1.🍽(Editado)

Una limusina arribó al punto de reunión, un callejón oscuro de mala muerte, la zona era cubierta por varios edificios en pésimas condiciones. 

A la redonda, solo resaltaba una pequeña escalera rechinante hecha de madera húmeda, era lo mejor cuidado en un kilometro, dicha escalera llevaba hacía abajo de la cera en una casa vieja casi destruida pero bien sellada de arriba a abajo. Esta casa poseía un pequeño pero frondoso jardín falto de cuidado, como si una anciana gruñona y solitaria residiera ahí, al final de esta escalera había una puerta café iluminada por una bombilla que parpadeaba de forma irregular rodeada de polillas y otros insectos.

Sin duda, un lugar donde Norman, ni siendo un pobre diablo del bajo mundo se atrevería a poner un pie, al menos no por cuenta propia.

Miró con repulsión los alrededores, olía mal, el aire frío le picaba la nariz, era de noche y no se le veía por ningún lado al burócrata despistado, volteó indignado a ver su reloj de mano ¿Para eso le había pedido ponerse su mejor ropa? No es como si se la hubiera puesto, total, todo se le veía bien, pero sin duda era un descaro dejarlo esperando, a él, quien contaba con tan poco tiempo libre.

sacó un cigarro y un encendedor de su perfecto y pulcro pantalón blanco, al dar una calada de humo suspiró, la paciencia era algo en que le gustaría trabajar, no por el bien de agradar a los demás, sino por su salud, la impuntualidad era algo que lo ponía colérico y comenzaba a verse reflejado en sus estudios médicos, ese entre otros malos hábitos claro.

Esperó mientras fumaba con una mueca de disgusto fuera del coche con la puerta abierta solo para después de unos quince minutos de espera sacarse el cigarro, apagarlo contra el techo de la limo y seguidamente subirse, pero antes de cerrar la puerta para irse un sonido llamó su atención, era su teléfono.

El albino contestó viendo molesto el nombre de Don escrito en grande como el responsable de la llamada

- Diga -

- Hey, Hola! ¿Qué pasa contigo? Me dijiste que vendrías -

- ¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando dónde acordamos? Estaba a punto de irme cuando marcaste ¿Dónde estás? ¿Me diste mal la dirección otra vez? -

- No, no, no te vayas, espera que salga, debiste marcarme una vez qu-

Colgó el teléfono interrumpiendo la molesta voz del castaño bastante fastidiado por la situación, respiró hondo una vez más, ahora masajeando su sien con la punta de sus dedos.

No pasaron más de dos minutos cuando la puerta esa al final de la escalera se abrió, dejando ver la silueta del vivaracho moreno acercarse con una enorme sonrisa a saludar a su gran amigo, Norman.

- Amigo, que bueno que decidiste venir, por un momento pensé que me dejarías plantado y no podría darte tu sorpresa -

Nada más acercarse a el, le dio un fuerte golpe a la espalda con la mano extendida en señal de compañerismo, acción que solo irritó aún más al contrario, pero se limitó a no decir palabra alguna y respirar de nuevo.

Tras esa pequeña recepción, Don hizo un ademán al contrario para que este lo siguiera, Norman, no muy confiado de la situación advirtió a su chofer que se quedara cerca solo por si acaso.

Al pasar las escaleras y llegar a la puerta, se podía ver mejor del otro lado, la puerta que en un principio parecía ser una vieja y gastada en realidad era un fachada.

Don tocó tres veces, de una pequeña abertura en la madera se asomó una mirada intimidante que le reconoció de inmediato, tras la puerta desvencijada se escuchaba cómo varios cerrojos eran retirados sobre el metal blindado de una segunda puerta.

El guardia vio con desconfianza a Norman entrar tras Don, de quien el guardia no parecía sospechar nada, señal de que venía a este lugar con frecuencia.

Una vez adentro, un mayordomo los guío por un largo pasillo, que desembocaba en un gran salón que hacía de sala y comedor, si volteabas a la izquierda se podía ver la entrada a una gran cocina, la cual parecía en perfectas condiciones y laborando, con un montón de gente entrando y saliendo, a Norman le extrañaba como parecía ser una simple casa normal de clase media alta, con todas las luces prendidas daba un toque hogareño y cálido, pero aún así había algo que simplemente no se sentía bien.

En el comedor había una larga pero muy larga mesa llena de hombres trajeados, muy bien parecidos, conversaban amenamente y mencionaban ocasionalmente lo emocionados que estaban acerca de "el acto principal", parecía algo que los tenía inquietos e impacientes.

De pronto una mujer con porte presencial salió de un salón ajeno a cualquiera ya mencionado, era alta, su pelo era castaño y estaba recogido en un moño con red tras su cabeza, sus ojos violeta eran penetrantes, llevaba un vestido negro de manga larga que cubría sus pies y mandil sobre su regazo, casi parecía un uniforme antiguo de mucama.

