Capítulo 6: Meteduras de pata
Hay cosas que uno no puede olvidar por ser tan admirables, que la mente otorga un lugar especial al recuerdo y se asegura de que permanezca siempre presente en nuestro interior.
Eso me ocurrió cuando vi sus ojos. Al principio eran tan ordinarios como los de cualquier otra persona: marrones y serios, repletos de miedos, inseguridades y secretos. Es difícil comprender como pude ver todo eso desde la distancia, así como también es realmente complejo saber que me llevó a sentirme atraído como un imán al contemplarla. Entonces, Riven se puso en pie y trató de devolverme el golpe. La realidad cayó sobre mí como un jarro de agua fría al recordar que Silva nos vigilaba y que me encontraba en mitad de un entrenamiento donde no podía permitirme un simple despiste.
Este es mi segundo primer día en Alfea y tantas cosas habían cambiado como muchas otras seguían igual de estáticas. Silva seguía siendo el adiestrador de los Especialistas y un padre para mí. Riven fumaba y bebía sin control pero me abrazaba y escuchaba del mismo modo que lo haría un hermano. La imponente escuela de magia se elevaba ante mi mirada con el mismo aspecto que años atrás. Pero esos ojos... Esos ojos no estaban aquí el año pasado.
—¿Qué te pasa con las tías locas?
Mi despiste momentáneo con la morena y posterior referencia de Riven a la pelirroja consiguen que no pueda evitar a tiempo un puñetazo de mi amigo en el estómago. Tengo que centrarme o, a este paso, va a vencerme él a mi.
—¿Cómo sabes que está loca? No la conoces.
Hablamos de Bloom, una chica de primer curso que he conocido esta mañana. Me ha parecido bonita, muy espabilada y actuaba con tanta decisión que por un momento me ha hecho sentir estúpido. ¿No es extraño que me atraigan las que me tratan como si no me enterara de nada? Primero Stella, ahora Bloom...
Un estruendo me saca de mis pensamientos y tanto Riven como yo echamos un vistazo a nuestras espaldas. Es ella, otra vez: la chica de ojos marrones y serios. Está con alguien más, un hada de pelo violeta, y puedo deducir del contexto que se han tropezado con el arsenal de armamento para entrenamientos. Todos los palos yacen tirados por la tierra y ella está avergonzada, con los pómulos sonrojados.
—Vaya dos... —murmura Riven—. ¿Crees que Silva se cabreará con ellas?
Apenas he podido prestar atención a las palabras de mi colega, pues en ese preciso instante los ojos marrones del hada seria me miran, tímidos, y un destello verde lima los ilumina. Es algo fugaz, casi imperceptible, pero me he dado cuenta y, sinceramente, no sé qué significa. Oigo a Riven estallar en una carcajada y yo no puedo evitar mirarla con ternura y dedicarle una cálida sonrisa. En cuanto termine de derrotar a mi amigo, iré a presentarme. ¿Quién es ella?
El punto débil del castaño no es otro que la prepotencia con la que actúa. Si a eso le sumas que no ha pegado palo al agua durante todo el verano, es fácil deducir como me ha sido tan sencillo tirarle al suelo y dar por finalizado el entrenamiento. Pero él, lejos de molestarle mi victoria, me sonríe indiferente.
—Has perdido velocidad —le recrimino.
—Corrección —dice mientras se acomoda, pasivo, en el tatami—. Me he colocado este verano.
—¿En serio?
Pongo los ojos en blanco y extiendo mi mano para ayudarle a alzarse. Como vuelva a escuchar las andanzas de chico rebelde que se trae Riven desde finales del año pasado juro que le doy una paliza más fuerte de la que ya ha recibido. No entiendo por qué no se toma seriamente el entrenamiento: tiene tanto talento que no le sería difícil eclipsarme si se lo propusiera. Pero, en lugar de eso, deambula como un desastre con patas por la Escuela, echándose a perder entre cigarrillos y botellas de alcohol.
—No necesito ninguna charla de hermano mayor —me advierte, visiblemente irritado—. Emplearías mejor tu tiempo si simplemente me ayudaras a soportar esto y a que Silva no me eche.
