Año 6
2005
— Quiero verlas todas.
"Todas", una exigencia lo suficientemente imprecisa para provenir de Tony Stark.
— No tengo todo el día para eso —respondió Zemo con tranquilidad mientras se llevaba una taza de café a los labios.
Tony le dedicó una fingida expresión decepcionante mientras rebuscaba entre las fotografías que Zemo había tomado. Estaba en su estudio fotográfico y, después de una "intensa" charla de "negocios", ahora estaba ahí, en la etapa del "capricho".
— Eres un desconsiderado —le reclamó Tony—, prácticamente yo soy el que te da trabajo, la principal fuente de tu subsistencia…
Zemo casi se atragantó con el café cuando quiso reír al escuchar esas palabras.
— Es broma, ¿verdad? —sonrió Zemo dejando de lado, con delicadeza, su taza de café.
— Quiero ver las mejores fotografías que tengas, ahora mismo; y no, no es broma.
Zemo suspiró con elegancia, tomó un cigarrillo, se bajó ágilmente del borde de la mesa donde estaba sentado y, después de una búsqueda rápida, le alcanzó a Tony un par de fotografías.
Tony las tomó sin mucha ceremonia y sólo le bastó una ojeada para confirmar su suposición.
— Tenía que ser…
— Sí, ya que lo es, ahora devuélvemelas y que tengas un gran día —le despidió Zemo con tranquilidad.
— Increíble, ahora estás echándome…
— Tony, la puerta está detrás tuyo —le dijo Zemo con indiferencia sosegada mientras ordenaba las fotografías sobre su mesa de trabajo.
Y fue por esa puerta, en medio de los mascullidos de Tony, que entró Bucky, saludando, tan casual y cortés como siempre.
— Y aquí está el objeto del sujeto, la pieza clave de la obra, el alma de lo inerte…
— ¿Qué? —le cuestionó Bucky sin haber entendido a qué se refería.
— Estábamos viendo tus mejores fotografías, Bucky —sonrió Stark.
— Ah —dijo Bucky ya sin darle mucha importancia mientras colgaba su abrigo en el perchero.
— ¿Irás al supermercado por la tarde, James? —le preguntó Zemo sin levantar la vista de sus fotografías.
— Sí, tengo planeado ir a comprar un par de cosas para la semana, ya sabes…se nos acabó la miel, las servilletas desechables, la caja de leche que derramó Alpine y que por cierto era la última…
— Qué romántico, vida hogareña… —musitó Tony.
— La puerta está detrás tuyo, Tony.
—volvió a decirle Zemo.
— Diablos, realmente eres descortés…
— ¿Quieres que te traiga algo o lo que sea? —Interrumpió Bucky, esperando una respuesta de Zemo.
Entonces Zemo levantó su vista y fijó sus ojos en él. En un par de días sería navidad , otra vez; pero, por primera vez, no la pasarían juntos; y esto era porque Bucky se había vuelto tan popular en su nueva faceta de actor que ahora debía viajar a Nueva York a filmar las escenas de una sosa serie de televisión.
Así que Zemo no sabía qué hacer exactamente; pero podía apostar a que Bucky había planeado algo para ambos el día de hoy, antes de que partiera mañana.
— Y después…vendrás a casa ¿cierto? —Preguntó entonces Helmut, con cierta incertidumbre, tal vez sólo tanteando.
— Claro, estaré ahí —respondió James, tratando de sonreír—. Me libré de todos mis pendientes esta mañana.
Zemo asintió con alivio. James se acercó a su mesa y guardó silencio hasta que se topó con la expresión burlona de Tony a su izquierda.
— Ahm, hola Tony.
— Hola Bucky.
Y otro silencio incómodo.
— Ahm, y… qué tal todo… —le preguntó James tratando de ser cortés.
— Quieres saber la verdad o un comentario improvisado…
Bucky sólo lo miró tratando de disimular una sonrisa, y es que no sabía muy bien cómo tratar con Tony Stark. Steve casi no hablaba de él, y Bucky tampoco le preguntaba porque…tal vez era un tema "tabú" en su vida.
— Sabes qué —le dijo finalmente Tony, tomando una de las fotografías de la mesa—, ésta es mi favorita, mírala.
Bucky tomó con cuidado la fotografía y no pudo enviar sonreír al verse a sí mismo durmiendo plácidamente. Zemo le había tomado esa fotografía en alguno de esos tantos días juntos, cuando la luz matutina aún brillaba resplandeciente en la habitación y también en sus corazones.
— Y éstas —continuó Tony—, son de la última campaña, la que estoy dirigiendo. Creo que hiciste un buen trabajo, pero necesito que sepas algo…
Bucky le echó un vistazo rápido a esas fotos en las que lucía elegantes atuendos en fondos grises y con miradas conquistadoras.
— …nunca serás como Steve Rogers— sentenció Tony.
Bucky se quedó desconcertado. No supo qué decir y tampoco qué expresión poner, si era una broma o si realmente le había dicho eso como una condena.
— La puerta tras tuyo Tony… —musitó Zemo, ocupado con sus fotografías, sin mirar a ninguno de los dos al frente suyo.
— Eres un jodido genio y sólo te tolero por eso Zemo —le dijo Tony señalándolo sutilmente con una mano—, aunque seas un idiota.
Y dicho esto, miró su reloj para exclamar:
— Oh, la fiesta de cumpleaños de Maguna comenzará en cuatro horas —se dirigió a Zemo de nuevo—. Estaré en Los Ángeles hoy, pero te llamaré a primera hora mañana, quiero que finalizemos este asunto; el lanzamiento será el 28 y quiero que todo esté listo.
— Está bien —dijo Zemo solamente.
— Nos vemos Bucky —dijo Tony tendiéndole la mano a éste.
— Disculpa, no quiero sonar entrometido, pero ¿Maguna es tu… hija? —Le preguntó James tomándole el apretón de manos.
— Así es, su nombre es Morgan, pero a veces le decimos Maguna.
"Morgan", ese nombre resonó en la cabeza de Bucky como un eco: "Morgan, Morgan…"
— Morgan… —musitó James sin darse cuenta de ello.
— Sí, Morgan, pero Maguna suena mejor. En fin, hasta luego y … no te dejes subyugar tanto por este maniático… —señaló Tony refiriéndose a Zemo.
— Adiós Tony —lo interrumpió Zemo con un tono de indiferencia vaga—, qué pases una agradable tarde.
Tony circundó los ojos, se acomodó el traje y salió del estudio fotográfico con absoluta dignidad.
Y "Morgan", en la cabeza de Bucky, comenzó a sonar como el nombre más cool que hubiese escuchado.
***********
Pues claro, era perfecto:
"Morgan"
Si tuviera un hijo o una hija, no importa, ese nombre le caería como anillo al dedo.
Esto pensó y concluyó Bucky luego de horas caminando por las calles buscando uno de los regalos de navidad para Zemo y luego de pasar por el supermercado.
Llegó a casa y no encontró a Zemo ahí.
Quisiera que supiera lo frustrado que a veces se sentía con su ausencia.
Subió a la habitación con intenciones de darse una ducha pero tras divagar tanto terminó sentado a un lado de la cama apoyado con desgano contra el respaldar; y pensaba, pensaba, pensaba…
Algo iba mal.
La puerta de abajo abriéndose, esos sonidos familiares, una voz llamándolo por su nombre…
Tal vez sólo era paranoia.
Bucky sonrió.
Unos minutos después estaban ellos dos, sentados en la escalera, hablando en voz baja, con ese tono de confidencialidad tan perpetuo y propio de ellos. Zemo tenía dos cajas de cartón delante suyo y a Bucky a su lado saboreando una gomilona de regaliz; a estas alturas, el controlar la dieta de Bucky ya no estaba de moda en sus vidas. Aunque…
— ¿Sabes qué contiene esa cosa?
— ¿Ésto? —le mostró Bucky sonriente—. No…
— Déjame ver —le pidió Zemo.
— No seas exagerado —rió Bucky, dándole la envoltura de su golosina.
