Capítulo 21: Los poderes de Melody
Vale, el entrenador está desvariando. Al final va a tener razón Sky y no está ni el diez por ciento de su intelecto natural en él. ¿Cómo ha podido decir eso? ¿Estamos tontos?
—Riven, unas veces se gana y otras se pierde. —Repito, a Silva ya no le rige—. También has mejorado. Id a descansar.
—A fumarme un buen porro dirás —refunfuño en bajo para que no me escuche.
Bajo de la tarima con el ánimo algo bajo y muchas ganas de ese porro pero no tengo. Tendré que hablar con Beatrix. Silva se marcha con el bastón, probablemente directo a por Sambac...
Encima que me hace combatir dos veces me dice eso. Dejo la espada en el expositor de un golpe seco y busco mi bolsa entre los pocos especialistas que quedan. ¡Genial, ya la he ubicado! Ni puta gracia la verdad.
—He perdido Riven, tranquilo.
Timmy me lanza mi bolsa con fuerza y la logro atrapar sin mucho esfuerzo. Eleva los ojos al cielo, aprieta los labios, molesto, y se da la vuelta para ir a por la suya. Está claro que entre los dos no va a haber ningún tipo de paz, han pasado dos semanas y apenas nos hablamos. Es gracioso en verdad. Cuando estamos en el cuarto los tres, Sky intenta forzar conversaciones pero al final el de gafas continúa con sus frikijuegos y yo salgo de la habitación a fumar. La tensión se corta hasta con un cuchillo sin afilar. No le aguanto.
Lo peor de todo es que lo que ha dicho es verdad. Él ha perdido contra mí pero no he sido yo el elogiado. Ha tenido los cojones de decir Silva que Timmy ha mejorado y le ha felicitado sacándole una boba sonrisa triunfal. Tronco, que solo he tardado un poco más de la cuenta en arrastrarte hasta el suelo. No te vengas arriba. Vengo de ganar a Sky encima. Ahí sí que me ha dicho algo pero estoy empezando a creer que el veneno del quemado le ha afectado en sobremanera y no le da la cabeza para más, por lo que ni el cumplido hacia Timmy ni el mío son realmente sinceros.
Me echo mi bolsa al hombro. Realmente Silva me preocupa. No solo él, Sky está de un humor de perros y muy triste. Si no atrapan al quemado pronto, el entrenador morirá. Un escalofrío recorre mi cuerpo, acabo de recordar al abuelete que encontré todo cubierto de sangre. Creo que este no ha sido el mejor inicio de curso.
Camino con lentitud hacia el bosque, quizás no pase la barrera después del flashback pero puedo dar un paseo por los alrededores. Saco sin pudor, pues ya no está Silva, la cajeta de cigarros y saco uno al azar. Mi mechero favorito es el encargado de prenderlo, tomo una calada y expulso el aire hacia arriba. La sensación de la nicotina por mi cuerpo es maravillosa y me relaja, hace que el enfado se me pase.
Cuando ya he dejado atrás todo el patio de los especialistas, los jardines con fuentes y el laberinto veo una cabellera morada correteando de un lado a otro. No se da cuenta de que estoy cerca, parece bastante nerviosa y no deja de mirar a la barrera. Bueno, a la zona donde está la barrera. ¿Querrá pasarla y no se atreve?
—¿Te doy un empujoncito? —Mel se sobresalta al escuchar mi voz, se da la vuelta aunque ya sabe quién soy—. Tranquila, la barrera no muerde ni da calambrazo.
—Muy gracioso, solo estaba mirando —responde.
—Ajá —No sé qué hacía pero es la peor excusa que se han inventado en todo el mundo—. ¿Y qué hay de interesante?
—Cállate —me ordena poniendo un puchero. Sonrío—. Estaba dando un paseo.
—¿Puedo unirme? —pregunto por si acaso. La noto muy tensa, ella asiente.
