En camino|5

PDV de Bucky

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— No te muevas.

— No me estoy moviendo.

Ahora tenía que concentrarme, el buen ver de la trenza de Morgan dependía de mis manos. Usualmente me costaba un poco peinarla, pero sabía que sólo tenía que poner firmes mis manos y todos mis sentidos en foco para lograr algo… satisfactorio.

Soy "El Hombre Cursos", se supone que no puedo vivir sin aprender algo nuevo, y no entiendo por qué nunca, pero nunca, se me ocurrió tomar un curso de peinados o peluquería…¡Es increíble!
Lo que sé sobre peinar lo aprendí y practiqué con Morgan durante varios años. Tuvimos mucho tiempo juntos, a pesar de todo, así que por ese lado me siento un hombre muy afortunado. 

Así, el ser padre es algo que no se sigue de un manual o de algún curso; tan solo…es instinto, es… Es difícil explicar. Morgan llegó a mi vida de forma planificada y aún así me tomó por sopresa porque no importaba cuánta información hubiera leído al final del día, cuando lloraba en su habitación, yo sabía que no todo estaba escrito, que la práctica era diferente, que las palabras que le dijera para consolarla saldrían de mi corazón. La amé desde que la sostuve en mis brazos por primera vez.

Entonces, un día fue el que Helmut y yo comenzamos a ser padres. Está bien, no fue tal cómo lo había imaginado alguna vez yo, hace muchos años atrás, cuando caminaba por los parques, deprimido tal vez, viendo a los niños felices corriendo alrededor de sus padres y deseando estar en aquel lugar, soñando con un hijo mío y de Helmut, sabiendo perfectamente que era tan difícil en esos días que simplemente podía catalogarlo como imposible.

Pero entonces fuimos padres, a nuestra manera; lejos uno del otro, así fue cómo construimos nuestras propias familias.

— Mamá no llamó hoy… —suspiró de pronto Morgan.

— Aún es temprano donde ella está, tranquila, ya llamará; es imposible que se olvide de su pequeña Elfa.

Morgan sonreía, Yelena solía llamarla su Elfa con cariño y a ella le gustaba. Parpadee un poco, aún debía terminar la trenza de Morgan, y entonces muchos pensamientos se me vinieron a la cabeza. 

Me acuerdo de Karl, sí, me acuerdo de la primera vez que lo conocí. De alguna manera llegué a la casa de Helmut después de enterarme de lo que había ocurrido con Heike. Yo estaba muy preocupado por ellos, así que fuí a verlos. Helmut tenía una expresión extraña en su rostro, como una gran pena pero a la vez un profundo agradecimiento porque había ido a verlo; Karl salió a mi encuentro un momento después, lo ví y mi corazón se inundó de cariño, me agaché para poder estar a su altura y verlo mejor, él no decía nada sólo me miraba debajo las pestañas; entonces, lo saludé tratando de sonar suave y él sonrió un poco, eso me enterneció de inmediato, simplemente tocó mi corazón… Yo también sería padre, yo también tendría una pequeña persona a la que cuidar. Rodeé con un brazo a Karl y lo atraje a mi hombro para abrazarlo con delicadeza pero con sincero cariño. Esto, en ese entonces, me conmovió tanto que casi estuve a punto de soltar un par de lágrimas. ¿Cómo habían podido lastimar a ese dulce niño? Él nunca tuvo la culpa de nada, y hoy… hoy en día, después de todo lo que ha ocurrido, el recuerdo que tengo de Karl se anida en mi corazón con nostalgia, tristeza y tanto cariño.

Aquella vez, Helmut me comentó sobre los síntomas post-traumáticos que Karl sufría, de los cuales el más preocupante era la Disfemia que había adquirido después del hecho traumático que había vivido. Helmut me dijo que al comienzo Karl no decía ni una palabra, había quedado mudo desde aquella noche terrible; pero, con el tratamiento que estaba siguiendo había logrado tan solo pronunciar algunas palabras con cierta dificultad y tartamudez. Tuvieron que pasar un buen par de años para que Karl pudiera recuperarse y lograr superar su Disfemia. Helmut estuvo demasiado desanimado durante todos esos años, se deprimía con facilidad y sentía que no era un buen padre para Karl… sentía que había fracasado, que nada bueno podía caber en sus manos; por eso fue que mandó a Karl a un internado cuando éste logró hablar con normalidad, según Helmut para que pudiera educarse debidamente, de forma segura y sin su negligente paternalidad. 