— A ver —suspiró Zemo—, aquí dice: Azúcar, jarabe de glucosa y fructosa, gluten, grasa de palma, glicerina, ácido cítrico, ácido málico…
— Sigue hablándome sucio, baby… —bromeó Bucky. Zemo no pudo evitar sonreír mientras continuaba leyendo.
— …monoglicéridos y diglicéridos de ácidos grasos, grasa de coco, colorante…carmines… Terrible.
— "Terrible" —sonrió Bucky—. Dámelo.
Le arrebató a Zemo la envoltura de las manos y lo rodeó por los hombros con sus brazos para hundir su nariz en la camisa de aquel hombre a quien amaba tanto, cuyo aroma cálido y encantador mecía sus viejos y aún perseverantes anhelos.
— ¿Ya puedo abrirla? —le preguntó Zemo con las manos rendidas sobre las rodillas.
— ¿La caja? Sí claro, hazlo.
— Bien —suspiró Zemo—, hagámoslo.
Ambos se inclinaron para ver el contenido de la primera caja. Zemo arqueó una ceja cuando vió varios libros dentro, apilados de forma armoniosa e impecables. Tomó uno y leyó la tapa, el título le era familiar y sabía el por qué.
— Te conseguí los libros que siempre quisiste, los que te hacían falta, todos los que siempre mencionaste —le dijo Bucky.
Lo había hecho sí, cada día.
— Y yo te conseguí los CD's de música que no sabías que querías —dijo Zemo entonces, con una sonrisa satisfecha, señalando la otra caja.
Sí, lo había hecho, cada día.
Ambos se regalaron las cosas que sabían que necesitaban o querían.
— "El celoso de Marusi"—leyó Zemo, satisfecho, admirando la tapa del libro en sus manos—, por Henry Miller.
— Interpol —Bucky frunció el ceño— ¿Interpol? ¿Por qué Interpol? —cuestionó con el CD de dicha banda en una mano.
— Te gustará —afirmó Zemo—, lo sé.
— Sé que me gustará, sólo que no esperaba…es decir, no esperaba que tú me dieras este tipo de música —dijo Bucky tomando más CD's de la caja que Zemo le había dado—. No es lo tuyo, cómo… cómo lo supiste.
— Porque te amo.
Bucky no esperaba esa respuesta. Zemo lo dijo en un tono distraído, como si fuera algo obvio y, lo era.
— He visto cómo miras los escaparates de las tiendas de discos —añadió Zemo—, o cómo tu ánimo cambia cuando le subes el volumen a una canción que te gusta mientras conduces…cosas así.
Bucky sonrió espléndidamente.
— Yo también, es decir, te he visto cuando vamos de paso por alguna librería, cuando hablas de algún autor en especial durante tus reuniones…
Zemo lo rodeó con un brazo y presionó los labios contra su mejilla, dejándole un rastro húmedo y tierno sobre su ya crispada piel.
Alpine no tardó en aparecer, imprevista como siempre, en medio de los dos. Se sentó con esa elegancia felina propia y observó a ambos hombres sonrojados; entonces, comenzó a mover suavemente la cola y un ronroneo no tardó en hacerse escuchar.
Entonces, de pronto, Zemo deslizó su mano hasta rozar la de Bucky y, en una caricia tímida, le entregó una pequeña caja.
Cuando Bucky abrió su último regalo, una oleada de emoción lo inundó en una expresión que iluminó su rostro, mientras veía cómo una cadena plateada se iba acumulando en la palma de su mano. Zemo contuvo la respiración, había mandado a hacer esa cadena pensando en Bucky, y le dió un significado especial…
— Es lindo —dijo Bucky admirando su regalo, hasta que se percató de un pequeño circulo plateado adjunto con una inscripción — ¿Qué significan los números?
— Es la fecha… —suspiró Zemo— la fecha del día que nos conocimos, la primera vez que nos vimos.
Bucky giró lentamente su cabeza en dirección a Zemo, y éste último ya se estaba comenzando a sentir muy apenado por ser tan cursi, el sudor de su frente lo delataba, así que apartó su mirada al frente tratando de disimular.
— Cómo lo recuerdas…la fecha… —le preguntó Bucky, aún impresionado.
— Porque lo anoté, ese día —respondió Zemo, tenso, con las manos presionadas entre sí y la mirada perdida en la nada.
— ¿Dónde?
— En mi agenda; fue por accidente, estaba organizando mi día, como siempre y —suspiró inevitablemente, nunca creyó que llegaría el día en el que se lo contaría—, sólo lo escribí… distraídamente.
— Qué fue lo que escribiste.
"No me hagas decirlo" se dijo Zemo en su mente. Tomó aire y lo dijo de todas formas:
— "Podía ver el fondo azul a través de sus ojos, estaba vestido de blanco pero se vería mejor sin nada"
Bucky ahogó una risa nerviosa y Alpine maulló.
— 06/01/2000 —recitó Bucky—, esa es la fecha… y una "H" —sonrió— ¿De Helmut?
Zemo asintió en silencio y ya, su rostro, estaba atravesando por todas las tonalidades del rojo.
— Ajá —continuó Bucky—, ¿y dónde está el tuyo entonces?
Así que Zemo levantó su brazo izquierdo, con el cual escribía porque era zurdo, y le dejó ver cómo la misma cadena se deslizaba por su muñeca.
Bucky tomó su mano, emocionado, y comprobó que la cadena de Zemo tenía la inscripción con la misma fecha y una "J" al final.
— "J" de James —sonrió Bucky—, es estupendo —soltó la mano de Zemo sin poder evitar dejar una caricia con sus dedos sobre esa piel suave y adorable—. Ese día cambió mi vida…tu sonrisa, esa sonrisa de aquella vez… cambió mi vida.
— La mía también… —susurró Zemo sin dejar de mirar al frente, estaba perdido en la nada, su interior se retorcía y ese condenado corazón no dejaba de latir con ansiedad.
Bucky se mordió el labio inferior sin dejar de mirar a Zemo y, sin pensarlo más, se fue sobre él para abrazarlo con fuerza haciendo que Zemo se echará a reír por puro nerviosismo. Ambos comenzaron a reír mientras Bucky le llenaba de besos el rostro. Alpine salió disparada por el susto, a veces esos dos se comportaban de manera tan extraña…
Luego de un rato, ambos subieron a su habitación para acurrucarse en la cama debajo de unas acogedoras mantas mientras se disponían a ver un par de películas extranjeras. Alpine se subió también y se echó a dormir a sus pies.
Así pasaron el resto del día, acurrucados uno contra el otro, calentándose con tazas de chocolate amargo, ignorando las llamadas telefónicas y besándose a la luz de la TV que iluminaba su penumbra acogedora y perfecta…
Perfecta…
Perfectos…
**************
No, la verdad, no todo era siempre perfecto.
La razón por la que Bucky y Zemo seguían viviendo bajo una escueta unión civil era que cada vez que estaban a punto de tratar el tema del matrimonio Zemo salía con otra de sus "aventuras románticas". Podía ser cualquiera: una linda chica recién llegada a su estudio fotográfico, o un elocuaz cantante de medio tiempo; no importaba, todos llegaban a desestabilizar la poca paciencia que ya le quedaba al pobre de Bucky Barnes. Entonces salía corriendo de casa, muchas veces no se despedía, sólo se iba, desaparecía para sumergirse en algún mar inmenso de depresión hasta que Zemo se zambullía para llegar a él y sacarlo justo antes de que terminase ahogado.
Así había sido todo ese año, rompían y volvían, discutían y se abrazaban en medio de sollozos y mil disculpas, mil promesas, no…
No todo es perfecto.
La noche en que Bucky se fue para el aeropuerto, antes de partir, miró a Zemo con esa mirada … la mirada de siempre: resignación y amor.
— Cuídate mucho —le recomendó Bucky, luego le dió un beso dulce y triste.
Algo iba mal.
No.
¿No?