Una vez ella arribó, todos los presentes en la mesa se levantaron como muestra de respeto y toda la servidumbre entró como rayo a la cocina y no volvieron a asomarse mientras ella siguió allí, Don jaló del brazo a Norman llevándolo a su lugar mientras la imponente mujer carraspeaba su garganta llamando la atención de todos, aunque era algo innecesario.

- Caballeros, pueden tomar asiento -

Entonces todos incluyendo a Don y Norman se sentaron en sus respectivas sillas puestas en la mesa perfectamente acomodada, el confundido hombre de cabellera blanca seguía sin saber lo que realmente ocurría, por más miradas de incertidumbre que le lanzaba a Don, este ni siquiera le prestaba atención, parecía demasiado ocupado con la entrada de aquella mujer en la sala, y parecía fácil adivinar que nadie podía interrumpirla por simple cortesía, o tal vez algo más. Así que Norman, con los nervios a flor de piel, se dignó a solo prestarle atención a la mujer mientras movía su pierna bajo la mesa de forma inquieta.

- Me presento, mi nombre es Isabella, yo soy madre del orfanato Grace Field y esta noche como cada sábados seré su anfitriona, es mi placer darles la bienvenida con el coro de niños de las casa Grace Field, disfruten su velada -

Una vez dicho eso, la mujer dio una reverencia y todos aplaudieron con entusiasmo, una fila de niños salió del mismo lugar del que salió la imponente mujer de ojos violeta y comenzaron a posicionarse uno detrás del otro en tras hileras, con los más grandes detrás y los más pequeños enfrente.

Al mismo tiempo a su lado se acomodaban dos músicos vestidos de traje, uno se colocaba con un violín mientras el otro se sentaba en un gran y elegante piano que ya se encontraba en medio del gran salón.

Ambos de cabellera oscura y ojos negros como el vacío que desbordaba de sus miradas cansadas, el violinista era el más joven mientras que el del piano se le notaba mucho más viejo, cómo rondando la edad de nuestro protagonista, aunque sin duda el tiempo no les había pasado la misma factura, un demacrado rostro cansado con varías cicatrices y una barba descuidada adornaban su rostro, ambos músicos mostraban un semblante notablemente serio.

Mientras tantos también entraban los innumerables camareros con más de una docena de platos de comida, que fueron repartiendo entre los comensales de forma extremadamente organizada y cuidadosa, cada platillo estaba tapado con una refinada cúpula de plata, que una vez todos los platos fueron servidos fue retirada de forma inmaculada, de la misma manera, se retiraron de vuelta a la cocina.

Isabella levantó la mano, de nuevo un silencio sepulcral se hizo presente, al bajar la mano, los músicos comenzaron a tocar, los niños seguidamente comenzaron a cantar justo en su entrada.

Todos los presentes apenas y tocaban su plato, prestaban atención expectantes del coro de pequeñines que cantaban de forma celestial, pero, por mas linda que se viera la escena, el contexto era terrible y los niños lo conocían muy bien, cantaban desganados, sin ánimo porque sabían lo que venía después, cantaban lo que para ellos simbolizaba una marcha fúnebre, ya no eran nada más que cascarones vacíos esperando con ilusión la llegada de un salvador o en su defecto, la muerte, que sería mejor a la humillación que era para ellos este cántico con el que expresaban sus alaridos de dolor.

Era algo tan hermoso, que fueran cuales fueran tus intenciones no podías dejar de escuchar la canción con un sentimiento cálido en el corazón, excepto por esas personas que se apiadan de esas pobres almas, ese grito de ayuda, Norman pudo escucharlo, al escuchar ese mágico canto celestial todas sus dudas se aclararon para su desgracia.

Al sospechar lo peor solo pudo pensar en una cosa mientras un sudor frío recorría su frente.

[-"Bean ¿En que mierda nos metiste-"]

De nuevo solo se pudo limitar a respirar hondo, de nuevo buscando la mirada de su "amigo" para asesinarlo con esta, pero seguía admirado del show.

Norman dio un sorbo, y otro y otro, se volvió a servir.

Isabella veía con orgullo a sus pequeños niños cantar con talento indiscutible y una facilidad solo digna de prodigios, sin duda sus niños eran especiales, por lo tanto, nada baratos, en ningún aspecto.

Los aplausos no se hicieron esperar, el soberbio hombre junto a Norman incluso se puso de pie, lo que animó a los demás a hacerlo.

Norman también aplaudió, aliviado de que por fin podrían irse, tal vez nada más ocurriría, eso pensó, pero oh demonios, si que se equivocó.

Dejó la botella de vino tinto (casi vacía por cierto) a un costado junto a la cubeta con hielo y se levantó de su silla con un punzante dolor de cabeza, el ambiente se sentía pesado para el, hizo lo primero que se le ocurrió para sentirse mejor, claramente, encender la nicotina.

Cuando menos pensó, su acompañante se encontraba junto al coro con los demás hombres también ahí, Don estaba inclinado en sus rodillas platicando con una pequeña niña de dos coletas rubias, Norman sabía que esta noche no acabaría bien para el de ningún modo al ver tal escena.

