04 - NI SE TE OCURRA
E L M I S M O A I R E
EL MISMO AIRE 。・:*:・
04. ni se te ocurra
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PUEDE QUE VALERIA se arrepintiera de lo que dijo. Era una chica bastante explosiva y la ansiedad que se le había generado en aquella sala hizo que su cortante boca soltara palabras con el fin de herir al futbolista.
Y Valeria sabía que lo había conseguido: la expresión del sevillano había cambiado por una milésima de segundo cuando sus palabras se hicieron presentes. El leve fruncido en las cejas, su mirada endurecida y la tensión en la mandíbula bastó para que le rebotara a la joven y se percatase de que podía ser que se hubiese pasado un poquito.
Pero su orgullo le impidió disculparse, saliendo de la puerta sin dejar que el moreno respondiera. Porque a fin de cuentas si estaba en esta situación era por su culpa. No se merecía ni una pizca de compasión por la actriz.
Cuando llegó a la planta de abajo, salió del edificio, dejando que la leve brisa de Barcelona agitase su pelo y le permitiese tomar una bocanada de aire, calmando su corazón y su mente. Sus manos antes en puños, se abrieron. Valeria notó el leve escozor de el viento al hacer contacto con las heridas en formas de medialuna que se le habían formado en las palmas.
Se mordió el labio inferior, respirando profundamente y caminando hasta su coche, donde al cerrar la puerta del conductor, procedió a ponerse unas tiritas para que no le molestasen.
Una vez se sintió más calmada, condujo hasta la casa donde se quedaría hasta que finalizase el contrato. La casa no quedaba muy lejos del centro de Barcelona y estaba situada en un barrio tranquilo, con algunas casas de gran tamaño que la rodeaban.
Al aparcar en el garaje, subió las escaleras de la planta principal y procedió a desvestirse y darse una ducha.
Una de las cosas que más le gustaba a Valeria era el agua, el sonido que producía y la calma que le generaba. No sólo al verla, sino al sentirla a su alrededor, al escuchar su movimiento.
Desde muy pequeña ha crecido al lado del mar y muchos de sus recuerdos más preciados han sido en aquella cala de su ciudad natal.
Por lo que según se mete bajo el chorro, Valeria siente que puede respirar, que puede darse un momento para no pensar, para dejarlo salir todo. Deja todo el estrés y toda la ansiedad salir de su cuerpo y desaparecer por el desagüe.
Y ahí, con el agua recorriendo todo su cuerpo y el vapor empañando los cristales, decide que tiene que seguir adelante. Tiene que ser madura y afrontar la situación, porque no hay marcha atrás.
Además, no tiene porqué convertirse en la mejor amiga de Pablo, pero tampoco significa que no puedan llevarse bien. Quien sabe, a lo mejor es mejor persona de lo que ella cree que es.
Valeria suspira, pasándose las manos por su cara y su pelo. Tenía la sensación de que ese contrato le iba a cambiar la vida para siempre. Y esperaba que no fuera para mal, porque sino, podía tener la mejor fama que Pablo Gavi no se libraría de ella.
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Decir que Valeria estaba nerviosa era una aproximación. Estaba que se moría de los nervios. Y ella misma no entendía el porqué.
Esta se encontraba en su coche, de camino a la sesión con Nike que Pablo y ella tendrían para empezar esa relación falsa. Y no la malinterpretéis, Valeria estaba encantada de trabajar con la marca, pero no estaba para nada encantada por posar en la misma sala que el futbolista de ojos color miel.
Por lo que le había dicho Begoña, la sesión iba a consistir en fotos tanto separados como juntos, dándole más importancia a estas últimas. Serían fotos para sacar la nueva línea de ropa deportiva que se lanzaría en otoño.
Valeria ya había participado con varias marcas en diferentes campañas. Y sabía que era buena haciéndolo: le gustaba el sonido de la cámara, el foco centrado en ella, la música que sonaba en el estudio para crear un ambiente. Se sentía importante, vista.
Por lo que cuando llegó al estudio y no vio ni rastro del futbolista, una delicada sonrisa se posó en su rostro.
Las chicas de maquillaje y vestimentas fueron un amor con ella: haciendo conversación, alagando sus facciones. Y la dejaron preciosa: en si el maquillaje no era muy resaltado ya que iban a posar por una marca de ropa deportiva. Pero gracias a las varias capas, las ojeras que le marcaban el rostro habían desaparecido.
