18 de diciembre, 2019.

Rogers y yo no volvimos a hablar luego de aquello. Es más, él desapareció de mi vida nuevamente. Normal, después de lo que le hice.

Aun así, quise hablar con él, disculparme y arrepentirme en frente de él. Sin embargo, no lo encontré, no hasta hoy que tuve noticias de él.

Me llamó para que fuera al puente donde solíamos sentarnos a pasar el tiempo. Y yo fui, claro que fui, pero él no estaba. Solo había una nota al pie del árbol donde se sentaba a leer.

"Cuando discutimos fue porque me había enterado de que tengo cáncer, fui un poco terco al dejarte de hablar por eso, es que no sabía si contártelo o no", escribió.

"No quise contártelo y estaba muy sensible por la noticia. Dije cosas muy fuertes y lo siento, eso quise decirte aquel día, Hansen. Pero entendiste mal mis palabras, lo siento, Rey", puso en una caligrafía muy bonita.

"No me he estado sintiendo bien y mis papás no saben de mi enfermedad. Tampoco se los diré porque antes de eso, prefiero ya no estar más aquí. Tal vez sea difícil de asimilar, Hansen, pero no quiero pasar el resto de mi vida en una cama de hospital sufriendo solo para erradicar esta enfermedad. Es poco probable que funcione, dejé que avanzara mucho. Antes me quedaban seis meses de vida, ahora, solo dos. Es complicado el cuerpo humano, Hansen."

No sé por qué ni cómo, pero mi pecho se estrujó y sentí un pánico que jamás había sentido. Por alguna razón, corrí hacia donde Rogers había ido alguna vez para disfrutar de las alturas. Subí sin parar, no hasta que divisé la puerta de la azotea entreabierta. Mi corazón dio un vuelco. 

Me paré cerca del barandal, pero no vi rastros de Rogers. No hasta que miré hacia el descampado lleno de flores invernales, de abajo. 

Fue el peor día de mi vida.

Nota: Aquel día, encontré a Ángel tirado en el descampado, cubierto de nieve y, sí, no respiraba.