Ni me molesto en responder, porque cuando mi amigo se pone en ese plan puede llegar a convertirse en el ser humano más insoportable del Otro Mundo y ni yo mismo armado de toda la paciencia del universo soy capaz de aguantar su discurso autodestructivo sin intentar asestarle un golpe en la cabeza para comprobar si sus neuronas se resetean.
—¿A dónde vas?
Riven se hace con un pitillo y se lo coloca sobre la superficie de la oreja derecha. Luego coge su mochila y, con esos aires de indiferencia que le envuelven, llama a la chica de pelo violeta que junto con la otra que casi me despista y me cuesta una victoria, había tirado medio material de entrenamiento por los suelos. ¿Las conoce?
—¡Pelo multicolor! ¿Cómo tú por aquí?
Quería aproximarme junto a él y aprovechar sus contactos con el hada morada para descubrir quién es su amiga. Solo me da tiempo a verla fulminar con sus ojos marrones y serios a mi amigo y reprimo una sonrisa. Siempre viene bien que alguien ponga a Riven en su sitio: va de tan chulo por la vida que suele olvidarse que no todo el mundo está dispuesto a soportarlo.
Mis reflejos, increíblemente entrenados, me avisan a tiempo de un objeto a punto de caer sobre mí y, automáticamente, mis sentidos se ponen lo más alerta posible y me preparo para enfrentarme a mi nuevo rival. Recibo, inesperadamente, la empuñadura de una espada y la agarro con fuerza adoptando una pose defensiva. Primero detengo un golpe y luego asesto otro. Rápidamente, me doy cuenta de que peleo contra el maestro: el entrenador Silva, quien me está exponiendo como ejemplo de proezas ante los nuevos estudiantes de primer curso. Mira que había momentos para esta exhibición, pero mi mentor ha decidido arrebatarme la ocasión de presentarme a la chica de ojos marrones para dar un poco de espectáculo a los niños nuevos.
Quizás a causa de mi mente despistada, pensando en chicas de pelo oscuro, rojo o rubio, o quizás porque Silva es, evidentemente, mejor luchador que Riven y yo juntos, termina desarmándome en poco tiempo y me veo obligado a desenvainar un puñal como último recurso.
—Y si me avisan con tiempo lo hago mejor —alardeo, tratando de sonar divertido.
Sé que objetivo tiene Silva cuando organiza estos breves espectáculos. No pretende enseñarme nada nuevo, solo mostrar a los de primero cuánto se puede evolucionar en tan solo un año.
—Lo has hecho bien, priorizando la izquierda pero, ¡menuda novedad! —dice mi entrenador y, después, se dirige de nuevo a la multitud de estudiantes novatos—. El padre de Sky era Andreas de Eraklyon.
Siento un vuelco en mi corazón al escuchar de una forma tan inesperada el nombre de mi padre. Siempre ocurre lo mismo, soy incapaz de oír hablar de él y sentir calidez en el pecho o tan siquiera nostalgia. Los recuerdos sobre mi progenitor siempre están tintados de presión, dolor y rabia. El gran Andreas de Eraklyon: el especialista que combatió con valentía a los Quemados y salvó innumerables vidas. Me hubiera gustado conocerle.
—Entró por su legado, pero aun así, desde el primer día trabajó duro —prosigue Silva, ajeno al remolino de sentimientos que invaden mi interior. Se acerca y me extiende la mano, en señal de saludo—. Bien hecho.
Correspondo con una sonrisa forzada. No me ha gustado nada oír hablar de mi difunto padre por enésima vez. Solo se le menciona para recordar lo gran guerrero que era y cómo perdió la vida salvando el Otro Mundo de la amenaza de los Quemados. Me alegra ser hijo suyo, pero al mismo tiempo me gustaría oír algo sobre él que no tenga que ver con sus habilidades de combate. Algo así como que era divertido, le gustaba el chocolate caliente o tenía un perro al que quería mucho. No sé, algo que suene... ¿más humano?
Aprovechando el discurso de Silva, recojo mis cosas y me dispongo a abandonar el campo para alcanzar a Riven y a las dos hadas nuevas antes de que se marchen. Una oleada de satisfacción me inunda cuando descubro a la chica de ojos marrones contemplándome. En realidad, sus ojos oscilan entre Riven y yo, dando saltos como una pelota de tenis. Sin embargo, a él le mira con repulsión, mientras que a mí... Creo que me mira con curiosidad.
