Año 4

2003

Fue a finales de abril, en una noche lluviosa, que James encontró a un pequeño gatito solo y asustado en un rincón de las frías calles de Bruselas. Sin tener el poco corazón para abandonarlo, James alzó al pequeño animalito y se dió cuenta que no era un "él", sino una "ella", y también que era muy pequeña, tal vez apenas tenía un año. Con el pelaje blanco y mojado, la mirada azul de la pequeña gatita se reflejó en los propios ojos azules de James. Fue así que éste, sin dudarlo más, acomodó al pequeño felino debajo su acogedora chaqueta y se fue caminando con ella hasta llegar a casa.

— No podía dejarla ahí. Estaba lloviendo y ella es muy pequeña…

Esto fue lo que le dijo James a Helmut cuando llegó a casa. Con la mirada reacia, Helmut observó a la recién llegada, ya que era conciente que los gatos nunca habían sido muy afables con él.

— Yo me ocuparé de Alpine, la cuidaré, la alimentaré, la llevaré al veterinario…

— Espera — interrumpió Helmut — ¿La llamaste Alpine? ¿Ya le pusiste nombre?

— S-sí… —contestó dubitativo James— Su nombre es Alpine —y sonrió— No lo sé, se me ocurrió de pronto… ¿No crees que es un nombre genial? —y miró a la gatita, sí, ella era Alpine.

Entonces Helmut pensó que si James ya le había dado un nombre, no había vuelta atrás. Además qué podía hacer ¿Prohibirle a James que la tuviera? Eso no sería muy altruista de su parte; y de todas formas, James tenía un corazón de pollo, indudablemente ya se había encariñado.

Y de esta forma fue que Alpine llegó a sus vidas. Con el tiempo, ella se fue ganando la confianza de Helmut hasta que finalmente fue objeto de su cariño. Sucede que la misma Alpine, desde los primeros días, mostró tener una mayor preferencia hacia Helmut que al mismo James. Los mejores ronroneos siempre eran para Helmut, y no escatimaba en los contactos cariñosos hacia él. Finalmente los tres formaron una especie de familia: James, Helmut y Alpine, todos viviendo entre la cotidianidad de los días, en medio de los vaivenes del tiempo y los altibajos de la vida.

(1)

(2)

**********

Hubo una vez en la que Bucky lloró.

Había un muchacho, modelo, muy joven, recién llegado a la locura de las poses y las pasarelas. Su nombre ya no importa, pero fue la primera vez que Bucky sintió ciertos celos, no solo en el ámbito laboral, sino …por Helmut. 
"Con él no" le había hecho prometer a Helmut, tuvo que superar la pena de decírselo, "Con él no". Y es que sabía que Helmut lo fotografiaba, era su trabajo pero…"Con él no". Y a "Él" no le importaba Bucky, se le insinuaba a Zemo todo el tiempo…

"Con él no"

Every time we kiss
(Cada vez que nos besamos)

I feel you breathe your love so deep inside of me
(Siento que respiras tu amor tan profundo dentro de mi)

If the moon and stars should fall
(Si la luna y las estrellas cayeran)

They'd be easy to replace
(Serían fáciles de reemplazar)

I would lift you up to heaven
(Te elevaría al cielo)

And you would take their place
(Y tomarías su lugar)

Bucky tarareaba su canción, mientras caminaba en dirección al estudio de Zemo en la Avenida Louise y Toison d'Or.

Sucede que cuando estás enamorado, hay una alegría que inunda tu interior, nada más importa, y aunque el mundo se acabase aún habría una luz de esperanza naciendo de tu corazón.

Y cuando Bucky llegó y abrió la puerta su vida se detuvo. Tan sólo vió a ese "Él" tratando de bajar la bragueta del pantalón de Helmut en aquella posición tan sugerente.

Then I saw red
(Entonces me enfurecí)

When I opened up the door
(Cuando abrí la puerta)

I saw red
(Me enfurecí)

My heart just spilled onto the floor
(Mi corazón se derramó por el suelo)

And I didn't need to see his face
(Y no necesitaba ver su cara)

I saw yours
(Vi la tuya)

A Bucky, la vista se le nubló, sintió que estaba siendo presa de un shock, simplemente no podía procesarlo. No quería verlo…no quería verlo, no… Cerró la puerta y se dió la vuelta de inmediato, se fue del lugar con movimientos mecánicos, sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo y mucho menos de lo que haría. Lo único que quería era correr, correr muy lejos de ese lugar y del mundo y olvidarlo todo para siempre.

I saw red when I closed the door
(Vi todo en rojo cuando cerré la puerta)

I don't think I'm gonna love you anymore
(Y no creo que vaya a amarte nunca más)

Antes de llegar a la calle, Bucky ya estaba sintiendo que le faltaba el aire, había algo en su interior que lo estaba deshaciendo, jadeó y antes de darse cuenta siquiera ya un par de lágrimas se habían deslizado desde sus ojos azules.

En medio de la calle, sin saber a dónde dirigirse, con un montón de gente pasando de largo a su alrededor, se sintió perdido y devastado. 

— ¡James! 

Escuchó esa voz. No, no quería…ya no. 

Zemo llegó hasta él, con ese hermoso cabello castaño desordenado por el viento y el correteo para poder alcanzarlo. Y en su rostro había una expresión de seria preocupación…pero no de culpa.

— No… —negó Bucky, con la cabeza y apenas balbuceando. Apartó a Helmut cuando éste quiso acercarse a él.

— James…

— Me lo prometiste… —susurró Bucky en un sollozo silencioso. 

— Fue un malentendido. Yo no lo quería…

— Me lo prometiste… —y Bucky sintió que sus piernas ya no lo podrían sostener— Con él no, con él… dijiste que con él no…

En su debilidad, Bucky no pudo ofrecer resistencia y Zemo lo sostuvo entre sus brazos. Quería explicarle que no había sido como él pensaba, que realmente no quería hacer nada, que había querido cumplir su promesa; pero ese "Él" propasó los límites, e intentó desabrochar el cinturón de su pantalón, entonces forcejearon y en ese justo momento Bucky los vió. Ahora Zemo sólo podía abrazarlo y contener sus lágrimas mientras su propio corazón se resquebrajaba.

Zemo apenas pudo llevar a Bucky a casa, incluso pensó en cargarlo pero era más pequeño que él. Al llegar, Bucky aún estaba consternado, sólo balbuceaba y las lágrimas corrían y corrían por sus mejillas sin control, sus ojos terminarían secándose. Y después, Bucky se quedó en un estado semi catatonico por un día y tal vez un poco más.

Al finalizar la semana, Bucky se recuperó, pero sólo respondía con monosílabos. De una o varias maneras, Zemo trató de explicarle de la mejor manera posible lo qué en realidad había sucedido, y Bucky entendió; pero, al finalizar la semana… sólo respondía con monosílabos.

Y es que, Bucky sabía…lo sabía, todo lo que decían de Zemo…era verdad, en el fondo lo sabía. Pero nunca lo había visto y mientras no lo viera estaba… "bien".

"No está bien" le habían dicho, pero él quería que sí estuviera bien, porque lo único que quería era vivir con Helmut en su casa de ensueño, con su amor interminable, con los ronroneos de Alpine, y la creencia de que lo que sentían podía ser más grande que todo lo demás.

Sólo quería ser feliz.

Y fue así que después de medio año, con una terapia de amor intensiva, Helmut logró que James volviera a él, tal vez no con esa ceguera antigua pero con él mismo amor de siempre. Después de cuatro años, James había bajado la cabeza, su sumisión estaba condenada y atada al amor inmenso que le profesaba a Helmut, y se había convencido que ya no había vuelta atrás.

**************

— Pregúntale a Bucky por qué ahora se delinea los ojos. 

— Es una tendencia, Sam. — contestó Steve con una sonrisa divertida.

— Y por qué está metido en artes marciales…

— Es Jiu-jitsu  —añadió Steve.

 Esa cosa —señaló Sam.

— Porque le gusta descubrir cosas nuevas —sonrió Steve.

— Bucky, por qué…— Sam se dió la vuelta para dirigirse a James pero lo encontró ajeno a todo — ¿Bucky? ¿Estás aquí? 

James estaba ahí, con su atuendo de aviador o de motociclista, o tan solo una alusión a ambos. Los ojos delineados enmarcaban su mirada fría y sombría que se elevaba hasta el piso siguiente en donde, en una habitación, se encontraba Helmut, tal vez echado tratando de aliviar su dolor de cabeza. Ahí estaba James, sí, y allá arriba estaba su existencia.

— Iré a ver cómo está Helmut —dijo entonces Bucky, con una voz fría que trataba de disimular su ansiedad.

— Llévale un poco más de agua —dijo Steve—. Espero que la pastilla lo haya aliviado.

You won't hear me,
But you'll feel me
Without warning, somethings dawning, listen.

James llegó a la habitación donde se encontraba Helmut, entró con sigilo, y se clavó en la puerta para observarlo. Helmut estaba echado, con los ojos cerrados y con una mano cubriendo su sien.

— Señor —murmuró James.

— Hmm —Helmut estaba desganado y ni siquiera había abierto los ojos.

— Reporte de misión.

Helmut se quitó la mano de la sien y miró a James de reojo para preguntarle:

— ¿Estás jugando?

— ¿Quieres jugar conmigo?

Helmut sonrió con esa tranquilidad que James tanto adoraba, y luego dió un par de palmaditas sobre la cama para decirle:

— Venga aquí, Sargento.

James no dudó demasiado para acercarse y se echó al lado de Helmut. Ahora sus miradas estaban de nuevo conectadas y fácilmente podían sentir su mutua respiración. Había un efecto adormecedor en ello, por eso, usualmente solían quedarse en silencio en momentos así; y luego, sus rostros se acercaban hasta que sus labios se rozaban.

