23 "Mí todo"

La luz del sol entra por la ventana, levemente abierta y da justo en mi cara.
Abro lentamente mis ojos, sin entender donde estoy, pero tú si estás aquí, conmigo.
Con tu brazo rodeando mi cintura y tu cabeza en mi pecho, con nuestras piernas enredadas, es la sensación más hermosa que he tenido.

Aún no entiendo como pude ser tan idiota.
Como te dejé solo por tres días, luego de la muerte de tu padre.
O como pude decir aquello, sin pensarlo.

Eres todo para mí.
Eres jodidamente inteligente.
Jamás me desquitaría sexualmente contigo.
Y sí, me enamoré de tí como un niño.

No tengo excusa, no ante lo que salió de mi boca. No sé que hacer para que me perdones. Pero, por más de que no lo hagas, me quedaré contigo porque así lo prometí.

Pero aunque deba, aunque tú me quieras lejos, me voy a quedar, porque te amo más que a nada.

Fueron tres días sin tí. En los que esperé a que contestaras mis llamadas, no tengo idea de cuantos mensajes he dejado en tu buzón. Dejé de insistir al segundo día, no porque me haya dado por vencido, si no porque entendí que tenía que darte tu tiempo.

Llamé a Hyunjin.
Él fue quien me hizo entender, luego de la abofetada que fue impactada en mi mejilla, no me quejé, la merecía.
También apartó el celular de mis manos para que me detenga.
Mis ojos se clavaron en mis manos heridas, pensando una y mil veces que habría pasado, si tú no hubieras entrado en mi vida, tal vez seguiría siendo el mismo imbécil de siempre, pero sin lastimar a alguien como tú.

O sí, pero no se sentiría como el infierno.

Volvió a sonar, pero cuando estaba solo en mi habitación, con una cerveza a medio terminar.
Me tiré sobre el celular, deslizando el circulo verde, sin siquiera saber quién era.

Quería que fueras tú.

Pero la voz de Seungmin gritándome, hizo que toda esperanza se fuera a la mierda.
Fue cuando me dijo lo de tu padre, me sentí el idiota más grande del mundo.
Casi lastimo mis labios por morderlos tanto, aguantando las ganas de llorar, hasta que me rendí y las lágrimas no tardaron en llegar.

¿Por qué uno odia el amor? Porque detesta ser lastimado.
¿Por qué me negaba al amor? Porque no quería encontrar alguien tan bueno como tú y lastimarlo, como hago siempre.

Y lo hice.

También te prometí algo bajo las estrellas, pero no sé si querías verme, así que solo te observaba de lejos, aunque las ganas de correr hacia tí, no faltaban.

Pero aquí estoy, contigo. Más bien, tú conmigo.

¿Ya te he dicho que eres jodidamente hermoso? Creo que desde que te vi, me he vuelto adicto a tu rostro.

Cuando duermes, pareces un ángel caído del cielo y yo un pecador.

¿Por qué eres así? ¿Por qué me vuelves a sí?
Desde que entraste en mi vida, me haces ser una mejor persona y no entiendo como lo haces.

Sentir que casi te pierdo, y que la idiotez forma parte de mi personalidad, me llevó a un secreto que no te he dicho.

Y no creo que lo haga.
Aunque me lleve a mi propio final.

No quiero perderte, no quiero que llores por mí, ¿es esa una razón válida?
¿O todo lo que estoy pensando, mientras acaricio tu mejilla, llevará a nuestro final?

Tengo miedo, mierda, lo tengo. Me siento como un puto débil incapaz de hacer algo bien. Estoy cagado por la idea de perderte.

¿Qué diablos debo hacer?

—Hannie —sus ojos se encuentran con los míos—. ¿Por qué siempre me despiertas así?

—Porque se siente excitante —pellizca la piel de mi mano—. ¡Duele! —la aparto rápidamente y paso el brazo por detrás de mi cabeza—. Me gusta acariciarte, si tienes algún problema, no me importa —vuelvo a cerrar mis ojos, pero los abro enseguida al sentir su mirada penetrante.

—¿Quién dijo que era un problema? Solo es que me haces cosquillas.

—No sé de qué te quejas, tú haces lo mismo —aparta la mirada, pero siento como sus mejillas se sonrojan—. Por cierto, ¿qué demonio habitaba en tu cuerpo? Casi me comes vivo, me has lastimado los labios.

—Eso no es ver...—me mira pasando su dedo pulgar por mi labio inferior—. Bueno, si es verdad, tómalo como una pequeña venganza.

—¿Venganza? —mis dedos acarician su cabello.

—Aunque, ni siquiera se acerca a lo que me hiciste.

—¿Quieres dejar de mencionarlo? Trato de enmendar mis errores, amor.

—Lo siento.