Tan solo doy dos pasos y mi suerte desaparece como un suspiro. Ella se pone nerviosa. Sé que lo está porque agarra la muñeca de su amiga y la estira suavemente, como incitándole a marcharse. Visto que la del cabello morado no responde a su llamada, le dice algo que me es imposible de escuchar y se marcha. De cualquier forma, sigo caminando hacia ellos, quizás pueda alcanzarla a tiempo, pero entonces, la sorpresa número dos del día ocurre de improviso: Riven me echa una mirada terrorífica y niega con la cabeza. ¿Me acaba de decir con sus ojos que no estoy invitado? ¿Pero que clase de amigo es este idiota?
No suelo tener mal perder, pero tampoco me suelen rechazar ni las chicas ni mi mejor amigo, y en menos de un minuto lo han hecho esos dos y simultáneamente. Así que sí, no voy a engañar a nadie: me ha ofendido y tengo ganas de amargarle el paseo a Riven y la morada solo por el gesto tan feo que me ha hecho él. Pero en su lugar, respiro hondo y decido que es más maduro largarme. Tengo que deshacer el equipaje, así que no hay mal que por bien no venga.
De camino a mi cuarto, que este año comparto con Riven, al igual que el anterior, pienso en el destello verde que he visto en la mirada de la chica morena y, por un instante, me planteo la posibilidad de que me haya embrujado. La propia idea resulta ridícula en mi cabeza y, de tanto pensar en tonterías, no me doy cuenta de que alguien me saluda justo en la entrada del edificio de las habitaciones.
—¿No me ves, Sky? –-dice Timmy—. Llevo un buen rato con la mano alzada saludando como un loco.
—Perdona, tío. No me he dado cuenta.
—Ya, pues tres chavales desconocidos me han devuelto el saludo en tu lugar...
Rompo en una carcajada y palmeo la espalda de mi amigo. Timmy tiene mi edad y comenzó su entrenamiento el año anterior, junto a Riven y a mí. Es un chico menudo, de ojos castaños ocultos tras unas gafas de pasta rojas, de cabellos rizados y despeinados que brilla en Alphea por su gran intelecto. Es astuto como un zorro y se lleva extremadamente bien con la tecnología. Justo por eso, muchas hadas no congenian con él: la magia y la ciencia son contrapuestas.
—¿Y Riven?
—Yo que sé. —Me hago el indiferente, pero más por la rabia que me produce recordar al macarra negándome conocer a sus nuevas amigas que porque realmente ignore su paradero—. Estará fumando por ahí un canuto.
—Ese es nuestro chico. —Timmy aprieta los labios formando una expresión bastante cómica—. Unos no cambian nunca y otros son unos completos desconocidos de un día a otro.
—-Pareces un viejo haciendo esa clase de reflexiones —me burlo.
Él se toca el pecho simulando sentir dolor, como si mi comentario le hubiera atravesado el corazón cual flecha envenenada. Es un dramático de categoría y justo por eso siempre río al cruzarme en su camino.
—Pues me he topado con él esta mañana, por el pasillo de la residencia —comenta—. Me ha comentado que nada más llegar ya has conquistado un corazón.
No me esperaba que Riven se dedicara a contar cotilleos pero, al parecer, sí lo hace. No a cualquiera: a Timmy, el chismoso por excelencia de la Escuela Alphea. Además, no solo es fisgón, si no que también se caracteriza por su incesante persistencia. No me dejará en paz hasta que le hable de Bloom.
—No sé que te ha contado, pero es mentira —intento hacerme el loco.
—Venga, Sky, somos amigos.
—De verdad, que no sé de quién te ha hablado —insisto.
—Yo te hago memoria: una chica de pelo rojo como el fuego que, minutos después, se ha largado acompañada de tu ex novia, Stella. ¿Te suena?
El muy cabrón está más informado que yo mismo sobre las andanzas de mis intereses amorosos. Como se entere de que hace dos minutos me estaba fijando en una morena, esto se me va a ir de las manos.
—Bloom es una amiga —me limito a responder.
—Pues por la fulminante mirada que le ha dedicado Stella me parece que ella no lo ve así.
—Bueno, puede verlo como quiera. Stella y yo terminamos antes de verano. Ella me dejó. No es problema suyo saber con quién salgo y quien no.
—Así que Bloom no es solo una amiga...
