CAOS
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Caos,
Kyomi realmente no entendía nada de lo que hablaban, en un principio creyó poder comprender alguna que otra cosa, pero estaba equivocada, eran tantos temas a la vez que no terminaba de procesar el primero cuando ya había otros tres en negociación.
Sanzu y Mikey parecían realmente concentrados en el asunto, los dos hombres invitados también.
Pero entonces el ambiente comenzó a ponerse bastante tenso, Manjiro no quería aceptar aquellos acuerdos y los hombres no parecían muy felices con ello.
— Te lo ofreceré una vez más. — Insistió el líder.
— Mikey ha dicho que no. — Sanzu frunció el ceño. — Esta negociación ha terminado.
— Claro que no. — Un arma en juego, Kyomi se sobresaltó al notar a uno de ellos apuntando a la cabeza de Mikey, por supuesto Kakucho y Sanzu no se quedaron de brazos cruzados, ambos sacaron sus armas, apuntando al hombre.
— No te muevas. — Ordenó Kakucho, la mujer asintió.
— Ustedes han elegido usar la violencia. — Rio Sanzu, quitando el seguro del arma. — Si no salen por esa puerta ahora mismo y se van a la mierda, no dudaré en dispararles a ambos.
— ¿Realmente lo harás? — El otro hombre movió su arma lentamente, Haruchiyo frunció el ceño al notar a quien apuntaba.
El cuerpo de Watanabe tembló al ver aquella boquilla apuntando a su persona, no supo si sentirse aliviada cuando Kakucho se posó frente a ella, cubriendo su pequeño cuerpo.
— No lo harás. — Aseguró el tercero de Bonten. — Antes deberás de pasar por mi cadáver.
— No me importaría hacer eso.
Kyomi soltó un grito aterrada al escuchar un disparo, y segundos después ver al hombre frente a ella caer arrodillado.
— ¡No se muevan! — El líder apuntaba a Haruchiyo y Sano con dos armas, mientras el otro hombre apuntaba a la castaña. — Mikey, creo que lo mejor para ti sería aceptar.
Kyomi se agachó, temblorosa. Dos de sus dedos se posaron sobre el cuello del pelinegro, asegurándose que todavía estuviera respirando.
— Estoy bien... — Susurró Kakucho.
— Ay, por dios. — Kyomi no dudó en sacarse la camisa, Kakucho apartó la mirada. — Haz presión y no te muevas.
Kakucho obedeció mirando a la mujer colocar su camisa sobre la herida, después él encargándose de presionar.
Los ojos de Kyomi se elevaron lentamente hasta aquellos dos hombres, Sanzu y Mikey estaban conscientes de que los negociadores no dudarían en dispararles si hacían cualquier movimiento.
Watanabe frunció su ceño y aprovechando la distracción del hombre que le apuntaba, sacó el arma presionada por su cinturón. Solo tenía una oportunidad, no podía fallar.
Quitando el seguro, apuntó al hombre con el arma hacia ella, y tras asegurarse de tenerlo en la mira, Kyomi tiró del gatillo.
Kakucho abrió sus ojos con sorpresa al notar como el hombre caía al suelo de inmediato, Kyomi dejó caer el arma aterrada.
— Le diste. — Susurró el pelinegro.
— ¡No quería matarlo! — Gimió dolorosamente la mujer.
— ¿Qué mierda? — El líder se giró, mirando a su compañero en el suelo, Sanzu sonrió y presionó el gatillo, dando directo a la cabeza del otro hombre ante su distracción.
— Imbéciles. — Murmuró Mikey.
Los ojos del líder se movieron hasta la castaña, quien miraba aún estupefacta al hombre a quien le había volado los sesos, a pesar de haber hecho tal cosa la mujer no parecía afectada, solamente asustada y sorprendida.
— ¿¡Qué sucedió!? — Los hermanos entraron al sitio, mirando todo el desastre.
Los ojos de Rindo se aseguraron de que todos sus aliados estuviesen bien, incluyendo a la mujer.
— Debemos llevarlo al hospital. — Kyomi llamó la atención de todos, con una de sus manos tomaba la mano izquierda del hombre a su lado, y con la otra presionaba la herida, notando la palidez apoderarse del rostro de Kakucho. — Por dios, Kakucho, no te mueras.
— No morirá. — Ran se acercó a ellos. — Estará bien, no te preocupes.
— Ran, no lo dejes morir. — Rogó Kyomi, el mayor le dio una sonrisa tranquilizadora antes de tomar el cuerpo de Kakucho y salir del sitio junto a su hermano menor.
— Kyomi. — Haruchiyo se acercó a ella con una enorme sonrisa en su rostro, un brillo peculiar se mantenía en sus ojos, Watanabe no comprendía su actuar.
— ¿Estás bien? — La castaña se puso de pie, acercándose a buscar alguna herida en él, después hizo lo mismo de lejos con el líder, quien le miraba fijamente. — ¿No los hirieron?
— Estamos bien. — Sanzu unió sus labios en un desesperado beso, Kyomi apenas pudo corresponder debido a la sorpresa que aún se mantenía en ella. — Joder, creo que me estoy poniendo duro.
— ¿Ahora? — Watanabe se encontraba demasiado confundida.
— Kyomi. — La mujer miró al líder quien le hizo una seña, ella no dudó en acercarse a él, quien se mantuvo en silencio por unos segundos.
— Disculpa... ¿Estás bien? — Watanabe notó al hombre asentir. — Me alegro de eso.
— Fuiste realmente valiente al volarle el cerebro a ese sujeto. — Ambos giraron sus rostros, Kyomi hizo una mueca mirando el charco de sangre en el sitio. — Te lo agradezco.
Las mejillas de la castaña se pintaron de un suave rojo antes de suspirar aliviada.
— No fue nada, no podría permitir que los asesinaran. — La menor se giró, mirando a Haruchiyo. — Aunque intenté todo excepto darle en la cabeza.
Sanzu soltó una carcajada, acercándose a la mujer una vez más.
— Qué bueno que le diste mal. — Sanzu le tomó por la cintura. — Mikey, es hora de irnos.
— Bien.
Los tres salieron del sitio, Kyomi aún temblaba, el peli-rosa pudo darse cuenta de eso, así que se detuvo y alzó a la mujer, cargándola en sus brazos.
— ¿Qué haces?
— Toma un té relajante al llegar a casa. — Watanabe sonrió antes de asentir. — ¿Quién diría que podrías matar por mí?
— Lo haría sin dudarlo otra vez. — Manjiro miró a la mujer con curiosidad. — Supongo que ya estoy involucrada en esto ¿No? — Kyomi bajó la mirada, algo triste. — Mientras esté a tu lado seré feliz, Haruchiyo.
— Tan romántica. — Sanzu sonrió.
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