—No, soy yo el que tiene que pedir perdón, aún no me has perdonado —levanta su cuerpo para sentarse a horcajadas sobre mí y toma de mis mejillas.

—Lo hago, te perdono. Lo hice desde que me dijiste que no me dejarías solo —deja un suave beso en mis labios.

—¿Me has hecho sufrir? —Sus dedos se deslizan por mi pecho.

—Un poco —sonrío. Poso mis manos en sus muslos y me acomodo un poco más sobre la almohada.

—Eres malo —se inclina hacia mí para unir nuestras bocas.

—¿No te duelen los labios? —se aleja pero lo vuelvo a besar.

—No, ya no.

—¿Quieres desayunar? —dice, entre besos, con la respiración un poco agitada.

—Muero de hambre —mi boca viaja por toda su mejilla hasta su cuello—. Pero primero quiero besarte —uno nuevamente nuestros labios.

—Los voy a seguir lastimando —agarro un poco su trasero.

—No me importa —me levanto un poco, para quedar a su altura.

—¿No quieres darte un baño? Sigues con el traje —dice, aún entre respiraciones agitadas, mientras mi lengua va hacia su cuello una vez más y él tira de mi cabello.

—Tú igual, ¿nos duchamos juntos? —desprendo un botón de su camisa para pasar a su clavícula.

—Hannie, que estemos solos no significa que tengamos que follar —desprendo otro botón, apretando con mis dientes su piel.

—Diablos, nene, era lo que quería hacer —dejo un último beso y lo miro, llevando nuevamente mis manos hacia su trasero—. Tus labios rojos por mis besos, me excitan más de lo que ya estoy —sonrío.

Abre levemente su boca, levanta una ceja y lleva su mano a mi entrepierna. Muerdo un poco mi labio ante su acción.

—Tienes razón, es una lástima que tenga que hacer el desayuno.

Me tira un beso en el aire. Aparta mis manos y se levanta de mi regazo. Sale de la habitación y yo largo un suspiro, revolviendo mi cabello.
Salgo del cuarto y me adentro en la cocina, sentándome en la mesa del comedor.

—¿Si sabes que ese pantalón marca tu trasero? —larga una pequeña risa.

—Jisung, alcánzame el café, está en aquel gabinete —señala con su dedo.

—Enseguida —me dirijo hacia el lugar y tomo el frasco se vidrio.

Gira la tapa para hechar un poco del contenido en la cafetera.
Apoyo ambas manos a los costados de su cuerpo, acorralándolo contra la mesada.

—Alcánzame el pan de allí —señala hacia otro gabinete.

—Aquí tienes.

Lo dejo y vuelvo a mi posición de antes, observándolo de cerca.
Saca cuatro trozos para colocarlos en la tostadora.
Mis manos van hacia su abdomen y mi boca hacia su cuello.

Soy completamente adicto a él.

—¿Cuánto tiempo tenemos hasta que el café y esas tostadas estén listas? —mis dedos levantan un poco de su camisa, que está dentro del pantalón para acariciar su piel.

—Cinco minutos —apaga las máquinas y se voltea a besarme—. Pero podemos tener más.

Si así se siente el cielo, juro no volver a pecar.

Deslizo mis manos hasta sus muslos para tomarlos con fuerza y subirlo sobre el mármol.
Acaricia mi cuello, mientras que yo me encargo de sacar lo que queda de su camisa dentro del pantalón, asi acariciar su espalda.

—¿Sabes? Tengo una fantasía —dejo una marca rojiza en su cuello.

—Déjame adivinar —desprende los botones lentamente—. ¿Follarme en la cocina?

—¿Cómo lo has sabido? —tiro de sus piernas para que las enrede en mí y lo llevo hacia la habitación—. Pero no tengo pensado cumplirla hoy -ríe.

Lo acuesto sobre la cama y me coloco sobre él, así atrapar su boca con la mía mientras desprendo los botones faltantes.
Levanto su cuerpo para sacar esa tela blanca. Voy dejando un camino de besos hasta tocar sus tetillas. Mi dedo pulgar se encarga de una y mi lengua de otra. Tira de mi camisa para acercarme a su rostro y besarme.

—Fóllame.

Sonrío y dejo un último beso, así seguir sobre su abdomen.
Desabrocho el botón de su pantalón para quitarlo completamente.
Tomo su miembro y lo comienzo a masturbar. Meto a mi boca lo que sobra del agarre.

—Mierda —sus jadeos se hacen más presentes.

Mi lengua juega por unos segundos más con su glande y con la extensión de su pene.
Me acomodo, colocándome de rodillas, dejando mi pantalón junto a los bóxers sobre mis muslos. Flexiono sus rodillas y elevo un poco sus caderas.

—¿Lo quieres?

—Lo quiero dentro —sonrío y lo penetro lentamente.