En el avión, escuchó Turn on the Bright Lights, el álbum de Interpol que Zemo le había regalado, tenía razón, le gustó. Le gustó porque había una expresión emotiva oculta en su lírica que podía llegar a ser empática con su vida.
Desearía poder vivir libremente.
Espero que no esté lejos de mi alcance.
Sentar cabeza toma tiempo
"Un día viviremos juntos
Y la vida será mejor"
Mantengo esa frase, de veras que sí, en mi mente.
Pues sabes, amor, que un día te desinteresará.
Y, cariño…mi corazón se está rompiendo…
Te di demasiado
También tome demasiado de ti
Tú te desvives constantemente por mí.
Supongo que podrías decir que te entregué mis mejores virtudes.
Pero no puedo pretender que no necesito proteger cierta parte mía
de ti.
Lo sé, he pasado algún tiempo mintiendo.
Hey, te vez tan bien esta noche…
Creo que deberíamos irnos. (1)
Entre optar por una estabilidad emocional en su vida y seguir intentándolo con Zemo, Bucky había decidido quedarse a su lado, aún conciente de cuánto daño podría llegar a hacerse.
****************
La filmación en Nueva York fue tediosa para Bucky, aún así siempre mostraba una sonrisa amigable, y trataba de ser optimista con todo y con todos porque, en el fondo, aunque todavía no lo podía aceptar, le gustaba mucho actuar.
"Bucky es un amor de persona"
Que digan eso de ti…¿realmente es un buen indicio?
Y no importa cómo, Steve se empeñó en buscar a su amigo extraviado, Bucky, en Nueva York. Tenía un afán muy grande por encontrarlo, ya que éste no contestaba sus llamadas, nunca tenía tiempo para conversar, siempre estaba lejos…lejos…
Cuando lo vió a la distancia, caminando con esa aura evidentemente apagada, Steve corrió tras él, lo llamó por su nombre y no volteó ni un poco. Entonces Steve corrió más fuerte hasta lograr tocar su hombro, no esperó alguna reacción en especial.
Pero cuando Bucky volteó para verlo, aún asustado, le sonrió.
— Bucky, hola. Soy… soy Steve.
Y Bucky luchó por mantener esa sonrisa suya; Steve se dió cuenta que había algo profundamente triste tras ese semblante perfecto e iluminado.
Bucky le echó los brazos al cuello y lo abrazó en silencio. Lo abrazó tan fuerte, hundiendo la mejilla en su hombro como un niño perdido, que Steve se sintió de pronto triste, quiso llorar porque… podía sentirlo…
— Bucky… —le susurró, sosteniéndolo entre sus brazos como si estuviera acunando a su pequeño hijo.
No se habían visto desde hace casi dos años.
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— Bucky, me he estado partiendo los sesos sobre cómo decirte esto, pero Zemo anda con otra persona.
Decir aquello había sido la principal razón por la que Steve quería hablar con Bucky. Ambos estaban sentados en un café y, después de pronunciadas esas palabras, sólo se quedaron mirando fijamente.
— ¿Ya no te sorprende, verdad? —musitó Steve.
Bucky guardó silencio por un par de segundos, estaba sintiendo un nudo crecer en su interior y es que… sí, tal vez después de tanto aún seguía doliendo un poco.
Zemo había estado muy tranquilo las últimas semanas, ya no se le conocían "andanzas" de forma tan frecuente como antes, y esta vez de verdad Bucky creyó que finalmente…
— Pues esta vez, es serio —le dijo Steve con seguridad—. Esta vez tienes que hacer algo.
¿Por qué Steve estaba tan seguro y preocupado de este asunto? Era muy sensible, demasiado empático, demasiado conciente y la estima casi protectora que tenía hacia Bucky le habían hecho reaccionar cuando vió aquella vez, una tarde de otoño en Montreal, a Zemo discutiendo con un hombre que Steve jamás había visto. No era una discusión cualquiera, tan sólo verlos unos segundos dejaban vislumbrar lo que sería una discusión "de pareja" y, cuando aquel hombre tomó la cabeza de Zemo con fuerza para besarlo ansiosamente, Steve no tuvo ninguna duda más. Sabía de esos dichos de que Zemo engañaba a Bucky con "encuentros fugaces" por ahí, pero jamás lo había visto con sus propios ojos y jamás creyó que podría llegar a ser algo tan aplomante como lo que había presenciado.
Después de que Bucky escuchara en silencio y con calma la descripción de Steve, tan sólo asintió con una mueca de resignación.
— Qué-qué piensas hacer… —le preguntó Steve con inseguridad.
— No lo sé… —respondió Bucky aún perdido en aquel vacío interior— Pero haré algo, será lo…la mejor decisión esta vez.
Asintió con convencimiento ante la mirada preocupada de Steve y…
sonrió, fugazmente.
Fugazmente…
Fugaz…
Mi amor es como un juego de niños. Vienes a mí y me dices: tu amor es muy ingenuo, no es real. Házmelo saber, siempre certero, siempre mordaz, siempre directo a una vieja herida en mi deshecho interior.
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Y sabía quién era aquel hombre.
Porque después de escuchar a Steve todo tenía sentido. Un sentido que se clavaba en su pecho como una daga cruel; y mientras caminaba por las calles de Nueva York, en medio de rostros fríos y frustrados, lo recordó.
Nueva York…
La ciudad de las luces brillantes.
No, no es el paraíso que muestran en las películas. Son luces que ciegan, un ruido blanco, el caos interminable, una frustración perpetua. Está diseñada para drenar tu espíritu y lo demás…lo demás viene por su cuenta; pero:
New York cares…
Tenía siete caras.
Pensé que sabía cuál usar.
Pero estoy harto de pasar estas noches solitarias.
Convencerme a mí mismo que esto no me importa.
El metro es una porno.
Las aceras, son un desastre.
Sé que me has apoyado durante mucho tiempo.
De alguna manera no me sorprende.
"Pero a Nueva York le importas"
(Tiene que haber algún cambio más en mi vida)
"Nueva York se preocupa"
"Nueva York se preocupa". (2)
Sin saber a dónde iba, sólo siguiendo el rastro de una vieja añoranza, Bucky recordó a Brock Rumlow.
Casi a mediados de mayo de ese año, llegó Rumlow a tocar su puerta. Se habían conocido por azares del destino en algún lugar imprevisto y, sin poder evitarlo, habían hecho una conexión extraña. Bucky no sabía ni supo nunca demasiado sobre Brock; no más que había sido un ex marine en Estados Unidos, que por ciertos asuntos personales iba de un lugar para otro en el mundo como si buscara algo o a alguien, tal como una misión que guardaba en secreto como un tesoro en penumbras. Este misterioso hombre, aún con tal descripción, logró la empatía de Bucky hasta el punto que unas semanas después ya le estaba ofrecido un trabajo. Brock era reacio y no lo aceptó a la primera pero la necesidad lo llevó a finalmente acceder. Ese trabajo…
Bucky chocó contra un par de personas al cruzar la calle. Caminaba sobre cúmulos grises y su mente estaba aún más allá.
…ese trabajo de medio tiempo consistía en nada más ni nada menos que fungir de chófer para llevar y recoger a Zemo, ya que a éste le habían suspendido la licencia por un mes —está casi por demás mencionar la causa de dicha sanción—; e incluso, después de ese período, Rumlow siguió trayendo a Zemo a casa tal como si fuera una especie de guardaespaldas… no, más que eso, era casi un salvador; y es que Zemo andaba en un condenado periodo autodestructivo.
Sin embargo, Brock Rumlow le había presentado su renuncia hace ya un mes. En ese entonces, Rumlow, fue frío y esquivo al tratar de darle razones de su repentina partida; es más, ni siquiera quería cobrar su finiquito, era como si tan sólo estuviera huyendo…
Huyendo.
Bucky llegó hasta el puente de Brooklyn y ya comenzaba a hacerse visible un deprimente atardecer. Se quedó allí, parado o varado, con las manos en los bolsillos y la mirada azul hundida en aquel naranja terrible de un cielo que se negaba a abandonar una inminente pena.
A Bucky la imaginación le bastaba.
