Un recuerdo especial servirá
Helmut estaba pensativo, mirando y apenas rozando las flores de un jarroncillo frente suyo. Extrañaba mucho a James, tanto que ya no sabía qué más hacer. Entró en un estado de ansiedad y llegó a desear —implorar— que éste lo llamara o se comunicara con él de alguna forma. Sólo quería saber de él, daría todo por verlo de nuevo… ¿Todo?
Él mismo había tomado la decisión de alejarse, sí; pero, realmente creyó que podría soportarlo, y no fué así. Pero entonces ¿Dónde quedaban sus planes?. Ya no sabía qué hacer. Tal vez sólo morir de una vez, aunque antes le gustaría mucho ver a James, aunque sea un par de segundos… Un par… Un poco más, por favor.
Ya no sabía si sólo se sentía deprimido o si realmente estaba completamente frustrado.
Y, como si realmente su angustia hubiera servido de algo, su teléfono móvil comenzó a vibrar desde la repisa tras suyo. Helmut, con el corazón palpitante, giró y fue por el aparato. Pero al ver la pantalla, no fue precisamente lo que esperaba; un número desconocido lo llamaba y no sabía si contestar, aunque finalmente lo hizo.
— ¿Hola? —preguntó a la otra línea con incertidumbre
"Hola Helmut"
Y reconoció esa voz de inmediato, sintiendo que su corazón latía con mucha fuerza. Era todo lo que necesitaba.
— James…
"Lo siento"
— Por qué, me refiero a…
"Por llamarte. Sé que querías tu espacio, debía respetar eso, pero… Lo siento, no he podido dejar de pensar en ti. No sé si estás bien, o… Necesito saber si estás bien".
— ¿Por eso me llamaste con un número desconocido?
"Pensé que no me contestarías si veías mi nombre, lo siento ya sueno como un maldito acosador. Es que…"
— Te he echado de menos.
"Sí…"
Helmut cerró los ojos, como si por un momento estuviera viviendo en un sueño, y sonrió.
"… Eso. Es que yo también te he extrañado… a decir verdad, demasiado"
Helmut escuchó ese suspiro anhelado. Cuánto lo amaba, cuánto…
" Entonces ¿cómo te sientes? ¿Ha habido problemas?"
— Nada grave. Estoy… estable. Pero, ¿todo estará bien pronto, cierto?
"Sí…" Se le oía desanimado.
— ¿Tú estás bien?
" Ajá… Oye…"
— Dime.
" Ya que está comprobado que no podemos estar lejos uno del otro… ¿No quisieras que vaya a verte? Es decir…"
— Me encantaría.
"¿En serio?" Hasta se notaba sorprendido, eso era adorable.
— Sí, es sólo que…
"Qué…"
— No estoy donde te dije la última vez. Estoy en Sokovia.
" ¿Fuiste hasta allá?"
Tenía que arreglar lo dicho antes de que tuviera que decir cosas que no debía.
— Sí, es que aquí me siento mejor; estar allá, en un lugar ajeno, resultó ser algo incómodo. Aquí estoy mejor, en serio, tengo todo lo que necesito no te preocupes. El día de… —se detuvo un segundo— de la operación —tragó—, ese día retornaré y… Asunto solucionado.
"Bueno, pero ¿No te agotó el viaje?"
— Para nada. De cualquier forma lo vale, porque me siento mejor aquí. Hay muchas cosas en este lugar que me hacen sentir en…casa; aunque claro, falta una de ellas, y esa eres tú.
Sonrió al decir esas últimas palabras, le habían salido muy bien.
"Está bien" podría jurar que James también había sonreído "Entonces, iré contigo este jueves ¿Te parece?"
Helmut cayó de nuevo en su realidad y borró su sonrisa. El jueves era el día… Si James venía, debía ser a lo mucho por la mañana y no muy temprano, sólo así no podría interferir.
— ¿Vendrías por la mañana?
"Antes de que aparezca el sol" rió James.
— En serio —trató de reír también Helmut.
"Sí, claro, no hay problema. De todas formas, la única forma de llegar allá me tiene arribando siempre por las mañanas. Estaré ahí, a eso de las 9:30 o 10 como máximo".
— Perfecto.
"Perfecto…"
— Te - te amo, James.
