10|Embarazo.


Después de la boda, y tras volver a Manisa nuevamente, Mahpeyker y Mehmed se esforzaron en aparentar normalidad, como si pudieran volver a la época en que su amor era sencillo y sin complicaciones. Aunque el tema de la boda pendía sobre ellos como una sombra, ninguno de los dos se atrevía a abordarlo, como si al mencionarlo pudieran romper el delicado equilibrio que estaban intentando mantener.

En una tarde tranquila, Mahpeyker y Mehmed compartían una conversación apacible en uno de los salones del palacio. Intentaban recuperar la comodidad que una vez compartieron, recordando tiempos más simples. Hablaban de trivialidades y sonreían, pero ambos sabían que la realidad era mucho más compleja de lo que dejaban ver.

En medio de una pausa, Mahpeyker, aparentemente sin razón alguna, se desvaneció. Su cuerpo se deslizó silenciosamente hacia un lado, como si las fuerzas la abandonaran de repente. Mehmed, sorprendido y preocupado, corrió hacia ella y la sostuvo antes de que cayera al suelo, para acto seguido, colocarla con cuidado en una cama cercana. Con el miedo en la sangre, gritó inmediatamente pidiendo ayuda y una doctora.

La doctora llegó rápidamente y, después de examinar a Mahpeyker, anunció la noticia que cambiaría el rumbo de sus vidas. Mahpeyker estaba embarazada. La noticia dejó a Mehmed atónito, pero antes de que pudiera procesar completamente la información, Mahpeyker despertó.

— ¿Qué ha sucedido? —preguntó Mahpeyker, confundida y aún adormilada.

Mehmed, con una mezcla de emociones, la abrazó fuertemente.

— Estás embarazada, Mahpeyker. Vamos a tener un hijo —anunció, sus palabras resonando en la habitación.

Mahpeyker, al escuchar la noticia, se sobresaltó. Sus ojos se abrieron de par en par mientras absorbía la realidad de la situación.

— ¿Un hijo? —murmuró Mahpeyker, una mezcla de asombro y felicidad dibujándose en su rostro.

Mehmed asintió, aún abrazándola con ternura.

— Sí, mi amor. Vamos a ser padres.

La sorpresa inicial dio paso a una sonrisa radiante en el rostro de Mahpeyker. Mehmed, al ver su reacción, sintió una oleada de alegría y alivio. La noticia del embarazo, sin duda alguna era una excelente noticia, lo siguiente que sucedió fue que Mehmed la llenara de besos la cara como solía hacerlo con anterioridad, una leve risa salió de los labios de la griega, quizás todo podría ser como antes.


La noticia del embarazo de Mahpeyker se difundió rápidamente por el harem de Manisa, llegando a oídos de la criada leal de Rabia. Sobresaltada y preocupada, la criada se apresuró hacia la habitación de Rabia, donde la encontró sumida en sus pensamientos.

— ¡Tengo noticias urgentes!

Alzando la mirada, Rabia notó la expresión de urgencia en el rostro de la criada.

— ¿Qué sucede?

— ¡Mahpeyker está embarazada! El príncipe Mehmed será padre.

Al escuchar la noticia, Rabia sintió cómo la esperanza se desvanecía de su interior. La realidad de la situación la golpeó como una maza, y la tristeza se apoderó de su rostro.

Sin decir una palabra, Rabia se levantó y se retiró a su habitación. La criada, al ver la reacción de la princesa, sintió un nudo en el estómago, anticipando el dolor que estaba por venir.

En la privacidad de su alcoba, Rabia se dejó caer en un diván, sus ojos llenos de lágrimas que no podía contener. El dolor de la noticia la envolvía, y la envidia se apoderaba de su ser. Deseaba con fervor que Mahpeyker y su hijo desaparecieran, anhelando un final para la felicidad que se le escapaba entre los dedos.

Con el corazón roto, Rabia susurró entre sollozos:

— Que sufran... que sufran tanto como yo. Que encuentren en la desdicha el precio de la dicha que me han arrebatado.

Mientras Rabia lloraba desconsoladamente en su habitación, la criada leal observaba desde la puerta, sintiendo la impotencia de no poder aliviar el sufrimiento de su princesa. La noticia del embarazo había desencadenado una tormenta de emociones, dejando tras de sí un rastro de dolor y resentimiento en el corazón de Rabia.

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