Era como ver una parvada de buitres al rededor de la carroña peleando por los huesos más sabrosos, el castaño sacó de su traje un pequeño ramo de margaritas que le obsequió a la pequeña de las coletas, luego de eso la tomó de la mano y volteó hacia el albino, señalándole que se acercara, Norman ya estaba harto, jamás fue mucho de niños, tal vez porque jamás se le había dado la oportunidad de convivir no con ellos más que con adolescentes que pedían fotos en sus conciertos, pero si se acercaba a un niño no sería de este modo, esto cruzaba una línea muy gruesa.

Muy molesto con la vida y principalmente con Don sacó el cigarro de su boca y lo aplastó con fuerza en el mantel blanco de la mesa, a paso rápido se acercó a el con cara de poco amigos y rápidamente suavizó sus facciones, otro de sus grandes talentos, la actuación.

- Norman, déjame presentarte a mi querida amiga Conny -

El pavor permanecía de forma constante en los ojos de la pequeña, podía notarse de inmediato, las flores recién recibidas temblaban en sus pequeñas manos a la par de sus delgadas piernas, pero no se le era permitido la descortesía, cualquier trato dado era mejor que enfrentarse a mamá Isabella enojada.

- Buenas noches, señor -

La pequeña hizo lo que pudo para sonreír, extendió su mano con dificultad hacia el albino de ojos claros, pero su mirada tan penetrante y cínica no hacía más que dificultar la tarea.

Pero una pequeña sonrisa con los ojos cerrados podía ser un temible tranquilizante.

- El placer es mío, cielo -

Tras esa interacción, todo se volvió borroso en la mente de nuestro protagonista, las siguientes indicaciones dadas por la matriarca simplemente se escuchaban lejanas e inteligibles, solo sintió un tirón de su brazo guiarlo mientras su estómago volvía a dar un vuelco.

El oscuro pasillo se hacía cada vez más extenso, las luces de tonalidades rosadas y moradas se hacían más y más presentes dejando una sensación de adrenalina y lujuria en el ambiente.

Los hombres y niños por igual seguían a Isabella por ese corredor sin fin como corderos sin nada más que hacer, nada exceptuando charlar con los mocosos amenamente como si fueran grandes amigos.

¿Recuerdas a ese "amigo" al cual  odias con todo tu ser, ese que incluso llegas a temer pero aun así insiste en pegarse a ti como uno mosca molesta? felicidades, ahora entiendes un tres por ciento esta situación.

Norman sabía, se le había gritado en el mismo instante en que se sentó en aquella larga mesa, un escalofrío recorría su espalda constantemente advirtiendo que algo perverso estaba por suceder, pero la curiosidad es el la maldición de la cual ningún humano puede librarse.

No, claro que en ese pasillo no había nadie libre de pecado.

Lo que parecía una trampilla sin fin desde que bajaron por aquella escalera bajo la alfombra del gran salón, desembocaba en una majestuosa puerta roja, apenas destacada por la nada sutil iluminación.

El albino sudaba la gota gorda gracias a la incertidumbre, pero no quitaba ese semblante serio de su cara a menos que algún pequeño lo mirara de reojo, ahí es cuando se esforzaba en mostrar una mueca por lo menos gentil, no podía negar ese pequeño pero punzante sentimiento de culpa en su estómago, fácilmente podría llamar a las autoridades y desmentir todo solo para causar un lío...

Pero no lo haría, difícil, pero necesario sostener la cordura en un momento así, el jamás fue un fan de la prudencia, pero negar su ineficacia sería ridículo.

Pensar, necesitaba pensar rápidamente.

[-"¿Cuántos más que no estén aquí hoy estarán involucrados? ¿Cuántos más de estos habrá en el país?¿Cuántos más de estos habrá en el mundo?"-]

Solo algunos de los pensamientos que transitaban por su cabeza, probablemente sería ejecutado si dijese algo, tragó en seco de solo imaginarlo, miró al suelo imaginando lo que estaba por venir.

Y ni siquiera fue su elección...

Pero este tipo solo quiere vernos la cara de idiotas. Claro que tuvo la oportunidad de irse, sabía desde un principio lo que ocurría, su autoengaño fue lo que lo condujo a su perdición y no había nada que pudiera hacer, pero aún así siguió actuando como la víctima en todo esto, culpando a Don, que si bien de inocente no tiene nada, no trajo al albino a punta de pistola.

El albino maldecía su propia estupidez arrepintiéndose de haber puesto un pie en esa casa sin siquiera haber probado las consecuencias aún, mientras Isabella servía el postre.

La gran puerta fue abierta dejando ver un gran salón, este tenía elegante decoración roja y columnas de barios metros de altura , como otra dichosa fiesta de gala de las cuales Norman ya estaba harto, estaba cansado, estresado, quería ir a su casa y meterse tres líneas para olvidar todo lo que llegó a imaginar y aún no lograba ver.

Pero cuando menos pensó ya había entrado en ese elegante salón, había pequeñas islas con camas cubiertas por una cortina de seda dorada poco traslúcida al rededor, esa cortinilla no dejaba ver la cama, la cuál tenía sábanas, colchas y almohadas tan doradas como la cortinilla.

