VII. Pérdida

Existen múltiples anhelos
entre nuestros recuerdos vivientes.
Si las noches no fuesen hirientes,
quisiera amar los desvelos.

Reírme de mis miedos, ser feliz...
aún si no estuvieses inspirando tristeza.
Nada más queda escribir sobre esta mesa
la cura imposible de una cicatriz.

Enfurecida tormenta en mi alma rota,
perdiendo de a poco la fe que me queda.
Espero la sangre hecha tinta ceda
en una lágrima que de mis ojos brota.

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