En camino|6
PDV de Bucky
Me hice parte del equipo de la ASPCA (Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales) hace ya un buen par de años. Desde entonces he participado en varias campañas y competencias atléticas para recaudar fondos. Como soy una persona en cierta manera reconocida —por todo en lo que me he metido a lo largo de todos estos años—, pues he logrado atraer mucha atención y gran cantidad de donaciones que han sido de mucha ayuda para la causa de esta organización. A día de hoy, me siento más que orgulloso, satisfecho, por ser parte de esto.
Ayudar al bienestar de los animales es algo muy importante para mí. He vivido enamorado de ellos. Desde que crecí en una granja en Shelbyville, hasta que llegué a las grandes ciudades acompañado por mi amada Alpine. Y es que, cada vez que miraba sus ojos azules, veía una criatura compleja, rica, hermosa y cariñosa que solo quería devolverle amor al mundo. Ella era especial para mí. Fue parte de mi vida y de las personas que más quería. Creció a mi lado, crecimos juntos.
Alpine construyó su propia leyenda. Nadie podía creer que hubiese vivido tanto, pero al final fue tal vez el gato más longevo de la historia, no lo sé. Sólo sé que Helmut tenía razón; aunque es fácil decir que nada es para siempre, de alguna forma sí lo es. Porque un día Alpine cerró sus pequeños ojos azules y no los volvió a abrir; dejó su cuerpo en paz; y, sin embargo, hoy estamos aquí, con Morgan, llevando sus cenizas hasta ese lugar especial… El lugar de Helmut, donde nada se extingue para siempre.
— Siento que hemos viajado semanas…
— ¿Qué dices, pequeña?
— Papá… Creo que ya no sé quién soy.
— Oh, vamos, no exageres. Ten, colócate protector solar.
— Pero está nublado…
— Así es peor.
Morgan está entrando en crisis, la entiendo; para su edad y su experiencia, esto es demasiado. Pero se sobrepondrá. Necesito que sea resiliente; debe superar los estigmas de su generación.
De todas formas ya no faltaba mucho, de hecho… Ya puedo divisar la circunvalación.
— Morgan, mira ¿Ves allá?
— Ajá…
— Es la circunvalación de la ciudad. De allá para adelante sólo son menos de dos horas de viaje…
— ¿Ciudad? No parece una ciudad… Parece un pueblo…
— Es una ciudad a su manera ¿De acuerdo?
— ¿Y a dónde llegaremos primero? —pregunta con desgano.
— A lo nuestro; para que puedas descansar un poco, ducharte, comer algo y ser un poco feliz ¿Te parece?
— Oh, qué alivio —dice con un tono fingido de dramatismo.
— Luego iremos a ver a Helmut…
— ¿A su castillo de Conde Drácula?
— Hey —le llamo la atención con seriedad.
— Lo siento, pero por tus fotos, me da miedo. Es un poco… Creepy.
— En realidad es un lugar muy tranquilo … imponente, pero tranquilo y además, aunque no lo creas, es bastante acogedor.
— ¿Vivirías allí?
Qué buena pregunta.
— Pues…no, porque…
— ¡Lo ves! No vivirías allí, así que no creo que sea muy "acogedor" que digamos…
— No es eso… Para mí es especial pero… No lo sé, siento que no es "lo mío", es decir… —le digo, tratando de encontrar una buena justificación— Es mucho para mí. Demasiado. Por eso preferí hacerme de la finca de un poco más al lado; es modesta, las hortalizas crecen bien allí y…tiene una buena vista; incluso puedo ver el Castillo desde allí. Es completamente perfecto para mí.
¿La convencí? No lo sé, ahora tiene los ojos cerrados otra vez.
*************
Mientras Morgan, visiblemente más relajada, está comiendo su merienda en el patio de nuestra modesta finca, yo estoy revisando todos mis asuntos en mi teléfono móvil. Un paso rápido por el blog, todo bien; las redes sociales, no, no quiero ver eso, debe haber un caos allí; el correo electrónico es lo primordial, tengo un correo de Melissa, es por lo de la revista… Cielos, creo que a mi vuelta me espera algo muy grande y bueno.
— ¡Papá, por aquí vuelan unos pájaros muy raros! ¡Me encantan!
