¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo me enamoré así? ¿Cómo fue que perdí totalmente la cordura por este chico?
Tengo preguntas en mi mente que ni siquiera puedo explicar.
Pero cuando él está conmigo, en mí pecho, aferrado sobre mí cuerpo, mierda no... No hay palabras que describa lo que se desata en mí interior.
Esto es lo que juré odiar y ahora es lo que más amo.
¿Sí lo pierdo, dejaré de respirar?
Esa es la pregunta que atormenta mi mente.
Mierda, me haces tanto bien, que solo pensar en tí, se va todo lo malo en mí.
Se borran estos pensamientos que poco a poco me están matando.
Lo único que sé, de lo que estoy más seguro es que te amo más que a mí mismo.
¿Por qué somos tan débiles cuando amamos a alguien?
Porque me siento totalmente indefenso cuando estoy contigo.
Pero al fin y al cabo, de eso se trata el amor.
Nos cambia, para bien o para mal.
Y enamorarme de tí, me convirtió en una mejor persona.
¿Por qué así, Lee Minho?
Pero creo que tiene sentido, soy feliz.
Solo contigo.
Jamás me cansaré de esto, ni de tí, ni de nosotros.
Sé que por un tiempo te enojaras, tanto que no querrás ver mi cara, lo sé, pero me perdonarás.
¿No es así?
Porque detesto la idea de tenerte lejos.
Pero te diré cuanto te amo, que no puedo estar sin tus besos o tus caricias, tu sonrisa o tus sonrojos... No puedo vivir sin tí.
Y ese es mi temor.
Volver a ser el de antes para lidiar con el dolor.
Pero eso no pasará, porque no me pienso rendir, no contigo.
Esto de verte dormir calma tanto mi mente y alivia el peso de mi corazón.
¿Cómo puedes tranquilizarme de esta manera?
—Jisung, me haces cosquillas —sonríe. Se cubre un poco más con la manta y se da la vuelta sobre el colchón.
Me acerco un poco más a él. Abrazo su cintura y dejo un beso sobre su hombro.
Él toma mi mano que yace en su abdomen y entrelaza los dedos, llevándola hacia su pecho.
—Buenos días, amor —sus dedos acarician los míos.
—Buenos días, Hannie —deja un beso en la punta de mi dedo pulgar.
Esa sensación de cosquillas, que va desde mi vientre hacia mi cuello, ha vuelto y ahora me encanta.
Él es tan cálido. Quiero vivir así, entre sus brazos y sus besos.
—¿Quieres que hagamos el desayuno? —gira levemente su rostro.
—¿Juntos? —asiente—. Claro, pero quedémonos así —me aferro un poco más a él—. Un ratito más.
Mi brazo sube hasta llegar a su mejilla para acariciarla suavemente.
—Voy a llegar tarde si seguimos así —su voz ronca hace que mis párpados se abran.
—No hay por qué llegar, puedes quedarte —voltea su cuerpo, dejando su rostro a escasos centímetros.
Mi mano baja hasta su cadera, acariciando de arriba a bajo.
—Jisung —sonríe, con los ojos cerrados.
—Algún día, me vas a hacer caso —mis dedos viajan hacia su cabello.
—No —ríe, encontrándome con sus ojos un poco rojos y me tiro a sus labios.
Qué bien se siente amarlo de esta manera.
—¿Puedes caminar? —río.
—¡Jisung! —enredo mis piernas con las suyas y abrazo un poco más su cuerpo.
—Lo siento —largo una pequeña risa y dejo un beso sobre sus labios.
Me alejo de él, mirándolo a los ojos.
Su color café al despertar, es mi lugar favorito.
Así, todas las mañanas, con él, lo único que quiero, lo único que necesito.
—Levántate —empuja mi cuerpo con un poco de fuerza, pegando en mi pecho.
—¡Duele! —cubro la zona con mis manos, fingiendo una expresión de dolor.
Larga una carcajada mientras se sienta al borde de la cama.
Su espalda ancha, marcada al medio por su columna, jodidamente excitante, es tapada por su camisa blanca.
—Deja de comerme con la mirada —se levanta y me mira.
Me reincorporo, sentándome en la cama, pasando mis dedos sobre mi cabello despeinado.
—Eso no va a pasar —quito las mantas y camino hacia el armario.
Hecho una mirada a través del espejo y sus ojos van de arriba hacia abajo por mí cuerpo, cubierto solamente con mis bóxers. Agarro una camiseta y un pantalón negro y me acerco a él.
—Cuando aprendas a disimular, amor, te dejaré de comer con la mirada —dejo un beso en su mejilla—. Espérame abajo, haremos el desayuno juntos.
Me encierro en el baño, mirándome al espejo.