Aumento un poco más la velocidad de mis movimientos haciendo que sus gemidos inunden la habitación.

Al dar con su próstata, y con cada estocada más profunda, nuestras pieles chocan con un poco de sudor.

—¡Ah! ¡Hannie, más!

Me acomodo un poco sobre sus piernas y me tiro sobre él para besar sus labios, así atrapar sus gemidos.

—Estás tan apretado y jodidamente delicioso —susurro en su oído y muerdo el lóbulo.

—¡Hannie! —clava sus manos en mi espalda y hunde sus uñas en mi piel.

—Solo un poco más, amor.

Mis ojos observan su rostro al gemir y en como muerde su labio un poco lastimado, por las sesiones de besos interminables de anoche.

—Córrete para mí —susurro en su boca.

Siento una sensación de cosquilleo, pero diferente a la que me hace sentir Minho.
El líquido blanquecino acaba dentro de él.
Voy bajando, formando otro camino de besos, hasta llegar nuevamente a su falo. Lo tomo, largando un poco de saliva para comenzar a masturbarlo.

—¡Oh mierda! —aumento la velocidad, provocando que el esperma quede por su abdomen.

Lo miro sonriendo ladino y pego mi lengua a su piel, así limpiarla.

—Me haces cosquillas —me acuesto su lado, limpiando el sudor en mi frente.

Paso el brazo por debajo de su cabeza, para dejarlo sobre mi pecho.

—Pero te encanta —aparto algunos mechones de cabello de sus ojos.

Y me quedo mirándolos, a pesar de que estén cerrados, tratando de descansar.

El latido de su corazón disminuye lentamente, sí, me encanta.

Alcanzo la manta para cubrirlo ya que comienza a hacer frío.

Nunca me imaginé estar mal por una persona, cuando era yo quien ignoraba el amor.

Y mucho menos pedir perdón.

Mierda, ¿cómo llegué a esto? ¿cómo algo tan simple se me escapó de las manos?
Nunca perdí en mi propio juego, pero no me arrepiento de haberlo hecho.

No me arrepiento en lo absoluto en haber ido en contra de mis propias reglas.

Creo que tendré que darle las gracias a Soobin... Si no, mejor no.

¿Él es el amor en persona?
Diablos, ¿cómo es que pienso en esto?
Jamás había dicho "te amo" antes. Se siente raro, pero solo fue la primera vez. Luego creció en mí la necesidad de decirlo todo el tiempo.

Aún no entiendo como pude decir aquello.
Cuando lo vi llorar por mi culpa, lo único que quería era abrazarlo.

Sabiendo que yo le hice daño.

Cuando se fue corriendo, en mi interior se sentía como un vacío, algo que nunca había experimentado.

Esa fue la sensación de que lo había perdido todo.
Juro no volver hacerlo.

—Hannie, me haces cosquillas —mi dedo acaricia su pómulo y todo su rostro, mientras me hundía en mis pensamientos—. Déjame dormir.

Bajo mi cuerpo un poco, así dejar nuestros rostros a escasos centímetros. Paso mi brazo por su cadera, para atraerlo un poco más a mí.
Su piel desnuda es cálida bajo la manta. Rodea mi cintura y pasa una pierna arriba de la mía.

—No me mires así —abre sus párpados—. Quiero dormir pero no me dejas.

—Lo siento —acaricio su espalda para luego pasar mis dedos nuevamente a si rostro, así delinear su pómulo y su mandíbula.

—¿Por qué no descansas, Jisung? —sus ojos me miran fijo.

—Lo siento.

—¿Por qué? —frunce su ceño.

—Porque —dejo mi mano en su cabello—. Te lastimé.

—Hannie, pensé que lo habiamos olvidado —sus dedos se enredan con los míos sobre su cabeza.

—Solo quiero que sepas, que yo no pienso así de tí —aparta nuestras manos hacia su cintura, queriendo que lo abrace. Suelta su agarre para posar los dedos en mi mejilla.

—Lo sé, sé que no piensas eso, ya no te preocupes —su tono de voz es suave y cálida, hace calmar mi corazón pero no mi mente.

—¿Me perdonas, verdad? —acaricia suavemente mi piel y sonríe.

—Lo hago, en verdad te perdono, ya no pienses demasiado —vuelve cerrar sus párpados sin dejar sus toques suaves.

Quiero llorar. ¿Cómo puedo ser tan débil? Nunca pensé que lloraría por él, desde un principio.

—Minho, tú eres mi todo, ¿lo sabes, verdad?

—Jisung, te amo, ¿lo sabes, verdad? —sus ojos se vuelven a encontrar con los míos, dejando ver una sonrisa de su parte y acerca su rostro para besarme.

¿Cuándo te volviste mi todo? Eso jamás te lo perdonaré.

¿Les va gustando?

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