Los besos suaves se volvieron más intensos, Helmut tomó la cabeza de James entre sus manos y lo contempló con adoración. Sentía esa sensación cálida en su interior.

— Tengo una misión para usted, Sargento Barnes.

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— ¿Qué tal lo hago, Coronel? —jadeó James mientras sus labios encarnados recorrían el miembro viril de Helmut. 

— ¿Coronel? ¿Ahora será así?

Helmut, apenas apoyándose contra la pared, ahogaba sus gemidos con valentía; sin embargo, la expresión desajustada en su rostro delataban todo lo contrario.

— Sí —respondió James, levantando su mirada de azul eterno—. Mi coronel Zemo, a sus órdenes.

— No abandone la misión, Sargento Barnes —sonrió Helmut, de lado y con cinismo—. Usted hace un excelente trabajo…

— Sí, Señor.

Y James comenzó su desenfreno sobre la erección de Helmut, llevándolo a la agonía del placer condenado. Helmut cerró los ojos con fuerza, frunció el ceño y apretó la mandíbula cuando llegó al orgasmo. 

— Cómo lo hice… —dijo James, jadeando, mientras se limpiaba en vano el semen que quedaba en su boca.

— Maldita sea Sargento Barnes…¡Usted se merece la medalla al mérito! —exclamó sonriente Helmut con entusiasmo sobre-actuado.

James no se dió tiempo para reír, se levantó rápidamente y tomó la cabeza de Helmut entre sus manos para besarlo con fuerza. Tenía a Helmut presionado contra la pared cuando apartó su rostro para decirle:

—Te amo, te amo, maldita sea…

Los ojos de Helmut se oscurecieron al escuchar esa declaración efusiva, en momentos así sabía que tenía a James en sus manos…y éste…lo sujetó contra la pared por el cuello.

— ¿Ahora vas a ahorcarme…? —dijo apenas Helmut.

— Tú eres el señor bien …un Barón —susurró James mientras presionaba más sus dedos alrededor del cuello de Helmut— …el Barón Zemo. Y yo…soy El Soldado del Invierno…tu violador.

Una mirada severa se dibujó en el rostro de James, una mirada que fue correspondida por Helmut…la oscuridad en sus ojos…

Y fue así. Sobre el borde de una mesa Helmut gimió con cada embestida dolorosamente placentera que recibía de James, y éste aún tenía la mano izquierda rodeando su cuello haciendo presión al ritmo de sus arremetidas. Cuánto le gustaba hacer ésto… Y no se sentía lo suficientemente exhausto. Una gota de sudor cayó desde su frente hasta los labios adorados de su amante, su compañero, su vida. No había ninguna línea definida entre su devoción y su propia cordura. Amaba tanto a ese maldito hombre…
Su relación se concebía entre alcanzar el cielo hasta descender al mismo infierno, pasando unas temporadas a la deriva en un limbo inquietante. 

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— Tienes un enrojecimiento en tu cuello — le dijo Sam a Helmut, en voz baja, cuando finalmente bajó a la sala junto con James.

Helmut miró a Sam fijamente, sí, sabía que todos ahí estaban con la gran incógnita sobre la tardanza en la habitación de arriba…

— Y tú tienes un moco —le dijo Helmut con firmeza. Luego sonrió fingidamente y se dió la vuelta para ir junto a James.

Sam apenas se tocó la nariz instintivamente, y luego frunció el ceño…

— No es verdad… —dijo, pero Helmut ya se había retirado— Este hombre es un…

Pocos minutos después Helmut estaba incómodo por la presencia cercana de Steve con James. Hablaban tanto…y esa confidencia… había algo ¿Había algo?. Helmut detestaba pensar en esa cuestionante, y detestaba a …

— Steve —llamó Sam— ¿Puedes venir un momento? Ayúdame en algo aquí…

Sam había percibido esa mirada incomoda en los ojos de Helmut. Steve estaba sentado al lado de James, dándole la espalda a Helmut, ocultándole la vista de su compañero. Y Sam sabía cuán celoso se sentía Helmut de Steve… era tan celoso e inquietante.

Steve se volteó, inocente y complacido fue a ayudar a Sam con esa disposición generosa y entrañable que era tan querida por muchos y tan desdeñada por Helmut. "Steve, el hombre perfecto" cuán tedioso se le hacía cada día…

— ¿Quieres echarte en el sofá? —preguntó sonriente James a Helmut— Me sentaré a tu lado…en esta silla.

— La silla en donde se sentó tu "gran" amigo Steve… —mencionó Helmut, con cierto tono sarcástico, mientras se recostaba sobre el sofá.

James sólo sonrió. Se sentó en la silla y contempló a Helmut. No pensó mucho y se acercó más a él, se agachó y rodeó a Helmut con sus brazos para apoyarle su cabeza contra el cuello.

— Quisiera que nos quedásemos así para siempre —le dijo James—. Tú y yo…

Espero a que Helmut completase esa frase…

— Ajá.

"Ajá" fué lo único que Helmut dijo. 

— Tú y yo… —suspiró James, con los ojos cerrados aún sonreía…no sabía, y aún sonreía.

— … nacimos para morir y vivir juntos…— finalmente Helmut dijo las palabras. No quería enojarse con James, no era su culpa.

— …en cualquier realidad, espacio o tiempo —y James sonrió aún más—. Quédate conmigo, Helmut, quedémonos juntos para siempre.

— Así será —le susurró Zemo—. Nunca te dejaré, eres la alegría de mi vida, te adoro, y siempre estaré contigo…donde tú vayas, donde sea que estés…en cualquier lugar… por siempre.

************


Helmut y James eran una pareja mediática. Estaban bajo el ojo público por la naturaleza de su relación. Iban a todo tipo de eventos, y la gente los asimilaba, algunos con indiferencia, otros con negativismo, otros con expectación… Aún así, ambos eran tan carismáticos que todos preferían obviar aquella relación que los unía.

(3)

Casi a finales de agosto, ambos sobrellevan su compañía como si fuese una gran hazaña. Era duro a veces, pero era James el que nunca se rendía, el que estaba ahí insistiendo y esperando con abnegación. No quería perderlo, no iba a hacerlo, había hecho una promesa.

— Por qué te duchas tan tarde.

Helmut regañó a James cuando entró al cuarto de baño y le abrió la puerta de la regadera sin aviso.

— ¡Ciérrala! —le gritó James con enfado.

— Estás gordo —le dijo Helmut, con malicia infantil, y cerró la puerta de un jalón.

— ¡Jódete!

Helmut salió del baño silbando, después de recoger una crema hidratante del tocador.

Ya iba una semana que Helmut le andaba molestando por un supuesto aumento de peso. Le había tocado las caderas para comprobarlo, "Ésto no va bien, amigo" le había dicho, y le molestaba tanto…
Es que Rebecca lo había invitado el anterior fin de semana a una cena en su casa y sirvieron su comida favorita. No la había probado en tanto tiempo y simplemente no pudo negarse. De un pedazo en su plato pasó a servirse más y más…

— ¡Ahora estoy gordo! —exclamó James al teléfono cuando Steve lo llamó.

"Eso no es cierto, Bucky. Sólo tómatelo con calma…" Le dijo Steve al otro lado de la línea.

— No puedo hacerlo… —dijo James sentándose sobre la cama— Helmut me hincha las bolas con eso cada vez que puede y tiene razón. Aumenté mi rutina en el gimnasio, mi dieta está más estricta…y joder, estoy tan cansado… 

"Has las cosas con cuidado…"

— ¡No!. No me rendiré. Sudaré hasta la última gota y todo volverá a ser como antes. No me tomará más allá de esta semana. Ya lo verás.

Y podemos decir algo: James lo logró. Por supuesto que sí, pero al finalizar la semana estaba tan agotado que ya ni podía atender a Alpine como se debía.

— Dile a tu querido y adorado Barón Zemo que te dé tus Whiskas hoy y mañana y siempre que pueda…¿Sí? —le susurró un día.

"Meow" fue lo único que pudo responderle Alpine. Había un reproche en su miradita felina.

— Oh dios… ya no doy para más —le dijo James recostandose en el suelo—. Ven, abrázame.

Recordó que Helmut no estaba en casa esa semana. Había ido a Sokovia para atender un asunto familiar. El silencio…ese bendito silencio, era genial pero se sentía muy cansado y… extrañaba tanto a Helmut. No respondía sus llamadas ni sus mensajes, al parecer ni siquiera su teléfono móvil estaba disponible, simplemente había desaparecido. ¿Qué le había sucedido? Estaba preocupado…pero un día ese mayordomo, Oeznik, el que atendía la casa del padre de Helmut, le había llamado para decirle que Helmut estaba ocupado en un asunto muy delicado allá, pero que estaba bien y llamaría en cuanto pudiera… "¿Algún recado?" ¡Por supuesto que sí! Un montón de recados pero al final solo uno: "Que se cuide mucho y que no olvide comunicarse ya que siempre estaría pendiente de su llamado", también quería decirle que lo extrañaba bastante pero no quería sonar demasiado cursi en una llamada de teléfono tan formal.

Ahora sólo podía escuchar el ronroneo de Alpine contra su pecho. Sí, al menos tenía a Alpine junto a él. Oh, rayos, debía sacar fuerzas para poder darle su comida. 

—Alpine —le dijo a su gata con firmeza—, la vida no es para débiles. Vamos a comer —y se levantó con heroísmo del suelo—. ¿Qué diría Helmut si me viera así tan desganado? Dónde sea que esté el dijo que siempre estaría conmigo, y no voy a decepcionarlo. Vamos.

Alpine maulló con más ánimo y su cola flameó elegante ante las piernas de James.