Entre los ruidos de las hojas que pisamos y los cantos de los pájaros nos deslizamos por la entrada del bosque. Sin saber por qué un silencio se ha instalado y no quiere irse. Silencio entre nosotros. ¿A qué esta tensión? Veo que tiene sus manos metidas dentro de su sudadera. Un poco más grande y le cubre hasta los pies.
El arroyo de aguas cristalinas se abre entre nosotros, está agitado. Es como si fuera el reflejo del tiempo que estamos viviendo y no me refiero al de las nubes, el sol y la lluvia. Son tiempos extraños, sí. Con cuidado para no incendiar todo el bosque y tener una expulsión de por vida apago el cigarrillo sobre una piedra.
—Mel, ya te pedí perdón hace tiempo por cómo te hable con lo de Timmy —replico cansado, pensando que ese es el motivo de su tono tan seco en nuestra conversación anterior—. ¿No me habías perdonado? ¿Estás enfadada?
Durante este tiempo habíamos estado hablando en los pocos ratos libres que teníamos ya fuera en los pasillos, en una clase o en los jardines. Nunca era mucho más de cinco minutos pues aparecía o Sky o Ellie o cualquier hada o profesor a joder todo y nos teníamos que despedir. También sé que ha pasado bastante tiempo visitando a su hermano. Sumado a las clases significaba ver a la de pelo multicolor cada cierto tiempo y un milagro, la verdad, que no se hubiese tirado por las ventanas de Alphea.
Cuando los astros se alineaban y el nivel de la marea era baja la veía o cuando Stella estaba de buen humor. Esa clase de hitos que pasan poco. De todas maneras hablé con ella al día siguiente después de lo que pasó con Bea y Timmy. El de gafas había cerrado su gran bocaza por una vez en su vida y le solía ver con Mel como un perrito faldero casi siempre a la hora de la comida.
—No me habías contado que conoces a Beatrix Slora, mi "maravillosa" compañera de cuarto —me encara con tono irritado.
—Estás enfadada —sentencio secamente.
Creo que hablé demasiado rápido con eso de que Timmy no había dicho nada. Es demasiado gallina como para decirle lo del polvo pero no lo suficiente como para decir al menos que nos llevamos bien. Porque estoy seguro de que él tiene la culpa de que otra vez Mel se haya molestado conmigo.
—Estoy preocupada, no enfadada —replica Mel—. Con quien te juntes no es asunto mío, solo te digo que es un mal bicho. No es mi opinión, es que son sus actos los que lo reflejan a la perfección.
—Bueno, dejémoslo. ¿Por qué estás preocupada? —inquiero confundido—. Porque por mí no es.
—Por mi hermano, por el quemado, por mis poderes —enumera rápidamente con rostro ceñudo—. ¿Sigo?
—Vale, vale. Vamos de uno en uno —la trato de calmar. Continuamos andando cerca del arroyo de agua—. Lo de tu hermano ya me contó la historia Sky y no te preocupes que atraparán al quemado. Morirá, Silva se curará y tu hermano en dos semanas más, con reposo, podrá volver al ejército de Solaria. Será el único en volver y la verdad que es un milagro. Ahora, ¿qué ha pasado con tus poderes?
Su hermano Pitt, por lo que el rubio me dijo en su momento, continúa en la enfermería, herido. El quemado no le llegó a hacer lo mismo que a Silva, no le infectó, pero sí que le hizo un buen estropicio por el cuerpo y, además, tiene un esguince en el tobillo izquierdo. Le ha estado curando el profesor Harvey todo este tiempo.
No sé mucho más ni creo que sea buena idea preguntarle por él para que me explique porque sé que tiene una relación muy cercana con su hermano mayor. Que tu hermano esté moribundo y fueras tú quien le arrastró hasta Alphea totalmente sola no es un trago de buen gusto para nadie. Fue muy valiente, al mismo tiempo que una inconsciente. En sí lo del anillito de Stella fue una cagada importante pero entiendo que esté de mal humor, triste y con el ánimo por los suelos así que no la voy a regañar. Tampoco es mi estilo.