— ¡Tómales unas fotos, cariño! —le digo a Morgan desde la cocina. Ella mira desde el patio y sonríe. Es muy linda.
Ahora … Oh sí, tengo que revisar la confirmación de mi anuncio en el Daily Express de Londres. Así como lo hice el año pasado, he dejado una pequeña nota para que sea publicada pasado mañana, en el día que sería el cumpleaños de Helmut:
Este domingo 23 de noviembre, Helmut J. Zemo habría cumplido 47 años.
Vivirás siempre en todos los que te amaron y en los que aún lo hacen. Gracias.
Publicaré lo mismo en Twitter ese día.
Levanto la vista en mi suspiro, veo a Morgan correr persiguiendo a las mariposas y dejo de lado mi teléfono. Hay algo tranquilo hoy. Hay algo diferente en el ambiente en este preciso momento. Es como… Es como si… Si él estuviera conmigo, ahora. Tal vez… Si cierro los ojos, tal vez pueda visualizarlo… Está él, viene por detrás mío y me abraza, quiere darme un beso…si ladeo mi cabeza… Sí… Hunde su cabeza en mi hombro como siempre y tantas veces… Puedo recordar… Puedo recordar aún su rostro y su voz suave… Su aroma… Y la calidez de su abrazo… Está aquí, y nunca se irá… Nunca más.
Tal vez todavía no pueda evitar dejar correr una lágrima cada vez que lo traigo de vuelta conmigo.
*************
Tengo el libro de Poemas Manzanas de James Joyce en una mano. Mientras caminamos por el sendero rumbo al Castillo, le platico a Morgan cómo comencé a leer las obras de este autor. Por supuesto, todo comenzó con ese libro, Música de Cámara, que Helmut me envió en mi cumpleaños hace muchos años; en ese entonces, con Sam, no entendíamos porque me había regalado un libro de poemas que evocaban la visita a la tumba de un antiguo amante… Vaya, sin quererlo, terminó siendo una premonición.
— ¿Leerás un poema? —me pregunta entonces Morgan.
— Sí, eso creo, escogí uno… ¿Quieres verlo? Mira, es este.
Le muestro el poema del libro y ella lo lee rápidamente para finalmente decirme que es demasiado trágico para su gusto.
Sonrío y le acaricio la cabeza. Ya estamos llegando.
Le avisé a Oeznik que vendríamos, así que nos ha estado esperando con esa disposición tan particular suya. Al igual que Alpine, Oeznik es posiblemente el ser vivo más longevo de su especie. Lo más impresionante es el buen estado en el que aún se mantiene, es algo demasiado irreal. No quiero decirle a Morgan la edad que él tiene para que no me salga con el tema de los vampiros y su inminente relación con el Castillo embrujado.
*************
Le estaba comentando a Oeznik sobre la buena racha que tuvimos con la producción de hortalizas esta temporada. Eso, justo cuando comenzó a lloviznar. Era el tiempo de cosechar tomates, eso era genial para mí porque significaba que podría hacer muchas salsas los próximos días.
— ¿Irán aún con la llovizna?
Miro a Oeznik cuando me pregunta eso antes terminar de alistar mi mochila y de acomodarle el impermeable a Morgan.
— Sí, sabes que sí —sonrio—; además, esto no pasará rápido —finalizo, señalando hacia la ventana.
— Entonces, llévense un paraguas —dice él y se apresura en alcanzarme uno. Sus manos tiemblan, siempre lo hacen, le dije que debería tratarlo con su médico; aunque, al final, él siempre dice que ya no le importa.
Oeznik ha vivido prácticamente toda su vida aquí. No podría imaginarme en su lugar, pero esa ha sido su vida; y, a estas alturas, un cambio ya le es irrelevante. Al menos puedo venir a verlo y compartir algo de tiempo con él cada vez que vengo por estos lugares. Nunca me lo ha dicho, pero sé que siempre me espera. De alguna forma, siento que está bajo mi encargo, y simplemente no podría dejar de venir a Sokovia lo más seguido posible y estar pendiente de él.
— No nos tardaremos mucho —le digo antes de salir.
Con la llovizna, el aroma húmedo de la vegetación se percibe como una dedicatoria dulce y acogedora. Sostengo suavemente la mano de Morgan y caminamos en calma en medio de ese paisaje nostálgico.
