Hoja #1

07 de julio, 2018.

La noche era cΓ‘lida y agradable, habΓ­a gente paseando por el parque que quedaba en el centro de la lujosa residencia "Villa Dorada", en donde solo las personas con dinero podΓ­an vivir. Era grande y los vecinos se conocΓ­an lo suficiente como para reunirse a conversar en algΓΊn patio mientras bebΓ­an tΓ© o licor.

Yo, Rey Hansen, un joven estudiante de la academia "Centro Dorado" que quedaba en la famosa "Villa Dorada", obvio. Soy hijo de abogados reconocidos y respetados en su Γ‘mbito laboral y fuera de Γ©l, soy solamente un chiquillo malcriado, acostumbrado a tener lo que quiero con tan ΓΊnicamente pedirlo. Claro que, si me preguntas, lo negarΓ© totalmente.

Aquel dΓ­a habΓ­a salido a correr un rato, me aburrΓ­ de estar en casa y optΓ© por hacer ejercicio. Claro que habΓ­a docenas de cosas por hacer en la casa, pero para mΓ­ no. Estoy seguro de que a muchos le sucede esto seguido.

Mientras corrΓ­a, notΓ© que alguien se estaba mudando a una de las tantas casas de la Villa Dorada. Era una casa grande, demasiado, con grandes ventanales y un toque moderno. Quedaba a tan solo cuatro casas de la mΓ­a, por lo que me acerquΓ© a ver quienes eran.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, divisΓ© a una familia tradicional; los padres eran altos y rubios, Γ©l tenΓ­a ojos color caoba y ella los tenΓ­a de un brillante azul oceΓ‘nico que hipnotizaban a cualquiera. Ambos poseΓ­an un porte elegante y majestuoso, algo que los hacΓ­a mΓ‘s divinos que humanos, incluso irradiaban un aura que no era de este mundo.

Poco tiempo despuΓ©s, logrΓ© ver a un chico mΓ‘s pequeΓ±o que yo, bajo de estatura y menudo, pero que poseΓ­a la misma aura que los mayores. Sin mucho quΓ© pensar, deduje que era hijo de ellos. El chico era rubio, aunque no pude ver sus ojos, pero sΓ­ su piel blanca y reluciente. Algo habΓ­a en esa familia que no era del todo terrenal, se me cruzΓ³ por la cabeza que podΓ­a ser algo celestial incluso. Sin embargo, tambiΓ©n hubo algo que se estrujΓ³ en mi interior y me hizo rabiar.

Y, de un momento a otro, el chico se dio vuelta y, extraΓ±amente, me observΓ³ fijamente, posando su mirada bicolor en mΓ­, ser desprotegido de su imponente presencia. El rubio sostenΓ­a un elegante cartel que colocΓ³ en la puerta de la casa para luego perderse en la luminiscencia del hogar. "Familia Rogers".

Nota: Aquel dΓ­a conocΓ­ a Rogers y, desde ese momento, mi vida fue condenada.Β 



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