Se podían contar alrededor de una docena de esas islas por todo el salón, cada una al menos a tres metros de distancia de la otra sin excepción, pasando el salón, se podía apreciar como una escalera llevaba a un segundo piso; La única mujer del cuarto se encargo de direccionar a los niños hacía esa escalera, quienes caminaron uno después de otro hacía arriba acatando la orden que les dio Isabella en voz baja, no como si necesitaran escucharla, ya era algo rutinario.

- Vayan a vestirse -

Exclamó con dulzura la afable mujer, una vez dada la orden se giró hacía sus comensales dispersos que esperaban con ansias la siguiente orden.

Norman aún inmerso en sus pensamientos solo se dejó llevar por Don, quien lo jalaba del brazo hablándole inútilmente sobre divertirse un poco, nadie lo estaba oyendo realmente.

Isabella se posicionó en medio de la escalera y alzó su voz con firmeza.

- Bueno, ya saben a lo que les espera, espero que hayan guardado espacio de la cena porque ahora se viene el platillo fuerte -

Las risas asquerosas y maliciosas de los magnates avariciosos regodeándose entre ellos no se hicieron esperar, solo haciendo sentir aún más incómodo a Norman.

- Por si son nuevos por aquí les explicaré como funciona nuestro "pequeño juego"-

El albino sintió cómo de repente ahora tenía clavada encima, cómo una estaca, la mirada de la mujer de ojos violeta, Isabella desde un principio había notado la presencia del hombre de tés clara, pero evitó el contacto directo por mera hospitalidad, si bien, la intimidación es uno de los grandes talentos de Isabella, también era una de sus mayores dichas, y al encontrarse con un novato de este mundo lo disfrutaría al máximo, no llegan esa clase de clientes a menudo y menos con tal grado de fama, sí se ha hecho, llega a ser un "evento más privado".

Porque no queremos arriesgarnos ¿No?

- Cada quien elige un número de esta pizarra, entonces, una vez elegido el número, se te otorgará tiempo con el dueño del número escogido, ahora mi "hermana" les pasará sus fichas para que escriban su número elegido y su nombre -

Detrás de Isabella apareció una gran mujer de vestimenta similar a la anterior, aunque parecía algo más tosca por decirlo de algún modo, tenía el pelo corto y rizado, su piel era oscura y de labios gruesos adornados con una sonrisa algo tétrica... Demasiado tétrica; la mujer traía con ella varios pedazos de papel en rectángulos con varios rotuladores negros de punta fina, al pasar frente a Isabella, su aparente superior, esta le susurró algo al oído, la mujer de rostro macabro asintió y prosiguió a entregar uno de cada uno para cada hombre en la habitación.

Menos a Norman, hecho que no pasó desapercibido por el susodicho.

Los hombres empezaron a escribir su número en grande sobre el pedazo de papel y junto al número su nombre en una pequeña esquina, al terminar de escribir cada uno le regresó el papel a la mujer que recién se los había dado.

Norman a este punto estaba a nada de estallar, desde hace rato de hecho, aflojó levemente su corbata y miró a Don con una sonrisa torcida, el moreno ya ni siquiera le prestaba atención, se enfocaba en el "divertido juego", era un terrible dolor en el culo todo esto si se lo preguntaban a Norman; una voz femenina le hizo olvidar por un momento su punzante dolor de cabeza.

- Buenas noches señor, es un verdadero placer tenerlo aquí en mi humilde establecimiento, jamás me lo hubiera imaginado a usted por estos lares, dígame ¿A qué debo el gusto? -

Habló Isabella elocuente como siempre con un notorio aire de superioridad en cada palabra, cada mirada, cada movimiento y respiro que daba, tener el control nos gusta a todos ¿No?

- El gusto es mío señorita Isabella, es una lástima no haber podido tener una introducción más formal -

- Ya lo creo -

Se burló cínicamente.

-  Pero como habrá podido imaginar, me gusta mantener un perfil bajo, pero no sea tan modesto, un hombre como usted no necesita introducción, y dígame ¿Qué lo trae por aquí? -

Insistente, ¿Quién no odia a una persona insistente? Al no poder evadir la pregunta con solo una sonrisa y un cumplido esta vez, debió ingeniar una respuesta.

- Supongo que la curiosidad, sabe, me gusta probar cosas nuevas y más la carne fresca, cuando mi buen amigo Don me habló de este lugar no pude evitar rogarle por venir -

Bien jugado pequeño Dios.

- Ah el señor Don, uno de nuestros más fieles clientes, ¿Qué puedo decir de el? Le gusta degustar siempre lo mismo, algo soso en mi opinión, pero usted no parece ser alguien soso ¿Cierto? -

Oh no.

- ¿Tanto se nota? -

Seguir el juego, no queda hacer más, justo como un juego de rol.

- ¿Qué es lo que le gustaría ordenar esta noche, señor? -

Sin pensar demasiado respondió sobando su pulgar contra su dedo índice en un puño que comenzaba a sudar.

