Quédate conmigo
Y Bucky llegó con la luz del día, con el aura brillante de una nuevo amanecer…
Blablah...
Estamos bromeando, punto. De nuevo, rebobina:
.............
Y Bucky llegó, a eso de las once de la mañana, todo molido por el viaje, sudado y sediento. Tanto que, antes de ir a ver a Zemo, le aceptó a Oeznik con mucho gusto y agradecimiento un vaso de jugo de mandarinas "horneadas", la fruta de temporada en Sokovia. Ah sí, y horneadas porque hacía mucho frío, era invierno. Estaban en el hemisferio sur, vaya… qué cambio tan radical de clima. La diferencia es que en Sokovia no nieva, ni hay un ambiente tan "papanoelesco". Sólo hace mucho frío, el sol sale arrasador por las mañanas, todo queda seco, y por las noches todo se congela. Eso no es muy romantico, definitivamente no.
Mientras Alpine recibía su respectiva atención, Oeznik condujo a Bucky por los pasillos del gran castillo hasta dar en la biblioteca donde, a esas horas y como siempre, Zemo se sentaba a leer los libros más antiguos de la exquisita colección de su familia.
— Siento que estoy en la casa del Conde Chócula —le confesó Bucky a Oeznik— y que en cualquier momento éste saldrá por alguna parte a clavarme los colmillos…
— ¿Alguna vez supo usted que, el Señor Zemo, tuvo de hecho una etapa…"gótica"?
— ¿Gótica? No estoy seguro, a Helmut nunca le interesó demasiado hablar de su pasado …
— Era adolescente…
— Ah, lo ves, con más razón, su adolescencia para él era nula.
— Pero existió —rió modestamente Oeznik—, solía vestirse con ese estilo tan extraño… Sotanas de monje, vestidos, encajes o telas de topacio negro…y aquel crucifijo…
"¿¿Un crucifijo??" Pensó Bucky completamente extrañado.
— Obviamente quería llamar la atención —dijo solamente Bucky al final.
— Sí, pero fue una etapa suya muy interesante, inolvidable me atrevería a decir.
Bucky sólo asintió. Zemo y sus particularidades, claro, el pequeño Baron había atravesado por muchas etapas antes de convertirse en el excéntrico fotógrafo roba y rompe corazones más controversial del mundo.
— Es aquí —le señaló entonces Oeznik cuando finalmente llegaron a la biblioteca del castillo.
— Bien, espero que todo salga bien —musitó Bucky.
— Sé que usted podrá hacerlo cambiar de perspectiva. Ustedes tienen algo… especial.
— Sí, lo sé —le sonrió Bucky. Y de pronto se sintió como un adolescente otra vez, a punto de conocer al chico encantador por el cual babeaba en las clases.
Oeznik se retiró sin atreverse a anunciarlo porque Bucky era una sopresa el día de hoy, una sorpresa que debía funcionar por sí misma.
Bucky tocó la puerta con tres golpes suaves y esperó una respuesta que al cabo de medio minuto no llegó. Bien, entonces debía adentrarse.
Empujó la puerta con suavidad y sus ojos se encontraron con la biblioteca más grande y embelesante que hubiera podido imaginar. No había nadie allí a primera vista pero siguió caminando, con cautela, como si temiera romper o estropear algo en ese lugar salido de un cuento de fantasía mediaval.
Y así, sin más, sus ojos terminaron encontrándose con los de Zemo, haciéndole saber que, de alguna forma, su presencia allí no le extrañaba; pues, lo esperaba.
Ambos se miraron en silencio; Bucky, parado, se metió las manos a los bolsillos y se encogió sutilmente de hombros; Zemo, sentado en un pequeño sillón, cerró lentamente el libro que tenía entre manos. ¿Quién iba a comenzar?
Entonces Bucky se aclaró la garganta y dijo:
— Así que… ¿Aquí es donde te escondes?
Zemo sólo sonrió bajando la mirada, hasta que finalmente le respondió:
— Buenos días, James.
Bucky exhaló y se apoyó contra uno de los estantes para cruzarse de brazos.
— Qué hay, Mut. Entonces dime ¿No estamos muy viejos para jugar a las escondidas?
— James… Tú y yo estamos en los tempranos cuarenta… ¿No te estarás sintiendo tan viejo a esta edad?
— Sí lo estoy. Me siento de 60 años o algo así, a veces me pregunto por qué demonios no estoy cobrando mi beneficio de Adulto Mayor.
— Qué dirías de mí entonces— rió sutilmente Zemo.
— Qué sucedió, Helmut, por qué el aislamiento repentino.
— ¿Yo?
— Sí, tú, el tipo que pretende volverse ermitaño. Y ni siquiera me dices nada.
Zemo lo observó en silencio un par de segundos y dudó qué palabras usar.
— James…
— ¿Sí?
