23 de agosto, 2019.

—¡Te dije que no tiene que ver contigo! —gritó Rogers.

—¿Qué?

—¡Nunca te importé y jamás lo haré! ¡Ni siquiera sé por qué te fuerzas a estar conmigo! —me reclamó, alzando su voz—. ¡No sé qué pretendes, Hansen, pero déjame en paz!

No supe qué decir cuando me gritó todo eso. Él salió corriendo y cruzó el puente, y yo me quedé procesando lo que me dijo. ¿Qué pasaba? Yo no me forcé a estar con él ni algo parecido, ¿qué le sucedía?

Eso pensé. Sigo sin encontrar respuestas. Lo llamé varias veces, pero no respondió ninguna de mis llamadas ni mensajes. Me molestó. Y todo por querer saber a dónde viajaría, tal vez fui muy estúpido al preguntarle una vez más o, simplemente, ya estaba molesto y explotó. No lo sé.

No tiene nada que ver conmigo, ¿verdad? 

Me forcé a estar con Rogers y crear una bonita amistad, ¿verdad? 

Solo lo hice por lástima, ¿verdad? 

No puedo pensar con claridad, las voces en mi cabeza son demasiadas y gritan sin cesar. Eso siento últimamente, un dolor de cabeza seguido de millones de voces que no me dejan en paz. Son pesimistas y no les sigo el juego, pero cada día se pone peor.  

Nota: Aquel día, no sé, sentí algo muy difícil de explicar. Y solo era el jodido comienzo.