09|Boda Otomana-Safavida.

Dos semanas después de que la decisión de unir ambos imperios se había tomado, el palacio de Manisa estaba envuelto en una atmósfera tensa y cargada. A pesar de los esfuerzos de Mehmed y Mahpeyker por mantener una fachada de normalidad, la incomodidad entre ellos era palpable.

Las mañanas solían comenzar con silencios prolongados, interrumpidos solo por palabras esenciales. Mahpeyker se esforzaba por ocultar el dolor que sentía al ver a Mehmed alejarse cada vez más emocionalmente. Las caricias y gestos afectuosos se volvieron escasos, sustituidos por una distancia fría que parecía crecer con el pasar de los días.

En las noches, las cenas compartidas se volvieron ceremonias formales, donde las conversaciones se limitaban a asuntos políticos y protocolos. Mehmed, consumido por el peso de su deber hacia el imperio, parecía estar perdiendo la conexión que compartía con Mahpeyker. Sus miradas se encontraban menos frecuentemente, y cuando lo hacían, reflejaban la tristeza y la nostalgia de lo que una vez fue.

La soledad se instaló entre ellos como un visitante no invitado, y cada intento de acercamiento se veía obstaculizado por la sombra de la inevitable separación. Mahpeyker, a pesar de su dolor, mostraba una fortaleza exterior, apoyando la decisión de Mehmed con una sonrisa que escondía el tormento interno.

En las noches, mientras los pasillos del palacio se sumían en la quietud, Mahpeyker se retiraba a sus aposentos, donde la soledad se convertía en su única compañía. Mehmed, por otro lado, se perdía en pensamientos de deber y responsabilidad, alejándose de la mujer que aún amaba.

Las dos semanas se transformaron en un ciclo de días monótonos, donde el amor compartido se vio eclipsado por la sombra de las decisiones que no solo afectaban a ambos, sino a la estabilidad de dos imperios. La inevitable separación pendía sobre ellos como una espada, y en medio de la incomodidad, la esperanza de un futuro compartido se desvanecía lentamente.

La llegada de la princesa Rabia al palacio de Topkapi fue recibida con una pomposa ceremonia. La elegancia y la majestuosidad de la corte Safavida acompañaban a Rabia mientras se adentraba en territorio otomano. Mehmed, forzando una sonrisa de cortesía, la recibió con la solemnidad que requería la situación.

En el jardín imperial, ambos se encontraron para una conversación privada. Aunque la cortesía marcaba sus intercambios, una tensión sutil flotaba en el aire, como si la realidad de la situación resonara en el silencio que precedía a sus palabras.

— Princesa, es un honor darle la bienvenida a Manisa. Este matrimonio entre nuestros imperios es crucial para la estabilidad de la región.

— La alianza entre nuestros imperios será beneficiosa para ambos. Aprecio su hospitalidad, príncipe.

Sintiendo la necesidad de ser honesto, Mehmed decidió abordar el tema que yacía como una sombra entre ellos.

— Sin embargo, debo ser transparente. Mi corazón ya pertenece a otra persona.

Con una expresión imperturbable, Rabia ocultó el resentimiento que brotaba en su interior.

— Comprendo, príncipe. La política a menudo exige sacrificios personales. No se preocupe, no haré que esta situación afecte nuestra alianza.

Aunque sus palabras sonaban amigables, Rabia se esforzaba por mantener una fachada de calma mientras el dolor y la furia ardían en sus ojos. El nombre de la persona que ya poseía el corazón de Mehmed resonaba en su mente como una herida abierta.

Agradecido por la comprensión aparente de Rabia, Mehmed no notó la mirada llena de resentimiento que ella guardaba para sí misma.

— Le agradezco su comprensión, princesa. Espero que podamos trabajar juntos para fortalecer la paz entre nuestros imperios.

— Sin duda, príncipe. Nuestros imperios prosperarán bajo esta alianza.

La conversación concluyó con una formalidad que apenas lograba disfrazar la intrincada red de emociones que se tejía en el trasfondo. Mientras Rabia ocultaba su dolor bajo una máscara de cortesía, Mehmed, inconsciente del turbulento mar de sentimientos que lo rodeaba, se sintió completamente tranquilo al decirle esto, pues esperaba que tras dejar esto en claro, su relacion con Anastasia seguiría siendo la misma.

Pero no fue asi, por que a las dos semanas de esta conversación, en donde parecía que todo habia quedado cerrado, habían iniciado los preparativos de la boda, llevándonos ahora al momento de esta.