— Recita el poema —me dice ella de pronto, con tranquilidad, mientras sostiene cariñosamente la pequeña urna donde se encuentran las cenizas de Alpine.
— Está bien —le respondo casi en un susurro feliz.
Y entonces, dejo que la lluvia tenue de Sokovia arrastre mis palabras tomadas del libro de poemas de James Joyce, hasta un poco más allá de todo, hasta mí mismo, hasta nosotros:
La lluvia sobre Rahoon cae blandamente, blandamente cae,
Allí donde mi sombrío amante reposa.
Triste es su voz cuando me llama, tristemente me llama,
Cuando gris se alza la luna.
Amor, escucha
Cuán suave, cuán triste es su voz por siempre resonando,
Por siempre sin respuesta, y la sombría lluvia que desciende
Entonces como ahora.
También sombríos nuestros corazones, oh amor, reposarán y fríos,
Como su triste corazón reposa,
Bajo las ortigas grises como la luna, la tierra negra
y la lluvia murmurante.
(*)
.
.
La primera vez que visité la tumba de Helmut me sentía demasiado triste como para reparar en el lugar donde se hallaba. Ya las próximas veces pude apreciarlo mejor. Lo enterraron en el cementerio privado de su familia, un lugar ubicado en el jardín que se hallaba detrás del Castillo. Parecía un lugar salido de un cuento de fantasía, incluso con el peso del ambiente mortuorio.
Cuando llegamos, le muestro a Morgan la lápida de Helmut que se halla justo al lado de la de Karl. Las observa de un lado para otro; la verdad, son sólo simples lápidas sobre el fino y húmedo césped; nada especial aparentemente, pero para mí son especiales.
— Muy bien, ahora, cavaremos un poco para poder acomodar a Alpine.
— Elegí este lugar —me señala Morgan—. Aquí estará bien. Está junto a Helmut y lo suficiente cerca para que pueda conocer a Karl.
— Sí, tienes razón. Será como tú digas —le doy la razón, quiero hacerlo.
Entonces enterramos a Alpine, y hacemos una pequeña ceremonia en su honor. Jamás la olvidaremos y jamás dejará nuestros corazones.
— Ahora —le digo a Morgan, sacando de mi mochila mi vieja lata de mentas Altoids— tengo que dejarle esto a Helmut.
— ¿Lo enterrarás también? ¿Qué tiene dentro?
— Unas notas, cartas que nunca le pude dar…
— Aaah… vaya —dice ella analizandome—. En serio eres muy romántico...
— Sí, claro…
Y nos reímos un momento. Luego la dejo explorar el lugar mientras yo me dedico a hacer un pequeño hoyo al lado de la cabecera de la lápida de Helmut para poder dejarle ahí mis memorias.
Antes de enterrar la lata, la abro nuevamente para poder repasar todas las cosas que le escribí a Helmut. Me siento con las piernas cruzadas frente a su tumba y sostengo la última carta que le escribí, la hice unos días después de su entierro. Entonces, levantó tímidamente la vista hasta su nombre escrito en la lápida y trato de aclararme la garganta… No estoy nervioso, no podría, o… Es como la primera vez…
— Hm, ah… Hel… Helmut.
Y su nombre suena como una promesa en mis labios.
— Hola… yo… —aún trato de continuar—. Bueno, yo… Tengo algo para tí. No te lo leí antes, porque no tuve el valor, pero es mejor tarde que nunca y… —tomo aire—, yo… Te quiero… Te… Te quiero… demasiado… Te amo tanto ¿Sabes? —y ahora mi tono es algo confidencial.
Dirijo mi mirada a la carta y entonces respiro hondo antes de leersela:
Mi Mut, mi amado Barón.
El día de tu funeral, te ví antes que todos, en una sala de la funeraria. Éramos sólo los dos. Creía que no podría hacerlo, que no tendría el valor suficiente; pero, también sabía que era mi última oportunidad para verte, la última vez. Porque luego te vería en mis sueños y en mis memorias imprecisas. Nuestro último momento juntos, mi última despedida… Esta es la despedida más larga de mi vida, mi Barón.