- Su mejor platillo -

- Lo imaginaba, de acuerdo, tendré el mejor platillo listo solo para usted, no ha sido fácil pero se ha... suavizado con el tiempo, ahora, por favor, espere junto al resto -

Isabella se alejó sin decir una palabra más, se paró en el primer escalón de la escalera de nuevo teniendo la atención de los demás.

- Caballeros, les pido por favor que entren en la carpa con su número escogido, tomen asiento, recuéstense, relájense, usen juguetes si gustan, estarán disponibles en un cofre junto a la cama, ahí también encontrarán una cubeta con hielo, copas y vino, disfruten de su velada, buenas noches, nos vemos la próxima semana -

Sin más, la mujer abandonó la sala, las luces parpadearon y a los segundos el aura que rodaba el lugar volvió a cambiar, sobre cada carpa yacían bombillos cálidos que asemejaban la fachada de un carrusel o la marquesina de un cine antiguo, el subtono se volvió mas íntimo que antes, más privado. 

Los bombillos que rodeaban la marquesina resaltaban pantallas led donde se podían leer los números seleccionados, rápidamente, todos y cada uno de los degenerados hombres enfermos entraron a su carpa, dejando a Norman en un terrible estado de confusión.

Se movió entre los estrechos pasillos que formaban las camas finamente decoradas buscando que hacer, el no había elegido ningún número, nadie le dio ningún papel, la palabra escapar seguía en su mente como una opción aunque sabía que esa ya no estaba entre sus posibilidades y menos ya habiéndose presentado formalmente ante Isabella, además de la seguridad que debía tener el lugar, no por algo llegaron hasta ahí por medio de un túnel subterráneo, ¿Y que pensarían de el si trataba de escapar? Probablemente pensarían en el cómo un topo y le darían cuello en menos de lo que canta un gallo.

Escapar nunca fue una opción.

Pero de nuevo, algo lo hizo despejar su mente al menos por un segundo, y era la carpa con letras en vez de números frente a el.

- ¿Girasol? -

Leyó el hombre en voz alta, entró sin pensarlo demasiado, simplemente, fue llamado hacia ella, aunque no sabía si en esa situación debería seguir dejándose llevar por su intuición.

Al entrar, pudo ver a una niña, una linda niña de piel tan blanca como el interior de una manzana, un pelo tan radiante y naranja cómo el fuego salvaje de una fogata y ojos verdes cómo una refrescante lima, pero tan filosos cómo cuchillas de jade.

Las puertas a un alma incorrompible que seguía peleando casi tanto cómo el primer día.

Observaba al peculiar lobo feroz frente a ella intentando ocultar su miedo una vez más, era un gran hombre, un hombre alto trajeado de brillantes ojos claros y pálida cabellera con unos dientes solo pertenecientes a una sonrisa ganadora.

Solo otro hombre trajeado con mucho dinero, solo otro hombre... Eso es todo.

El lobo se acercó con cautela, poco a poco se deshizo de una sonrisa con la que procuró no asustar a la pequeña, pero ella no parecía inmutarse ni con la mirada fría del hombre de hielo, ella solo se alejaba,  se arrinconaba en la cama enriscando las sábanas con cada paso que daba el hombre desconocido.

– ¿Cuál es tu nombre? –

Habló sin dar más rodeos con su aparente presa.

– ... Clara -

Habló firme el pequeño girasol con una mirada desafiante.

– Clara, si mira, así está la cosa, yo-

– Si, sé como funciona esto, no soy tonta-

– Interrumpir es muy grosero niña, no tengo la cabeza para esto hoy así que escucha –

Norman se deshizo de su personaje carismático un segundo, estaba completamente desesperado de por sí cómo para soportar que le hicieran otra grosería. Respiró hondo, volteó hacia otro lado con los ojo cerrados mientras tallaba su cara desde la frente hasta su boca con ambas manos, luego volteó de nuevo, casi cómo si estudiara la situación aún con las manos en la boca.

La criatura lo miraba a los ojos con desprecio, aún así temblaba, estaba completamente aterrada por lo que sucedería, eso era algo a lo que ningún ser humano debería acostumbrarse, sentía vergüenza por su vestimenta, solo llevaba un body de encaje verde, con tres girasoles bordados en la parte superior junto a los tirantes y un par de artes de girasol; cubría su cuerpo encogiéndose entre sus piernas colocando los abrazos cruzados por delante, la poca iluminación y un poco de maquillaje difuminaban levemente sus moretones y rasguños, pero aún eran fácilmente perceptibles.

Norman se percató luego de pensar con cuidado como proceder.

– Muy bien, ya lo decidí –

Dijo mientras daba un aplauso sobresaltando a la pequeña de mirada vivaz, pero su semblante rudo no desistió, siguió sosteniendo la mirada aún con la palabra pánico escrita en toda la frente, pero cómo un chihuahua, retrocedió rápidamente sin darle la espalda una vez que el se acercó sin titubear a la cama, sentándose sin pena ni pudor recuperando el control que tanto anhelaba. Sonrió y la miró de nuevo.