La de pelo multicolor resopla fuertemente, se cruza de brazos y frena nuestra caminata. Se queda observando el agua ensimismada. Me doy cuenta de que sus ojos marrones a veces tienen destellos morados pero se desvanecen enseguida. Solo lo sé porque lleva así un minuto entero y yo, aquí, esperando pacientemente a que decida hablar.
—Sentí al quemado y el dolor de Silva —suelta en un susurro. Vaya, ya ha vuelto a la realidad.
—Claro, eres un hada empática —Sonrío. No veo el problema de que haya utilizado sus poderes comunes.
—No, no, no. —De repente agarra una pequeña piedra gris de la orilla y la lanza al arroyo con fuerza. Vale, se le está yendo un poco la olla—. Ese no es mi poder. Transmito emociones, no las percibo. Eso lo hace mi prima. Ahora mismo puedo tocar tu brazo y hacerte sentir un dolor inmenso o la mismísima euforia pero no puedo saber qué estás sintiendo. —Sus ojos marrones me devuelven la mirada, tristes.
Los dedos de su mano derecha aprietan mi hombro mientras que su mirada está fija en mí. Trago fuerte, espero que elija la opción menos dañina. Aunque la verdad que no hubiese notado que ha pasado algo en mí si no tuviera los ojos morados de Melody a tres palmos de mi cara y supiese que estaba usando su poder. Siento que mi corazón se encoge, que estoy indefenso ante algo que me acecha pero al mismo tiempo, también confundido, perdido. Normalmente me siento así, no sería algo nuevo.
Mel aparta su mano para poder quitarse la pequeña lágrima que rueda por su mejilla. Quiero darle un abrazo, que sepa que todo va a estar bien. No sé, intentar calmarla, pero no me deja. Se aparta unos pasos y se recoge ella sola, aprieta con fuerza sus brazos contra su pecho y algunas lágrimas más saltan por su rostro. Durante unos minutos que se hacen eternos vuelve a hablar.
—Lo siento —solloza—. Es que nunca me había pasado y me he asustado. Llevo estas dos semanas aterrada con todo esto, tampoco se lo he contado a nadie. Eres el primero... —Se pasa la manga de su sudadera por debajo de la nariz rápidamente.
—Aprenderás a controlar tu poder, ahora ya sabes que puedes también sentir lo de los demás —murmuro sin poder apartar la mirada de ella. Su poder ya no se está ejerciendo sobre mí y, sin embargo, mi corazón se siente pisoteado. Como si le hubiese atropellado un camión—. Y me alegra que me hayas considerado de confianza y contármelo.
Melody se sienta algo alejada de la orilla del río cuyo caudal va cada vez más rápido y rodea sus piernas con sus brazos cubiertos por la gran sudadera morada. Me siento resoplando a su lado, como nos mantengamos aquí por mucho tiempo no me levanto. Voy rodando hasta el internado del cansancio.
—No. Antes, en clase, no me ha funcionado y, realmente, desde aquel día tampoco —responde bajito, sin embargo, en su rostro baila una pequeña sonrisa. Esa es la Mel que me gusta—. Te lo he contado porque voy a estallar no por otra cosa.
—Bueno, es válido también. —Muevo mi culo para poder estar más cerca de ella. Con sus ojos marrones brillando y algo rojos por llorar, me permite sin mediar palabra que la rodee con mis brazos—. No soy experto en hadas por lo que creo que deberías de tener una charla con la señorita Dowling, mejor que ella nadie te puede explicar qué está pasando con tus poderes.
—No sé...
En la vida, das lo que recibes. Lo pienso mientras tengo a Mel llorando en silencio sobre mi camiseta abrazándome como si se fuese a derrumbar y yo fuese su único soporte. A veces también necesitas que alguien esté, simplemente. Me quiero convencer a mí mismo de que solo con ello podré lograr que mejore porque no tengo ni puta idea de qué hacer. Me siento tan estúpido, tan impotente. A la gente se le da genial animar y decir mil gilipolleces bonitas que convence hasta al más terco y antipático de que todo mejorará. Odio verla soltar lágrimas y lágrimas siendo ella tan buena, amable, alegre y llena de vida. Das amor, recibes amor, ¿no? ¿Por qué a ella no le pasa eso todo el tiempo? Se lo merece.
