CELOSOS AMANTES
CAPÍTULO VIENTINUEVE
Celosos amantes,
— Buen provecho. — Deseó el camarero antes de retirarse de la mesa, dejando a la pareja sola.
— ¿Estás libre dentro de dos días? — Kyomi elevó la mirada de su plato, notando los ojos curiosos de Haruchiyo sobre ella.
— Tengo trabajo por la mañana, pero salgo al medio día ¿Por qué?
— Necesito que me acompañes a un sitio por la noche. — Watanabe detuvo su comer por un momento.
— ¿Es algo relacionado con tu líder de nuevo? Preferiría abstenerme a ser colgada de un edificio de veinte pisos ¿Sabes?
— Esta vez no te hará nada. — Aseguró el peli-rosa. — Hablaré con él, realmente necesito que me acompañes.
— ¿Es algo grave? ¿Qué sucede? — Sanzu negó llevando un trozo de carne a su boca.
— Una reunión. — Tras masticar y tragar, el hombre continuó. — No puedes estar sola, debes estar a mi lado.
Kyomi elevó una ceja.
— Hablo en serio.
— Entiendo. — La castaña soltó un suspiro, continuando con su comida. — Me haría feliz no poner mi vida en riesgo ¿Crees poder hacer eso?
— Lo haré, no debes preocuparte.
Watanabe asintió con una pequeña sonrisa. La cena continuó con normalidad hasta que ambos acabaron con sus respectivos platillos, Haruchiyo elevó una de sus manos, llamando la atención de un camarero.
— La cuenta. — Pidió, el hombre asintió, marchándose.
— Haru. — El mayor miró a su mujer. — Rin me pidió que fuera a su casa un momento.
— ¿Rin? — Repitió el hombre, Kyomi sonrió.
— Así es.
— No vayas. — Ordenó Haruchiyo, la castaña rio por lo bajo.
— Irá por mí de cualquier forma.
— No si yo no lo permito. — Aseguró. El camarero volvió con la cuenta, Sanzu se encargó de pagar por todo antes de colocarse de pie y estirar una mano hacia la mujer, ayudándole a ponerse de pie. — Andando.
Un par de toques sobre su hombro detuvieron el caminar de la mujer, Sanzu también se detuvo ante el repentino movimiento. Kyomi miró al camarero agacharse y recoger del suelo un pendiente, elevando la mirada lentamente hasta la castaña.
No pasó desapercibido para Haruchiyo el cómo aquel hombre recorrió con sus ojos cada centímetro de la piel de su mujer hasta llegar a sus ojos, entregándole el pendiente con una sonrisa.
— Señorita.
— Oh, muchas gracias. — Sanzu dio un par de pasos hacia delante, mirando al hombre fijamente.
— ¿Tienes realmente el valor de mirar a mi mujer de esa forma teniéndome a mí aquí? — El camarero se sobresaltó al sentir una presión sobre su abdomen, sus ojos se abrieron con impresión al ver la boquilla de un arma apuntando hacia él.
— Haruchiyo. — Kyomi frunció su ceño algo preocupada. — Detente con eso.
Sanzu observó por unos segundos más al hombre antes de sonreír y palmear su mejilla un par de veces.
— Vuelve a mirar a mi mujer de esa manera y prometo que te arrancaré los ojos y se los daré de comer a los cerdos.
— Haruchiyo. — Regañó Kyomi, Sanzu se alejó del hombre, guardando su arma nuevamente. Tomándole de la cintura, ambos salieron del sitio, Watanabe aún podía sentir el cuerpo tenso de su pareja, así que al estar afuera se detuvo, posando sus manos sobre las mejillas del mayor. — Eres un celoso.
— No soy un celoso.
— Volveré adentro entonces. — Bromeó la mujer, el peli-rosa le tomó de la muñeca, deteniendo sus movimientos.
— Qué ni se te ocurra poner un pie en ese sitio de nuevo. — Kyomi sonrió, después se acercó a él, uniéndose en un corto beso.
— Está bien, el vestido es lo suficientemente largo, no creo que haya visto nada. — La castaña tomó la mano del hombre, arrastrándole consigo hasta el vehículo en el que habían llegado.