Aunque, los verdaderos hechos tal vez iban incluso más allá de las suposiciones y a la vez eran tan simples como los de una anécdota cualquiera.
…………………………
La primera impresión que Brock Rumlow tuvo de Zemo no fue de las más simpatizantes. Bucky se lo trajo hasta el auto. Zemo llegó a regañadientes, todo parco, todo apagado, impecable eso sí, y con unas enormes gafas oscuras que lo único que lograban era crearle un enigmática e inerte aura depresiva.
"Un tipo jodidamente rico con enormes y costosas gafas de sol apenas sostenidas por una inocentona naricita de ratón" Eso fue lo primero que pensó Rumlow de Zemo al verlo.
Y un casi nulo intercambio de palabras en el trayecto hasta el estudio fotográfico le hizo concluir otra cosa: "Gilipollas arrogante"
Y aún así, después de llevar y traer a Zemo día tras día, comenzó a sentirse intimidado por él. Tal vez todo comenzó el día que se quitó esas estúpidas gafas, el día que lo miró por primera vez a los ojos: Ojos marrones, pequeños y astutos…y esa maldita soltura con la cual manejaba su día a día.
Y lo peor de aceptar tus sentimientos es saber que tuviste que reprimirlos duramente por mucho tiempo.
Finalmente esa afligiente tensión se rompió en una de esas tantas noches en las cuales estaba él, Brock, llevando a rastras a Zemo hacia el auto por una húmeda callejuela en penumbras a la salida de un club gótico. Zemo ni siquiera pertenecía a alguna tribu suburbana, tan sólo estaba entregado al desenfreno autodestructivo sin siquiera tener alguna razón.
Zemo se aferró a él rodeandole la cintura con los brazos en un intento de no caer al pavimento a causa de su preocupante estado de embriaguez. Rumlow lo sujetó con firmeza, cómo un superhéroe en plan de rescate, hasta que Zemo apoyó la cabeza en su pecho y entonces supo que tal vez ya no podría sobrellevar lo que sentía por mucho más tiempo.
Dentro el auto, Zemo reía, reía y reía… Rumlow nunca lo olvidaría. Porque su sonrisa parecía ser tan genuina, porque los mechones de su cabello castaño se adherían al sudor de su rostro inmaculado. La curva de sus ojos al reír…y esos estúpidos lunares que no deberían estar ahí, ¿quién se los puso allí? Deja de reír Zemo, deja de hacerme creer que eres realmente feliz con todo esto y que yo debería sentirme tan contento como si fuera la mejor noche de mi vida cuando en realidad es la peor de todas.
Quiso que dejara de reír y tomó la nuca de Zemo con una mano, lo atrajo sin mucho esfuerzo y, lo besó.
Sin embargo, Zemo, no reaccionó tan bien al primer beso. Se apartó bruscamente y no dudó ni medio segundo en golpearlo. Forcejearon un rato, discutieron, se insultaron y finalmente emprendieron el retorno en medio de un silencio de muerte.
Cuando llegaron a casa de Zemo, Rumlow estaba más que convencido de que nunca más volvería a ese lugar, fin del trabajo, fin de la historia. No. No, hasta que una mirada fría a su lado lo mirara intensamente. Y Zemo le estaba mirando… Volteó para comprobarlo. Era real. Se quedaron viendo por un minuto como si fuesen enemigos mortales. Entonces se disiparon las dudas…ya nada volvería a ser igual. Rápidamente, al mismo tiempo, ambos se atrajeron el uno al otro y unieron sus labios en una oleada intensa de deseo, sentimientos extraños, y culpa.
Pero los días siguientes, con Zemo, fueron como vivir en una montaña rusa. Un día estaba bien y al otro estaba hecho mierda. La cantidad de besos y caricias que podría recibir de él dependían de los estragos de su inquietante humor. Rumlow ya no sabía si lo odiaba o si realmente se había enamorado de él; como sea, tal vez al final era lo mismo. Pero odiaba tanto esa actitud tan despreocupada respecto a lo que estaban viviendo juntos, realmente Zemo no se lo tomaba en serio y claramente nunca lo haría. Sus dedos fríos y delicados recorriendo el dorso de su mano sobre el volante, el rostro angelical, y todo lo demás no concordaba con esa personalidad tan desgarradora.
¿Cómo era que Barnes podía sobrevivir al lado de este hombre? ¿Qué clave secreta poseía?
Tal vez porque comenzaron a discutir demasiado, y en lugares inapropiados, fue que Zemo comenzó a hastiarse de la situación. Rumlow lo sabía, y es que estaban cruzando el límite de "los encuentros furtivos" a "algo con tendencias peligrosamente serias". Y sí, era su culpa, porque se había enamorado de Zemo, pero éste…no amaba a nadie.
Brock, incluso ahuyentó a todos los "pretendientes" de Zemo a punta de amenazas y algunas agresiones; y con esto hasta sentía que le hacía un favor a Bucky ya que inclusive había logrado que Zemo dejará la vida autodestructiva que se había planteado vivir por mero gusto. A causa de todo esto, discutían a más no poder y finalmente Rumlow ya no pudo sobrellevarlo más…¿Qué demonios estaba haciendo?
Se lo dijo un día, otro día, ahí, en ese callejón a la salida de su estudio fotográfico. Zemo, apoyado a desgano contra la pared, asintió ante la renuncia de Rumlow. Una última mirada de consuelo…¿No?. No. Entonces llegó Bucky y, sonriente, se dirigió directamente hasta Helmut. Brock dió un saludo vago y, sin querer mirar más, se fue en dirección al auto. Mientras caminaba, a sus espaldas podía escuchar esas risillas confidenciales, esos murmullos alegando declaraciones de amor; eran ellos dos, siempre ellos dos: Zemo y Barnes, amándose como un par de adolescentes desquiciados.
Desde el auto, Brock los observaba. Era cierto entonces que Zemo tenía una actitud completamente diferente cuando estaba con Barnes. Le rodeaba el cuello con los brazos, sonreía como niño, le besaba y se dejaba besar entre mimos, lo abrazaba con aferro, y tenía un brillo diferente en su mirada. Rumlow no sabía si afirmar que eso era amor, porque viniendo de alguien como era Zemo, con todo lo que hacía y había hecho, esa afirmación casi perdía validez. ¿Entonces, qué era lo que sucedía?. Rumlow los observaba… Tal vez Zemo sólo se aferraba, tal vez se sentía muy cómodo con una presencia constante como la de Barnes, simplemente era sólo eso…tal vez.
Oh love, can you love me babe.
(Oh amor, ¿puedes amarme, cariño?)
Love, is this loving babe.
(Amor, ¿esto es amarte, cariño?)
Is time turning around.
(¿Nuestro tiempo se está acabando?). (3)
Brock Rumlow renunció esa misma tarde. No quiso dar muchas explicaciones, estaba bien sin el finiquito, pero Bucky se puso serio con él al respecto; entonces, no tuvo otra salida más que aceptarlo porque a decir verdad ya no podía estar frente suyo por mucho más tiempo. Se sentía abatido, avergonzado, estúpido y … más estúpido. Nada de esto tenía que suceder, absolutamente nada. Tenía planes propios y ya había perdido el curso de su misión personal, todo por culpa de…
Zemo lo estaba mirando desde la baranda del piso superior, le miraba sí, con esa actitud extraña que tanto odiaba…está bien, que tanto amaba. Brock lo sabía: ya no lo volvería a ver de nuevo, ese rostro no volvería a atormentarlo y, definitivamente, jamás volvería a ese lugar.
Rumlow se fue caminando derecho, apresurado, y sin mirar atrás; sintiendo cómo algo se estrujaba haciéndose añicos en su interior:
You should be in my space
(Tú deberías formar parte de mi ser)
You should be in my life
(Tú deberías estar en mi vida)
You should be in my space…
(Tú pudiste ser parte de mi ser…)
(3)
………………………………
Bucky, ya hundido en sus pensamientos, con la noche sobre sus espaldas, había llegado hasta una pista de patinaje. Oh, sí, claro, tenía que ser la misma dónde hace años atrás Helmut le había pedido, de rodillas, compartir su vida juntos por siempre.