—¿Sabes lo peor de todo? —inquiere Mel sin apartar su cara de mi pecho por lo que su voz se escucha, aparte de quebrada, apagada. Niego con la cabeza aunque no me vea, pero se lo toma como que no lo sé—. Que de verdad no sé si quiero que vuelva a pasar, fue horrible. Con mi pequeña rama de poder de empatía es suficiente, no quiero sentir lo que sienten los demás.
—Estoy muy perdido, Mel. Cuando estoy así lo que hago es hablar con alguien que si me puede orientar o fumarme algo —Ella aprieta su cabeza aún más contra mi pecho y suelta un ruido inteligible pero muy gracioso—. Te hará bien. Lo de hablarlo, digo. ¿Acaso no me ves un buen consejero? Hazle caso al puercoespín —digo en referencia al apodo que me puso.
Mel levanta su cabeza rápidamente y me lanza una mirada fulminante pero suelta una risotada al instante que hace eco por todo el lugar. Sonrío, ya está volviendo a su ser.
Sin previo aviso, lanza sus brazos sobre mi cuello y me obliga a echarme hacia atrás. Por la fuerza del abrazo acabamos rodando un poco por la tierra húmeda por la cercanía del arroyo. Continúa riéndose como loca, porque Mel, o llora cascadas de lágrimas o suelta carcajadas tan fuertes que la escuchan hasta en el Primer Mundo. Me gusta que esté así después del bajón que ha tenido pero, joder, me he dejado las costillas por su culpa y con el entrenamiento no estoy para estos trotes.
Se agarra como una garrapata a mi cuerpo y encaja su cabecita entre mi hombro y mi clavícula. Mis brazos la envuelven, los apoyo por su cintura sin llegar a poder incomodarla. Creo. A mí su postura, bueno, digamos que incomodarme no es la palabra que pasa por mi mente ahora mismo para describir lo que siento. De hecho, pasan muchas cosas por ella. Bastante sugerentes.
—Gracias —Su dulce voz acaricia mi oído. Tan suave que me da un escalofrío de placer.
Las perspectivas, en ocasiones, son curiosas y representan muy bien algo. Cualquiera diría que estoy loco pero ahora la de Mel me recuerda a cómo me imagino a un mismísimo ángel. No está perfecta, porque nadie lo es y menos en esta postura. Se ha alejado de mi cuello y está a varios centímetros de mi nariz. La perspectiva, justo desde abajo, me permite apreciar su piel clara con ligeras imperfecciones provocadas por acné, sus ojos grandes y con pestañas enormes que me devuelven la mirada. También sus labios rosados y finos que se curvan en una risueña sonrisa. Su pelo largo morado multicolor cae por ambos lados de su rostro y algunos mechones quedan en el mío. Simplemente es ella.
Gracias me ha dicho. Já. Gracias doy yo por haber coincidido contigo. Cada minuto que he pasado con ella ha ilusionado mi pesado corazón y ha hecho que me ponga nervioso como cuando tengo un combate importante. Pero esos eran buenos, nervios por las ganas de algo que me encanta. Ella me encanta.
Luego mi cabeza decide joder la marrana y recordarme cómo soy un puto desastre, que no sé tratarla de la forma que se merece y lo único que haría sería hacerla daño. Otra vez la misma cantinela y otra vez. Pues estoy hasta los cojones. Que no me sale ya seguir alejándome de Melody, que quiero luchar por ella porque me importa. Pocos momentos, intensos encuentros. Nada sexual, si no de rollos de sentimientos y eso. Puedo aprender, creo, a quererla como se merece si Melody quisiera darme la oportunidad y solo hay una manera de saberlo.
—¿Vas a ir a la fiesta de esta noche, no?