Y al día siguiente surgió algo novedoso… Steve.
Oh, Steve y sus grandes ideas. El tipo era genial por dónde lo vieras. Invitó a James a relajarse un par de días junto a él y todos sus amigos, Nat, Sam…todos estaban incluidos. Sería algo genial, se perderían en Laurisilva de Madeira, el famoso archipiélago portugués. 

Y la verdad fue un sueño, todo fue hermoso y perfecto… James se sintió tan contento… 

Parecía que todo hubiese sido planeado por los dioses, ya que incluso había podido dejar a Alpine al cuidado de su hermana la que, sorpresivamente, había decidido pasar una temporada en Bruselas, y por ello ahora estaban cerca uno del otro como hace mucho no lo estaban.

— ¿Entonces se casarán en un matrimonio, "matrimonio", el próximo año, cuando sea legal en Bélgica? —le preguntó Sam mientras caminaban en medio del agradable clima portugués.

— Sí —afirmó James, y estaba ilusionado.

— ¿Pero, no basta con la Unión Civil? No es una crítica, es sólo una duda.

— Entiendo, descuida. Mira, hay una gran diferencia entre llamar a alguien tu "compañero" y llamarlo tu "esposo". Un compañero es alguien con quién jugarías una partida, o con quien te embarcarías en un negocio… Pero lo más cercano a describir el amor que tengo por Helmut, y él por mí, es el "matrimonio". Quiero que seamos esposos, y así lo hemos decidido.

Sam movió la cabeza con convencimiento. Ese argumento le pareció real y justo. Tomó a Bucky por el hombro con esa firmeza propia de la leal amistad y siguieron caminando. James sabía que Sam lo apoyaría, en lo que sea, siempre. Nunca lo había abandonado y, de alguna forma, su presencia era permanente, como una roca firme.

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Aquella noche, Bucky recibió una llamada. Era Helmut.

— ¿Helmut? —contestó James emocionado, su corazón le latía muy fuerte.

"Dónde estás"

Fue una respuesta fría, seca y severa. 

— Ah…yo…yo-yo estoy…no estoy en casa —tenía un presentimiento, la emoción en su pecho se tornó en una opresión— Verás, mis amigos me invitaron a pasar un par de días con ellos —tenía que tomarse las cosas con calma— Así que… sorpresa, estoy en Portugal.

"¿Steve Rogers está ahí?"

Otra pregunta seca. ¿Ocurría algo malo? No, iba a suceder algo malo.

— S-sí…Steve está aquí —y se apresuró a arreglar las cosas— Pero también están Sam, Nat…

"Steve…" Zemo lo interrumpió, y su voz…estaba enojado "Qué carajos estás haciendo con él!"

— Helmut, yo… —la voz de James se puso débil, pero llamó la atención de sus amigos.

— ¿Qué sucede? —le preguntó Nat, preocupada y con el ceño fruncido.

"¿Acaso estás jugando conmigo?" lo reprochó todavía Helmut.

— No, escucha, yo…

"¡Ya es suficiente!".

Una sentencia.

— Qué. No, espera, escúchame… —James trató de ser fuerte y darse a entender.

"¿Por qué mejor no te quedas con ese estúpido? Es más, por qué mejor no se mueren juntos…"

— Oye de qué estás hablando…¡¿quieres escucharme?! —la voz de James se quebró.

"…Y ni siquiera te molestes en volver ¿me oíste?…¡Maldita sea!"

Y Helmut colgó el teléfono. El punto muerto. La línea plana. El fin del mundo. En su pecho…el vacío. Se acabó… 

— ¿Bucky?

— ¿Qué sucedió?

— ¿Era Zemo? ¿Qué te dijo?

Las voces. Sus amigos, estaban ahí, querían saber…

— ¿Bucky?… ¿Estás bien?

No…
No estaba bien. Su mente estaba en blanco, una sensación horrible invadía su interior y se hundía…estaba en un hoyo hundiéndose más y más…

— Bucky…

Las voces…ya no … Ya no más… Ya no…

— Bucky, mírame —Nat se acercó a él y tomó su rostro para encontrar su mirada azul, más azul que en cualquier otro día—. Qué fue lo que sucedió.

— Él… —tenía que reaccionar— Se enojó conmigo. Pero fue un malentendido… ¡Fue un error! ¡Él no quiso escucharme!

— Qué fue lo que te dijo, por qué se molestó contigo —intervino Sam. Y a su lado, un Steve preocupado lo miraba acongojado.

— No lo sé —Bucky se apartó de Nat y se volteó para dirigirse hacia una pared mientras se tomaba la frente con todos sus nervios a flor de piel—. ¡No lo sé!— perdió el control y estrelló sus puños contra la pared—. ¡Está…! Él está… 

— Buck… — susurró Steve.

—….¡Él está matándome!

— Bucky… —Nat se apresuró a tratar de tomarlo por la espalda— Ven, cálmate…

— ¡Por qué! ¡Por qué hace esto conmigo! ¡Por qué!

Todos trataron de calmarlo pero fue muy difícil. En un principio era más que obvio que James estaba dispuesto y urgido a salir corriendo hasta llegar a Helmut y explicarle todo, hacer que entendiera…que estaba malinterpretando las cosas. Pero Nat le hizo recapacitar, le dijo que no podía dejar que le arruinara sus vacaciones de esa forma, ni que ese comportamiento tan inmaduro emocionalmente por parte de Helmut lo hiciera sumirse en la consternación.

— Bucky, tú no hiciste nada malo —dijo finalmente ella.

— Sí, tienes razón —afirmó James tratando de recobrar la calma—. Él… sólo sé molestó por un malentendido y de seguro ya se dió cuenta. Incluso, creo que no tardará en llamarme para disculparse y hablar… Él sólo se…

— No lo justifiques tanto, Bucky — intervino Nat

— … Sí, lo siento —concluyó James.

— Yo lo siento —dijo Steve de pronto—. Sé que Zemo se siente… incómodo con mi cercanía hacia tí, y yo…

— Steve, no tienes que disculparte…—se apresuró a decir James.

— …No, yo, lo siento mucho Bucky…

— Tiene razón —intervino Sam—, no tienes por qué disculparte, no es culpa tuya, ni es culpa de Bucky —y se dirigió a James—. Ya verás que esto se solucionará muy pronto, trata de guardar la calma y pensar las cosas con claridad. Tú me dijiste que Zemo te ama, bueno, si es así, y sabemos que lo es, él lo entenderá y hablará contigo… Bucky, todo se solucionará.

La seguridad y firmeza de estas palabras tranquilizaron a James y le devolvieron lo que diríamos la "fe". Entonces respiró hondo y, acompañado de sus amigos, se dispuso a dormir. 

Todos dormían en la misma gran habitación, sí, excentricidades del viaje; y también porque, de alguna manera, esto los hacia sentirse más unidos, y por supuesto que esta noche, más que ninguna otra, era la sensación que más necesitaban.

James, sin embargo, no pudo dormir debidamente. Al comienzo se quedó despierto esperando esa llamada o ese mensaje que nunca llegaría, "Va a llamarme, querrá hablar conmigo…" se decía, pero ya era más de media noche y no, esa llamada no llegó. Se dejó vencer por el sueño pero no tardó en despertarse a eso de las tres de la madrugada tras haber tenido una pesadilla sobre un mensaje devastador de Helmut, y fue tan real que al despertar su corazón estaba oprimido por el miedo y la angustia, entonces se apresuró a tomar su teléfono móvil y verificar que todo había un mal sueño…o, en el fondo, esperar a que Helmut hubiese enviado un mensaje sí, pero uno positivo, uno lo suficientemente cariñoso como para acabar con su agonía.

Nada. La respuesta era nada. No tenía notificaciones de Helmut, y jamás se había sentido tan solo y perdido en su vida. 

— Sé que quieres escribirle…

Una voz suave le susurraba desde la litera que estaba frente suyo. Era Nat, mirándolo con sus brillantes ojos en medio de la oscuridad.

— …pero no lo hagas. 

— Necesito… Quiero decirle… Yo… —musitó James— Tal vez sea tarde mañana…

— Si lo haces ahora no obtendrás nada, él no responderá ahora y lo sabes. Y si lo hiciera, él…no… sabes que discutirá contigo y será mucho peor —Nat trató de decirlo todo en voz baja—. Lo mejor es que intentes dormir ahora. Y mañana tomarás el primer vuelo para ir y aclararlo todo…

— Aunque eso no es lo correcto ¿cierto? —susurró James—. Lo correcto es que me quede aquí y continúe porque yo no hice nada indebido, no tengo por qué disculparme.

— Sí, James…escucha: Tienes que dormir.

Fue la frase definitiva de Nat. 

James apartó su teléfono móvil con un ligero empujón, respiró hondo y se dió la vuelta sobre la cama. Sentía una gran opresión en su pecho, quería llorar pero no…no quería ser tan dramático, no. Entonces cerró con fuerza los ojos y ahogó el ardor de la tristeza en su nariz. El cansancio y la oscuridad de la noche hicieron lo suyo para que finalmente James se quedara dormido.

Al día siguiente pasó algo que no esperaban, y fue que James decidió no volver a casa. Se dió aires de fortaleza y trató de olvidarlo todo. Pidió hacer cualquier cosa para no tener que estar pendiente de su teléfono móvil a cada instante, y para también evitar no pensar tanto en Helmut. Tuvieron que acceder a sus peticiones para complacer su decisión. 
En el fondo, James sólo quería correr y aislarse de todos. El hoyo lo jalaba al fondo con insistencia pero respetaba que Helmut estuviera molesto; y si éste no quería hablar aún, entonces no iba a presionarlo. Quiso creer que un día sería suficiente para que Helmut asentara sus ánimos, tan suficiente como para que al volver a casa ambos pudieran hablar con calma y así finalmente poder arreglar las cosas.