"Lo sé. Yo también te amo, Helmut" Su sinceridad se percibía en cada palabra de su declaración "Sabes que no podría vivir sin ti"
Esa última frase estrujó el corazón de Helmut, cerró los ojos y contuvo sus emociones; tragó su angustia antes de responder.
— ¿Tanto así?
" Bueno, está bien, sí podría vivir literalmente; pero, sería muy… difícil. Todo está bien, junto a ti. Si estás aquí, para mí el mundo es mejor, porque sé que en alguna parte, estás tú, y donde tú estés estaré yo "
Helmut se dejó caer en el sillón y se llevó la mano al rostro para controlar su tristeza.
"¿Helmut? ¿Estás ahí, estás bien?"
Y Helmut tomó aire antes de responder afirmativamente. Trató de sonar lo más animado posible antes de despedirse de James.
"Hasta el jueves, ¿eh?"
— Sí, hasta el jueves…
"Me esperarás, no olvides que lo prometiste"
Helmut miró a otro lado con una sonrisa algo absurda. ¿Aún creía en sus promesas?
"¿Helmut?"
— Sí, no lo olvidé. Te… esperaré
Te esperaré siempre ¿Sabes? —tragó ese nudo en su garganta— Con paciencia, en mi…lugar; y nuestro amor, lo guardaré en mi interior, por siempre y para siempre, nunca lo dejaré ir.
"Vaya, te volviste poeta Mut…" rió James "Muy bien, mi querido Barón, te veré el jueves. No olvides mirar hacia el horizonte…por ahí llegaré, con mi capa ondeando al viento, en un corcel blanco, a por tí, mi amado Barón".
— Está bien, eso haré —sonrió Helmut ante esa idea fantasiosa planteada por James, y en parte le pareció injusto que su vida no pudiera ser realmente así.
"Hasta pronto Mut, por favor cuídate mucho"
— Lo haré, hasta… pronto.
"Bueno, te amo, nos vemos"
— Nos vemos… Te amo.
Y colgó con un último beso a la línea lejana. A veces creía que el amor realmente era ciego porque cerraba los ojos y podía ver a James, aún a miles de kilómetros de distancia; y cuando caminaba por la calle atiborrada, imaginaba ese rostro amado entre la multitud. Veía al pájaro de cada mañana posarse en ese árbol de duraznos afuera de su ventana y le hacía el pedido de que por favor lo llevara hasta James, a un lugar mejor, donde no habían más problemas y en donde nada fuera muy imposible de lograr.
Daría todo por estar allí. Daría gustoso su vida por estar allí.
************
Le llamaron ese día en la tarde, diciéndole que podía hacerse la cirugía en Estados Unidos y Helmut tomó esto como una señal definitiva.
Lo que tenía planeado hacer ahora carecía de sentido.
Podía ir allá, a Estados Unidos; estar con James; hacerse la cirugía, es cierto que no duraría mucho después pero… dos años eran dos años con James a su lado. Qué más podía pedir que pasar sus últimos días al lado del hombre que más había amado en su vida; eso, en vez de la otra opción que era, tan impulsiva y lastimera, tal vez hasta boba.
Así que tomó su decisión.
— Oeznik, cambio de planes —le dijo a su leal mayordomo, el cual obviamente estaba con él en todo lo que decidiera.
— ¿A qué se refiere, Señor?
— Nos iremos a Nueva York mañana, con James.
— ¿Él no dijo que vendría el jueves? ¿Y el otro asunto?
— El otro asunto ya no será.
— ¿Habla en serio, Señor? —preguntó Oeznik sin poder disimular su emoción
— Sí —musitó Helmut, había una sonrisa dulce en su rostro—. Por eso mañana iremos con James, para darle una pequeña sorpresa. Porque me quedaré con él, me haré la cirugía en Estados Unidos y luego…
— ¿Luego? —aún había esa tristeza.
— Luego seguiré lo que tenga que seguir, al lado suyo. Quiero estar con él, es lo único y lo último que me queda.
Helmut se apoyó en el abrazo de Oeznik y se sintió liberado en parte de aquella angustia que traía consigo.
— Entonces ¿Cancelo el otro asunto, Señor?
— Sí, pero será después, déjalo. Lo importante es organizar el viaje.
— Entonces me encargaré de eso ahora mismo, Señor —le dijo Oeznik con una sonrisa animada.
Ahora sí, finalmente todo parecía que podría salir bien.