—¿Fiesta? —responde ella extrañada.
Sus mejillas se sonrojan de repente, creo que se ha dado cuenta de la posición en la que estamos. Lo cerca que sus labios están de los míos. Antes de que pueda levantarse y alejarse de mí demasiado, le agarro sus brazos para que pueda estarse quieta. Ella se queda con los ojos como platos y la boca ligeramente entreabierta.
—La fiesta de los especialistas —respondo con una sonrisa. Rozo mi nariz en su mejilla, un instante, y cuando regreso frente a frente el color rosa en sus mejillas ha aumentado—. Tengo una propuesta.
—¿Propuesta? —Veo cómo traga fuerte y se muerde el labio inferior, insegura.
—¿Solo sabes hacer preguntas, Mel? —inquiero divertido. Ella frunce el ceño y se suelta de mi agarre rompiendo la distancia. Mierda—. Venga, no te enfades. Quería que pasáramos un rato juntos en la fiesta.
—Pues no sé —Se levanta de mi pecho y extiende su mano para ayudarme a levantarme. La acepto, me sorprende que pueda conmigo—. Quizás me quedo con Ellie, porque claro...tú querrás ver a Beatrix. No seré yo quién te aburra con mis charlas y te impida pasar una noche loca con la enana pelirroja.
Esta sí que no me la esperaba. La de las pullas era la morena, su amiga, no Mel. Quita la suciedad de su sudadera con varios manotazos mientras me la quedo mirando estúpidamente con una sonrisa. ¿Está celosa? ¿Le intereso de verdad?
—Si digo que quiero estar contigo será por algo, ¿no?
—Eso solo lo sabes tú —responde con voz aflautada—. Volvamos, Ellie y las chicas se preocuparán si no llego a comer con ellas.
—Bueno, tenemos toda la noche juntos así que... —Ella apoya su espalda en el tronco del árbol. Su mirada, bastante escéptica, lo dice todo— ¿Qué pasa, pelo multicolor?
—Que si pretendes que crea que no hay nada entre Beatrix y tú lo llevas claro —murmura con tono triste—. No vas a jugar conmigo, quizás con otras funcione pero conmigo, no.
Respiro profundamente. Es el momento de tomar una decisión: si voy a por Melody o a por Beatrix. Parece fácil pero no lo es y cualquier cosa que elija va a salir por los aires. No quiero jugar con ella, no se lo merece...tampoco quiero contarle la verdad de lo que pasó el otro día. Estaba bastante furioso con lo de Timmy y, bueno, nunca se me dan bien este tipo de cosas y la cago mucho. Y reconozco que me gustó.
Beatrix podría seguir siendo mi amiga mientras que si no elijo a Mel eso no sería posible, la amistad se rompería. No me gustaría. Bea es un rollo de una tarde de calentón y ya está pero quiero estar más con Melody, descubrir qué esconde esa alocada empática con gusto por los tintes. La noche de hoy es decisiva.
—No iba a jugar contigo. Ni ahora ni nunca —le aseguro serio. No quiero que vuelva a pensar eso.
—Ibas a besarme.
Sus ojos marrones me analizan de cintura para arriba hasta quedarse en alguna parte de mi rostro. Vaya, parece que el movimiento de antes no ha pasado inadvertido. En mi mente era un buen plan el probar a darle un beso y ver su reacción, pero se ha apartado y la he respetado. Al fin y al cabo, quizás no era la mejor manera de solucionarlo. Esperaré.
—Lo guardo para la fiesta —murmuro en su oído con tono seductor. Mel niega con la cabeza—. Esta noche van a pasar muchas cosas.
—Sueña con ello.
Me da un golpecito en el pecho con su puño y comienza a andar dirección Alphea con lentitud. La sigo, divertido por todo este momento. No puedo dejar de pensar en sus mejillas de color rosa y su sonrisilla nerviosa antes de darse la vuelta y dejarme atrás. Celosa de mi relación con Beatrix y haciéndose la dura, como que no ha sentido nada cuando hemos estado a centímetros de besarnos es igual a Riven triunfa. ¿Quizás hasta empecemos a salir esta noche? Me estoy viniendo arriba.