Y es que Valeria no podía dormir. Era algo que sufría desde hace unos años y que sus pesadillas la atormentan por las noches, provocando que el suelo diario suyo sea de tres o cuatro horas diarias. Y sumándole a que la oscuridad siempre le causaba miedo, se podía decir que no era de sus actividades favoritas.
— Valeria — llamó David, el director de la sesión — estamos listos en unos minutos. Vete a cambiarte y cuando salgas ya puedes empezar.
La joven asintió, dirigiéndose al camerino para ponerse la ropa con la que harían las poses: los famosos pantalones cortos de nike pro junto a un sujetador deportivo negro, acompañado en algunas fotos de una chaqueta también negra. No era nada muy novedoso, pero los fotógrafos y dirigentes de la marca afirmaban que si dos personas tan populares como ella y Gavi los llevasen puestos, el número de ventas se dispararía.
Así que no rechistó y se cambió, saliendo del camerino frotándose las manos. Y para sorpresa de ella, el futbolista ya se encontraba allí hablando con David mientras este le parecía dar indicaciones.
Valeria inspiró, calmando el enfado que le estaba subiendo por el cuerpo. Porque no era justo que él, vistiendo unos simples pantalones cortos acompañados de una camiseta de manga larga se viera extremadamente bien.
Al parecer debió de haberse quedado mirándolo durante un rato largo, porque la mirada de Gavi se cruzó con la de ella, en donde pudo apreciar la marca del sueño aún presente en sus párpados y como su pelo siempre bien peinado, este se encontraba completamente desordenado.
Al verla, Gavi carraspeó llamando la atención de David el cual se fijó en Valeria, sonriéndole y haciendo una seña con la mano de que se acercase hasta ellos. Valeria, tragando saliva, se acercó a pasados deliberados procurando relajar su rostro y su respiración.
— Bueno, ya que estáis aquí los dos os contaré un poco como va a ir la sesión — empezó Martín, llevándolos hasta enfrente de la cámara. — Primero empezaremos por unas fotos por separado, enfocando el producto. Después pasaremos a las fotos conjuntas y a mayores, haremos un vídeo promocional para poder publicarlo en las redes sociales las cuales os encargaréis vosotros mismos de llevarlas. Empezaremos primero contigo Gavi y después continuaremos con Valeria.
Cuando David terminó, ambos jóvenes se miraron efímeramente para que después Valeria siguiese a David, saliendo del foco donde tenía que hacer el chico las fotos.
Y, por mucho que no quisiera admitirlo, Gavi sabía posar. Obviando que se podía ver lo nervioso que estaba, su actitud ante la cámara era maravillosa, atrapando el foco con su mirada, la pose de su cuerpo que mostraba fuerza, comodidad y confianza mezclada con la sonrisa burlona que descansaba en su rostro. Todos esos elementos conjuntos daban a entender porqué era tan querido por el público y porqué tantas marcas querían colaborar con él.
Porque Gavi, por mucho personaje que fuese, sabía como ganarse al público. Ya sea con una sonrisa, una mirada o simplemente un gesto. Los tenía comiéndolos de su mano.
Llegó el turno de Valeria, la cual según llegó enfrente de la lente, respiró profundamente centrándose en el objetivo. Enfocó su mirada, echando la cabeza ligeramente para atrás y entreabrió los labios, dejándose llevar y hacer sacar su lado sensual. Porque Valeria atrapaba a la gente por su mirada, por su forma de mirar a través de la cámara y captar la atención adrede. Sus facciones colocadas al milímetro conjuntas le daban ese aura femenina, ese aura sensual y sexy que conseguían enamorar a quien la mirase demasiado tiempo.
Y Gavi se encontraba en unas condiciones parecidas. Se había levantado hace poco, llegando justo a tiempo al plató donde lo pasaron al camerino y directamente a hablar con David, donde le comentaba todo el rodaje y el tiempo de la sesión.
El sevillano no estaba incómodo. Había hecho colaboraciones con Nike anteriormente, hasta tal punto de ser la cara de varias botas de fútbol y ropa especializada para el deporte. Por lo que el entorno le resultaba parecido.
