watanabe Kyomi. — Respondió Sanzu, Kyomi le miró, notando la sonrisa en el rostro del mayor.
— Por aquí, por favor.
— ¿A mi nombre? — La castaña rio.
— ¿Te molesta? — Watanabe negó.
— Es lindo. — Haruchiyo sonrió con orgullo. Una vez llegaron a su mesa, el peli-rosa ayudó a la mujer a tomar asiento, sentándose después él.
— Pide lo que desees. — Sanzu pasó el menú a la menor, quien agradeció, observando toda la variedad de comidas.
Kyomi había vivido mucho tiempo en el extranjero y había probado cientos de platillos diferentes, así que no podía decir que no conociera de la gastronomía de diversos países, pero aun así los nombres en aquel menú le mareaban, cientos de comidas que alguna vez probó y otras que desconocía en su totalidad. Watanabe se decidió por un simple platillo de filete de cordero.
— ¿No deseas algo más? — Preguntó el peli-rosa.
— No, muchas gracias. — Sanzu asintió, apoyándose sobre la palma de su mano para observar a la mujer, Kyomi imitó su gesto, mirando al hombre a los ojos, aunque de cierta manera la penetrante e intimidante mirada del mayor le producía nervios aún lograba sostenerle la mirada. Posible hasta que una sonrisa juguetona se estiró en los labios del hombre, logrando que las mejillas de la menor se pintaran de un suave rosa.
— Kyomi. — Llamó Sanzu, soltando un suspiro. — Realmente no me gusta andar con rodeos, prefiero ir directo al grano, así que debo de decir algo.
— ¿Qué es? — Watanabe inclinó un poco su cabeza, curiosa.
— Estuve enamorado de ti cuando era un mocoso. — Kyomi abrió sus ojos con sorpresa ante la directa confesión del mayor, dejándole sin palabras.
— ¿Enamorado...? — Haruchiyo asintió, parecía no ser gran cosa para el hombre.
— También quiero que sepas que obtengo lo que quiero, siempre. — Kyomi parpadeó un par de veces aún más confundida. — Te quiero a ti, solo para mí.
Finalmente debió de hacer su metamorfosis de humano a tomate, porque Kyomi estaba segura pronto colapsaría. Recientemente regresaba de Inglaterra, se había encontrado con su viejo crush de la adolescencia, había conocido a un par de apuestos hermanos, su hermano era un gran chef, y el siguiente día debía de trabajar.
Watanabe sintió que se volvería loca, eran demasiadas cosas por procesar, y la confesión del hombre frente a ella sólo colocaba un peso más sobre la gran pila de cosas que cargaba en su cabeza.
Necesitaba tomar algo de aire.
______________________________
💦 Un voto y un comentario se agradece.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top