21| Empiezan los juegos del trono.
Sumbul, la leal sirviente de Hurrem, recibió la información sobre la sugerencia de Rabia a Mehmed con oídos atentos. Con cautela, se acercó a Hurrem y le compartió la noticia que podría poner en peligro la estabilidad del palacio.
—Mi sultana, Rabia ha sugerido al sultán que considere la posibilidad de eliminar a Murad para evitar futuros problemas. —informó Sumbul en voz baja, consciente de la delicadeza de la situación.
Los ojos de Hurrem parpadearon ante la sorpresa y el disgusto. Sin dudarlo, decidió llamar a Rabia a sus aposentos para aclarar la situación. Rabia llegó rápidamente, aprehensiva pero decidida a enfrentar la situación.
—Rabia, ¿puedo saber qué ideas se están gestando en tu mente? —preguntó Hurrem con un tono que dejaba entrever su preocupación y desconfianza.
Rabia, tratando de aparentar inocencia, respondió con una expresión serena.
—Mi sultana, no sé de qué hablas. Estoy aquí para servir y apoyar al sultán en estos momentos difíciles.
Hurrem, sin caer en la farsa, la miró fijamente y le instó a hablar con sinceridad.
—No finjas ignorancia, Rabia. He recibido información sobre tus sugerencias al sultán. ¿Qué es lo que te impulsó a proponer tal atrocidad?
Rabia, enfrentando la verdad que había tratado de ocultar, soltó un suspiro y decidió confesar.
—Mi sultana, en estos tiempos de incertidumbre, pensé que la eliminación de Murad podría proteger a nuestra familia y al imperio. Fue solo una sugerencia en el calor del momento.
Hurrem, indignada y disgustada por la respuesta, no pudo contener su enojo.
—¡Proteger a la familia, dices! ¿Cómo te atreves a proponer algo tan atroz? No permitiré que nuestras manos se manchen con la sangre de inocentes. Necesitarás pensar con más claridad si pretendes servirnos en este palacio.
Rabia, intentando justificar su sugerencia, miró fijamente a Hurrem y le explicó con determinación.
—Mi sultana, comprendo que la idea puede parecer atroz, pero debemos pensar en la seguridad de nuestros hijos y en el futuro del imperio. Si Murad sigue vivo, siempre representará una amenaza para nuestra descendencia. Además, dejando a Kosem con las manos atadas, evitamos que ella pueda actuar en su propio beneficio.
Hurrem, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder ante tales argumentos y respondió con frialdad.
—Rabia, te creía más astuta de lo que pareces ser. Si alguna vez pensaste que estaría de acuerdo con semejante atrocidad, te equivocas. Ahora estoy completamente a favor de Kosem.
Rabia, desconcertada ante la respuesta de Hurrem, le suplicó que reconsiderara su posición.
—Mi sultana, por favor, recapacite. No es mi intención ser tu enemiga. Solo busco proteger lo que es mejor para nosotros y para el imperio.
Hurrem, con una expresión de desdén, le respondió de manera firme.
—¿Quién te crees para amenazarme de esta manera?
Rabia, sin titubear, le recordó su posición en el palacio.
—Soy la esposa del sultán, madre de sus hijos y la próxima valide. Puedo hacer lo que quiera.
Hurrem, enfurecida por la audacia de Rabia, le advirtió con determinación.
—Pues prepárate, Rabia. Si decides ser mi enemiga, enfrentarás las consecuencias de tus acciones.
El enfrentamiento entre las dos mujeres en el corazón del palacio auguraba un futuro tumultuoso, con lealtades divididas y rivalidades que amenazaban con desestabilizar aún más la ya precaria situación del imperio otomano.
Después del tenso encuentro con Rabia, Hurrem, La Valide, dejó sola a la mujer en sus aposentos. Sumbul, la sirviente leal de Hurrem, se acercó a Rabia con curiosidad y preocupación.
—¿Qué piensa hacer ahora, Rabia? —preguntó Sumbul con cautela.
Rabia, con la mirada perdida en sus pensamientos, respondió con determinación.
—Debo idear una estrategia para proteger a la familia y al sultán. No permitiré que nada malo les suceda.
Mientras tanto, Hurrem entró en la habitación de Kosem, donde la encontró junto a Hande. Ambas mujeres se levantaron y realizaron una reverencia al ver a La Valide.
—Kosem, Hande. Necesito hablar con vosotras sobre la situación actual —dijo Hurrem con seriedad.
Kosem y Hande se miraron, anticipando la gravedad de la conversación. Hurrem les preguntó directamente qué pensaban hacer con la noticia de la enfermedad de Mehmed.
Kosem, siendo sincera, respondió con calma: —No pienso tomar ninguna acción hasta que la situación llegue a un punto en el que no haya marcha atrás. Mehmed aún puede sanarse.
Hurrem sonrió complacida ante la respuesta y le dijo a Kosem: —Entonces, contarás con mi apoyo. Si decides actuar, estaré a tu lado.
Sin embargo, el tono de la conversación cambió cuando Hurrem compartió la perturbadora idea de Rabia sobre eliminar a Murad para prevenir futuros problemas. Hande, horrorizada ante la sugerencia, mostró su temor en su rostro, mientras que Kosem se puso nerviosa solo de pensar en algo tan extremo.
—¿Asesinar a Murad? —preguntó Kosem, incrédula.
Hurrem, con seriedad, asintió y le dijo: —Sí, parece que Rabia ha sugerido esa terrible opción.
La noticia dejó a Kosem y Hande en un estado de consternación, ante la impactante sugerencia de Rabia sobre eliminar a Murad, Kosem, con una expresión de incredulidad y disgusto, respondió:
—Dudo mucho que Mehmed sea capaz de hacer algo así. Es su primer hijo, ¿Cómo podría siquiera pensar en cometer tal atrocidad? A pesar de los conflictos entre ellos, Murad y Mehmed se llevan bien. Es imposible que él Sultán se atreva a tomar una decisión tan extrema.
Hurrem, la Valide, observó a Kosem con una sonrisa tranquilizadora y afirmó:
—Confío en la sabiduría de mi hijo. Estoy segura de que Mehmed tomará decisiones prudentes y justas para el bienestar de nuestra familia y del imperio.
La tensión en la habitación disminuyó ligeramente al notar que las tres mujeres presentes deseaban fervientemente creer en la integridad y la bondad de Mehmed. A pesar de las intrigas y las conspiraciones que se tejían en el palacio, por un breve momento, compartieron la esperanza de que el sultán no actuaría según las sugerencias extremas de Rabia.
Hande, aunque visiblemente aliviada por las palabras de su madre y su abuela, no pudo evitar sentir una sombra de preocupación. La incertidumbre sobre el futuro del imperio otomano y la familia real persistía, y las decisiones que se tomarían en los próximos días podrían cambiar drásticamente el curso de la historia.
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