Pero la joven de pelo rubio que se encontraba de cara a la cámara, llevó toda su atención. Gavi podía verlo, la forma en la que se movía acorde con el sonido del flash disparándose, la sutileza con la que sus facciones cambiaban al segundo. Y con el cuerpo que ella tenía, Gavi había quedado embobado.
No tenía dificultad en admitir que Valeria le atraía. Era una joven con un cuerpo trabajado con curvas y atributos que llamaban la atención del futbolista. Pero su carácter y su forma de ser cuando estaba cerca, lo ponía todavía más.
Y que por mucho que se convenciese de que le caía mal, la parte más profunda de Gavi sabía que con una señal positiva por parte de Valeria, se lanzaría sin pensárselo dos veces.
— Muy bien — la voz de David trajo de vuelta a Gavi. — pasaremos ahora con las fotos juntos. Gavi, sitúate al lado de Valeria, cruzándote de brazos.
Y eso hizo. Las fotos seguían y seguían, ambos jóvenes intercambiando poses en donde variaba cero contacto hasta estar en los brazos del otro. Hubo hasta un momento donde Gavi, sentado en el suelo, tenía a Valeria detrás, echada para delante rodeando el cuello del sevillano con sus brazos, apoyándose en él. Podía sentir su respiración en su oído, notando su pelo rozar su nuca. Podía oler el perfume suyo tan característico.
Y Gavi podía jurar que lo estaba volviendo loco. El simple roce de su piel con la suya provocaba descargas, provocaba escalofríos que lo hacían coger aire por la nariz donde el olor del perfume lo abrumaba y hacía que sus manos, agarrando las de Valeria, apretasen estás como resultado.
— Gavi, mírame — dijo David detrás de la cámara. El joven futbolista haciendo el mayor esfuerzo, dirigió de nuevo su mirada al objetivo, respirando y enfocándose en terminar cuanto antes. — Vale, cambiemos de pose. Una con los dos abrazados, mirándome de lado.
Valeria no estaba en mejores condiciones. Sentía su piel ardiendo y su corazón disparándose en mil latidos cuando las manos del sevillano rozaron su cadera en la siguiente postura. Porque las manos de Gavi no eran pequeñas, eran de un tamaño considerable, adornada por cinco dedos los cuales sentía doblarse sobre ella levemente en sintonía con el sonido del flash disparándose.
Pero lo que más le gustaba a Valeria era la textura, la piel que las rodeaba: no era una piel rígida o áspera. No, era una piel suave, delicada y cuidada cómo si no nunca hubiese tocado nada. Tan suaves que al hacer contacto con Valeria, podía notarlas por todo su cuerpo, por las piernas, la cintura, los hombros, la cara. Su piel ardiendo quemaba a Valeria, dejándola sin oxígeno para respirar y provocando un solo pensamiento que rondase por su cabeza: tengo que salir de aquí.
Sintió la mejilla de Gavi pegarse a la suya siguiendo las indicaciones de David. Sus propias manos buscaron apoyo en el cuello del futbolista, donde una vez más, a petición del camarógrafo, pasó una de ellas por el pelo del joven.
Valeria no podía más. Un solo acercamiento más o un mísero roce y saldría de allí. No podía entender el porqué su cuerpo reaccionaba así. Y no sólo eso, sino con la persona la cual tenía que abstenerse de cualquier situación del estilo. Valeria no podía dejar que nada entre ella y Gavi pasase. Porque no podía y no quería pasar por eso, sabiendo que los finales felices en estos casos no eran normales.
Y Valeria ansiaba su final feliz. Ansiaba poder casarse algún día con el amor de su vida, vivir en una casa y tener dos gatos a los que llamaría Milo y Limón. Quería tener algún día hijos a los que les enseñaría todo.
Y para eso, tenía que ser razonable y darse cuenta de quien era de ese tipo y quien no. Y Gavi no era ni de lejos uno de ellos.
Para la última pose, ambos acabaron mirándose a la cara, de frente a frente. Verde con marrón, chocando el uno con el otro.
Valeria podía notar la respiración del sevillano sobre su cara, podía sentir su pecho tocar el suyo, provocando que todos los pelos de su piel se levantaran. Tragó saliva, pestañeando y centrándose en el sonido de la cámara y no de los ojos marrones los cuales la miraban fijamente, atentos a todos y cada uno de los movimientos de ella.