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El día que James retornó a Bélgica sintió la opresión en su pecho de nuevo cuando estaba muy cerca de llegar a la puerta de su casa. Con cada paso esa sensación angustiosa se hacía más fuerte. Comenzó a temblar y respirar con dificultad; sin embargo, aún así, trató de ser fuerte.

Lo primero que escuchó cuando ingresó fue el tic tac del reloj en medio del silencio agobiante de la sala, y luego subió las escaleras para dirigirse a su habitación sabiendo que allí encontraría a Helmut.  

Lo encontró. Sí, Helmut estaba de pie dándole la espalda al espejo junto al armario. James no quiso reparar en la expresión de su rostro tan solo lo saludó con tranquilidad y se acercó a él para darle un beso en la mejilla como si fuese un día cualquiera.

No. No era un día cualquiera. Y James lo supo cuando el rostro frío de Helmut se apartó de él como si fuese alérgico a su cercanía. Fue entonces cuando James se fijó en dicho rostro. Los ojos marrones que antes brillaban por él ahora lo miraban con severidad y hasta con rechazo; incluso tenían un brillo diferente, uno que simulaba una cuchilla afilada presta a clavarse en su corazón.

— ¿Alguien te trajo?

Esa fue la pregunta seca que le hizo Helmut, sin dejar de mirarlo con sus ojos hirientes.

— N-no — respondió James—. Me vine solo hasta…llegué aquí solo.

— ¿Steve Rogers te invitó a Portugal, no es cierto?

— S-sí… él…

— ¿Cuántas veces has salido con él mientras yo no estaba en casa?

Las preguntas inquisitivas de Helmut eran como dagas buscando clavarse en James una y otra vez.
Era verdad sí, que Steve lo invitaba a salir varias veces siempre que era posible, y era innegable que cada vez que James salía en busca de aventuras debía hacerlo en compañía de Steve, y todo era por el simple hecho de que eran mejores amigos, tanto que alguna vez se extrañó de que no fuesen hermanos. Y tan sólo era eso.

— Ah…un par de veces, pero él y…

— Un par de veces…

— Sí…yo…

— Por qué piensas que soy estúpido.

— De qué hablas… —James trató de simular una sonrisa. No. Nadie ahí estaba sonriendo.

— Por qué estás mintiéndome.

— No estoy mintiéndote —se apresuró a responder James—, y no te estoy tomando por estúpido, estás malentendiendo las cosas…

— Y entonces por qué estás llorando.

James se detuvo. Se quedó clavado en el rostro severo de Helmut. Era verdad, no se había dado cuenta que sus ojos estaban abrillantados. Estaba triste. Tenía una congoja en su interior, y Helmut estaba cerrado a él, parecía decidido a juzgarlo sin siquiera tratar de entender…

— No estoy llorando.

— Mira tu cara —le recriminó Helmut, apartándose del espejo para que James viera su reflejo. Qué desastre—. ¿Por qué me mientes? Tú te vas con Rogers a donde se te da la gana, y no tienes la cara para decirme que tienes algo con ese imbécil… ¿Qué, acaso estás enamorado de él?

— Yo no estoy enamorado de él. Entie…

— ¡No soy estúpido!

Finalmente le había alzado la voz. Un golpe en su ser. 

— ¡¿Quieres escucharme?!

— ¡Cuántas veces te has acostado con él!

— ¡Que no…!

— ¡Dime! ¡Cuántas veces!

James quería hablar pero un nudo en su garganta le ahogó la existencia.

— ¡Desde cuándo crees que soy un estúpido! ¡Habla, maldita sea! 

— Yo - no - te engañé ¡Nunca! 

— ¿Esperas que te crea cuando te la pasas todo el tiempo con ese imbécil? —le susurró Helmut con rabia.

— Eso no significa que tenga algo con él, y además… —se detuvo, no quiso continuar.

— Y además qué.

— Tú…

— Qué.

— Tú… Tú también sales de casa muy a menudo, y andas con varias…personas.

Helmut dibujó una sonrisa cínica en su rostro. Se colocó las manos sobre la cadera y rodeó a James con autoridad.

— Así que ahora vas a "reclamarme"…

— No es un reclamo es una ob…

— … Actuarás como el típico gandul norteamericano, el horrible hombre estadounidense que se anda quejando por todo… —y luego se burló— "Tenemos que hablar de…"

— Basta.

— Basta qué. ¿Ahora te harás "el ofendido"?

— Tú eres el que se está…

— ¡Porque tú me has mentido!

— ¡Estás equivocado! —James se tomó la frente con desesperación— Esto no tiene sentido…

— Sí, no lo tiene, y de hecho estoy harto. 

James miró a Helmut con sus ojos húmedos.

— Así es —añadió Helmut—, quiero que te vayas.

— D-de qué hablas…

— Vete —sentenció Helmut—. Empaca tus cosas y fuera de mi vista. No quiero verte de nuevo. Largo.

James se quedó boquiabierto, el pánico se apoderó de su ser, había caído al hoyo. Todas las sensaciones más amargas y agobiantes que había evitado inundaron su ser. Helmut lo había aniquilado con sólo unas palabras.

— Helmut … —dijo James en un hilo de voz.

— Fuera. 

— P-pero…

— ¡Nada! —y Helmut se acercó a él en un solo movimiento para decirle con el reproche en su mirada— No estuviste aquí cuando más te necesitaba. ¿Sabes qué sucedió? Mi padre falleció, allá, mientras estaba en Sokovia, estuve tratan… Olvídalo. Ni siquiera te interesa. Prefieres irte a divertir con tu estúpido Steve… ¡Muérete, James!.

— ¿Qué? —James agrandó sus ojos— Yo-yo… No lo sabía… N-no no me lo… ¿Por qué no me lo dijiste antes?

— ¡Ya basta! —le gritó Helmut con enfado—. Ya estoy harto, eso es lo que sucede. ¡Ahora fuera de aquí!

— Helmut, espera, tenemos que hablar de esto…

— Yo no quiero hablar contigo. Quiero que te vayas. ¡Largo!.

James suplicaba con su mirada. Esos ojos húmedos no contendrían las lágrimas por mucho tiempo. 

— ¡Piérdete! —le gritó Helmut al ver que no reaccionaba.

— Yo-yo —trató de hablar James, y una lágrima se deslizó por su mejilla— no quería hacerte sentir mal… —y dicho esto se acercó a Helmut para tratar de abrazarlo— Por favor… Lo siento, discúlpame…por favor…

Helmut trató de resistirse al abrazo de James. Cerró sus ojos y por un par de segundos realmente creyó que tal vez podrían…

— No, James —No, no podrían—, es suficiente —susurró— Ya está hecho.

— Helmut —la voz de James estaba quebrada— Por favor, no hagas esto…

— Eres una decepción.

— Pero yo no… —James se limpió rápidamente el recorrido de la lágrima en su mejilla— Cómo puedes creer que podría engañarte después de todo este tiempo, todo este tiempo lo único que he hecho ha sido…te he amado tanto, yo te amo demasiado…te amo de verdad, tú sabes que sí, sabes que jamás te traicionaría… Siento mucho no haber estado cuando me necesitabas, perdóname, sabes que no lo hice por lastimarte, tú me importas dem…

— James, James —le cortó Helmut con seriedad—. Ya está hecho. Ahora quiero que por favor, empaques tus cosas, y te marches. 

James negó con la cabeza tratando de contener sus lágrimas.

— No hagas las cosas difíciles, vete ya.

— N-no…yo no… —James estaba hiperventilando— Yo…lo siento, perdóname, no por favor…Mierda… —cerró los ojos con fuerza— Por favor, no me …Perd…

Ya no pudo contenerlo y las lágrimas emanaron silenciosas de sus ojos. Otra vez, en su desesperación, trató de acercarse a Helmut para abrazarlo; pero éste último, ya decidido en su rencor, lo empujó.

— ¡No! —lo rechazó Helmut— ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de mi casa y fuera de mi vida! —le gritó exaltado.

James entró en pánico. Trató de acercarse de nuevo a Helmut pero sólo recibió su desprecio.

— No quiero ver tu cara de nuevo. Largo de mi casa —y resaltó muy bien la palabra "mi"—. Toma tus cosas y vete de aquí. 

Helmut se dió la vuelta inmediatamente para abrir el armario y sacar la ropa de James. Éste, trató de detenerlo con desesperación, pero Helmut lo empujó una y otra vez. En un determinado momento, James, en la situación crítica en la que estaba, no pudo sostenerse y perdió el equilibrio ante un empujón de Helmut cayendo al piso en donde se dió por vencido ahogando sus lágrimas en jadeos angustiantes.

Helmut encajó todo lo que encontró de James en una maleta, mientras éste último lo miraba con el rostro inundando de lágrimas, impotente, pero aún suplicante.

— Ten, vete ahora —le ordenó Helmut pateando la maleta.

¿Cómo iba a permitir algo así? Se preguntó James. No era justo y no tenía razón suficiente de ser. Entonces tomó fuerzas para levantarse y acercarse a Helmut.

Estaba al borde del colapso, y ya no tenía nada más que perder pues ya lo estaba perdiendo todo.

— Helmut, por favor, hablemos de esto. Yo te amo. No me alejes de ti de esta…

— ¡No quiero hablar contigo! No voy a hablar de nada contigo —arremetió Helmut—. Te dije que ya no quería verte, que se acabó y que te vayas…¿Qué parte de eso no comprendes?.

— ¡Es que no puedes hacer esto! —exclamó James tratando de tomar a Helmut por los brazos.

Había perdido la compostura, la cordura, el orgullo y todo lo demás…

— ¡Suéltame! —lo rechazó Helmut.

— ¡No! —James lo jaloneó de las mangas de su camisa.

— ¡James! ¡Ya basta!

— ¡Escúchame!

— ¡No, déjame!

James le rogaba y no quería soltarlo. Aún lloraba y su rostro desesperado ya estaba en agonía.