— No debiste venir. Ese no era el plan.
— ¿Entonces cuál era el plan? —se burló Bucky con cierto reproche—. Es absurdo, ni siquiera sé de qué estás hablando.
— El plan era que sigas con tu vida, con tus asuntos; que con el tiempo te olvides de mí. Mi ausencia te ayudaría.
— ¿Crees que no le haces bien a nadie, es eso?
— ¿Y no es verdad?
— Oye, Helmut…
— Todas las personas que han pasado por mi vida… A todas les perjudiqué del alguna forma. Sólo hago daño a los demás; tú lo sabes, sabes que es verdad.
— No lo es —refutó Bucky acercándose a él—. He encontrado a un par de personas sobre las cuales influiste y no, no han terminado mal por tu culpa, ellas están bien, han retomado su vida, porque ha sido su decisión…
— En realidad es porque se alejaron de mí.
Bucky pensó entonces que su tonta teoría no funcionaría, tal como se lo dijo John, y ya veía por qué; sucedería todo lo contrario.
— Cuando las personas no están conmigo son mejores —añadió Helmut con voz baja—. Sólo cuando se alejan de mí su vida funciona, todo les sale bien, mientras no esté yo allí —analizó la mirada de Bucky—. ¿Te refieres a John? Lo has visto… Yo también, pero a distancia, supe que estaba muy bien, y para ello tuvo que dejar de verme y saber de mí por una década. Y Songbird… Desde que se alejó de mí ella ha salido adelante, es mejor…todos son mejores sin mí. Tú…
— No, Helmut, yo no…
— Tú, mírate…
— Yo sé de mi vida, Helmut, no hables sobre ello, sólo yo lo sé, y no soy… No soy tu víctima, no soy una de tus víctimas… ¡No existe tal cosa!
— ¿No?
— ¡No! No existen las "víctimas de Helmut Zemo", es un término… absurdo.
— Karl estaría vivo si no se hubiera quedado conmigo.
Bucky ladeó la cabeza con una expresión suplicante.
— Helmut… ¿En serio? No hagas eso.
— Es la verdad.
— No sirve de nada…
— Sirve para que tú te des cuenta y te alejes de mí…de una vez por todas. Estás a tiempo, James.
Bucky suspiró resignado y, parándose al lado de Helmut, se dejó caer al suelo con el dramatismo de un profesional.
— ¿Ja-james? —titubeó Zemo desconcertado ante esa acción tan imprevista de Bucky. Lo vió inconsciente en el suelo y no supo qué hacer— James, responde.
Entonces Bucky abrió los ojos repentinamente y se paró de golpe asustando a Zemo y arrebatándole su libro de paso.
— ¡James, qué te sucede!
— ¿Henry Miller, otra vez?
— Deja mi libro.
— Veamos —dijo Bucky lanzado el libro sobre el sillón tras suyo con total irresponsabilidad.
— ¡James!
Y Bucky se dejó caer de rodillas ante Zemo como si hubiera sido herido por una flecha mortal.
— Por qué…
— James…
— Por qué no vuelves a mí, Mut.
— Qué sucede contigo —le cuestionó Zemo, palabra por palabra, inclinandose a él y mirándolo a los ojos.
— Eso dímelo tú.
Bucky apoyó ambos codos en cada rodilla de Helmut y rozo sus labios contra el calor de las mejillas de éste último.
— Eres muy bueno —le dijo Zemo sonriendo.
— En… qué —indagó Bucky en un susurro.
— En todo, y siendo todo a la vez. Eres maravilloso.
Bucky llevó sus manos al rostro de Zemo, lo examinó con la mirada, lo encontró cansado pero sonriente: Cansado de su andar en la vida, feliz de tener el consuelo de tenerlo cerca. Deslizó sus dedos por ese cabello castaño y acercó sus labios a los suyos para darle el beso que le tenía guardado desde hace meses.
Zemo correspondió a ese cariño en silencio y sin ningún movimiento. Sólo sé dejó hacer. Cuando Bucky se separó de él, dejó un sabor dulce en su paladar, entonces no pudo evitar sonreír, más cuando Bucky le movió la cabeza de un lado a otro con diversión mientras le decía:
— Nunca me alejaré de ti.
— Deberías…
— Noloharé —sentenció Bucky y detuvo la cabeza de Zemo, le estiró la comisura de los ojos y le vió el alma—. Qué ha pasado contigo, Helmut…
— James… —la voz de Helmut se hizo débil.
— ¿Helmut?
— James, tengo cáncer.
Bucky se quedó petrificado, con la respiración detenida y sin saber con precisión cómo reaccionar; Zemo, mirándolo a los ojos, con su mirada abrillantada, pestañeo y finalmente dejó caer con absoluta rendición su cabeza contra el hombro de Bucky. Eso era todo.