— Pegaos un poco más — gritó David a la vez que sacaba más fotos.
Valeria vio los pasos que dio Gavi, sabiendo perfectamente que si miraba hacia arriba, sus labios podrían incluso rozarse.
Y no se equivocaba. Al levantar la mirada, la punta de su nariz se rozó con la de Gavi por la leve diferencia de altura. Sus labios, resecos por llevar el pinta labios, notaron la presencia de los del joven.
Y si, Valeria pensó en los centímetros que los separaban a ambos. Pensó en cómo sería sentirlos, como su lengua recorrería su boca o como sus dientes dejarían marcas por todo su cuerpo. Sentía el leve hormigueo por su estómago, y por la mirada oscurecida de Gavi, sabía que él estaba en las mismas que ella.
— ¡Y fin! — la voz de David separó a los jóvenes bruscamente, ambos tropezando por poner distancia entre ellos. — Las fotos han quedado genial chicos, las editaremos y las publicaremos lo antes que podamos. Ya podéis iros, muchas gracias.
Valeria le sonrió, mirando fugazmente a Gavi el cual no la miraba y se dirigía al camerino. Suspiró, centrándose en respirar y calmar la rapidez de los latidos de su corazón.
A pasos calmados, se dirigió a su camerino y se cambió, saliendo de él y despidiéndose de todos para dirigirse a casa.
Llegó a su coche a la vez que una sonrisa se postraba en su boca al pensar en que pronto estaría en la tranquilidad de su casa y podría ponerse con ese libro que la tenía enganchada.
— Valeria — una mano en su antebrazo la asustó, girándose con intención de sacarse de encima a su atacante. Pero al darse la vuelta, esos dichosos ojos marrones la atraparon de nuevo.
Era Gavi. El joven había salido del camerino con un mensaje de Pedri, preguntándole como le había ido y que, después de narrarle toda la situación, le echase la bronca por no haberla seguido.
Así que el joven futbolista apurado, salió del edificio rogando para que la joven no se haya ido. Y tuvo suerte, porque ahí estaba, dirigiéndose a esa belleza de coche que tenía. Y antes de pensárselo dos veces, se acercó a ella agarrándola levemente del brazo.
— ¿Qué quieres Gavira? — respondió la rubia, frunciendo el ceño a la vez que sacudía su brazo con intención de quitar la mano de Gavi.
El sevillano tragó saliva, pasando una mano por su pelo en señal de nerviosismo. Tenía que mejorar esto. No podían seguir ignorándose y cuanto antes pactasen un acuerdo mutuo, antes acabaría esta pesadilla.
— ¿Quieres ir a tomar algo? — preguntó entonces, apretando ligeramente la mandíbula, viendo como los ojos de Valeria se abrían levemente ante la pregunta.
— ¿Ir... a tomar algo? ¿Tú y yo? — Gavi asintió. — No gracias. — finalizó, abriendo la puerta del coche.
— Espera — la agarró de nuevo del brazo, tirando de ella para evitar que se metiera en el vehículo. — Se que no te caigo bien y no me tragas, lo entiendo. Pero no tiene que ser nada serio, solo quiero saber algo de ti.
— ¿Y para qué Gavira? No somos amigos y sabes perfectamente porque estoy solo y exclusivamente en esta ciudad. Y prefería pasar el resto del día en mi casa, gracias.
Gavi suspiró pesadamente. Mira que era cabezona.
— A mi tampoco es lo que más me apetezca, pero no podemos seguir así. Tenemos que tolerarnos al menos Valeria. No sé nada de ti aparte de lo que aparece en internet y si supuestamente eres mi novia tendré que tener un mínimo de conocimiento sobre tus hobbies o tú comida favorita.
— Los calamares — lo cortó Valeria, pasando su lengua por sus labios resecos.
— ¿Los calamares? — preguntó extrañado Gavi, intentando contener una sonrisa.
— Mi comida favorita. Los calamares a la romana. — dijo bajito, apartando un mechón de pelo de su cara.
Gavi asintió, sonriendo levemente. Era un avance. Pequeño, pero lo era.
— Venga Valeria. Dame dos horas, dos horas y te dejo en paz, ¿Vale? — rogó Gavi, alzando las cejas apoyándose en el coche.