**************
Miércoles 11 de diciembre de 2019
Ese día. Ese día fue un día especial.
Helmut llegó con Oeznik muy temprano, con la neblina de invierno recibiendolos en ese paraíso blanco. Entonces estaban dentro el auto, a una cuadra y media a la vuelta de la casa donde vivía James. Por la nieve, era difícil el acceso de los vehículos, así que Helmut le pidió a Oeznik que lo esperara allí, dentro el automóvil, mientras él iba hasta la casa a ver si James estaba allí, aunque claro que eso era lo más probable, ya que aún era muy temprano.
Helmut caminó sorteando la nieve, no se sentía débil y hasta creyó burlonamente que realmente, por algún extraño milagro, se había curado; entonces, bajo la cálida y acogedora bufanda, sonrió.
Cuando ya casi llegaba, por la parte trasera de la casa de James, pudo escuchar un par de murmullos y voces muy cerca de la puerta. Helmut disminuyó el paso y avanzó con cautela hasta colocarse detrás de ese abeto macizo que James se negaba siempre a talar o siquiera podar. Desde allí, oculto tras esas ramas frondosas, Helmut pudo divisar a las dos personas que conversaban en la entrada de la casa.
Era Yelena, enfundada en una indumentaria abrigadora, con la nariz roja por el frío hablando con la que sería nada más y nada menos que la madre de James. Y es que ésta última, tras enterarse de los correteos angustiantes en los que andaba su hijo, había venido a verlo para ayudarlo y tratar su situación.
Así que estaban allí, ambas hablando, con un tono más que preocupado en sus voces, con esa expresión seria y acongojada en sus rostros. Yelena había venido a buscar a James tan temprano porque Morgan estaba internada en el hospital desde la madrugada por neumonía; por la noche, a la pequeña, le había sangrado la nariz incesantemente y Yelena tuvo que llevarla a emergencias; hoy, tras confirmar su estado delicado, le habían dado de baja y Yelena necesitaba que James estuviera con ellas. Aunque de momento, ella necesitaba principalmente un par de documentos que estaban en casa de él para llevarlos al hospital. Por eso estaba ahí y además porque James no contestaba su teléfono desde anoche.
La madre de James, había llegado un poco más temprano y se encontró con que su hijo no le abría la puerta, pero no sé sabía dónde estaba. No tardó en llegar Yelena y ambas coincidieron allí, entonces intentaron comunicarse con Bucky otra vez, en esta ocasión sí les contestó. Bucky había ido muy temprano a solucionar unos asuntos de su VISA, porque tenía planeado viajar…
— ¿A ver a Zemo? —cuestionó Yelena casi incrédula, casi decepcionada.
— Sí, eso me dijo. Cariño, no puedo creer que esté en eso de nuevo —le dijo la madre de Bucky a Yelena, con el reproche en su mirada—. ¿Qué tiene ese hombre? ¿Por qué no lo deja de una vez por todas?
Helmut se encogió detrás de las ramas cubiertas de nieve del abeto, y casi sintió que éste lo protegía en un extraño abrazo.
— Zemo tiene cáncer y Bucky está preocupado por él. Lo quiere, siempre lo ha querido y simplemente no puede evitar no preocuparse —dijo Yelena con los ojos angustiados.
— ¿Y Morgan? —le inquirió la madre de Bucky— ¿Que acaso a ella también no la quiere? ¡Es su hija, Dios! Tú eres su madre, tú sabes a lo que me refiero. Cómo es posible que…
— Lo sé. Lo sé, pero… —Yelena se movió nerviosa— Yo… No puedo… Me siento, tan impotente… Ahora mismo sólo quisiera poder encontrarlo, necesito que…Lo necesito, lo necesitamos, yo… Hay unos documentos del hospital que incluso él debe firmar, y otros que están ahí adentro…
— Tranquila, linda, estás muy angustiada…
— Estoy muy frustrada por qué no puedo recordar dónde dejó las llaves de repuesto ¡ni las que yo tenía!. Sé que están en alguna de estas macetas pero ¡No puedo recordarlo! —exclamó Yelena frustrada consigo misma y angustiada porque sabía que tenía que regresar al hospital pronto
— Cielo, las encontraremos, sólo trata de recuperar la calma, respira. Siempre hay una solución. Bucky llegará pronto, me lo dijo.