Bucky, entonces, sólo pudo reaccionar sosteniendolo entre sus brazos y aferrándose con fuerza; y así, supo cómo se sentía ver tu pequeño mundo caer pieza por pieza… Todo en su lugar, todo en su maldito lugar. Cerró los ojos y abrazó con fuerza a Helmut, con el mismo afán de quien no quiere dejar ir algo de sí.
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Entonces esa era la razón del por qué Helmut se había alejado de todo y todos. Le detectaron en el vermis un tumor cerebral maligno llamado meduloblastoma, hace ya poco menos de un mes y no estaba haciendo grandes esfuerzos por contrarrestar su delicada situación porque simplemente se había querido dejar morir. Su depresión era tan fuerte que simplemente no quería nada más en la vida; tan sólo pasar lo que le quedaba al lado de Karl, pues su tumba estaba en el mausoleo familiar en las inmediaciones del Castillo. Ahí, podría finalmente descansar junto a su familia; de momento su plan era sufrir los agravios de su enfermedad como una penitencia y recordar a Karl todas las noches, cuando sentía que lo iba extrañando demasiado y buscaba entonces algún consuelo en sus memorias, en fotos y cosas que el pequeño niño le había dejado.
Sin embargo, la llegada de Bucky había cambiado todo.
James no estaba dispuesto a dejar que Helmut termine su vida de una forma tan dolorosa y trágica sin hacer nada al respecto. Apenas estuvo al tanto de los pormenores de su situación, tomó la riendas con mano firme. Un James implacable, inmutable y firmemente resuelto había tomado un lugar en él; estaba dispuesto a enfrentarlo todo.
— Te irás conmigo —le dijo a Zemo, cuando estuvieron reunidos con Oeznik, y no era precisamente una sugerencia.
Antes de que Helmut siquiera pudiera objetar, James ya estaba volviendo a sentenciar su destino:
— Nada de excusas. No es negociable. Vienes conmigo, y ahora —y se dirigió luego al mayordomo—. Oeznik, puedes…
— Sí, Señor —respondió Oeznik ante la mirada atónita de Zemo.
— Esto es increíble… —musitó Zemo.
— Nada de eso —lo interrumpió Bucky señalandolo firmemente con la mano—. Estoy muy molesto contigo; te guardaste todo, no has estado haciendo nada para mejorar tu situación y mira cómo están las cosas. ¡Un mes, Helmut! Ya va casi un mes y no has hecho nada. Se acabó, ahora tomaré cargo de esto y no estoy dispuesto a escuchar protestas ¿Entendiste?.
Tampoco esperó respuesta de Helmut y más antes de lo previsto ya estaba con él fuera de Sokovia.
Lo llevaron hasta Massachusetts; con un diagnóstico renovado, se estableció que debían intervenirlo quirúrgicamente lo más pronto posible antes de que el tumor avanzara. La cirugía a cráneo abierto no era para nada sencilla además de ser muy riesgosa, esto mantuvo a Bucky en un estado de angustia tan grande que no pudo pegar el ojo por días.
El día de la cirugía, estuvo acompañando a Zemo junto a Oeznik y entonces, sólo entonces, se dió cuenta que Helmut no tenía prácticamente a nadie más en el mundo que a ellos dos. Se dejó caer sobre la fría silla en el pasillo de espera del hospital mientras veía cómo conducían a Helmut al quirófano; para entonces, los síntomas de éste habían empeorado así como la angustia en el corazón de James.
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Habían pasado como siete horas y la angustia de James se habían sedado con la espera indiferente de las horas, una tras otra. Tenía la Polaroid de Karl que Helmut le había encomendado en su mano y la veía una vez más, cada vez con más detalle, y cada vez descubría algo nuevo: una emoción guardada, un sentimiento diferente, una idea tácita. Karl… qué hubiera sido de él sin su padre.
"Bucky, a veces las cosas pasan por algo"
— No es cierto —objetó en voz baja; sus ojos estaban húmedos y su mirada cansada.
Unas dos horas después, el doctor a cargo se presentó y Bucky se levantó rápidamente de la silla con Oeznik acompañándolo por detrás.
— ¿Cómo está? —preguntó Bucky inevitablemente, y al hacerlo sintió una pequeña punzada en su pecho.
El médico suspiró, se lo veía agotado y un pesar se vislumbraba tras sus ojos.
— Él está bien —dijo finalmente el médico—. La operación fue un éxito. Fue una gran hazaña y todo resultó excelente.
Bucky dejó salir el aire contenido y sonrió mirando al techo. Le agradeció a todo y a todos en su mente; sintió un alivio y una alegría tan grande que ya no le preocupaba nada más. Agradeció al médico cirujano y luego abrazó a Oeznik, sabiendo que todo esto era una señal, una señal grata, un comienzo nuevo.
Así era, un comienzo nuevo.
Una nueva oportunidad.
Y no dejaría a Helmut nunca más.
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