La rubia se le quedó mirando y Gavi pudo jurar que vio los engranajes de su cabeza moverse. Al final, después de unos instantes, suspiró poniendo los ojos en blanco.
— Está bien. Sube — respondió, metiéndose en el coche y cerrando la puerta.
Gavi dio la vuelta, negando con la cabeza a la vez que sonreía y abría la puerta del coche negro. Al cerrarla, se encontró con el rostro de Valeria mirándolo expectante.
— ¿Y bien? ¿A dónde vamos? — preguntó exigente.
— ¿Tan mandona? — negó con la cabeza a la vez que chasqueaba la lengua. — Tranquila rubita, tú solo conduce y te guío yo.
— No sé yo si fiarme — respondió Valeria, encendiendo el motor.
— Estás ante el rey de los bares. Créeme cuando te digo que por muy tiquismiquis que seas, tengo el mejor sitio para que me cuentes todas tus quejas, gruñona.
Valeria soltó un sonido de indignación por la boca, girando a ver al sevillano. Gavi, al ver que había reaccionado, se rió levemente.
— No soy gruñona — respondió la actriz, entrecerrando los ojos, mirando al joven futbolista que tenía el brazo apoyado en la ventana abierta, mirándola con las cejas alzadas.
— Lo que tú digas — respondió Gavi, acercándose a ella cuando lo dejó de mirar — gruñona — susurró en su oído, provocando que ella lo apartase con su mano, mientras reía por haberla picado.
Y quien lo diría, un futbolista egocéntrico y una actriz con temperamento en un mismo coche sin armar una discusión. Se podía decir que Martín estaría impresionado.
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Valeria ni lo podía negar: Gavi era un chico gracioso. Muy gracioso. No sabía cuánto tiempo llevaban en aquella terraza reservada del restaurante al que la había llevado. Pero ya llevaba dos cafés y dos copas, así que poco tiempo no.
Pero es que el joven futbolista no paraba: desde que se habían sentado en los sillones, se había dedicado a preguntarle de todo. Sobre su trabajo, sus amigos, sus hobbies, si era de dormir con o sin calcetines (según él, no podía salir con alguien que dormirse con ellos) y si era de perros o gatos.
Y sorprendentemente, Valeria le había respondido a todo. Porque Gavi había tenido razón al decirle que tenían que conocerse por mucho que ella se negara. Supuestamente eran novios, y si no sabían nada personal, ¿Cómo iban a convencer al público?
— No sé como puedes vivir tan tranquila — las palabras de Gavi provocó que se riera levemente, negando con la cabeza mientras le daba un trago a la copa que tenía en sus manos.
— Es algo normal que a la gente no le guste el fútbol Gavira. — respondió la joven, viendo como este negaba con la cabeza y con el dedo índice.
— Ahí te equivocas, señorita Ruíz. — respondió, acomodándose en el sillón. — Todo el mundo ve el fútbol, y aunque no lo vea todos los días, saben o tienen preferencia por algún equipo. Por mucho que niegues que no te guste, si jugasen el Barça y el Madrid, ¿Quién querrías que ganase?
Valeria negó con la cabeza. Era igual que un niño pequeño.
— Por muchos comentarios que me sueltes, no voy a cambiar mi opinión Gavira. — respondió, y sabiendo que iba a picar fijo, añadió algo más. — Y preferiría que ganase el Madrid.
Se rió a carcajada limpia cuando la expresión del futbolista se transformó en un rostro de indignación terrible. El muchacho se cruzó de brazos, negando con la cabeza sin dirigirle la mirada.
Valeria, notando como le faltaba el aire, apoyó la bebida en la mesa enfrente suya, y se apoyó en sus rodillas, sonriéndole pícaramente al joven.
— Que era una broma hombre — respondió, pero Gavi seguía sin mirarla. — Anda, no te enfades, si sabes que yo no tengo ni idea. — Pero al ver que seguía sin reaccionar, llevó su mano derecha hacia la rodilla del sevillano, apretándola para llamar su atención. — Venga Gavi, que lo he dicho adrede.
Vio la sonrisa que se le escapó, y ella lo imitó. Su mirada se encontró por fin con la de ella, y por un instante, ambos se quedaron así, sonriéndose levemente en esa pequeña burbuja que habían formado en donde parecía que podían empezar a llevarse bien.