— Sí, porque no pude dar con él anoche; creí que estaría aquí ahora, pero…
— Anoche olvidó su teléfono. ¡Qué está haciendo de su vida! No puedo ver a mi hijo perdiendo el control de su vida otra vez… y todo por el mismo personaje de siempre. ¡Ese hombre no es su responsabilidad! ¡Su hija, su familia y su vida sí lo son!
Helmut, inconcientemente, fue retrocediendo. Al alejarse del abeto, éste se meció suavemente llevándole un aroma dulce que inundó su fosas nasales, mientras la voz ya inaudible de Yelena a lo lejos rezaba otra justificación a favor de James, a favor del amor que éste sentía… por él, por Helmut que ahora se alejaba de esa casa, ese lugar modesto que no tenía comparación con la mansión de cuento de hadas en la que alguna vez vivió con James, pero en la que sin duda vivió, junto a él, los mejores días de su vida. Una vida prontamente inexistente, porque finalmente Helmut siente que ha obtenido su merecido; y, de cara ante todos los errores y malas acciones de su vida, ahora está aquí, con las manos en los bolsillos frente al auto donde Oeznik lo espera.
— ¿Señor, está todo bien? —le preguntó Oeznik después de bajar del auto para alcanzarlo.
No, nada estaba bien, ni lo estaría hasta que…
— Vámonos.
— ¿Señor?
Helmut no dijo nada y se le adelantó caminando con calma, la mirada gacha y las manos en los bolsillos hasta el automóvil.
Oeznik, con una expresión preocupada en su rostro, lo siguió.
Entraron al auto y Oeznik, sin saber qué hacer, volvió a preguntarle a Helmut si algo había ocurrido, pero éste sólo negó con la cabeza y los ojos perdidos en ese paisaje blanco.
— Entonces…
— Vámonos, debemos irnos —susurró Helmut—. Ve hasta el aeropuerto, nos vamos…a casa.
— Pero, Señor, ¿y el señor James?..
— Oeznik —le suplicó Helmut cerrando los ojos—, por favor, vámonos ya.
Oeznik no tuvo de otra más que arrancar el auto y cumplir el pedido de Helmut. Volverían a Sokovia ese mismo instante y entonces Helmut tendría el resto del día para dejar todo en orden. Sí, todo en su respectivo lugar.
*************
Arreglados los asuntos legales y culminadas sus últimas llamadas telefónicas, Helmut ya tenía todo listo para la noche de ese miércoles especial.
Eran las 11:47 de la noche y le dolía la vida.
Deambuló por los oscuros pasillos de su castillo sintiendo como una línea punzante iba ascendiendo desde el fondo de su ser, invadiendolo con un pesar angustiante. Su cabello había crecido ya hace meses y los mechones meciendose en su frente le hacían asimilar la brisa fría que reinaba a su alrededor. Al final de su triste recorrido se encontró con Oeznik, y fue como si éste lo recibiera en su último adiós.
— Señor.
— Oeznik… —susurró Helmut— Hace frío…
— Por qué no va a su habitación; encenderé su estufa y le llevaré una bebida caliente.
Helmut se acercó a Oeznik y, sin que éste último lo previera, apoyó la frente en su hombro.
— Está bien —le dijo Helmut, cansado y rendido ante todo. Oeznik lo rodeó con los brazos delicada y cariñosamente—. Gracias por estar conmigo.
— Siempre —suspiró Oeznik con la voz quebrada.
— Oeznik…
— Dígame, Señor.
— Me duele todo…
Oeznik no pudo contenerse y rompió a llorar, abrazando o aferrándose más a Helmut, como si no quisiera dejarlo ir, como si tuviera la fuerza y el poder suficiente para retenerlo por siempre.
— No llores —gimió Helmut—, no llores ya. Te quiero, te he querido siempre.
— Y yo a usted, toda la vida desde que lo ví llegar a este mundo.
Helmut se acomodó en el abrazo de Oeznik como un pequeño niño y cerró sus ojos dejando escapar un par de lágrimas sobre esos hombros que lo habían sostenido tantas veces.
— Extraño a Karl —dijo Helmut entonces, como si hablara entre sueños—, y a James… Los extraño tanto…
Oeznik, con lágrimas silenciosas, lo contuvo un momento más hasta que Helmut se separó de él con lentitud.