El gran salón de ceremonias se llenó de una atmósfera solemne mientras los invitados aguardaban la entrada de la princesa Rabia. Las puertas se abrieron majestuosamente, revelando a Rabia, radiante en un vestido decorado con bordados intrincados y joyas deslumbrantes. La música llenó el aire, marcando cada paso de la novia hacia el altar.

El sacerdote, con solemnidad, inició la ceremonia preguntando tres veces a los testigos si estaban de acuerdo con la unión. Las respuestas afirmativas resonaron en el salón, sellando simbólicamente el compromiso entre los dos imperios.

— ¿Están de acuerdo con este matrimonio? —preguntó el sacerdote.

— Sí, estamos de acuerdo —respondieron los testigos en cada ocasión.

El sacerdote, bajo la mirada de Allah, declaró que Mehmed y Rabia eran ahora marido y mujer. La sala se llenó de un murmullo respetuoso mientras los presentes observaban la unión de dos imperios bajo la bendición divina.

Mehmed, con un gesto solemne, tomó un collar de oro blanco y rubíes, una joya deslumbrante que brillaba con la promesa de su amor. Se acercó a Rabia y colocó con delicadeza la joya alrededor de su cuello.

Rabia, emocionada y enamorada, mostró una sonrisa radiante. Sus ojos brillaban con la intensidad del momento mientras recibía el regalo de Mehmed. La joya se ajustaba perfectamente al cuello de Rabia, resplandeciendo como un símbolo de la alianza que se estaba forjando entre ambos.

Mehmed, a pesar de las complejidades que rodeaban este matrimonio, no pudo evitar notar la expresión de felicidad genuina en el rostro de Rabia. El amor, aunque distinto al que él había conocido, estaba presente en ese momento especial.

La ceremonia continuó, pero la imagen de Rabia luciendo la joya con gratitud y amor quedó grabada en la memoria de todos los presentes como un destello de esperanza en medio de la compleja trama de alianzas y sacrificios.



La noticia de la boda entre Mehmed y Rabia había llegado a Mahpeyker, sumiéndola en un abismo de dolor. Las lágrimas brotaban sin restricción, y su corazón ardía con la mezcla de emociones. En ese momento desgarrador, la puerta se abrió suavemente, revelando la figura compasiva de la sultana Mihrimah.

Sin decir una palabra, Mihrimah se acercó a Mahpeyker y se arrodilló a su lado. Sin esfuerzo, la sultana abrazó con fuerza a su amiga, como si sus brazos pudieran ofrecer consuelo en medio de la tormenta emocional.

Mihrimah acarició con ternura el cabello de Mahpeyker, transmitiendo una sensación de calma y apoyo. No eran necesarias las palabras en ese momento; la conexión entre ellas se expresaba a través del abrazo y los gestos de compasión.

Mahpeyker, sintiendo la fortaleza de la sultana Mihrimah a su lado, permitió que la calidez del abrazo la envolviera. Las lágrimas continuaban su curso, pero la presencia de Mihrimah actuaba como un faro de consuelo en medio de la oscuridad.

En el silencio reconfortante del abrazo, Mihrimah rompió la quietud con palabras de consuelo.

— Querida amiga, entiendo que este dolor parece insuperable en este momento, pero ten la certeza de que con el tiempo, sanarás.

Aún entre sollozos, Mahpeyker levantó la mirada hacia Mihrimah, agradeciendo la comprensión en sus ojos.

— No sé cómo enfrentaré esto. Me duele tanto...

Mihrimah, con una dulce sonrisa, sostuvo el rostro de Mahpeyker entre sus manos.

— Lo sé, Mahpeyker. Pero el tiempo cura heridas que creemos imposibles de cerrar. Con el tiempo, encontrarás la paz y la fuerza para seguir adelante.

Con un suspiro, Mahpeyker asintió, agradeciendo la sabiduría y el apoyo de Mihrimah.

— Te agradezco. Eres mi roca en estos momentos difíciles.

— Siempre estaré aquí para ti, juntas superaremos esta tormenta.

Mirando a los ojos a Mihrimah con gratitud, Mahpeyker dejó que sus sentimientos se expresaran con una simple pero profunda declaración.

— Te quiero mucho.

Mihrimah, emocionada por la sinceridad de esas palabras, respondió con un abrazo aún más reconfortante, fortaleciendo la conexión entre ellas en medio de la adversidad.


¿Y si mejor Mahpeyker se queda con Mihrimah?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top