— Me has llamado por mi nombre. — Murmuró Gavi, aún mirándola a los ojos. Valeria parpadeó.
— ¿Qué? — respondió, confusa.
— Me has llamado Gavi y no Gavira. — volvió a decir, alzando levemente las cejas.
Y lo había hecho. Lo había llamado así con tanta naturalidad que no se había dado ni cuenta de ello. Gavi.
— No te acostumbres. — Decidió responder, apoyándose de nuevo en el sillón con la copa en la mano, removiendo el líquido con la pajita. — Se me ha escapado.
— Ya... escapado — respondió el joven, sonriéndole burlonamente. — No te lo crees ni tú Val.
Los ojos de Valeria lo volvieron a mirar. Val. La había llamado Val.
— No me llames así, nadie lo hace. — respondió tensa, mirándolo por un momento y dejándolo de hacer al instante.
Notó como el ambiente se había vuelto incómodo, y viendo como Gavi se removía en su asiento, sabía que él estaba igual.
Miro la hora en su móvil: las 20:43. Habían estado hablando toda la tarde sin darse cuenta.
— Debería irme ya, tengo que desempacar aún un montón de cosas y quiero dejar la mayoría hoy listo. — le dijo al futbolista, el cual asintió levantándose.
Ambos salieron del restaurante después de pagar (en donde Gavi insistió pagar él, y Valeria, no queriendo crear una discusión por una tontería, asintió, dándole las gracias), dirigiéndose al coche de la joven.
Con la noche y las estrellas sobre ellos, Valeria condujo por la capital y sus carreteras en dirección la casa del sevillano. En el coche solo se escuchaba la leve música de la radio y el sonido del intermitente de vez en cuando.
Al llegar y aparcar en frente de la casa, Valeria giró levemente el rostro, encontrándose con los ojos de Gavi sobre ella. Sonrió levemente, tamborileando los dedos sobre sus piernas.
— Hemos llegado — anunció suavemente. Gavi asintió, tragando saliva, abriendo la boca para decir algo. Pero al no hacerlo, Valeria decidió hablar. — Me lo he pasado mejor de lo que pensaba Gavira, gracias por compartir este rato conmigo.
El asintió, dándole una sonrisa forzada. Se desabrochó el cinturón y abrió la puerta ligeramente. Pero antes de salir, volvió a entrar, mirándola de nuevo.
— Siento haberte llamado así, no era mi intención hacerte sentir mal. Pero enserio quiero llevarme bien contigo, creo que no eres tan gruñona como aparentas ser.
Valeria negó con la cabeza.
— No soy gruñona. — volvió a decir, viendo como él sonreía con burla al verla reaccionar. — Anda vete, no quiero verte la cara más por hoy.
— Duerme bien gruñona. Espero que sueñes conmigo — dijo, guiñándole un ojo.
— Dirás pesadillas entonces — respondió, intentando detener su sonrisa al ver como se reía.
— Buenas noches Valeria — dijo el sevillano apoyado en la puerta.
— Buenas noches Gavi — respondió ella, viendo como él volvía a sonreír, cerrando la puerta del coche.
Viéndolo entrar y saludándole con un saludo, aceleró y se perdió entre las calles y las luces, sin darse cuenta de la sonrisa que descansaba en su rostro.
Porque Gavi era mucho. Y Valeria estaba segura que por muy mal que le cayese, con él no se aburriría nunca.
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author's note
un mes más tarde aquí estoy :)
no tengo excusa, pero es que como dije anteriormente, esta historia la escribo según me venga la inspiración.
como veis, en este capítulo parece que ambos por fin se toleran ligeramente (algunas me dijisteis que Valeria había sido un poco dura con Gavi), pero aún queda ( pero queda lo mejor ;) )
espero que os guste, no es muy largo porque tenía hacerlo más largo, pero tenía que actualizar esta historia porque muchas me lo habéis pedido.
por cierto, escribí esto con la playlist que hice de El mismo aire, así que pregunto:
¿Queréis que os pase el link de ella?
tiene todas las canciones que están en el soundtrack de esta historia, pero como son tantas, me presté voluntaria a hacerla. ya me diréis ;)
como siempre, gracias por leerla, por votar y comentar, me hace muy feliz leer todas vuestras reacciones y opiniones ❣️ espero veros pronto por aquí (si me da la inspiración)
besitos <3
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