Dando vueltas sobre sus patines, Bucky trataba de analizar y entender qué era lo que había sucedido para que, después de un comienzo tan prometedor entre ambos, las cosas finalmente hubieran llegado hasta el punto en el que ahora se encontraban.
Recordó todas los momentos buenos que había vivido al lado de Helmut y quiso buscar el momento en el que todo comenzó a salir mal.
Hace unas semanas, Nat y él se habían encontrado en el gimnasio. Bucky había comenzado a interesarse en el boxeo y Nat ya tenía demasiada experiencia en ello. Así que compartir ese momento juntos resultó ser demasiado divertido para él. Mientras estaban guardando sus cosas en los casilleros, sin pensarlo, Bucky soltó un suspiro y una pregunta que luego consideró apenante:
— ¿Alguna vez has amado tanto a alguien hasta el punto de llorar por ello?
— ¿Llorar? —le cuestionó Nat frunciendo el ceño con una mueca divertida— ¿Por qué tendrías que llorar en una relación supuest…?
— No, olvídalo.
— Bueno, claro que no, yo nunca he llorado estando con Bruce.
— ¿En serio? ¿Nunca?
— No…Oh, bueno, una vez sí, pero fue de felicidad —dijo Nat sonriente y divertida—; él hizo algo muy lindo que me conmovió demasiado…pero es una larga historia. En sí, sólo esa vez. Y tú, ¿lloras a menudo?
Bucky no supo qué decir, se sentía muy apenado, tal vez fingir una sonrisa no bastaría esta vez.
— Sabes —añadió Nat—, no deberías llorar, no creas que eso es normal y…mucho menos romántico. Quien te quiere sufriría si te ve llorar y haría lo posible por evitar que llores ¿No lo crees?
Y con una expresión risueña, Nat le dió un suave golpecito en el hombro.
Ahora Bucky, deslizándose sobre la pista de patinaje, apreciaba que sus amigos siempre hubiesen estado a su lado, tratando de abrirle los ojos o de apoyarlo de alguna manera. Sonrió a la nada recordando cómo la misma Nat lo llevó, uno de esos días difíciles, a una discoteca sólo para…bailar, nada más, o como lo diría cualquiera: desestresarse. Había una canción pegajosa, que Nat pidió al DJ, sólo para molestarlo; aunque al final todo fue demasiado divertido, la letra pegajosa se quedó en su mente, y era terrible porque era una crítica a su relación. Bucky aún la recuerda y ahora la tararea dando giros sobre sus patines:
Ayude a mi amigo, doctor.
Se siente en un basurero por él.
Con él…
Sin él.
Ellos terminan y luego vuelven Parece que jugaran a lastimarse Parecen…
Dos robots.
Ellos pelean de cualquier cosa, Luego se aman como si fuera el final
Del mundo…
Inmundo
Pero se prometen cambiar
Juran arreglar las cosas
Y luego, de una hora,
Todo se olvida.
¡Mejor te llevo a bailar y olvidar
Y que aprendas a estar
Sin él, que no ves, no se lo merece! No está bien,
Estar con alguien por costumbre. (4)
Bucky cerró los ojos… tomó aire y tragó el nudo en su garganta. Nunca se casaría con Zemo, y esa promesa que hicieron sobre el mismo hielo sobre el cual estaba ahora ya no podría cumplirse.
— Dime si este no es el jodido destino, Bucky Barnes.
Bucky frenó en seco y abrió los ojos girando en dirección a esa voz familiar. Se quedó paralizado al verla ¿Era real?
— Tú… —susurró Bucky mientras una sonrisa genuina se formaba en su rostro.
— Yo… —dijo ella, divertida, acercándose lentamente a él.
— ¡Tú! —Exclamó Bucky con los brazos extendidos.
— ¡Allá va Yelena Belova, Bucky Barnes! —Dijo ella deslizándose con velocidad ágil sobre el hielo para ir a parar a los brazos abiertos de Bucky — ¡Átrapame o te aplasto!
Bucky se preparó para recibirla y, en un golpe cálido, finalmente la sostuvo entre sus brazos.
Ambos rieron en ese abrazo efusivo, hasta Bucky se animó a levantarla un poco del suelo a causa de la emoción.
Tal vez su destino no era tan cruel después de todo.
A pesar de que ya había dejado el patinaje profesional de lado, Yelena, obviamente, aún se desenvolvía con soltura sobre el hielo. Bucky trataba de seguirle el ritmo y ya iban tres vergonzosas caídas a su cuenta.
Finalmente se sentaron en una banca frente a la pista. Ella le compartió un poco de su linaza caliente y comenzaron a hablar de lo que había estado sucediendo en sus vidas.
Yelena estaba de paso en Nueva York, había llegado allí casi "a dedo" con un grupo de amigos sólo para ver a The Strokes y disfrutrar un poco de la vida nocturna neoyorquina entre clubes, bares y más clubes. "Muy aburrido al cabo de dos días" le dijo Yelena finalmente. Y, ¿qué había sucedido con eso de las artes escénicas en Japón?
— Trataré de resumirlo —le dijo Yelena después de beber un sorbo de linaza—. Cómo sabrás Nat se enojó conmigo cuando se enteró que me había marchado sin que ella supiera. Se enteró cuando yo ya estaba allá y me dijo "no te mando ni un centavo". Yo tenía mis ahorros, unos 5 mil dólares, pero eso no te alcanza para vivir en el país más caro del mundo y peor en la capital. Y luego, no fui muy buena estudiante en comparación con los asiáticos, ya para llegar al final del primer semestre me empecé a quedar sin dinero y vivía en un cuarto debajo de las gradas y sin baños; iba a los baños de los centros comerciales. Pagaba 700 dólares mensuales, era carísimo, y la beca no me daba opción a trabajar —Yelena tomó otro sorbo para aclarar su garganta— Así que tenía dos opciones: volver a casa con el rabo entre las piernas, lo cual no era bueno porque Nat nunca más me tomaría en serio, o… quedarme y probar suerte. Me quedé, hice un traslado a una universidad que te daba la opción de trabajar, además te daba casa y comida.
Bucky reprimió una sonrisa para dedicarle una mirada aprobativa pero impresionada.
— Pero —continuó Yelena—, ya no estoy estudiando artes escénicas.
— ¿Ah no?
— No. Descubrí que me gusta mucho más el dibujo y esas cosas. Así que estoy en Diseño Gráfico.
— Vaya…un giro inesperado.
— ¿Y tú?
— ¿Hm, yo?
— Sí, tú, no te hagas el bobo, qué se supone que estás haciendo con tu vida.
"Creo que ya no tengo ni idea…" pensó Bucky. Pero finalmente se lo contó. Trató de no sonar demasiado dramático ni más vergonzoso de lo que ya sentía, incluso le contó el por qué había llegado hasta esa precisa pista de patinaje.
— No puedo creer que hayas hecho eso a unos meses del 11S… —comentó ella fingiendo incredulidad.
— ¿Lanzarme desde un edificio para pedirle matrimonio a un hombre maquiavélico? Claro que sí. Y sí, casi me llevan preso…toda la consternación, pero…soy Bucky Barnes —sonrió él tomando un sorbo de linaza del termo de Yelena.
Yelena le devolvió la sonrisa y se le quedó mirando por un par de segundos.
— Qué sucede —indagó Bucky, entrecerrando sus hermosos ojos azules.
— Sabes qué Bucky —le dijo ella con voz suave—, si echas de menos tanto el pasado es porque hoy en día ya nada de eso existe; así que, sólo te queda aferrarte a un inrrecuperable recuerdo —y terminó su linaza.
De pronto Bucky sintió frío, su abrigo ya no le acogía y esa odiosa oleada de tristeza surcó su corazón.
Caminaron lejos de la pista de patinaje hasta donde Yelena tenía estacionada su motocicleta. Como un gesto de amabilidad, ella le dió el "honor" de conducir su querida moto.