— Iré a pasar un tiempo con Karl —le dijo entonces a su mayordomo.
— Entiendo —asintió Oeznik—, entonces le llevaré lo que le dije allá arriba.
Helmut asintió también, con la mirada gacha. Se sentía muy débil y aceptó que Oeznik lo acompañara hasta arriba, hasta su lugar especial.
Cuando estuvo cerca, casi pudo escuchar el sonido del piano repitiendo esa melodía punzante y, luego, un silbido nostálgico llamándolo.
Llegaron hasta la puerta y Oeznik la abrió para él. Helmut, sin dejar de mirar al frente, ingresó ensimismado en aquella melodía triste que lo convocaba. Oeznik ingresó tras él, encendió la estufa y le dedicó una mirada comprensiva antes de cerrar la puerta; pronto volvería con un mate caliente.
Helmut repasó la habitación con su vista sosegada. Antes había sido su estudio; el lugar donde, ajetreado, había trabajado insasiablemente; el lugar donde, un noche, había perdido a Karl. Su pequeño niño, aún le visitaba en sueños perdidos, y ahora estaba allí, en esa habitación, en cada uno de los recuerdos que ahora lo ornamentaban:
Fotos, las paredes repletas de fotos de Karl; sus cosas más simbólicas sobre los muebles; todos sus dibujos y libros; el piano y la vieja guitarra. Helmut cerró los ojos y respiró hondo dejándose inundar por ese aroma añorado y adorado. Helmut se sentó en su viejo escritorio y sus dedos repasaron los cajones, abrió uno y allí encontró una carpeta, la tomó y la puso delicadamente sobre el escritorio.
Oeznik tocó la puerta entonces, Helmut lo dejó pasar y recibió su mate con una sonrisa agotada. Intercambiaron un par de palabras en complicidad mientras Helmut tomaba su bebida. Oeznik le señaló la carpeta y entonces la abrieron juntos, allí habían dibujos hechos por Karl, verlos siempre le ponían a Helmut de buen humor. Los vieron uno por uno, con parsimonia, como si se estuvieran contemplando excelsas obras de arte.
Cuando ya fue un poco más de media noche, Oeznik dejó a Helmut para que terminara su tiempo con Karl de forma tranquila, mientras él iba a atender los últimos requerimientos del día. En unas horas, Helmut viajaría a Bélgica, eso ya estaba bien arreglado.
Helmut, solo de nuevo, suspiró y miró los dibujos de su amado hijo esparcidos sobre la mesa del escritorio. Sonrió y luego vió algo más dentro el cajón. Con cuidado lo sacó, se trataba del anuario del internado donde Karl había culminado sus estudios primarios. Se lo habían enviado una semana después de que Karl falleciera, aquella vez no quiso verlo porque sabía que no podría soportar leer lo que Karl había dejado escrito allí… Porque sabía que ya nada de aquello volvería ni sería una realidad en su vida… Nunca más.
Pero los años pasaron y un día tuvo el valor de leer ese anuario. Obviamente no pudo evitar que lo conmoviera, era imposible, pero cada vez que lo volvía a leer de nuevo, una y otra vez… ese dolor ya no se sentía tan punzante. Ahora, en este miércoles especial, podía leerlo otra vez, con tranquilidad y nostalgia, con amor y dulzura:
Gracias papá, por cada lugar y por todo lo que has hecho. Te amo. Gracias Oeznik, gracias por ser tan grande y amable, te amo también.