Y entonces Helmut, sin pensarlo, le dió una bofetada. Tan rápida e hiriente como una cuchillada, que dejó anonadado a James.

— Te dije que te vayas —lo amenazó Helmut con las dos manos, tensamente colocadas a ambos lados de su cara—, ya no más, entiendes… ¡Vete!

— ¡No! —le gritó todavía James entre lágrimas.

— James, se acabó —sentenció Helmut tomándolo por la solapa y empujándolo fuera de la habitación.

Aún así, James se resistió y protestó; pero, todo fue en vano. Helmut abrió la puerta y llevó la maleta de James afuera de la casa, sin escuchar súplicas, disculpas ni lágrimas. Ahora debía sacar a James de ahí.

— No…No hagas esto… Te amo…—lloró James tratando de aferrarse a Helmut.

— No quiero ver tu cara de nuevo. ¡Fuera de aquí!

— !No!… ¡Yo te amo! …A dónde iré… Qué voy a hacer sin… 

— ¡No me importa! ¡Ve con Steve! ¡Vete con él! ¿No que andas con él todo el tiempo? ¡Entonces lárgate con ese palurdo y que él te solucione la vida! ¡Muéranse juntos! ¡¡Y ya vete de mi casa!! 

James lo miró suplicante con el rostro humedecido por las lágrimas.

— ¡¡Largo!! —le gritó Helmut señalándole la puerta abierta.

Pero James, sólo pudo bajar la cabeza y sollozar en silencio.

— Con un carajo… Por qué me haces las cosas tan difíciles… —refunfuñó Helmut mientras se acercaba de nuevo a James para empujarlo hasta la salida.

Fue duro, porque James se resistió demasiado a salir de aquella casa, luchó hasta el final pero perdió la batalla. No importaba si era más fuerte físicamente que Helmut, en ese momento tan crítico todas las fuerzas lo habían abandonado, el rechazo de Helmut lo dejaban tan malherido que ya no sabía qué más hacer… Qué más hacer para arreglarlo todo… Qué había hecho mal… Dónde estaba el error tan incorregible que lo había condenado a la devastación.

— ¡No es justo! —gritó James, cuando ya estaba afuera de la casa. La puerta se le había cerrado en la cara—. ¡¡Abre!! —y lloró— cómo me puedes hacer esto… ¡No me hagas esto!

Estuvo llorando toda la noche y parte de la madrugada sentado en el umbral de la puerta. Por si fuera poco, el temprano invierno hacia lo suyo calandole los huesos de frío.

Aproximadamente a las 4 de la madrugada, James supo y aceptó que Helmut no iba a abrirle la puerta. Y si lo hiciera…No…Ya no… Ya no quería más ese dolor… 

Las primeras personas comenzaron a pasar por ahí y entendió que era momento de irse. No quería que pensarán mal de ambos, tal vez… "Tal vez en un futuro todo estará bien y esto…" pensó mientras se levantaba y, aunque su razón le negará la posibilidad de un "futuro" con Helmut, él tan sólo se limpió lo que quedaban de sus lágrimas y arrastró su maleta por la calle desolada. Se pasaba la mano temblorosa por el cabello una y otra vez angustiado. No tenía un rumbo definido, sólo caminaba y caminaba, alejándose cada vez más del lugar maravilloso donde alguna vez fue tan feliz…tan… inmensamente… triste.

"Nunca te dejaré…" Recordó de pronto, recordó la voz suave que se lo había dicho:

"Nunca te dejaré, eres la alegría de mi vida, te adoro, y siempre estaré contigo donde tú vayas, donde sea que estés…en cualquier lugar… por siempre".

Y dos lágrimas más brotaron de sus ojos azules, éstas habían venido desde el dolor de su corazón.

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— ¿Dónde está ahora?

— Está en la habitación del fondo —Le respondió Rebecca a Natasha cuando ésta última llegó hasta su casa para ver a James —. Lo encontré ayer por la mañana tirado en la esquina de esta cuadra. Me asustó demasiado…por un momento creí que estaba…

— ¿Aquí? —le interrumpió Nat señalando la habitación cerrada.

— Sí. Yo le diré que estás aquí.

Rebecca dió un par de golpecitos sobre la puerta y, a sabiendas de que no recibiría respuesta, ingresó con cuidado para decirle a James que su amiga Nat había venido a verlo.

Y James sólo asintió, sin siquiera mirarla. Natasha no era la primera persona que había venido a verlo desde que su hermana lo refugió. La primera persona que vino fue Sam. Fue al primero que llamó.

Sí, debió llamar a Steve como siempre lo había hecho pero…no, fue mejor llamar a Sam. Fue una buena decisión. Y lo fue porque Sam siempre estaba ahí, él siempre estaba ahí para él…una vez había dicho:

A pesar de los años y la distancia entre nosotros, si recibo una llamada tuya a mitad de la noche,
estaré allí, a tu lado.

Sam siempre cumplía sus promesas.

— ¿Ella estaba aquí? —preguntó Nat a James refiriéndose a Alpine.

James asintió en silencio, estaba semi - echado (desvalido) sobre la cama, apoyado contra la almohada, con aquella mirada vacía, los ojos hinchados…
Y Alpine estaba a su lado, acurrucada contra él, en silencio, con la cabecita apoyada sobre su mano. 

— Lo que sientes es totalmente válido —le dijo Nat, tratando de suavizar su voz.

James sólo cerró sus ojos. Ese vacío no se había ido. Y a veces todavía tenía ganas de vomitar, pues era algo terrible lo que sentía en su interior.

— Quisiera…—susurró él de pronto.

— Si quieres dejarlo salir, hazlo.

James respiró hondo y tembló antes de decir:

— Quisiera nunca haberlo conocido…

Entonces comenzó a llorar en silencio. Las lágrimas se deslizaban muy fácilmente desde aquella noche. 

— Bucky… —Entonces Nat se acercó a él para abrazarlo contra su pecho, sabía que a James no le gustaba mucho que lo vieran llorar—. Déjalo salir, llora, llora… 

Y Bucky lloró, con la cabeza hundida en el pecho de su amiga. Le dolía tanto…
Y Nat sintió ese dolor. Ella cerró los ojos y abrazó más fuerte a James, y también un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

— Por qué hizo esto conmigo… —sollozó James— Por… qué… 

Nat no sabía qué decirle, sólo besó su cabeza y lo sostuvo fuerte. Sí, nada de lo que le sucedía a James era justo, no lo era…

— Tengo que sacarte de aquí, Bucky —dijo finalmente Natasha.

— No puedo…

— Podrás. Sabes que eres fuerte.

— No es tan fácil —dijo él, apartándose con dificultad, adolorido—. No tengo fuerzas, sólo tiemblo y tiemblo, es como si estuviera enfermo. Sólo quiero…dormir, y no quiero despertar-nunca-más— En un suspiro, agregó—: Ya no puedo, quiero que esto se termine, quiero que ya se acabe…

Natasha lo observó tratando de mantenerse serena. Cuando James volteó su cabeza hacia la ventana, ella aprovechó para limpiarse el rastro del aquel par de lágrimas. Con lentitud, acercó su mano a la de Bucky y en un agarre firme quiso transmitirle ese tanto de fuerzas que él creía haber perdido.

A través de la ventana, allá muy a lo lejos, James creía, o al menos quería creer, que estaba Helmut pensando en él. Y a esa distancia, le repetía la misma pregunta: "¿Por qué?". Mientras tanto el cielo era hermoso, y entonces James se cuestionaba cómo el día podía ser tan asombrosamente bello cuando él se sentía tan irremediablemente…roto.

Sam había venido antes, y a él James abrazó con todas sus fuerzas hasta que comprendió que no era suficiente. Le había dicho palabras similares, le había dicho todas las verdades sobre este tipo de situaciones que James ya conocía, que todos nosotros ya conocemos: "Al principio es bastante duro, pero es verdad que le tiempo hace lo suyo. Te trae otras experiencias y circunstancias en las que tienes que seguir avanzando"

Todo era cierto; sin embargo ahí estaba, muerto en vida. Es que no podía evitar que le doliera. Hace cuatro años… ya hace cuatro años que lo había dado todo por esa relación… él lo dió todo, y ahora se acabó. ¿Qué hizo mal? 

"No es justo…"

Los días pasaron demasiado lento. James quería huir del mundo pero sólo le dejaron llegar hasta Londres, de nuevo, a donde todo comenzó. No, tampoco quería estar ahí, porque todo le recordaba a Helmut; en realidad, no necesitaba de Londres para recordarlo, porque estaba dentro de sí mismo. Dejó de trabajar, y creyó seriamente en no volver a hacerlo, no en el modelaje, ya no. Entonces decidió volver aún más atrás, hasta Estados Unidos. Si encontraba un lugar alejado del mundo podría quedarse a vivir allí por el resto de su vida. 

¿Cuántos días creen que pasaron ya?. Tan sólo nueve. Todo iba rápido a su alrededor, pero en su interior el dolor parecía no tener intenciones de mejorar. A lo largo del día parecía estar bien; pero por las noches volvía a recordar todo, y las lágrimas se le escapaban desgarrando su interior; y por las mañanas, despertaba con una mala sensación, entonces sabía entonces que nada …nada estaba bien.

Helmut, por su parte, había cedido a la indiferencia. Dormía, comía, vivía, pero en realidad no lo hacía. Sus emociones estaban sedadas, y todo lo demás lo hacía mecánicamente. Había algo, sin embargo, que lo incomodaba: las cosas que James había dejado. En algún punto no pudo andar por su casa sin evitar percatarse de todo aquello que esa persona había dejado allí.

Helmut tomó su teléfono móvil, podría intentar… Y si, mejor, ¿tiraba todo a la basura?…No, porque no se atrevía a tocar aquellos objetos.

— Buen día.