— ¿En serio? —preguntó Bucky aún incrédulo, pero emocionado.
— Sí, no hagas que me arrepienta, vamos súbete —Lo apresuró Yelena.
Bucky se acomodó en la motocicleta y Yelena lo siguió. Ella le rodeó la cintura con los brazos, un poco tímida al comienzo, pero luego se aferró con fuerza dejando caer su mejilla contra su hombro.
— Eres tan suave… —le dijo ella, suspirando en un ensueño.
Bucky rió a lo bajo y, con las manos firmes sobre el manubrio, arrancó la motocicleta.
La brisa fría de Nueva York en invierno cruzó su rostro. Bucky apretó la mandíbula y mantuvo su mirada fija en el camino. En su mente pasaron todas las imágenes de los distintos escenarios de su vida que lo conducieron desde las calles más solitarias y tristes de Londres hasta su esplendor sobre las pasarelas más grandes del mundo. Era Bucky Barnes… había conseguido todo con esfuerzo a conciencia, se había enamorado profundamente, había sido feliz…a veces triste, todo…todo lo había logrado…todo.
Un par de lágrimas se asomaron por sus ojos azules. Hacia mucho frío, todo se veía borroso a su alrededor, tan sólo nítido el camino por delante…el camino interminable.
Extrañaba tanto las cosas buenas del pasado; daría todo por volver a esa esquina al frente de su viejo apartamento, donde Helmut se apoyó contra un poste…tan sólo para acercarse… tomar su cabeza entre sus manos, besarlo otra vez…una vez más… Como si nunca hubieran crecido, como si todo se hubiera congelado ahí, en ese único y perfecto momento. Sus ojos marrones y brillantes, su cabello castaño desordenado, los lunares adorables, ese aspecto bohemio...ese Helmut apoyado contra una pared en penumbras, con una media sonrisa… sonriendo, sólo para él.
El par de lágrimas se deslizó por sus mejillas en un hilo interminable. Bucky tomó aire y sintió el frío en sus fosas nasales; Yelena, como si lo sintiera, se aferró a él con más fuerza. El rostro de Bucky estaba húmedo por las lágrimas que iban limpianeo su interior, sentía tanto frío… Entrecerró sus ojos y se trago su dolor.
"Si echas de menos tanto el pasado, es porque hoy en día ya nada de eso existe"
Ya no existe…
Ya no…
Todo se había terminado.
Ahora depende de mí encender las luces brillantes. (2)
************
Alguna vez, en su última discusión, Zemo le había hecho prometer a Bucky que antes de dejarlo lo iba pensar al menos tres veces. Bien, ya era la víspera de Año Nuevo, y Bucky se había propuesto pensarlo más tres semanas.
De alguna forma, fue como aún aferrarse a alguna especie de milagro. Le dió la oportunidad a Helmut de acercarse a él y hablar de todo lo que había ocurrido, "abrir su corazón", ser sincero, mostrar empeño en lo que ambos habían construido…
Pero ahora estaban ahí, en otra de esas fiestas tediosas de fin año. Gente falsa y sosa a su alrededor. Zemo moviéndose como un delfín hábil entre ese cúmulo de vanidades y, a un metro al frente suyo, Bucky sentado en una silla.
Solitario, desganado y con una tierna sonrisa en su rostro, Bucky observaba a Zemo. Entre ambos había un metro de distancia; pero se sentía como si un lago oscuro, de millas de superficie, los separara.
Pudiste haber venido a mi lado
Pudiste habérmelo hecho saber
Pudiste haberlo intentado ver la distancia entre nosotros
Pero te pareció tan larga para cruzarla
Dime si a caso recuerdas ¿Recuerdas? (5)
Bucky esperó a que sus miradas se cruzaran. Pero, no había nada qué hacer, ni ya nada qué decir. Helmut lo miró y allí ya no había nada, es que realmente no lo estaba mirando… realmente se había perdido tanto. Bucky, sintió algo quebrándose en su interior, le pesaron los párpados y sintió ese ardor condenado en sus ojos. Se quedó mirando al vacío, ajeno a su realidad, con los ojos humedecidos hasta que sin poder sostenerlo más se retiró a algún lugar solitario lejos de todo. Esta vez procuraría no hundirse porque sabía que Helmut no llegaría a tiempo para rescatarlo.
***********
2006
Incluso la primera semana de enero Bucky siguió esperando. Muchas veces no podía dormir, veía a Helmut dormir a su lado y entonces, al ser conciente que el tiempo se le estaba acabando, sentía un gran dolor. Tragaba su tristeza cerrando fuertemente los ojos y, con el esfuerzo doloroso en su ceño fruncido, reprimía las lágrimas.
"Por qué no te esfuerzas un poco, Helmut" le exigía en su mente al hombre que dormía plácidamente a su lado. "¿Por qué permites que todo esto suceda?" Respiraba hondo y se quedaba mirándolo. "Te he dado todo de mí, siempre… Quisiera que no me dieras menos, quisiera que hablaras conmigo, quisiera que te esforzaras en esto, quisiera que seas sincero… conmigo, yo, quisiera…"
Incluso dos semanas después, Bucky lo siguió pensando. Aunque la decisión era obvia. Era sabido que debía dejarlo ir.
*************
Fue una mañana, a mediados de febrero de 2006, que Bucky aceptó la decisión.
Zemo no estaba en casa, había ido a una sesión de fotos y nadie vendría a verlo. Entonces Bucky se despertó y, por primera vez en mucho tiempo, se encontró solo ante una mañana espléndida y silenciosa. No había nadie en casa, cuando usualmente siempre estaba repleta de gente yendo y viniendo, ruido en todas partes; la típica casa del fotógrafo más popular del… mundo.
Bucky bajó hasta la cocina, con Alpine recargada en su hombro, dispuesto a prepararse un desayuno especial; nada de dietas, sólo lo que él quisiera. Alpine y él desayunaron en medio de ese silencio adorable, la luz del sol atravesaba las ventanas iluminando sus manos y calentándole el alma. Nunca había sentido ese tipo de paz; pero estaba, ahora, más que seguro de que eso era lo que quería desde ese día para adelante.
Se tomó el día libre. Fue por una larga y relajante ducha, escogió la mejor camisa para ese día y se peinó el cabello con esmero siguiendo una rutina impuesta por el rigor de los años. Entonces, sin siquiera reparar demasiado en ello, comenzó a separar sus prendas favoritas e indispensables del armario. Lustró su par de zapatos preferido cuidando de no desordenar el zapatero para que a Helmut no le diera un ataque a causa de su TOC con el orden. Un beneficio de esa condición fue que Bucky, después de tantos años, había aprendido a ser más organizado y disciplinado en su vida y, de esa misma manera tan organizada, fue que acomodó sus pertenencias en un par de maletas. Al principio no sintió tristeza…no como antes, esto no era como antes… no como esas tantas veces en las que salía corriendo para hundirse en el algún mar inmenso de depresión. Tal vez…tal vez sí, sólo sentía nostalgia.
Sintió nostalgia mientras tomaba sus pertenencias. Durante años había acumulado muchas cosas en esa casa, pequeñeces que tal vez no valían tanto monetariamente como sentimentalmente. Una chuchería de alguna feria por aquí, unos recuerdos baratos de algún viaje por allá… Bueno, no podría llevarse nada de eso ahora, no tendría mucho espacio en la casa de Rebecca, al menos no por el momento.
Encontró su guitarra en el sótano, donde siempre la tenía, y recordó la última vez que la tocó. Sí, siempre bajaba corriendo al sótano cuando discutía mucho con Helmut para tomar la guitarra y ponerse a tocar como loco sin un mañana. La última vez, él y Helmut habían discutido por algo estúpido, y Bucky bajó como siempre a tocar su guitarra pero lo hizo más estridente que de costumbre; realmente estaba experimentando una sensación terrible que lo acompañaría siempre: Amaba tanto a Helmut, pero a veces ya no podía soportar más las situaciones difíciles en las que lo ponía. Curiosamente, aquella vez, a diferencia de las anteriores veces, Helmut bajó hasta el sótano y, con timidez, se asomó para decirle que ese ritmo que había logrado le llegó a gustar. "Es bueno" Le dijo Helmut, con su polo gris y unos jeans de botapié ancho, con un rostro inocente y serio. Así era él. "Me gustó", dijo, "Me gustó de verdad".