Acabo de pasar mucho tiempo tratando de recordar una memoria de todos los que alguna vez me han dado una y no tengo la energía. Mucha gente me ha dado tanto y todo el mundo lo sabe. Voy a hablar sobre lo que aprendí en la escuela. He aprendido que me gustan los autobuses. Pienso mucho. En realidad no me gustan las matemáticas como todos creen. Amo a la gente. Amo cocinar. Me gustan los buenos profesores. Los pasillos pueden ser solitarios. Los pasillos pueden ser cualquier cosa. Siempre voy a llegar tarde a todos lados. Me gusta mucho la gente a la que le gusta la gente con todo lo que tiene. Oeznik es muy viejo. Las cosas no tienen que ser tan importantes. El ajedrez es bueno, gracias Félix. Tener mascotas y plantas es bueno. Escribir es bueno. Las personas que no te conocen pero que se preocupan de todos modos son realmente buenas. Gabrielle es una de las personas realmente buenas. Hay gente genial en todas partes. Necesito dormir mucho. Tengo pesadillas muchas veces. Pinot un muy buen conductor, quiero ser tan bueno como él. River es el mejor guitarrista del mundo. Anthony escucha y comprende y lo quiero. Estoy a punto de comenzar a enumerar personas y no quiero hacer eso. Mi papá es un muy buen tipo. Mi papá es el mejor fotógrafo del mundo. Picasso era realmente genial cuando era joven. Las conversaciones en los libros son muy buenas a veces. No me expreso bien cuando trato de ser serio con las chicas. No debería decir "chicas" tanto ¡Sólo tengo 10 años! No puedo cambiar las cosas. Las películas podrían hacerme llorar si las dejo. El UCM hace buenas películas. Las tormentas de nieve en Dairy Queen son realmente malas. Me gusta cantar. El momento en que ya estoy despierto, antes de que empiecen las clases, con mis amigos de habitación es muy bueno. Los amigos son buenos. Las detenciones no me molestan tanto, me encanta leer en la biblioteca. A veces la gente realmente buena se va. A veces me equivoco. No soy tan inteligente como pensaba que era. Es fácil estar equivocado. Los aromas y los sabores pueden traerme más recuerdos de los que puedo manejar. A veces me pongo triste. "The Long Walk To Forever" es la mejor historia de amor que he leído. Echo de menos a Thomas, Rita y Francia incluso cuando me lo estoy pasando bien aquí. James Barnes puede hacer cualquier cosa, es genial y papá lo ama. Voy a extrañar Suiza. Cuando intento hacer una cosa importante en mi vida a veces no funciona. Solo mirar a algunas personas puede doler mucho. Monique tiene ojos hermosos. A veces, las cosas significan más para mí de lo que la gente cree. Puedo conocer gente en campamentos. No soy muy responsable como creí. Me encanta recibir cartas más que mensajes de chat. Pierdo cosas. Me gusta cuando la gente amable me despierta por la mañana. Los despertadores no son realmente buenos. Mucha gente ha hecho cosas geniales cerca de mí y para mí y conmigo y quiero agradecerles a todos. Gracias a todos por todo. "Soy tan raro. Me miras y parezco normal... Pero no lo soy". Gracias Anita, tú cocinas mejor que yo. (*)
Helmut observó la mancha húmeda que una de sus lágrimas dejó sobre el papel. Pestañeo un poco y sintió que ya no podría aguantar tanto. Le dolía mucho el corazón, sentía que se le estrujaba dolorosamente por dentro. Apoyó pesadamente su cabeza contra la fría madera de la mesa del escritorio y se dejó inundar por pensamientos agobiantes.
Porque recordó todo. Todas las cosas que había hecho a lo largo de su vida y supo que la mayor parte de ellas no habían sido realmente importantes, eran superfluas y otro tanto malas. Se reprochó en silencio y reafirmó su decisión de dejar todo.
Lo único bueno en su vida había sido James, con su colores él realmente lo había intentado. Lo amó sinceramente, pero a veces el amor no es suficiente. Ya no quería ser un perjuicio en su vida, porque creía que lo único que lograba estando con él era sacarlo de la ruta. James había logrado tanto sin él, no era justo que perdiera todo por su culpa, y ya no lo alejaría más de las cosas y personas que eran realmente importantes para él. Cerró los ojos y lloró en silencio.
"Soy una mierda que no le hace bien a nadie, nunca seré 'bueno' y nunca podré reparar todas las cosas malas que hice" Pensó.
Débilmente, estiró su mano hasta rozar el lapicero y, a penas, se irguió para tomar una hoja vacía de la carpeta de dibujos de Karl y allí comenzó a escribirle a James. Quería que supiera lo que había estado pensando y lo pensaba, sabía que no podría plasmar todo lo que sentía y todo lo que quería decirle en esas líneas a último momento; pero, debía hacer lo mejor posible, porque eso era todo lo que le quedaba ahora... James... "Oh, James, si tan sólo algún día pudieras comprenderlo, ojalá puedas entonces perdonarme... Porque...Ya no hay otra ruta para mí. Es la última señal del camino, es este mi llamado final..."
Y daría gustoso su vida por estar allí.
"Y allí estaré..."
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Ref:
(*) Basado en el yearbook de P.B.🖤
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