"¿Buen día, con quién hablo?"

— Con Zemo, Helmut Zemo. ¿Podría decirle a su hermano que venga a recoger el resto de sus cosas? Puede venir mañana a…

"Espera un momento" Le increpó Rebecca "No me sorprende tu insensibilidad pero por lo mínimo deberías hablar con él, porque ha…"

— A partir de las 8 —interrumpió Helmut, elevando su tono de voz— de la mañana. 

"Eres una persona…"

— No estaré en casa los próximos días, y él tiene la llave. Que venga, o lo suyo terminará en la Patagonia.

"Que la vida te castigue…"

— Gracias, que tenga buen día.

Colgó, al fin. Guardó el teléfono móvil en el bolsillo interior de su chaqueta y volvió a reproducir la música sacra gregoriana que tanto bien le hacía en tiempos conflictivos.

¿Conflicto? No, para nada. Error de descripción. Helmut se colocó sus lentes transitions antes de subirse a uno de sus nuevos automóviles. No necesitaba ver su reflejo en el espejo retrovisor, se sabía impecable, brillante… Suspiró triunfante. Joder, le encantaba su soledad.

No.

Nada de lo descrito sobre Helmut era absolutamente real. Sólo era la apariencia que podría proyectar. Helmut era excelente para guardar las apariencias.

La verdad era que por las noches se enredaba con cualquier persona guapa que se cruzara por su camino, y luego se iba a un bar lo suficientemente desagradable como para que nadie piense que podría él estar allí. Se pasaba la velada hablando con desconocidos sobre todo lo malo que sentía y sobre la basura que podría llegar a ser su vida. Sorbo tras sorbo. No le importaba que alguien lo asalte al amanecer ni que le agredan en plena trasnochada. Es más, hace varias noches que andaba buscando que alguien le diera una paliza de forma gratuita, pero irónicamente nadie se sentía dispuesto a cumplirle el anhelo.

— Lo odio.

Otra noche hablando con otro conocido efímero. Ahora Helmut decía odiar a James.

— A quién.

— A ese estúpido de James Barnes.

— …¿Quién carajos es James Barnes?

Zemo fijo sus ojos en el hombre que tenía a su lado. En medio del bullicio de la noche no se había percatado de él. Era un hombre joven de cabellos dorados y rostro demacrado. Otro príncipe caído.

— Él me traicionó. Dijo que me amaba pero…

— ¿Era tu pareja?

— ¿Algún problema? —Lo encaró Zemo.

— No, continúa.

— Él me traicionó. Se fue con ese palurdo de Steven Rogers… Cuando más lo necesitaba no estaba a conmigo. Siempre era igual, siempre prefirió la compañía de ese hijo de p*ta. Debí darme cuenta desde el comienzo… siempre supe que debí alejarlo de mí… ¡Maldita sea, no te duermas, te estoy diciendo algo importante!

— Mierda, quién demonios eres… ¿Te engañó?

— Eso fue lo que dije.

— ¿Ya lo dejaste?

— Lo eché como un perr…

— Entonces de qué mierda te quejas. Si se acabó antes es mejor. No entiendo a la gente como tú que se anda lamentando y quejando de lo que ya fue…

— Cállate. 

— Vete a la mierda.

— ¿Sabes dónde está él ahora? —dijo todavía Zemo— Está con ese imbécil de Steven. De seguro están cenando y viendo películas sensibleras… diciendo lo mucho que se aman… Espero que ambos sean MUY felices, que Steve le organice la ropa, que le acomode la almohada cada noche para que no ronque y duerma bien, que cuide de su salud, que le atienda cuando esté enfermo…que sujete su cabeza cuando vomite…

— Oh…mierda…

— Y que cuando él diga "TiamoSteve" se acuerde de mí. Que fácil fue reemplazarme…

— Por qué no te mueres.

Zemo giró de nuevo su cabeza para fijarse en el hombre, y le consultó con seriedad:

— ¿Te gustaría matarme?

El hombre soltó un bufido cuando escuchó esa propuesta. 

Para su mala racha, esa noche Zemo tampoco consiguió que le expien sus pecados. Lo único que consiguió fue retrasarse a su cita con el aeropuerto la mañana siguiente. Sabía que lo más probable era que James no llegase a las ocho en punto ese día para recoger sus cosas, pero de todas formas debía apresurarse para evitar toparse con él si ese fuera el caso.

(Esta parte suena con "Slither" de Velvet Revolver)

Zemo ya casi tenía todo listo cuando tocaron el timbre de la puerta. El pánico lo invadió. Cómo-era-posible… 
No, no quería ver ni mucho menos hablar con James.

"¿Podré huir por la ventana?" Se preguntó "Me escondo en la alacena…al carajo"

Con paso firme se dirigió hacia la puerta principal y no quiso pensarlo dos veces ante de abrir. Una voz familiar lo saludó:

— Bonjour, ma chérie.

"Qué" pensó Helmut de inmediato al toparse con la figura intimidante de John Walker.

— ¿No te emociona verme, cierto?

Helmut sólo bajó su cabeza sin dejar de mirarlo fijamente con incredulidad despectiva en la mirada.

— Y es curioso porque he estado…Zemo, oh, Zemo…necesito tu ayuda…

Helmut ni se molestó en responder. Se dispuso a cerrar la puerta como si jamás hubiera visto a nadie al abrirla. Pero John lo detuvo con un movimiento firme.

— Esta vez no te la dejaré tan fácil.

— Qué —le increpó Helmut.

— Zemo, necesito hablar contigo —rogó Walker.

— Piérdete.

John, tornándose rudo, empujó la puerta de un solo golpe, lastimando a Helmut en el acto.

— ¡Pedazo de mierda! —exclamó Helmut.

John cerró la puerta tras de sí y se fue a paso firme contra Helmut para sujetarlo por la solapa de su fina camisa y decirle a la cara:

— Agotaste mi paciencia.

— Suéltame, o lo lamentarás el resto de tu vida —le amenazó Helmut.

— Bien, pero tú lo lamentarás antes.

Y dicho esto, John empujó a Helmut haciéndolo caer contra el suelo.

— Qué hermosa casa —observó John con cierto tono de burla—. ¿Aquí es donde los príncipes viven su cuento de hadas?

— Qué es lo que quieres —le increpó Helmut levantándose del piso y tratando incluso de mantener la elegante compostura.

— Por qué primero no te fijas en mí —dijo John señalándose a sí mismo—, eh… ¿Una vez?…¿Un… poquito…? Fíjate ¿quieres?.

Helmut lanzó un suspiro de hartazgo, dió un vistazo a su reloj y luego miró a John de arriba para abajo, con sus intensos ojos marrones.

— Ya.

— Qué.

— Ya te ví.

— Y…

— Y qué.

— No dirás nada…

— No.

— ¡Con un carajo! —se exaltó John— ¡Estoy hecho una mierda y tú eres el culpable!

— No —le respondió tranquilamente Helmut—. Cada uno es responsable de uno mismo. Tú eres el principal motivo de casi todo lo que te sucede.

 Zemo… —John estaba que hervía.

— Como si el mundo fuese un cúmulo de gente noble y cuerda que hará tu vida fácil y adorable —continuó Helmut— Cada cuál se dá modos de existir. Carajo, aprende a vivir, John…

— Mierda… —musitó John llevándose las manos al rostro con fastidio.

— Matas o mueres.

— Cállate Zemo…

— Mata o muere… —susurró Zemo con malicia.

— Cállate…

— ¡Mata o muere!

— ¡Cierra tu maldita boca, hijo de p*ta! —le gritó John fuera de sí yéndose inmediatamente sobre él.

Empujó a Zemo golpeándole duramente la cabeza contra la pared y aún le siguió gritando:

— ¡Tú me convertiste en esto! ¡Acabaré contigo, maldita mierda!

— Qué rudo eres John… Me encanta —le dijo Helmut fingiendo exageradamente un tono romántico.

— Entonces disfrútalo.

Y dicho esto, John le propinó a Helmut un golpe en el pómulo que lo lanzó contra el otro extremo de la pared.

— Wow… —apenas dijo Helmut tratando de recuperarse, mientras una sonrisa se dibujaba en sus delgados labios.

— ¿Qué, quieres más…?

— Soy un hombre temerario, a ver qué más tienes…

John no le dejó concluir su provocación y se le fue encima de nuevo, esta vez con dos duras bofetadas y un par de ganchos que le descolocaron la cara, la compostura y la existencia.

Viéndolo en el piso, John no dudó en desfogarse pateando el cuerpo de Helmut una y otra vez.

Todo maltrecho y casi anonadado, Helmut se las arregló para arrimarse contra la pared. Aún en esas condiciones, sobre el piso, pudo sonreír satisfecho. Cínico y triunfante, era inevitablemente desconcertante.

— ¿Sabes qué veo en ti? —jadeó Helmut— "Fracaso".

John meneó inconscientemente su cabeza de forma negativa. Todo le comenzaba a  dar vueltas, sentía que su pulso estaba desajustado y su respiración se dificultaba. 

— Sí, eso y —continuó Helmut—, claro, estás muy…—rió— drogado. Qué te metiste esta vez. ¿Alguna combinación mística? …Uuuuuh…

— Qué carajos …

— ¿Qué mierda quieres de mí, eh?

— Primero, quiero matarte…

— Ajá…

— Luego, quiero qué me digas por qué…

— Por qué, qué.

— Por qué… —dijo John tratando de aclarar sus sentidos— Por qué me diste tantas esperanzas en el pasado.

— Yo nunca te dí "esperanzas", hasta suena ridículo…

— Me dejaste acercarme a ti…

— No lo hice…

— Pero tampoco hiciste nada para impedirlo.

— Impedir qué.

— Que…que me enamorara de ti.