Sin embargo, Helmut iba a visitar a Karl cada fin de mes; y éste venía a pasar las vacaciones con él. Eran felices entonces, lograron ser felices después de un buen tiempo. Ambos se amaban demasiado y convivían con tranquilidad y alegría.

— ¿Te acuerdas de Karl? —le pregunté entonces a Morgan, sin haberlo pensado.

— ¿Karl? —divagó ella mientras verificaba que su trenza estuviera "aceptable"— Karl… Karl, ¿No era el hijo de Helmut?

— ¿En serio no le recuerdas?

— ¡Claro que sí! —protestó ella echando su trenza a la espalda— Es sólo que…no soy buena para los nombres ¿bueno?. Además… —se removió en su asiento— lo ví hace mucho tiempo, era más pequeña, no me acuerdo mucho de él porque era muy niña ¿bueno? —ya estaba entrando en crisis—, tenía cuatro o tres o no sé cuántos años, yo no me acuerdo de muchas cosas a esa edad…

— Está bien, cálmate.

— ¡Pero jugamos!

— ¿Hm?

— Jugamos ¿No te acuerdas? Cuando me llevaste…cuando fuiste a ver a Helmut una vez, y me llevaste contigo. Karl estaba ahí y me llevaste donde él para que juguemos y entonces yo tenía una muñeca muy fea y se la mostré a Karl y él dijo que no sabía cómo jugar con eso y yo…no, ¡Tú!, Tú me regañaste…

— No te regañé —oh por Dios, sí se acordaba de todo.

— …Me dijiste "Ve a traer tus bloques de LEGO, o tus dinosaurios, no la muñeca, ¡Esa muñeca no!"

— Pero no fue un regaño…

— Se sintió como uno, ¿Bueno? —Morgan tomó aire—. Está bien, esa muñeca era horrible y daba mucho miedo pero…

— Pero sí te acuerdas de Karl.

— No mucho.

— ¿No mucho?

— Papá… ¡tenía cuatro años!. Sólo me acuerdo que yo lo veía como un niño muy grande, pero yo veía grandes a todas las personas a esa edad.

— Tendría nueve, siempre te llevó por cinco años.

— Bueno, en ese momento pensé que tenía doce o algo así pero…no me… Bueno, él era lindo y divertido y muy amable, me caía bien… Ah, sí, le hice llorar, eso sí me acuerdo, le hice llorar porque le lastimé sin querer cerca al ojo con la punta de la cola de un dinosaurio, creo. Me sentí muy mal por eso, porque te pusiste muy preocupado y fuiste a llamar a Helmut y él vino tranquilo y se llevó a Karl con él para que le vieran el ojo y luego ya no lo volví a ver… Sí, no lo volví a ver nunca más después de eso. 

— Sí, me acuerdo de eso… —susurré.

Me acuerdo de Karl, sí, niño de grandes y tiernos ojos azules; con el cabello rubio brillante; y todos esos lunares. Recuerdo que cuando lo volví a ver, después de un tiempo, él ya tenía casi diez años y ya parecía todo un jovencito. Tenía una madurez impropia de un niño de su edad, era muy tranquilo y simpático; era fácil e increíble tomarlo en serio porque él se tomaba en serio a sí mismo, así que encajaba sin líos entre los juegos de los niños y las reuniones de los adultos; además, no olvido que cuando sonreía, su ojo vago solía entrecerrarse dando la impresión de que te hacía un guiño tímido pero confidencial, y aquello, sumado a su brillante sonrisa de lado, eran lo más hermoso que podías ver; sin duda Karl sería un rompecorazones, al igual que su padre.

— ¿También lo veremos? —me preguntó ella de pronto.

— Sí, claro que sí. Karl está ahí, con Helmut. Están uno al lado del otro…¿Qué piensas o sientes al respecto?

— Hmm, no lo sé —respondió ella mirando por la ventana del auto—, bueno…siento, siento una mezcla entre felicidad y tristeza, supongo.

— ¿Sentimientos encontrados, eh?

— No lo conocía bien, pero… Sé que… Él era espacial. Así que sí, me gustaría verlo, aunque sea de esta forma, me gustaría.

— A mí también…a mí también.

Seguimos hablando ya de otras cosas, de Alpine y si ella se estaría bien con Helmut y Karl, o si el clima mejoría más adelante en el camino. Ya pronto llegaríamos, ya pronto estaríamos todos reunidos, por fin.

De pronto, recordé algo más de Karl; su sueño siempre había sido ser Chef. Claro, él amaba cocinar… sobretodo amaba cocinar con su padre, con Helmut… Mi querido Helmut.



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