Y ahora ese recuerdo se presentaba en la mente de Bucky como una película absurda, pero ahí estaba, con la guitarra en mano y todos sus recuerdos perdidos eternamente en su interior.
Bucky se apoyó contra la pared y, después de una breve reflexión, supo la respuesta a todo. Era tan simple, las personas cambiaban con el tiempo y no podía esperar a que ambos fueran los mismos después de tanto, nunca volverían a serlo. Luego, Helmut no podía amarlo (aceptar esto realmente dolió demasiado), aún después de todo, él no podía amar a nadie porque simplemente Helmut no se amaba a sí mismo. Nunca pudo, ni habría podido, hacerlo.
Pero Bucky había amado tanto…
He visto el amor y lo he seguido a la velocidad de la luz de las estrellas.
Sí, la constancia es la clave
Y toda la destrucción en un hombre
He visto el amor y lo sigo fugazmente en esta noche estrellada.
Ahora soy yo el que te escoje
Lentamente te dejo...
ver cómo te hipnotizo. (6)
Bucky comenzó a respirar con dificultad, se llevó las manos al rostro y jadeó en una suplica dolorosa. Su espalda se deslizó contra la pared y se dejó caer sobre el suelo. Allí, acurrucado como un niño, lloró un poco más, sólo una vez más en ese palacio de sueños rotos, una última vez…como una despedida.
Porque te amo, pero no aguanto más
Hay una mirada que no puedo describir en tus ojos
Si pudiéramos intentarlo como lo intentamos antes
¿Podrías seguir diciéndome esas mentiras?
Hay cosas que no recordaremos
Y sentimientos que nunca encontraremos
Has tardado tanto en verlo
Porque nunca parecías tener tiempo
Siempre había algo más importante que hacer
Más importante decir
Pero te amo no era una de esas cosas
Y ahora es demasiado tarde
(Ahora es demasiado tarde)
¿Te acuerdas?
(Ahora se acabó). (5)
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Un poco antes de medio día, Helmut terminó su trabajo y se dirigió a casa para tal vez aprovechar un almuerzo con James, si es que éste se encontraba allí. Mientras conducía, pensaba en que realmente le había dado muchas libertades a Bucky al fin y al cabo, ya que podía salir a donde quisiera, con quien quisiera y hacer lo que quisiera y… allí estaba: Bucky Barnes, un hombre espléndido con demasiadas habilidades (artes marciales, pilotaje, casi multi-instrumentista, deportes extremos, aventuras en Los Alpes, macramé, boxeo, literatura Inglesa, cocina, respostería, yoga, actuación, acuarela, skateboard, tiro deportivo, etc y etc) y siendo el modelo masculino más exitoso del momento. Todo lo hizo con un afán increíble, y aún así al final del día estaba allí, a su lado. Zemo sonrió pensando en ello. Tal vez no era tarde para ponerle más empeño a lo que ambos habían construido.
Zemo llegó y de inmediato se percató de algo inusual que le surcó un temor que había estado reprimiendo. Una camioneta estaba a la salida de su casa. ¿James la había alquilado o qué…?
Entonces Bucky salió de casa con una caja entre sus manos. Ambos se encontraron y se miraron en silencio. Helmut tomó aire, se quitó las gafas, echó un vistazo a la camioneta, miró a Bucky, miró su caja y finalmente, tras un suspiro, colocó resignadamente las manos sobre su cadera.
Así que este día había llegado; y se sentía como una maldita y dolorosa pesadilla.
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— ¿Me ayudas con ésto?
Helmut se volteó en dirección a Bucky, el cual le señalaba una gran caja sobre el armario. Estaban tranquilos, Helmut se había aflojado la corbata para no terminar ahogado.
— Claro.
Ambos bajaron la caja evitando el contacto de miradas. Entre todos los escenarios posibles hoy, Helmut, jamás creyó que esto llegaría sentirse tan frustrante. Temblaba de impotencia, nunca quiso aceptar que este día llegaría, no quiso…pero ya no podía hacer nada, ya era tarde. Esta vez era distinto porque no estaban peleando, no había gritos ni rabietas, ni guitarras rotas en el sótano, nada de eso. James no había salido corriendo; esta vez, incluso se trajo una camioneta.
— ¿Podemos llevar esto primero? —le consultó Bucky de pronto— Creo que las cajas deberían ir antes, luego todo esto…
Esa voz se perdía en un zumbido dentro sus oídos, Helmut sólo asintió en silencio disimulando distraerse con algo en el pulcro piso machihembrado.
Ahora ambos eran dos hombres en un afán de mudanza común. No hay reclamos, sólo una melodía infantil y triste de fondo:
Eras como una nube
Eras como una flor
Entonces fuiste un limón
Ahora nuestro amor es amargo. (7)
Helmut veía las cajas repletas de cosas de James salir de casa; todas las risas, las promesas, los gritos y los abrazos cálidos se iban… Todo se escurría sin piedad de sus manos. ¿En qué momento James lo había decidido? Si pudiera llegar hasta ese momento, si pudiera correr hasta él y abrazarlo, decirle… prometerle que… esta vez lo haría, sí lo haría, haría lo que sea. ¿No? No, eso ya no funcionaría.
— Lo pensé mucho.
Helmut levantó su cabeza para ver a James y, tratando de que su voz no se quebrara, le preguntó:
— ¿En serio?
James lo miró con compasión y asintió con la cabeza. Mientras separaba sus libros en una caja le fue platicando sobre todo lo que había estado pensando ese último tiempo antes de finalmente dar este último gran paso.
Helmut, sentado al lado del escritorio, lo escuchaba pero no podía entender o, mejor dicho, no podía aceptarlo. Un abatimiento invadió su pecho y comenzó a temblar más. Sabía que no tenía opción, pero realmente no quería que las cosas terminarán así. No podían terminar así, no podía ser…
— No tienes que hacer esto —dijo Helmut de pronto—. Realmente lo siento, sé que tengo que hacer muchas cosas, las haré, haré todo, te…
— Mut —susurró James sin mirarlo para que no le viera los ojos húmedos—, quiero irme…
Entonces Zemo ya no pudo contenerlo y se quebró en mil pedazos. Jamás había sentido tanto dolor en su vida, lo estaba perdiendo todo y ahora se odiaba tanto. Se presionó la frente con fuerza tratando de controlar su llanto. Y entonces se sintió avergonzado y culpable, porque sabía que lo primero que James pensaría era que estaba tratando de manipularlo con su sufrimiento; así que se apoyó contra el escritorio y hundió su rostro entre los brazos. Hubiera querido salir de la habitación pero no tenía fuerzas para ello; pero, no fue necesario, James, en silencio, fue el que salió de allí. Helmut escuchó su ausencia y trató de respirar con calma; seguía temblando y aún se sentía como una maldita basura.
¿Estaba siendo demasiado dramático? ¿James pensaría que era un asco? Bueno, ya qué más daba, porque ahora se estaba yendo y jamás volvería. Helmut seguía con el rostro hundido entre los brazos, escuchaba cómo James movía sus cosas allá afuera, escuchaba el palpito de su pulso, sentía el temblor constante sobre su cuerpo, y recordaba (en mal momento) el día que James le había preparado un pastel de fresas en su aniversario, el día que sobrevolaron Londres en un helicóptero, los garabatos perdidos en el piso de su primera casa, cómo habían llenado las paredes de cuadros y fotografías, la forma en que lo miraba siempre, "te amo", "te amo", la lavandería, la habitación, su ropa interminable, la lavandería, la habitación, "te amo", su ropa en el suelo, sus ojos azules resplandecientes en la oscuridad, su nombre en sus labios encarnados cuando se amaban sin control, "te amo", "soy el Soldado del Invierno, tú eres un Barón", "¿me puedo echar a tu lado?", su roce dulce, "Helmut… Helmut, nunca me hagas llorar, prométeme…"
Así se siente un corazón deshecho. Duele tanto. Las lágrimas jamás bastarán, ni todas las disculpas del mundo.