Entonces Helmut no pudo evitar reír, y al hacerlo se retorció de dolor a causa de los golpes recibidos, y así le dijo:

— ¿Amor? Tú qué sabes del amor. Estás a un millón de años luz de poder "enamorarte de alguien". Por favor…

— Cállate… —gimió John llevándose las manos a la cabeza. Otra vez todo perdía sentido—. Te metiste con todos ¡Con todos! Pero…

— Pero nunca contigo…

— ¡Por qué!

— Por Alá Todopoderoso, qué ridículo eres…

— ¡¡Por qué!! —le gritó John acercándose amenazante.

— Lo siento —dijo Helmut fingiendo pena—, pero el impulso eléctrico que generas no es capaz de viajar por los axones de mis neuronas, por lo que jamás se convertirá en una señal química que libere mis neurotransmisores —Helmut sonrió de nuevo—. ¿Genial, no? Lo leí en un blog.

John lo tomó por los hombros y con rudeza lo clavó contra la pared. Helmut, con expresión de dolor, cerró los ojos ante los gritos que recibía:

— ¡Deja de burlarte de mí! ¡Eres un pedazo de mierda maldita! —Y dicho esto, John le asestó golpes a ambos lados de la cara.

Helmut perdió el equilibrio y se fue contra el suelo. Se arrastró sintiendo esa sensación cálida de la sangre en su rostro mientras se decía para sus adentros:

"Estoy dispuesto a morir. Y si James llega…ese será mi milagro, mi señal de vida"

— ¡Acabaré contigo!

"Te…" Siguió pensando Helmut.

— Ven aquí, mierda… ¡Haré que te tragues tus malditas palabras!

"Te…amo…"

— Tú…vas…

"Te amo, James"

— Vas a amarme.

Dicho lo último, John tomó a Helmut por los tobillos y lo arrastró hacia él, e impidió que éste se moviera presionándolo contra el suelo.

Ahogando un grito de dolor, aún con la voz firme, Helmut le increpó:

— Qué carajos quieres que te diga ¿Que lo hice porque era divertido jugar con tu estabilidad emocional? —y con tono burlesco agregó— Sí, lo hice. Porque soy un sádico —quiso reír—, un sádico manipulador…

— Barnes es muy idiota para dejarse manejar por ti, eh. —le susurró John.

— James no es ningún inocente —protestó Helmut.

— Y por eso será que lo echaste de la casita de ensueño…

— Muy destacable tu labor de espionaje, John…

— ¡Te odio!

— Me siento halagado…

— ¡Te odio, mierda!

— Y tú me das asco, puto acosador.

Y de pronto Helmut gritó de dolor cuando John presionó más fuerte contra él ante sus insultos. Y entonces pensó:

"Joder, debí aprender ju-jutsu con James cuando me lo ofreció"

— Ahora haré que pagues —le dijo John comenzando a desabrocharse la bragueta del pantalón—. Vas a darme lo que quiero, estarás jodido maldito hijo de p*ta.

— Qué carajos…

— ¡Vas a pagar! —le gritó John— Quiero que digas que me amas, quiero que lo grites…!

— Qué… ¿Quieres cogerme? —se burló Helmut— Tratándose exclusivamente de ti, prefiero chupar mierda que chupar tu …

— ¡Cállate!

— Eres peor que mierda, en serio…

John le intentó quitar los pantalones, pero estaba comenzando a no coordinar bien sus movimientos y Helmut tampoco se dejaba hacer.

— ¡Grita, grita para que tú príncipe azul venga a salvarte! 

"Lo frustrante es que no llegará" pensó Helmut, y por ello fue que decidió ponerle empeño a su auto-salvación. Giró su cabeza y miró a John con una expresión terrible en el rostro, una mirada capaz de deshacerte desde adentro.

— Grita tú, mierda, porque haré que sufras por el resto de tus miserables días —le dijo Helmut con voz grave—. Suplicarás para que te degollen como el cerdo que eres…

El ambiente, que se había tornado tenso y oscuro, sufrió una interrupción cuando el ruido de la cerradura abriéndose dió entrada al príncipe azul.

Los ojos de James se abrieron como platos apenas vió la terrible escena que tenía en frente. Quedó en shock un par de segundos hasta que la furia comenzó a ascender hasta nublar su razón, y entonces, de inmediato, se fue sobre John.

James no se midió en insultos ni en violencia. La adrenalina le recorría el cuerpo y de una apartó a Jhon de Helmut. No le tuvo piedad, y tal vez lo hubiera matado a golpes ahí mismo si no fuera porque Helmut le llamó la atención:

— James, el que tiene que ir a la cárcel es él, no tú.

Pinche genio.

************

Jhon Walker terminó el año 2003 con secuelas incómodas a causa de la paliza que Bucky Barnes le había propinado. Ah sí, también terminó con una condena en prisión estatal de varios años y por varios cargos que le agravaron la situación uno tras otro. Ah, y con una caja de cereal "Frulitos Yummy" que, irónicamente, tenía una imagen suya en la parte posterior junto a la descripción del producto. La imagen era él, joven y lozano como ya jamás estaría, sobre una patineta viviendo la vida en plenitud…como jamás lo haría otra vez.  O al menos, eso sentía.
Esa imagen en la caja de cereal era resultado de un antiguo contrato de adolescencia que estableció su imágen para la marca por los próximos diez años. Ya solo restaba un años y dos meses para que finalizarse ese contrato, después de ello "Frulitos Yummy" usaría a un loro de caricatura como imagen comercial.

Y esa fue la primera vez que John Walker se preguntó, a conciencia, qué había hecho de su vida para que acabara tan…mierda.

***********

Una hora de silencio.

Una hora y 4 segundos de silencio.

Una hora y 9 segundos de silencio.

Helmut no dejaba de mirar fijamente a James desde su cama. Estaba ahí, echado y convaleciente a causa de la agresión que había recibido por parte del bajoneado John. En una semana apenas se le había bajado la hinchazón del rostro, y aún tenía magulladuras allí y en el resto de su cuerpo. Se sentía horrible y terrible.

Y James estaba sentado frente a la cama y junto a la ventana, con la mirada perdida en la nada. Estaba cerrado, porque tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Se había quedado al lado de Helmut en todo el proceso angustioso de los días posteriores a la agresión, con una actitud cautelosa y mesurada hacia Helmut.

— Lo siento.

Dijo Helmut de pronto con un tono bajo en su voz.

— Tranquilo. Todo estará bien —fue lo único que le dijo James.

— Si quieres puedes volver a tu casa. Contraté a alguien para mí atención…

"Esta es mi casa" pensó James. No quería volver a ser tan vulnerable, pero necesitaba preguntarle algo…

— Oye —dijo James mirando ahora sí a Helmut—, quería preguntarte algo.

— Adelante.

— En realidad… —James se arrepintió— Mejor olvídalo.

— Dilo.

— Esta es mi casa.

James no pudo contener esa frase. Helmut no le dijo nada, sólo bajó su mirada.

— Perdón —se retractó James—. Sé que ya no me quieres como antes. Entiendo que te incomode mi presencia, y es cierto…lo mejor es que me vaya, no quiero molestarte más.

Y Helmut no le dijo nada otra vez. James se levantó de su silla y salió de la habitación. Al llegar al final del pasillo recordó que había olvidado su bufanda, entonces retornó de nuevo, sin saber lo que hacía, a la habitación de Helmut. Allí encontró a éste último con la cabeza apoyada hacia atrás contra la almohada, las manos entrelazadas tensamente como cada vez que se sentía agobiado y finalmente pudo divisar que unas lágrimas le corrían por las mejillas amoratadas en medio de su silencio.

James ingresó, con el rostro conmovido por esa escena, y se acercó a Helmut. Éste no se movía, sabía que James lo había descubierto llorando y eso le hacía sentirse tan avergonzado que ya no podía mover ni un músculo.

— Sabes… —le susurró James— Yo… ¿Sabes por qué estoy aquí?

Helmut no le dijo nada de nuevo, solamente se le incrementó el flujo lagrimal. 

— Porque hice una promesa —dijo entonces James, tratando de que no se le quebrara la voz.

Helmut seguía llorando en silencio, y James tomó valor para continuar su argumento.

— Mi-mi padre, él, él y yo ya no hablamos desde aquella vez… aquella vez que nos corrió a escopetazos de su casa —soltó un fugaz risa y comenzó a caminar lentamente por la habitación de un lado a otro—. No estoy de acuerdo con él en muchas cosas pero hay algo que aprendí de él, y es que las promesas son importantes. Nunca he roto una promesa. Nunca.

Helmut comenzó a respirar con dificultad. James se volvió hacia él y continuó:

— Cuando hicimos esa unión civil, yo hice una promesa. Prometí que estaría contigo en los buenos y malos momentos, contigo, a tu lado, siempre. 

Helmut cerró los ojos y todas las lágrimas corrieron con mayor intensidad.

— Soy un hombre de palabra. Y aunque no me ames más, estaré contigo porque yo sí te sigo amando. Puedo irme ahora, está bien, pero seguiré pendiente de ti. Sé que me equivoqué, y…

— No —dijo Helmut de pronto.

— No qué.

— No quiero que te quedes conmigo por compasión.

— Helmut…

Helmut miró a James con los ojos enrojecidos, y éste último finalizó su frase:

— …no digas estupideces.

E imprevisto, Helmut se cubrió delicadamente el rostro magullado con ambas manos.

— Estoy harto de vivir en una tragedia de telenovela —le dijo James—. ¿Por qué tienes que complicar tanto las cosas?

— No sé de qué hablas.

— Por qué estás llorando entonces.

— No estoy llorando.

James apartó con sutil fuerza las manos de Helmut del rostro, éste estuvo a punto de protestar pero al sentir la calidez de ese contacto que inconscientemente tanta falta le había hecho sólo se quedó quieto de nuevo.