– Cómo te decía, Clara, así está la situación, no quiero hacerte daño-

– Tsk todos dicen eso–

Norman resopló entré risas forzadas conteniendo su molestia.

– Eres una niña muy grosera ¿sabías? déjame terminar, última advertencia –

Rió un poco apretando sus puños, ella tragó en seco

– Ahora si, ya déjame hablar que esto es importante, los demás cerdos aquí no llegaron por accidente, yo si –

Pero ella solo lo miró incrédula, cómo una prostituta que ya lo había visto todo. 

– Por favor, señor, le dije que no soy ninguna tonta, solo baje su cremallera -

Era el colmo, mientras Norman la miraba resentido, ella se acercó  con el seño fruncido a su entrepierna dispuesta a desabrocharle el cinturón.

- No sé que le dijo Isabella, pero quiero informarle que soy muy resistente y orgullosa, entonces no importa lo que haga, de mi no tendrá ninguna suplic- 

Esa mirada tajante color esmeralda comenzó a desmoronarse, estaba rota, harta, harta de los adultos que le querían ver la cara de tonta "yo no te voy a herir" "esto no te va a doler" "quiero ser tu amigo" pura mierda, la ilusión la había perdido hace mucho, después de las primeras seis veces maso menos, cuando se dio cuenta de que nadie la salvaría, solo le quedaba ser tajante y esperar un milagro conservando la poca dignidad que esperaba aún tener, creía que si al menos accedía firme no los dejaba ganar, a veces eso la metía en problemas pero daba igual, mentirse a si misma era su única opción de supervivencia.

El se abalanzó sobre ella como estaba previsto desde el principio, solo cerró sus vidriosos ojos esperando a que le arrancara la ropa.

Pero eso no pasó.

[– "Vuélveme a interrumpir y te juro que te rajo la garganta mientras me cojo a tu cadáver" –]

Pensó, al menos pudo evitar decirlo.

Norman tomó su cuello con ambas manos fuertemente restringiendo todo flujo de oxigeno, rápidamente la niña, en un intento desesperado por soltarse, empujaba y pataleaba inútilmente contra Norman. 

– Vine aquí por error, no me gustan los malentendidos, a nadie, así que me vas a dejar explicarte  ¿Verdad? -

Dichas estas palabra, dejó ir de su agarre en un santiamén, por lo menos descargó un poquito de estrés. Esta era solo otra cara de tantas del albino, una de las que sabía ocultar muy bien solo frente a la cámara pero no muy bien en vivo y en directo, menos habiendo llegado a su limite.

Se levantó, abrió el cofre, y ahí junto mil y un juguetes de plástico y lubricante, se encontró con el dichoso vino y dos copas.

- ¿Quieres? -

Evidentemente, ella negó con la cabeza mientras sobaba su cuello estupefacta.

– Bueno ni te iba a dar, ahora te vas a cubrir con esta cobija, me responderás amablemente cada pregunta que te haga y no vas a derramar ni una lágrima ¿Entendido? –

Asintió carraspeando por lo bajo.

– Bien, ahora ponte la manta encima, así al menos no pensarás que soy un pervertido –

Sonrió ante es chiste de mal gusto propinado por el mismo, volvió el Norman que todos adoran, devolvió ambas copas y se quedó con la botella, ahora destapada, en mano.

– ¿Clara es tu verdadero nombre? –

– ... Si –

– Ya veo –

Norman se sentó en un extremo de la cama mientras Clara se encontraba respondiendo todo desde el otro extremo cubierta de pies a cabeza con el cobertor sin dejar de desconfiar de aquel lobo; Sacó un cigarrillo, un encendedor y se puso a fumar sin más

– Oye y ¿Cuántos años tienes? –

Primer sorbo.

– Doce –

Calada de humo.

Silencio.

– Vamos a ver, la cosa está así, cómo te decía, vine por error, realmente no sé que hacer, supongo que tendremos que quedarnos aquí hasta que algo se me ocurra, pero mientras ¿Qué tal si charlamos? he? No quisiera admitir esto pero tengo muchas preguntas sobre tu modo de vida –

Clara ya no lo miraba a el, se perdió en un punto inespecífico de la cama escuchando su palabrería insensible mientras el le entraba tanto al humo cómo al vino, entonces replicó con

– Está bien –

– Veamos, una pregunta extensa ¿Cómo llegaste aquí y cuándo? -

Hay que ser directo en esta vida señores.

– Amm... llegué aquí a los diez años, venía caminando de la escuela, alguien me sujetó por detrás, pateé con todas mis fuerzas pero luego todo fue borroso –

Clara seguía ida, sentía un profundo arrepentimiento, el arrepentimiento de haberse ido sola, tal vez solo fue el día equivocado a la hora equivocada, tal vez habían estudiado su ruta, tal vez le hubiera pasado lo mismo de haber ido con amigos o su mamá, pero jamás lo sabría.

– Extraño a mi familia –

– Claro que la extrañas –

Dijo con una risa socarrona el albino solo para segundos después apagar su cigarro en la cama, se quito los zapatos y se recostó, guardando silencio, fue al rededor de un minuto de silencio que Clara no vio venir.