Timmy es buen tío pero a veces puede resultar exasperante. Reprimo las ganas que tengo de meterle un guantazo y esbozo una sonrisa forzada al mismo tiempo que apoyo mi mano derecha sobre su hombro.
—No saques conclusiones precipitadas —digo—. Es una chica guapa y muy agradable, pero he hablado con ella durante cinco escasos minutos, ¿vale? Intenta no inventar rumores y causar molestias al resto. Si no, tú y yo vamos a tener un problema.
El de gafas se pone nervioso y niega con la cabeza. Aunque ahora parezca asustado, no me fio un pelo de él. Cotilla se nace, y Timmy tiene instintos suicidas cada vez que abre la boca. Algo dirá, por mucho que yo insinúe que me pillaré un cabreo monumental cuando lo haga.
—Te juro que yo no voy a decir nada —asegura.
«No te lo crees ni tú», pienso.
—Gracias, amigo. Ahora, si no te importa, me voy a mi cuarto a deshacer la maleta y esperar que Riven vuelva de su paseo con el hada violeta...
—¿Qué hada violeta? ¿Riven tiene novia? ¿Desde cuándo?
Mierda. Ahora sí que he metido la pata hasta el fondo. Frunzo los labios y miró al horizonte mientras me regaño mentalmente por la tremenda cagada que acabo de hacer. Mi amigo me va a matar cuando se entere, porque aunque no he mencionado el nombre de la chica, ya que lo desconozco, dudo que haya muchas hadas de pelo púrpura por Alfea.
—No, no. Novia no. ¿Cuándo has visto tú a Riven con novia? —No sé si está funcionando, pero mi objetivo es hacer cambiar de parecer a Timmy antes de que sea demasiado tarde—. No es su novia. Que va.
—¿Su ligue temporal?
—Tampoco.
—¿Una amiga? —lo pregunta con una ceja alzada y apunto de estallar en una carcajada—. No me hagas reír...
—No, no. Tampoco. —Y es aquí cuando improviso—. Es su prima.
Creo que el cerebro de Timmy ha cortocircuitado. Me mira fijamente esforzándose por descifrar si le tomo el pelo o hablo en serio. Por el bienestar de mi cuello en un futuro cercano, aguanto su mirada y suplico mentalmente al universo que Timmy se trague mi mentira. Cuando Riven se entere se va a cabrear pero me da bastante pena que la chica de primero se encuentre rodeada de rumores por culpa de mi bocaza. Mejor que piensen que es su prima, ¿no? Cada vez lo veo menos claro...
—Pues... ya me la presentará.
Evidentemente, las cosas no pueden salir siempre bien. Me ha parecido notar un tono algo seductor en esa frase, así que es probable que Timmy piense que si la chica no es para Riven, lo será para él.
—Tío, de verdad que me alegro de verte, pero estás soltando unas perlas por esa boquita tuya que creo que mejor nos despedimos.
—¿Qué he hecho?
—La chica es un ser humano con personalidad propia, Timmy. Parece mentira que te lo tenga que explicar. No puedes pensar que como no es para Riven, lo es para ti. ¿Entiendes? Porque ella no es de nadie.
Se lo he explicado con calma, pronunciando frase a frase lentamente y sin romper el contacto visual.
—Ya lo sé, Sky. No me hables como si fuera tonto —responde, irritado—. Solo decía que a lo mejor me la puede presentar y si ella está interesada, podríamos empezar una bonita relación los dos juntos...
Esta conversación está desvariando. Me sorprende el repentino interés de Timmy por la chica morada, más que nada porque no le ha visto la cara. Aún así asiento y corto por lo sano.
—Suerte, chaval. —Vuelvo a palmearle la espalda y me marcho.
Suficiente Timmy por hoy. El chico es majo pero a veces se vuelve algo intenso.
Camino hasta mi cuarto, de nuevo ensimismado en mis propios pensamientos. Me pregunto qué sería peor: que la gente crea que Riven y el hada morada son primos o que sepan que estoy ligando con tres chicas al mismo tiempo. Nada suena bien en mi cabeza, pero lo hecho, hecho está.
Además, si Riven me hubiera presentado a las dos haditas patosas, yo ahora mismo estaría charlando con ellas en lugar de meterme en problemas de comunicación con Timmy.
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