XXIV. Diletante
Falta tu cuerpo en la cama,
el rayo de sol en la ventana,
extinta compañía, dama
podría ser una pasión profana.
Falta tu voz y tu sonido,
murmullo de corazón dormido.
Definido, ser moribundo y herido;
un suspiro que pasó desapercibido.
Falta tu mirada y un café,
un vestigio que se fue.
Una respuesta, un porqué,
una pregunta, un "te extrañé".
Falta la locura de tus manos,
los lugares a los que viajamos,
algo mutuo, lo que soñamos,
la noche en que nos besamos.
Faltan tus besos y tus caricias,
las cosas reales y ficticias,
tantos adjetivos no te hacen justicia
mientras me atrapa y envicia.
Faltan las charlas y los retos,
los momentos incompletos,
los problemas más discretos,
los más íntimos secretos.
Falta tu rostro y una almohada,
tu sonrisa enamorada,
a veces todo, a veces nada,
nuestras manos entrelazadas.
Faltan tus palabras y melodía,
una canción de mediodía,
una exposición, la galería,
más pasión y energía.
Falta erotismo y amor,
madrugadas sin temor,
muchas tardes y una flor,
tus mejillas y rubor.
Falta afecto y ternura,
tu cercanía esté segura,
pecadores y almas puras,
estrellas fugaces y oscuras.
En teoría, falta la mayoría
mientras escribo, todavía.
¿Será que olvidé fragmentos,
u olvidar podría?
Quizás así, de hecho,
deliraré, mi mano en tu pecho.
Sintiendo tus latidos,
mis deseos consumidos...
Tras puertas sin cerrojos,
aspiro a ser tu dueño,
tan cerca que cierro mis ojos
en quietud por tu sueño.
La pluma y la tinta en la mesa
adhirieronse a tu belleza.
Escrito está con absoluta certeza:
Aquí sólo faltas tú.
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