Te ví, y parecía que dormías. Te ví, y no fue un momento agobiante como lo había pensado, porque estabas durmiendo, sí, y te veías hermoso. Estabas usando un traje oscuro hecho a tu medida y tus manos reposaban sobre tu pecho, tan tranquilo, tan adorable; y esas eran flores bajo tus manos, rosas tal vez, no me fijé en ellas, te veía a tí mi amado Mut. Así es como te he llamado, "Mut", y significa "coraje" en alemán.
Veía tu rostro y pensaba que en verdad eras hermoso y que tal vez nunca habías estado tan hermoso como ese día. También pensaba que esa fue la primera vez en mi vida —y la tuya— que te veía tranquilo y risueño. Estabas tan callado, eras tan fino… que hermoso eras Mut. Parecía que finalmente todas las penas y todas las ansiedades del infortunio se hubieran marchado de ti. Finalmente estabas en paz, finalmente eras dichoso por siempre.
Te veía dormir. Me decían que habías fallecido y que no volverías a abrir tus ojos bonitos para mí, ni a susurrarme palabras dulces con tu voz suave. No les presté atención; porque dormías y brillabas, brillabas ahí en tu pulcro ataúd y brillabas por siempre en mi corazón.
Pienso en ti, en mí, en nosotros y en todo lo que hicimos parte de nuestras vidas. Desde aquella primera sonrisa tuya que cambió mi vida, hasta tu voz diciéndome que me amabas y que me esperarías siempre en tu lugar. Tu lugar es especial y hermoso, allí nunca nada se extingue eternamente.
Pienso en tantas cosas ahora, todo se me viene a la mente. ¿Recuerdas cuando fuí a tu estudio por primera vez y me viste con esas gafas ñoñas? Dios… Estaba tan nervioso. No creía en mí mismo porque no me conocía lo suficiente y por tanto no sabía todo lo que era capaz de lograr. "Tienes que estar siempre erguido" me dijiste "Tener actitud y carisma te darán un lugar en este mundo". Tengo la frente en alto siempre, Mut, hoy ya nada puede conmigo. ¿Es que, sabes? Crecí contigo.
Y esa fiesta descontrolada ¿Lo recuerdas? Sí. Nuestros primeros besos. Nos habíamos enamorado, yo era tu James y tú eras mi Helmut, y ya nada podía pararnos. "Éramos jóvenes y hermosos" como solías decir, lo éramos y vivimos cada día en un vaivén descontrolado de emociones; desde los garabatos que hicimos en el suelo de nuestro primer departamento, hasta las guitarras rotas por el despecho en el sótano de nuestra mansión de cuento de hadas. "Donde sea que estemos juntos será nuestro hogar" Cerati siempre tuvo la razón.
Puedo ver mi vida en cada una de tus fotografías. Cuando te extraño demasiado pongo tu música favorita para sentir que estás conmigo. Y camino por los lugares por donde anduviste, tratando de ver las cosas como si tus ojos ahora fueran los míos… Separados por épocas en el tiempo. A veces quiero volver, quiero volver a vivir uno de esos momentos a tu lado, cualquiera de ellos, es irrelevante; sólo quiero estar allí, daría gustoso mi vida por estar allí.
"Tú y yo nacimos para vivir y morir juntos en cualquier realidad espacio o tiempo" ¿Dónde te encuentro ahora? Antes, cuando miles de kilómetros nos separaban, sabía dónde estabas, podía jurar por tu respiración; hoy, dónde te encuentro. Me has dicho que somos eternos en las personas que nos quisieron. Lo entiendo; pero, por Dios, a veces te extraño tanto que ya no sé qué hacer.
Ahora puedo verte dormir otra vez, en mi mente. Estoy solo ahora. Tú ya no estás y yo tampoco. Y las opiniones de la gente son vanas. Te extraño tanto. Vuelve conmigo, vuelve. No me dejes. No te vayas. No lo hagas. Quédate conmigo. Quédate…Quédate.