Silencio

- Oiga... ¿Y usted cómo se llama? -

- Norman, mucho gusto -

Se reincorporó sentándose mientras extendía su mano, después de dar un pequeño sobresalto y apretar los ojos, se dio cuenta de que no se movió para lastimarla, sino para saludarla formalmente a modo de burla, esto le dio risa al retorcido individuo. Al final ella respondió el saludo.

Entonces se permitió indagar un poco más su propia curiosidad.

- Mi... mamá... escuchaba a un cantante muy parecido a usted que también se llamaba Norman... de puritita casualidad ust-

- Ding, ding, ding -

Exclamó Norman volviendo a acostarse cerrando los ojos, esta vez recargando su cabeza sobre su mano derecha y con la izquierda seguía sosteniendo la botella cada vez más vacía, entonces le volvió a dirigir la mirada a la niña, aparentemente saber este hecho le había dado un trocito de confianza de su parte, confianza que debía manejar con cuidado. 

- ¡¿En serio?! wao... yo... no sé que decir... esto es algo bizarro, mi mamá lo adoraba -

- Tu lo has dicho -

Dijo prendiendo otro cigarrillo, guardando Silencio nuevamente.

- Y... ¿Te gusta cantar? -

Exhaló humo.

- Pues ya no -

Declaró con una expresión triste.

- Si... te entiendo -

Clara lo miro de nuevo algo molesta, esa pizca de simpatía que había conseguido gracias al recuerdo de su madre, se había esfumado en un parpadeo.

- ¿Qué? ¿te enojaste? -

Preguntó sin darle mucha importancia a lo que le fuera a responder.

Volvió a alejarse del hombre, sin levantar mucho la voz pero aun montada en su papel de digna le respondió, creyó que tenía el derecho de hacerlo por un segundo.

- Pues... a decir verdad si, me enojé... ¿cómo podría usted comprenderme? -

Ante esta respuesta el albino solo se echó a reír.

- Si, tienes razón, perdón, me han hecho creer tantas veces que soy el centro del universo que ya hasta me lo creo -

Le dio un ultimo y largo sorbo a la botella antes de dejarla sin nada.

- Deja de autocompadecerte ¿Quieres? todos tenemos problemas niña -

Quedó helada, esperó mínimo una cachetada luego de esa respuesta tan fría, pensó que al fin se quitaría su máscara por completo, justo cómo lo hizo al estrangularla

- Tal vez ya te diste cuenta, pero yo no soy una buena persona ¿Bien? tampoco es que haya intentado aparentarlo, encuentro consuelo en que no me quiero coger a una niña ¿Qué tan jodido es eso? ¿Y cómo se supone que arme una conversación contigo? en serio quiero hacerlo, de verdad, y hasta quisiera ayudarte pero eso es imposible, es más ¿Sabes qué? jódete, tengo sueño -

Cayó cómo costal de papas sobre la cama.

La niña se puso de pie sobre la cama anonadada por el sin sentido que acababa de escuchar.

Y así sintió por primera vez, pena por uno de sus "clientes"

[-"Que hombre tan patético"-]

Pensó mientras volvía a arrodillarse sobre la cama.

- Oiga... ¿Se murió? -

-...No -

Entonces hizo una pataleta y luego se volteó boca arriba.

- ¿Se va a dormir? -

- No creo que pueda pero haré el intento -

Respondió con los ojos aun cerrados.

Sin saber que hacer Clara simplemente se recostó a un lado volviendo a cubrirse con la cobija.

- ¿Deberíamos fingir que soy tu papá? -

Una vez más, clara tensó los músculos imaginando de nuevo que por fin revelaría sus verdaderas intenciones, más aun bajo la influencia del alcohol.

Pero una vez más no fue el caso, en cambio la aprisionó entre las sábanas dejándola cómo tamal envuelto, y simplemente la abrazó.

Después de un rato recostados en la misma posición Clara comenzó a desesperarse, Norman intentaba mantenerla prisionera pero de tanto movimiento la pelirroja al final salió de su cárcel con mucho esfuerzo, al final fue algo muy divertido.

Se sintió cómo un momento de diversión genuino, sin perversión, solo un juego inocente de cobijas.

- Emma -

- ¿Eh? -

- Me llamo Emma -

Se paró una vez más, pero esta vez para ofrecerle un fuerte apretón real.

- Mucho gusto Emma -

Se paró también aceptando el saludo.

Entonces ambos se lanzaron al colchón rebotando, riendo.

Risas que tuvieron que ser rápidamente silenciadas para que nadie sospechara que había algo raro ocurriendo en esa carpa.

Y así se llegaron las cinco de la mañana, con ambos, no dormidos, pero si reposando a un lado del otro, en algún punto simplemente fue cómodo, y nada más.

Al llegar la hora de despedirse a Emma se le caían los párpados, pero se había divertido como jamás habría imaginado con un hombre.