I love the way…you put me in the big house. (8)
Helmut comenzó a sentir frío y levantó su cabeza para ser recibido por el atardecer más desolador de su vida. De pronto, la luz se encendió, era Bucky entrando para llevarse la última caja.
James pasó por su lado con cautela, llegó a estar frente suyo al otro extremo de la habitación y le dedicó una mirada pasiva antes de cruzarse de brazos.
— Estoy bien —musitó Helmut fijando su vista en esa última caja.
— Yo también —le respondió James, con su voz suave.
Su voz suave…Helmut sabía que no vendría a rodearlo con sus brazos y susurrarle que todo estaría bien. Y dentro de aquella caja había un CD de música; las melodías de George Greshwin no volverían a sonar los domingos por la tarde cuando Bucky le tomaba la mano y él se apoyaba contra su pecho. Todo eso se iba, la melodía y sus mejores días se iban y ya no los volvería a sentir. Realmente estaba viendo ese CD y todas las cosas de James por última vez. De nuevo, los ojos de Helmut se cristalizaron y esa punzada en su pecho lo hizo estremecerse.
— ¿Pude hacer algo, verdad? —le preguntó a James en el vacío— Para salvar todo esto.
— Bueno, mira, no es sólo por ti. Esta vez son muchas cosas, yo realmente necesito hacer esto —Bucky se pasó la mano por la barbilla y se apoyó contra la pared— Oye, Helmut, no quiero que te culpes por esto ¿De acuerdo? Yo también me eq… Es decir, no se trata de culpas, es sólo que…
— Entiendo —le dijo Helmut con tranquilidad y con la mirada perdida en un punto ciego de la habitación—. Fue demasiado.
Bucky frunció el ceño y se quedó mirando al piso.
Ambos ya eran concientes de que muchas cosas los habían llevado a este punto final y, tal vez, lo mejor que podían hacer aunque sea por una vez, sería sobrellevarlo con calma y madurez.
En eso pensaban mientras llevaban las últimas pertenencias de Bucky a la camioneta, cuando todo cupo allí, entraron de nuevo a la casa para lavarse las manos y tomar un café (un último café).
A eso de las seis de la tarde, en Bruselas, cuando el invierno se despide recibiendo a una ansiosa primavera, son los últimos rayos del sol los que iluminan directamente el comedor donde ahora James y Helmut están sentados; éste último apenas probó su café, pero tiene las pupilas marrones fijas en el paquete preferido de galletas integrales que Bucky siempre había comido en tardes como ésta.
— ¿Me odias? —le preguntó de pronto a James.
— No te odio.
Helmut guardó silencio.
— ¿Y, tú? —le preguntó James.
— Eres —susurró Helmut sin levantar su vista—… la persona más hermosa y brillante que he conocido. Eres perfecto y…bueno. Eres bueno. Nunca podría odiarte.
Bucky lo miró de reojo y sonrió antes de decirle:
— Aún creo que eres genial.
— Pero en realidad sabes que soy una mierda.
— Sólo a veces —sonrió fugazmente James—. En esos momentos sí te llegué a odiar, pero eso fue hace mucho tiempo, sabes que la imagen que tengo hoy de tí… —tomó aire y entrecerró los ojos con convencimiento— Te conozco. Y amo quien eres. Siempre lo he hecho y a mi manera guardaré ese amor en mí de hoy en adelante.
Zemo intentó sonreír pero la expresión de su rostro perdido en la amargura apenas se lo permitió. Dos lágrimas finas se deslizaron desde sus ojos hacia la superficie de la mesa donde se plasmaron como un par de círculos perfectos. La vida es un círculo; y buscas aferrarte a algo. Helmut nunca experimentó sensaciones cálidas en su infancia y su juventud fue una farsa, hasta que James Buchanan Barnes llegó a su vida…con sus ojos azules tímidos escondidos tras un par de gafas, con toda su alegría y su optimismo, con sus sonrisas hermosas, allí, presto a amarlo con un amor real; entonces, Helmut se aferró a James y a esa seguridad emocional en su vida, pues de alguna manera le hacía sentir bien, al final del día, siempre podía estar bien.
— Te dije que el amor es una decisión ¿Te acuerdas?
Helmut asintió levantando tímidamente sus ojos hacia James. Recordaba ese día.
Ese día, cuando James le dijo por primera vez que lo amaba, se fastidió porque sabía que no podía amarse a sí mismo. Aún así, se armó de un extraño valor, irreconocible por él hasta entonces, y subió a la terraza para lanzar las fotografías al vacío. "Si esto lo que se necesita, esto es lo que haré…"
Después de seis años… ¿Lo había logrado?
Casi.
— Pues el amor jamás se acaba...tan fácilmente —finalizó James con una sonrisa dulce.
Y aún así Helmut no esperó a que un final como este doliera tanto. Ni cuando James se acercó a él y le dió un último beso (antes siempre tenía la certeza de James volvería porque nunca le daba un beso de despedida), ni cuando éste trató de persuadir a Alpine de que se quedara en casa para acompañarlo; ella, como el ser independiente que siempre fue, había decidido irse con James de la misma manera en que había llegado: acurrucada en su abrigo.
Y finalmente, cuando James salió de esa casa desolada, cerrando la puerta tras suyo.
El sonido seco de la puerta al cerrarse, el ruido del motor de la camioneta alejándose y el estremecedor silencio de aquella inmensa casa, terminaron por sepultar el alma Helmut. Temblando se fue acercando a la puerta y deshizo el nudo en su pecho sollozando contra la fría madera. Tuvo un colapso allí mismo, dejándose caer sobre el suelo, temblando incontrolablemente a más no poder.
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Helmut abrió pesadamente los ojos y fue recibido por la penumbra más desoladora de su vida.
Pasaron un par de minutos para que finalmente hiciera un esfuerzo por levantarse del suelo. Adolorido, física y emocionalmente, caminó a tientas para coger su abrigo y una bufanda. De algo estaba seguro esta noche: no se quedaría allí ahogándose en la oscuridad de aquella casa inmensa y muerta.
Helmut salió y se echó a andar por las calles, aún temblaba, siguiendo un camino inconsciente hasta la estación del metro y allí se subió a la línea más larga. En todo lo que quedaba de la noche y la pronta madrugada no volvería a bajarse de allí. Vió a la gente y su vida transcurrir indolente ante sus ojos claros, otrora vivaces, apagados en la penumbra que cubría y cubriría su alma sempiternamente.
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Ref: (nótese mi amor por Interpol y mi agradecimiento por su música, la cual me acompañó en madrugadas de depresión. Nunca me he periqueado; pero con esas canciones, hasta me dieron ganas.
P.D. Periquearse es malo :u)
(1) "The New" de Interpol
(2) "NYC" de Interpol
(3) "Narc" de Interpol
(4) "Te llevo a olvidar" de Dr. Jet
(5) "Do you remember?" de Phil Collins
(6) "Pace is The Trick" de Interpol
(7) "Song Seven" de Interpol
(8) "Specialist" de Interpol
Finalmente, quiero decir que estuve a punto de considerar este capítulo como el último de esta historia (The End :u ta-ta-taa); pero, me percaté que existen algunos cabos sueltos así que, no quiero ser como esa telenovelas brasileñas que terminan a la que te, voy a subir los siguientes capítulos para darle a todo esto un final satisfactorio.
Los capítulos (no serán ya muchos ni muy largos) que vendrán a continuación se situarán en un futuro de la vida de James, así que no se sorprendan mucho por todos los cambios que habrá logrado hasta entonces :3.
Muchísimas gracias por leer :) espero que te haya gustado, reaaally... Te quiero mucho, no lo olvides :'3.
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