IX. Acuático

Tengo un tatuaje que no puedes ver...
pero existe.
Existe en las profundidades del saber
y de lo que contruiste.

Ya no confío en nadie,
mucho menos en extraños.
Poco importa quién me haga daño,
pues el tiempo vuela hace años.

Desde que no estás a mi lado
el vacío me atormenta.
La cuenta del enamorado
y su calendario que enfrenta.

El cuento ya se termina,
muerte se escucha en la esquina.
El mareo de lo que me domina,
pero es mi corazón y sus espinas.

Escribí más cartas para ti,
pero jamás te las envíe.
Prefería que todo quedará así,
porque en todo perdí la fe.

Volando lejos... ¡Que tragedia!
¡Mentira!... Una obra basura, comedia.
Algo patético, que no se debe ver,
Así fue nuestra historia debo reconocer.

Tendrías que haberme visto,
caminando sólo en la madrugada...
En las calles un fantasma, no existo,
buscando tu mirada enamorada.

Pero es un espejismo en un desierto,
una ilusión en una montaña.
Caminando vivo, pero estoy muerto,
fingiendo ser león, soy una araña.

Y esta es mi última nota,
pues ya mi mente no razona.
El juicio se me agota,
no parezco una persona.

No añadas más páginas al libro:
Mejor guardalo en algún rincón,
donde no le llegue una mención
de que contaba una especulación.

Ya la tinta del lapicero no escribe...
o es mi mano la que no quiere escribir.
Ahora por nada se vive,
y simplemente nada ya quiero decir...

Busca otro cuaderno, y toma el papel,
escribe de los besos de piel contra piel.
De los abrazos, de los encuentros grises,
de las peleas y de las cicatrices.

Pero escribelo con otro nombre,
no deseo aparecer.
Talvez sea el único hombre,
Que en esta vida no debió nacer.

Me hice con un pincel
una marca sin borrar.
Como un tatuaje en mi piel,
que no se puede observar.

Y termina ya de leer,
hora es para dormir.
Te prometo: Algún día he de volver,
como también volveré a escribir...

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