Cuentan nuestra historia juntos como uno de esos relatos trágicos de los tabloides; y cuentan años y periodos. ¿6 años? ¿2 años? ¿Un affair? Vaya. No saben nada. Porque tú y yo hemos vivimos juntos por décadas. Yo digo que te amaba y que tú me amabas. Y sé que Steve tenía razón cuando decía que cada persona es única y que por tanto el amor que puedas sentir por esa persona es único también. Nuestro amor fue justamente nuestro, tú y yo nunca fuimos como nadie y por tanto nuestro amor fue como ninguno. Así que hemos vivido uno en el otro a nuestra manera por años, muy lejos o muy cerca, con besos o sin ellos, con lágrimas y sonrisas, con todo, uno en el otro. Y seguirá siendo así, te lo aseguro.
Dicen que la tristeza por la perdida de Karl y la angustia de tu enfermedad terminal fue lo que te orilló a optar por la eutanasia. Pero sé que eso no es completamente cierto. Había algo más. Es cierto lo que me dijiste en tu última carta "Ya no hay otra ruta para mí. Es la última señal del camino, es mi llamado final". Tú querías vivir, hubieras querido vivir mucho aún; y, sin embargo, el peso de todo fue demasiado para tí. Tu corazón estaba roto y, sabías, que esa era tu última señal en el camino.
Y sabías además que, lo que el destino te daba dichoso con una mano, con la otra cruelmente te lo arrebataba.
No fue justo, Mut, no lo fue.
Cada vez que parecías encontrar la luz, al día siguiente una sombra devastadora caía sobre ti.
Ha sido injusto, Mut, realmente lo ha sido.
Hoy te miro dormir y sé que finalmente has encontrado aquello que necesitabas y no sabías que buscabas en este mundo enajenado.
Oeznik habló conmigo aquel día. Recordamos mucho. Me mostró tus cosas allá en tu castillo cuando te trajeron para enterrarte. Me encantó conocerte. Me encantó saber cada vez algo nuevo de ti, como si nunca fuera suficiente. Amé eso, te amo a ti.
Me ocupé de todos los trámites y ayudé a Oeznik con tu funeral y el entierro. Tú pediste estar al lado de Karl, en la tierra de tus padres, y así lo hicimos. A pesar de que viviste por todo el mundo, Sokovia estuvo siempre en tu corazón.
El funeral fue en Bélgica, sin embargo, y fue… Oh, Mut, lo siento, pero convirtieron tu funeral en una pista de baile de vanidades; no quería que fuera así, no lo planee, en mi mente estaba que sólo seríamos yo, Oeznik, Melissa, Sam y algunos de nuestros amigos; pero, al final, se escapó de mis manos, perdóname. Aparecieron personas que jamás había visto —o que no veía hace siglos, lo cual da igual— en mi vida o en la tuya. Gente de la prensa, de la industria de la moda, celebridades, y otro tanto de personas que en realidad no debieron haber estado allí. No. Hasta Ikaris Eternem apareció trayendo —por fin— personalmente sus costosas flores exóticas. Yo no los conocía, y no quería estar allí. Ese no era nuestro lugar, Mut, esas no eran nuestras personas. Así que no asistí a la ceremonia, ni a tu entierro. Perdóname. Sabes que no podría protegerte de esa multitud, yo… Ellos, tan ansiosos de mostrar que tuvieron algo tuyo en sus vidas. Para todos eres "Zemo, el genio de la fotografía"; para mí, tú eres mi Mut. Qué saben en realidad.
Aún así, iré a verte al finalizar esta semana, cuando todo ese show haya acabado. Entonces seremos sólo nosotros, tú y yo. Quisiera leerte esta carta ese día. Además, quiero ir siempre. Tenías razón con lo de las hortalizas, es un gran proyecto, quería que lo hiciéramos juntos pero, oh, no importa, ahora es mi excusa para ir allá, a tu lugar. Quiero verte siempre.
Tu lugar estará muy bien cuidado, no te preocupes. Así como la Polaroid de Karl, siempre resguardada, te lo he cuidado como me pediste, está intacto y brillante…como si ese día en que lo capturaste fuera eterno.
Lo es. Lo eres. Lo somos.
Aún así, sé que hay personas que te quisieron de verdad. Melissa me dijo, cuando se enteró de la condición terminal de tu enfermedad, que sería una gran pérdida para el mundo de fotografía. Hoy estoy seguro de que son tantos los que te echan de menos sinceramente que no puedes imaginar el impacto que has dejado.