Espero nunca encontrar el por qué lo amo cada vez más.
Paso la camiseta por mi cabeza y el jean por mis piernas, terminando con las zapatillas.
Miro una vez más a mí reflejo, abriendo el grifo y hundo mi cara en la poca agua que las palmas de mis manos juntaron.
¿Así se siente tener el amor de tú vida contigo? Porque me vuelve jodidamente loco.
Salgo del baño y de la habitación. Bajo las escaleras apresurado. Me adentro en la cocina y allí está, con su camisa blanca, la cual se le marca levemente su torso y ese pantalón, que hace aún más sexy su trasero.
Me acerco a él, abrazando su cintura, dejando besos en su cuello.
—Me excitas cuando haces eso —para de batir café y se voltea un poco para mirarme.
—Jisung, Jisoo está por aquí, puede escuchar —vuelve a lo que estaba haciendo.
—¿Y eso qué? Que lo haga —beso nuevamente su cuello—. Discúlpame por no decirlo antes, pero estás hermoso —ríe, colocando agua en las dos tazas.
Voy hacia el refrigerador para tomar la fruta.
—Joven, Jisung —la criada se encuentra parada en la entrada de la cocina—. Choi, está esperando en la sala, por usted.
¿Qué diablos hace aquí?
—Iré enseguida —Jisoo hace una reverencia y se va.
—¿Choi? —pregunta Minho al acercarme a él.
—Es un viejo compañero —tomo de su cintura, pegándolo a mí—. ¿Hacemos algo? Ve a comprar fresas al supermercado y yo hablaré con mi compañero y luego, desayunamos, ¿sí? —lo beso y él asiente—. Sal por la puerta trasera, será más rápido —dejo otro beso.
Se separa de mí y lo veo hasta que desaparece de mi vista.
Mi expresión se vuelve seria al recordar que ese idiota está en mi casa.
Voy hacia la sala y Soobin se encuentra de espaldas, inspeccionando.
—¿Quién te dijo que puedes presentarte aquí? —cruzo mis brazos por encima de mi pecho.
—¿Así recibes a tus invitados, Han? —comienza a acercarse.
—No, solo a tí.
—¿Por qué me tratas mal? Después de todo lo que vivimos —lame sus labios.
—No vivimos nada, tú te inventaste algo que nunca pasó.
—¿Me estás diciendo loco?
Loco no, lo siguiente.
—¿Por qué no te marchas, Soobin? —me alejo de él, pero se acerca nuevamente.
—Si te miro desde este ángulo, tienes unos bellos ojos.
¿Qué clase de trauma infantil tiene? ¿Cómo es que alguien lo soporta?
—Vete de una vez.
—No lo haré —deja su abrigo en el sofá.
—¿Qué es lo que quieres?
Minho estará aquí en unos minutos y no quiero que lo vea.
—A tí, Hannie, porque me gustas, demasiado —siento su horrible aliento sobre mí, a pesar de mantener cierta distancia.
—No me llames así, tú no.
—¿A caso no puedo llamarte por tu nombre, Hannie? ¿O es que Minho ya lo hace?
—No lo metas en esto, ¿entiendes?
—¿Por qué no? Ya te has revolcado con él, ¿no? ¿por qué no lo tiras de una vez? —lo miro a los ojos, tratando de que mi mirada responda a su pregunta, sin que yo me avergüence ante él.
Pero, ¿por qué lo haría?
—Han Jisung, no me digas que te has enamorado —mierda. No respondo, simplemente me quedo callado—. ¡No lo puedo creer! El millonario más codiciado de Seúl, se enamoró de un completo pobre.
—No te atrevas a llamarlo así.
—¡Mira como lo defiendes! Pero te recuerdo que antes te encantaba llamarlo de esa manera.
—Sí, lo sé.
—Entonces, ¿te enamoraste profundamente de él? —da un paso hacia mí.
—No, es solo que...—
—¿Es qué, Jisung?
—No es nadie para mí. Es solo un niño pobre y estúpido que solo me desquito sexualmente, jamás me enamoraría de alguien como él.
¿Qué mierda estoy diciendo?
No, esto no es lo que siento por él, yo lo amo.
Éstas palabras me duelen como el infierno porque estoy profundamente enamorado.
—Bien hecho, Hannie —se aleja un poco, mirando hacia otra dirección.
Volteo para ver si hay alguien y al encontrarme con sus ojos cristalizados, mi alma se quebró en mil pedazos pequeños.
—Traje las fresas que pediste —Minho mira hacia el suelo, colocando la bolsa en un pequeño aparador que está junto a la entrada de la cocina.
¿Cómo es que no lo escuché entrar?
—Debo ir a hacer más compras —se aleja rápidamente, pero comienzo a correr detrás de él.
