06|Seratomina.
Decir que Mehmed no había quedado encantado con Anastasia sería poco. Realmente, después de ese momento maravilloso entre los jazmines, estaba más que enamorado. Corrió donde su madre a preguntarle si ya era el momento de tener un harén.
La sultana Hurrem era una mujer bastante astuta, así que sabía perfectamente lo que estaba pasando con su hijo. Por eso, le dio el sí, indicándole que Mehmed ya podía tener alguna concubina.
Obviamente, a cierta griega le llegó la noticia, y como si el destino conspirara a su favor, una mujer le indicó que las sultanas Mihrimah y Raziye la estaban esperando en sus aposentos. Mentiría al decir que Anastasia no estaba nerviosa, pero, sin embargo, por alguna razón, terminó gustándole a las dos sultanas para su hermano. Decidieron enviarla esa misma noche.
La sonrisa entre Mehmed y Anastasia era suficiente como para derretir a todos en el palacio. Las caricias, los besos y las palabras bonitas no se hicieron esperar. Ambos pensaban disfrutar esa noche como si fuera la última de sus vidas, cuando realmente era la primera de muchas que pasarían juntos.
La sultana Handan no hacía más que arrancarse las uñas de la rabia. Estaba más que convencida de que la bruja le había estafado, pues a Mehmed todo le iba bien, demasiado bien.
Miró en su escritorio un papel y tinta, y aquello fue más que suficiente para que comenzara a escribir una carta a la mujer que la había traído a este imperio, a la sultana Yenisah. Si la maldición no había funcionado hasta ahora, ella tendría que buscar una solución para que Mehmed ya no existiera más en este mundo.
La carta iba más o menos algo asi:
Querida Sultana Yenisah,
Espero que estas líneas te encuentren bien. Me dirijo a ti con una mezcla de preocupación y desesperación que no puedo ignorar. La maldición que confié a una mujer de confianza para liberar a nuestro imperio de la sombra de Mehmed parece no haber tenido el efecto deseado. Mi corazón late con ansias y mi alma se consume en la frustración mientras observo que todo lo que rodea a Mehmed florece y prospera.
Estoy convencida de que he sido estafada por la bruja que elegí para este propósito. Mi desesperación me lleva a ti, no solo como mi igual en este imperio, sino como alguien en quien confío y respeto profundamente. Necesito tu sabiduría, tu fuerza y, sobre todo, tu presencia en el imperio otomano.
Te ruego que consideres mi petición con la urgencia que merece la gravedad de la situación. Mi lealtad y devoción hacia nuestro imperio son inquebrantables, y en este momento crucial, confío en tu guía para encontrar una solución que nos libere de la influencia negativa de Mehmed.
Espero tu pronta llegada, querida Yenisah, para que juntas podamos enfrentar esta amenaza y restaurar la paz y la prosperidad en nuestro amado imperio otomano.
Con profundo respeto,
Sultana Handan.
Mehmed y Anastasia caminaban por los jardines a la mañana siguiente. Sin duda, no quería estar mucho tiempo alejado de su griega. Por un tiempo se permitió disfrutar su compañía e intentar olvidar los pensamientos que le pedían estar atentos.
—Entonces vienes de Cefalonia, ¿cierto? —preguntó Mehmed mientras caminaba del brazo con la rubia.
—Así es, su alteza. —respondió con una sonrisa.— Nací en la hermosa isla de Cefalonia, rodeada por el mar Jónico. Es un lugar lleno de historia y belleza.
Mehmed le dio una leve sonrisa. Aunque se moría de ganas de saber más detalles sobre la vida de la griega antes de llegar al harén otomano, sabía que eso solo iba a traer dolor, pues ninguna mujer que esté en este imperio estaba por su propia voluntad.
—¿Sabes? —La dulce voz lo volvió a sacar de sus pensamientos.— Mi madre solía contarme historias de mujeres que ingresaban al palacio otomano y luego salían triunfantes como sultanas, con el mundo a sus pies. Siempre creí que eso era imposible.
—¿Imposible? ¿Por qué?
—Parece sacado de un cuento de hadas, es por eso que lo creía imposible. De todas formas, ellas fueron mujeres admirables que hicieron de este imperio su hogar. Yo no podría...
—La verdad es que este lugar ahora es tu hogar. —Las palabras de Mehmed hicieron que Anastasia pusiera toda su atención en él.— Ahora este imperio es tu hogar, vives aquí y eres mi favorita, Mahpeyker.
—¿Mahpeyker?
—Ese es tu nuevo nombre. —Sonrió Mehmed.— En nuestro imperio, solemos dar un nuevo nombre a las mujeres. El tuyo significa "Cara de luna".
—Su alteza, ya sabía que era blanca como un papel, pero no tiene por qué decírmelo.
—En realidad, me gusta mucho esa cualidad tuya, es perfecta.
Anastasia sonrió y besó a Mehmed en los labios. Quizás ella todavía no consideraba su hogar al imperio otomano, pero podría intentarlo por Mehmed. Podría intentar adaptarse a sus costumbres y tradiciones, pero nunca olvidaría a aquella niña que corría por los prados y dormía debajo de un árbol de olivos.
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