Sanzu rodó los ojos, entrando al vehículo junto a la fémina. Kyomi apoyó su cabeza en el hombro contrario, cerrando sus ojos y disfrutando del agradable aroma del perfume que el hombre solía rociarse antes de salir a cualquier sitio. Haruchiyo sonrió, con un rápido movimiento logró dejar a la mujer sobre su regazo, notando la sorpresa en sus ojos.
— No creo que sea posible ir con Rindo hoy.
— Haruchiyo, que ni se te ocurra.
— Muy tarde.
[...]
— Has estado faltando mucho últimamente, Watanabe. — Recordó el rector. — Recuerda que estás en tiempos de prueba, si no eres lo suficientemente eficiente te reemplazará otro educador.
— Lo entiendo, lamento mucho los inconvenientes. — Se disculpó la castaña antes de salir del sitio, soltando un largo y pesado suspiro.
Fuera de la institución se encontraba su compañera de ciencias naturales, fumaba un cigarro y parecía bastante irritada.
Kyomi agradeció que aquel día la mujer no fuese tan intensa buscando un nuevo hombre con el cuál fantasear, es más, ni siquiera se había tomado la molestia de saludarla como solía hacerlo.
Algo definitivamente le sucedía a la mujer.
Un vehículo negro se estacionó en la entrada, Kyomi caminó hasta él, notando la puerta trasera abrirse, de él descendió Rindo, quien le saludó con un corto beso en sus labios antes de adentrarse juntos al vehículo.
— Conduce a casa de Sanzu.
— Déjame adivinar. — Habló Kyomi. — Mi casa aún no está lista.
— No me mires a mí, Sanzu no ha querido enviar a alguien para que arregle esa cosa. — Watanabe suspiró rendida. — ¿Tienes tiempo?
— ¿Para qué exactamente? — Una sonrisa se estiró en el rostro de Rindo, Kyomi supo que no se trataba de nada bueno.
— Detén el auto ahí. — Señaló el hermano menor, el conductor obedeció, estacionándose dentro de un callejón abandonado, Kyomi observó con curiosidad el lugar antes de notar al hombre bajar del vehículo, ayudándole después a ella a hacer lo mismo.
— ¿Qué es este lugar? — La castaña bajó la mirada, preocupada de lo que sea que pudiese pisar.
— Espera.
Rindo continuó caminando, tomando de su mano todo el tiempo hasta llegar al final del camino, a la izquierda el callejón continuaba, Rindo tomó esa ruta hasta salir frente a una pequeña construcción.
Watanabe elevó la mirada, notando el rótulo en la puerta, una risilla escapó de sus labios.
— ¿En serio? ¿No podíamos hacerlo en el auto?
— Ese hombre estaría mirándonos todo el rato. — Aseguró Rindo, abriendo la puerta, sonando así una campanilla que avisaba de la llegada de un nuevo cliente. — Es mejor tener un poco de privacidad.
— Dejé de conocer la privacidad con ustedes ¿Lo olvidas? — Rindo rodó los ojos acercándose a un hombre que se encontraba leyendo un periódico.
— Una habitación para una noche. — Pidió Rindo, el hombre dejó de ver su periódico para mirarlos a ambos.
Los ojos del hombre mayor brillaron al ver a la belleza al lado del hombre de cabellos violeta, Rindo frunció su ceño, golpeando el escritorio con su puño, sobresaltando al mayor.
— Deje de mirar a mi mujer y apresúrese.
Watanabe rio por lo bajo, el dueño de aquel sitio no tardó en entregarle una llave a Rindo, quien la tomó de mala gana y arrastró a la mujer hasta la habitación asignada.
— Por fuera parecía un desastre. — Resaltó Kyomi, mirando el sitio. — Se ve bastante bien por dentro.
— Deja de mirar la habitación y mírame a mí.
Rindo le tomó de los hombros y le giró, estampando sus labios con los de la mujer en un desesperado beso. Watanabe sonrió, enrollando sus piernas en la cintura del hombre al ser elevada.
— Le dejaré en claro a ese pendejo quien es el que te hace gritar.
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