Te miro dormir. Hace unos días todavía estabas vivo. Era de noche. Según tú, ese miércoles fue especial. Le dijiste a Oeznik: "Iré a pasar un tiempo con Karl". Decías eso cuando te sentías triste, entonces sólo querías estar a solas con la memoria de tu hijo antes de irte a dormir. Así que te sentaste, tomaste la carpeta de dibujos de Karl y comenzaste a verlos uno por uno. Estabas mirando y recordando las memorias de tu pequeñito, cuando tu corazón comenzó a dolerte tanto, de repente … Tan hermoso. Hermoso, rico, famoso ¿qué más deberías tener? Paz, un poco de felicidad.
Mi Barón, te miro una y otra vez. Quiero grabarte en mi memoria por siempre, y decirte una y otra vez que nunca has estado tan hermoso y tranquilo. Descansa Mut. Hey, estoy aquí, pierde cuidado. Aprendí un poco de sokoviano contigo… Ľúbim ťa… Te quiero. Te amo mi Barón.
James Barnes
****************
Cubro a Morgan con una manta mientras la siento en mi regazo. Tomamos chocolate caliente junto a Oeznik en la sala del Castillo. La tarde ha caído y no, aún no ha dejado de lloviznar. En parte, ese sonido suave de la lluvia es como un arrullo para nosotros, es como un consuelo, un nota de esperanza.
— No quiero olvidarme nunca de Alpine —me dice Morgan de pronto.
— No lo harás —le digo—. Es imposible. Nunca olvidamos a los que amamos. Están con nosotros por siempre.
— ¿Cómo lo están? Si... Ya no están. Es decir... Alpine no está aquí, no la veremos de nuevo nunca más —dice ella con algo de tristeza.
— Bueno, dicen que "Todas las personas que hemos amado están destinadas a dejarnos algunos recuerdos" ...
— Sí...
— Y... En sí, es así, mira. Cuando conoces a alguien que termina siendo importante en tu vida, inevitablemente va dejando algo suyo en tí mismo. Por ejemplo, antes no solía comer Sushi, pero con tu madre comencé a comerlo, ahora me encanta y siempre pienso en el día que lo comimos juntos por primera vez. Antes no sabía de Cosplays y ahora, contigo, iremos a uno en un par de semanas...
— ¡Ya hice mi traje! Sólo me falta el baculo...y los cuernos.
— Sí, iremos con tu madre, y tomaremos helado después...
— Oh siee...
— Oh sí —le digo y la abrazo un poco más fuerte—. Cariño, somos una construcción de experiencias. Hay algo de cada persona que quisimos, y queremos, en nosotros. Una parte de ellos vive ahí y mientras sea así, jamás se irán.
— Aunque no podamos verlos...
— Entonces cierra tus ojos y trata de visualizar. Dales una forma, la que más recuerdes en el momento que más aprecies y sostenlo ahí... ¿Lo ves?
Morgan ha cerrado sus ojos y ahora sonríe:
— La veo...
— Yo también —digo cerrando mis ojos, sabiendo que Oeznik de seguro también lo hace—. Está...
— Tranquila...
— Contenta...
— Ronronea...
— Sí...
— Los veo, papá, a Karl... Ya lo recuerdo bien. Está con Alpine...
— Sí...
— La acaricia y ella le mira con cariño...
— Y él...
— Está sonriendo, está tan feliz...
Sí, lo está. Todos lo están. Mi corazón se estruja un poco. Oh... Allí estás... Entras con ese suéter gris, te dejaste las gafas y te cortaste el cabello. Esa sonrisa... Mut... Ven con nosotros, ven conmigo. Tienes la misma expresión de aquella vez. Estás tan hermoso y tranquilo. Soy tan feliz... Somos tan felices, finalmente, lo somos.
Y la llovizna sigue arrullándonos con su ternura pacífica. Nos envuelve en su murmullo acogedor. Nuestras memorias se van dibujando en esta tarde, allí, donde nada se extingue para siempre, donde vive nuestro amor.
Las líneas de un último libro de Alfred de Musset se quedan en mí entonces:
He sufrido mucho, algunas veces he cometido errores, pero he amado.
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Ref:
(*) "Ella llora sobre Rahoon" de James Joyce.
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