Las hojas secas crujen con nuestros pasos y el rumor del río ya no se escucha. Pongo mi brazo sobre el hombro de Mel, rodeándolo y acercándola más a mí. Intenta escapar pero le comienzo a hacer cosquillas y terminamos casi rodando por el suelo del patio de los especialistas. A estas horas no hay nadie y bueno, tampoco me importaría que me vieran haciendo el idiota con pelo multicolor. Es como una ratilla más que un erizo. Escurridiza y hasta muerde.
Sin previo aviso, se sube a mi espalda de un salto, enreda sus piernas en mi cintura y sus brazos en mi cuello. Se ríe como una loca, me gusta tanto verla disfrutar que acabamos dando varias carreras de un lado a otro. La verdad que estoy muy desentrenado, aguanto lo mínimo y para cuando la dejo en el suelo estoy agotado y resoplando. Es una pluma, pesa realmente poco pero el alcohol y la marihuana debe hacer efecto.
—¿Necesitas que te acompañe a por una bombona de oxígeno? —se burla.
—Calla —espeto con una sonrisa.
Después de la carrera solo quiero tumbarme en mi cama. ¿En qué momento pensé que era buena idea?
La risa de Melody.
Ya, cerebro, que me encanta escucharla pero ahora parece que me ha pasado un tractor por encima. Creo que me echaré una siesta, sí. Primero acompaño a Melody al comedor que quería comer con las chicas o algo así dijo antes.
Cuando nos dirigimos al interior nos encontramos en la puerta a Will fumando un cigarro y sentado en la barandilla. ¿Él solo? ¡Qué raro, si siempre está con su grupo de cabezas huecas! La de pelo multicolor le fulmina con la mirada, sube las escaleras rápidamente y entra. Will parece feliz ante ese comportamiento, estoy por ir a decirle un par de cositas —referentes al repaso que le ha hecho de arriba abajo— pero algo me llama la atención y pierdo el interés en hablar de su perversión.
💜🖤💚💙
—No voy a hablar de Beatrix contigo —respondo sin poder evitar una sonrisa.
Ella eleva muy alto las cejas y se cruza de brazos. Estamos a las puertas del comedor el cual parece más calmado que de costumbre, seguramente porque aún no es ni la hora de comer. La señorita manda, yo me voy a dormir ahora una siesta y ella que coma aire. Tengo que estar listo para esta noche y darle vueltas a cuál es el mejor plan para conquistarla porque con tanta insistencia tengo claro que algo le intereso. ¿Sí, no?
—¿No vas a hablarlo conmigo? —inquiere con tono de burla—. Vale.
Sin decir ninguna palabra más, me da la espalda y comienza a andar rápido hacia el comedor. Tiene piernas cortas por lo que alcanzo en pocos segundos a la de pelo multicolor riéndome por este nuevo cambio de humor. Nunca sé por dónde me va a salir esta chica.
—¿A dónde vas, Mel?
—Con Timmy —responde echándose el pelo hacia atrás ligeramente.
Freno mis pasos en seco. ¿Acaso me está tomando el pelo? Ella pone sus manos en el pomo pero no abre.
—¿Con Timmy? ¿Cómo que con Timmy? —inquiero preocupado. El factor gafas se me había olvidado, fíjate tú.
—No voy a hablar de Timmy contigo.
Esa sonrisa burlona, provocadora y divertida se quedará en mi mente grabada para siempre. La primera vez que veo una parte más sexy y atrevida de ella, cada vez una cosa nueva. Esta noche es la noche. Riven, no la cagues.
¿No os hace gracia la bipolaridad del Riven? No se decide por ninguna de las dos, ahora dice que Mel. ¿Qué creeréis que hará?
¿Qué opináis de lo que le está pasando a Mel?
Próximo capitulito del señorito Sky, a ver qué le sucede y le depara la vida :)
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