—¡Minho! —grito, tratando de que se detenga.
Abre con brusquedad la puerta principal para irse.
—¡Minho, espera! —no se detiene.
Bajamos los pocos escalones de la entrada y por fin puedo agarrar de su brazo y empujarlo contra mi auto.
Sus lágrimas hacen que las palabras que dije, duelan aún más.
—Minho, amor, por favor, no llores —presiono con un poco de fuerza sus hombros para que no se vaya.
—Dijiste que era un niño estúpido.
—No, no creas en lo que dije.
—Que te desquitas sexualmente conmigo.
—Por favor, no lo hagas, no lo creas.
—Que soy pobre y que jamás te enamorarías de mí.
—No lo dije en verdad, yo solo quería...—
—¿Humillarme? Creo que lo has conseguido.
—¡No! —lo atraigo hacia mí abrazándolo.
Y por sorpresa sus brazos se aferran a mi espalda y solloza en mi pecho
Al igual que yo. Lágrimas que no sabía que estaban cayendo.
—Déjame explicarte, ¿sí? —acaricio su cabello tratando de tranquilizarlo.
—¿Por qué dijiste esas cosas, Jisung? —cada vez me abraza con más fuerza.
—Te lo explicaré, pero necesito que te calmes.
—No, necesito irme —trata de salirse, pero no lo dejo—. Déjame ir —me empuja con mucha fuerza, pero aún no me caigo al suelo.
Necesito un golpe en este momento.
No me sorprendería si Minho lo hace, pero no lo hará, es demasiado bueno para golpear a alguien.
Y se marcha.
Lo veo marcharse, sin hacer nada, por culpa de Soobin.
No.
Fue por mí culpa.
Me arrodillo en el frío piso, apoyando mis manos y largando un sollozo que es capaz de que lo escuche todo el barrio.
Golpeo el cemento con mis nudillos, haciendo que se lastimen por completo.
Miro la herida sangrante, pensando como fuí tan idiota en dejarme llevar por Choi.
¿Por qué lo hice? Eso no es lo que siento por él.
¿Por qué acepte que él jugara con mi mente? ¿Por que hice aquella apuesta?
Si esa noche, solo lo hubiera sacado de encima mío.
Jamás me hubiera enamorado de Minho.
Y sobre todo, nunca lo hubiera lastimado.
Me recompongo y entro nuevamente a la casa, encontrandome con Soobin en el sofá.
—¿Se ha ido? Cuanto lo lamento, Hannie —me acerco rápidamente a él y lo agarro del borde del cuello de la camiseta, rozando fuertemente mi puño contra su pómulo.
Se queda en el suelo tirado, riendo maliciosamente.
—¿Por qué haces ésto? ¿Qué es lo que ganas? —pregunto, secandome algunas lágrimas en mis mejillas.
Se endereza nuevamente y avanza hacia mí.
—A tí, te gano a tí —mi puño roza nuevamente contra su rostro, haciendo tambalear su cuerpo. Me acerco aún más a él, agarrándole la camiseta.
—No te acerques, ni a mí, a mis amigos y mucho menos a Minho, ¿por qué? tienes razón, tienes toda la puta razón, me enamoré completamente y el pobre aquí eres tú, me das lástima.
—No vas a cambiar de un día para el otro, Han —sonríe ladino, con el labio lastimado.
—Tal vez no, pero aprendí una cosa...—
—¿Ah, sí?
—Con tu asquerosa personalidad, me preocuparía la soledad, vete.
—No estoy solo ni tampoco lo voy a estar.
—Vete, Soobin.
—¿Cómo es que te enamoraste de él? No tiene nada, y yo, teniendo todo, ni siquiera me observas —aparto mi mano de él, dejandolo nuevamente en el suelo.
—Siempre me diste tanta pena. Es mejor que aprendas a sobrevivir por tí mismo, te darás cuenta de quién eres y quienes están contigo, porque el dinero, compra a quien sea, querido Soobin, vete de una puta vez y no te acerques a Minho —se levanta y agarra su abrigo, pero se detiene en la puerta.
—Algún día, vendrás a rogarme.
—Cómo sea, vete —le doy la espalda escuchando un portazo de su parte.
Miro una vez más mis manos sangrantes y mi mente no deja de recordar su carita llena de lágrimas.
—¡Mierda! —empujo con fuerza todo lo que está arriba del aparador más cercano de la sala.
Las fresas.
Recuerdo su expresión, mirando hacia el suelo y pellizcando sus dedos.
Minho, mi amor, perdóname.
No quise decir esas palabras, no quise lastimarte de esa manera.
No fuí yo, me dejé llevar.
No me rendiré hasta que me perdones.
Porque realmente te amo.
¿Qué creen que pasará en los siguientes capitulos?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top