– Te diré qué, ¿Esto lo hacen cada semana verdad? –

– Al menos en este lugar, si –

– Preguntaré por eso luego, linda, pero este es el plan, vendré aquí cada sábado y escribiré tu número en ese papel, y tu número ¿Es? –

Emma giro la cabeza ligeramente barriendo un poco su corta cabellara hacia el costado dejando ver un numero tatuado en este, 63194, como la carne marcada de un supermercado

– El seis tres, prefecto, prometo no olvidarlo y prometo que vendré –

¿Pero que pasa?

– Señor Norman, lo que me está diciendo no tiene nada de sentido –

Y era verdad.

Apenas hablaron, el la había estrangulado, sentían pena el uno por el otro ¿por qué regresar?

– Me caes bien, niña –

Simple y sencillamente.

Sacudió su rizada cabellera y luego dirigió su mirada al cuello de la menor algo indiferente, entonces soltó otro de sus famoso comentarios de mal gusto

- Al menos con el cuello lila nadie sospechará nada, nos vemos gossamer -

Y así, como llegó se fue sin decir otra palabra, sin duda una experiencia peculiar.

En la salida se encontraba aquella mujer de labios grueso y oscura piel que antes les había entregado el papel, hacía guardia firmemente con varias tarjetas entre sus manos

– Debe depositar el pago a esta cue- oh, disculpa mi atrevimiento señor Norman, el señor Bean nos explicó, no se preocupe, el pago está arreglado, esperamos que haya tenido una noche placentera aquí en nuestras instalaciones –

– Si, en efecto así fue gracias por todo, volveré hambriento el próximo sábado, le encargo que cuide de mi platillo, gracias –

Dijo coqueto nuestro protagonista mientras guiñaba un ojo, y salía como todo un campeón por la puerta para escapara de ese horrible lugar.

En el trayecto llamó a su chófer, que como siempre estuvo disponible sin objeción alguna.

Al salir a la calle aún se encontraba oscuro, y a pesar de estar cansado se sentía bien, relajado, agobiado hasta cierto punto, pero eso no le importaba mucho justo en ese instante.

Pero entonces su paz fue arrebatada por una cara familiar.

– Hey –

– ¿Me hablas a mi? –

El personaje de Norman persistía pese a cada situación de vida en la que se encontraba, a veces había que removerla solo un poco para que se fuera, pero seguía siempre ahí.

– ¿Ves a algún otro bastardo en la calle? Si te hablo a ti –

– Wow, cálmate amigo, no quiero problemas –

– No te atrevas a llamarme amigo, bastardo, ¿Crees que no sé lo que hiciste ésta noche? –

– ¿Qué hice esta noche? Ah! Ya recordé, pasé tiempo de calidad con una linda niña –

– ¡Hijo de puta! Marica, ¡al menos ten algo de vergüenza! –

Aquel hombre se acercó a Norman con una increíble rapidez y  el puño bien apretado, pero nuestro protagonista no era ningún pendejo cómo para dejarse golpear por un borracho en la vereda.

Tras el primer golpe fallido, dirigido hacía Norman, el hombre cayó de rodillas al suelo, acción que dió gracia al albino, sin nada de pena le puso un pie en la espalda y presionó hasta que el estómago del susodicho tocó el concreto.

– ¿Por qué debería sentir vergüenza? No soy yo quien ataca ebrio a un hombre que ni siquiera conoce en la calle, y mucho menos soy un pianista fracasado que acepta dinero de traficantes de niños ¿De verdad yo debo sentirme mal?  –

Jamás se esperan palabras menos filosas del hombre de hielo.

– Ahí estás, idiota –

Salido de la esquina de una calle cercana se acercó el joven músico de cabello azabache y ojo oscuros.

– Te estuve buscando mierda, te dije que no tomaras mucho, pero te lo embarraste por el fundillo –

El joven tomó desprevenido a Norman con su sarcástica y despreocupada manera de hablar.

– Muévete, este es mío –

Le dijo a Norman sin ningún tipo de respeto, Norman solo se hizo a un lado sin objeción alguna ¿Por qué lo haría? La verdad ya estaba demasiado cansado.

– Señor, por favor olvide todo lo que este hombre le dijo, no queremos problemas de verdad –

– Si si, no importa solo llévatelo –

El joven de cabello colocó al hombre medio inconciente inconsciente sobre su hombro y dio la media vuelta para irse, pero Norman simplemente no podía quedarse callado, al mismo tiempo que se asomaban los primeros rayos del sol, llamó de nuevo al joven.

– Oye niño, ustedes tocan bien ¿Cómo te llamas? –

En ese momento el muchacho paró sus pasos y sin mucho interés contestó

– hellebore, gracias –

Y entonces se fue.

A los pocos minutos del incidente, llegó el chófer.

– Buenos días, señor ¿Se la pasó bien anoche? Me preocupé cuando-

– Si si si ajá Vincent, a la chingada solo conduce, quiero mi cama –

– A la orden señor –

🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻

Por favor permíteme saber si ves alguna falta de ortografía de cualquier tipo señalándola en comentarios para corregirla lo más pronto posible, gracias <3

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