— Aquella vez me juzgaste sin dejarme explicarte las cosas ¿Por qué hiciste eso? —le cuestionó James sentándose a su lado.

— Porque estaba enojado, porque me engañaste, y porque soy malo…

— No eres malo…

— Soy sádico.

— Helmut, no dig…

— Soy un sádico manipulador.

— …no digas estupideces.

— Es la verdad.

— Lo es si te la crees.

— Steven Rogers es bueno ¿No es cierto?

— ¿En serio crees que te engañé con él?

— Lo hiciste…

— No lo hice. Lo quiero porque es como mi hermano, es mi mejor amigo, pero no lo amo de la manera que te amo a ti. Sé que me distancie y no estuve cuando sucedió lo de tu padre, y de verdad lo siento demasiado, no sabes cuánto…yo… Sólo quería…Te extrañaba tanto…casi nunca estabas en casa, y cuando estabas siempre estabas trabajando, o yo era el que estaba trabajando…Y…mis amigos querían apoyarme, sólo… Tan sólo fue un momento equivocado.

James finalmente terminó lo que había querido decir hace más de una semana, o incluso hace tanto tiempo. Respiró hondo y se percató de que había estado agarrando las manos de Helmut muy fuerte, entonces suavizó su agarre y, después de un breve silencio, sintió que el pulgar de Helmut se deslizaba por el dorso de una de sus manos. Otra vez… Otra vez… Una acción, tan sólo una le habían devuelto todas las esperanzas, una acción le borró toda la angustia de los anteriores días, una sola acción le hizo olvidar todo y sonreír de nuevo…de nuevo en su corazón.

— Es tan tonto pelear cuando puedes abrir tu corazón ante quien amas y hablarle con sinceridad —dijo James—. ¿No lo crees?

— Tal vez.

James sonrió.

— ¿Tal vez?

— Del 1 al 10 cuánto me amas.

— Qué —rió James—. ¿Te estás volviendo zafadito?

— ¿8?

— Tibio.

— ¿3?

— Frío.

— Hmm…¿9?

— Caliente.

— ¿Nueve y medio?

— Estoy sudando.

— ¿10?

James lo miró divertido y fingió cómicamente un ahogamiento mientras decía:

— Oh por Dios, muero por hipertermia.

Helmut, quieto, entrecerró los ojos haciendo un análisis más profundo:

— 10 es el máximo… ¿11?

— Once e infinito.

Helmut, sonriendo, sacó la bufanda de Bucky debajo de su cobertor donde la había escondido y, con cuidado, se la colocó a James en el cuello.

— Quédate conmigo —le dijo Helmut finalmente.

James no pudo contener la risa. Helmut sólo sonrió en silencio sin quitarle los ojos de encima.

— Sabía que sí podías caminar —dijo James divertido—, eres un taimado. 

— Quería que me sujetes entre tus brazos —le dijo Helmut fingiendo inocencia. 

— Taimado —repitió James apartando ágilmente un mechón de cabello de la frente de Helmut.

Sus miradas volvieron a encontrarse y un pequeño golpecito se acrecentó en el pecho de cada uno.

— ¿No crees que me veo aborrecible? —preguntó Helmut con tranquilidad.

— Te he visto en peores fachas.

— Eso no es cierto.

— Lo único que me preocupa es que te mejores pronto. 

— Pero igual me veo mal.

James sonrió y le observó los brillantes ojos marrones. 

— Tus ojos siguen bonitos. 

— Jódete.

— Eres el tipo hecho mierda más guapo del mundo —susurró James con cierta mofa.

— Jódete.

— Tú jódete —rió James—. Estarás bien, no te preocupes tanto.

Helmut lo observó tranquilo y en silencio. Le gustaba encontrar esa mirada en momentos así tan pasivos, tan acogedores, tan hermosos.

— No me duele mucho —susurró entonces Helmut.

— Entonces, te puedo…¿te puedo abrazar?

Helmut lo miró sosegado, y respondió en voz baja:

— Sí.

— Y tal vez muy pronto pueda besuquearte.

Helmut sólo sonrió.

James se acercó lentamente y, despacio, apoyó su quijada sobre el hombro de Helmut. Cerró los ojos al sentir ese aroma adorable de nuevo, y con suavidad lo rodeó con sus brazos.
Helmut sí sintió un poco de dolor cuando James, sin querer, le tocó una de sus magulladuras, pero respiró hondo y, al sentir esa calidez, cerró también los ojos tratando de detener su mundo en ese instante. 

"Quién podría decir que te amaría de esta manera" pensó fugazmente Helmut.

— Helmut ¿Puedo ser tu madre?

James se apartó y Helmut lo observó con extrañeza para preguntar:

— Por qué.

— Porque no hay amor más fuerte que el de una madre y un hijo.

— ¿Y dónde está entonces tu madre?

— Extrañándome. ¿Y la tuya?

Helmut no supo cómo responder y guardó silencio, James entendió esto y se disculpó de inmediato. Lo había dicho sin pensarlo. Se acomodó al lado del Helmut y con tranquilidad comenzaron a hablar de los detalles que habían sido obviados a los largo de sus vidas. Pequeñas cosas que hacían ciertas diferencias en momentos críticos.

Helmut había perdido a su madre cuando era casi un niño. El dolor de no haber pasado el suficiente tiempo con ella lo había reprimido toda su vida. Su internado en un prestigioso instituto y todas aquellas actividades extracurriculares que lo tenían en las nubes lo alejaron tanto de la idea de un núcleo familiar que en varios momentos se llegó a sentir un extraño en la que debería ser su casa en Sokovia. Finalmente llegó a la edad adulta con absoluta independencia y muy tarde se dió cuenta que prácticamente no tenía a nadie. Su padre había sido hijo único al igual que él, ahora había fallecido y no tenía a nadie más que a sí mismo…y a…James.
Helmut no quiso aferrarse a la idea de depender emocionalmente de James, más cuando sintió que éste prefería pasar tiempo con otra persona, una persona como Steven Rogers que era absolutamente diferente a él. Entonces aceptó que estaba solo. Tal vez Oeznik, el mayordomo de aquella casa…pero él estaba allá siempre, y Helmut no quería volver a vivir allí, no quería nada de ese lugar, no le importaban los títulos, las etiquetas, ni la fortuna inmensa. Al final de todo, cuando comerse el mundo y todos sus placeres ya no le llenaban, lo único que quería era encontrar una casa chusca en Valencia, cultivar hortalizas, tomar fotos a los mirlos que pasaban trinando por allí, y finalmente subirse a una de esas embarcaciones de clubes de navegantes para al fin perderse en el inmenso mar…por siempre.

**********

Hace un año que Natasha se había apartado del modelaje profesional y ahora se dedicaba a cosas que ella consideraba más interesantes y satisfactorias. Era una persona diletante, que no se quedaba en un solo espacio u oficio, exploraba de todo y andaba fascinada por descubrir nuevas experiencias y nuevos matices en su propia persona.

Ella vivía con el renombrado científico Bruce Banner, a quién amaba y admiraba profundamente. No estaban interesados en el matrimonio formal y habían decidido no tener hijos. Vivían satisfechos y tranquilos en Willowdale, y fue allí a donde Sam Wilson llegó el primer día del nuevo año, con el pretexto de una visita animosa.

Estaban, Nat y Sam, luchando con la sumidora cuando el tema de Bucky salió a colación. La expresión imposible de Nat se hizo presente cuando Sam le mencionó la reconciliación increíble que se había dado entre Zemo y Bucky. "¿Acaso era una broma?". No, no lo era para nada. Natasha ya había tirado la toalla en el añejo plan que tuvo alguna vez de hacer recapacitar a Bucky…al menos por hoy, hoy era feriado, tal vez la próxima semana podría comenzar con los sermones.

— A Yelena no le gustará enterarse de eso —dijo finalmente Nat.

— Sin duda —confirmó Sam—. Y a propósito, qué es de ella…

— Malas noticias…

— Otra vez…

— Por última vez… espero.

— Pensé que estaría entrenando toda la anterior temporada —dijo Sam terminando su trabajo con las zanahorias—, ya sabes, no la ví en la competencia del año pasado…

— Y ya no la volverás a ver.

— A qué te refieres.

Ambos dejaron un momento su empeño por hacerse un sumo de zanahorias para hablar respecto al delicado tema de Yelena. Ella, si bien no era su hermana biológica, había crecido a su lado; ambas eran hermanas, se querían mutuamente, habían tenido los mismos padres adoptivos y, también, habían incursionado en el patinaje artístico sobre hielo desde muy niñas.

La escuela rusa de patinaje había sido muy dura con ellas como lo era y sigue siendo con todas las patinadoras que persiguen el sueño de obtener una medalla dorada antes de los 15 años. No había lugar para errores, ni tiempo siquiera. Así, ambas dejaron ir los momentos felices de su niñez y adolescencia en aquellos duros años de estricto entrenamiento. ¿Lograron el sueño dorado? Yelena sí, pero Natasha desistió luego de que casi se rompiera la espalda (no es figurativo). Luego, Yelena optó por continuar con la modalidad de parejas, y esto la llevó a conquistar ciertos lugares y reconocimientos que, sin embargo, no lograron cumplir sus espectativas. De repente, un día, comenzó a sentir que su vida perdía sentido, que en realidad no había hecho nada que llenara el propósito de su existencia. Estaba buscando una chispa, o una salida… y meses más tarde la encontró…tal vez. 

— De pronto pensó que ya que llevaba años estudiando japonés podría aplicar a alguna beca e irse a…

— ¿Japón? —completó la frase Sam sin poder disimular su asombro.

— Y yo no estoy a favor —sentenció Natasha.

— ¿Y por qué no? ¿Qué estudiaría allá?

— Artes escénicas.

— ¡Vaya! —exclamó Sam sin poder evitarlo.

— ¿Vaya? —cuestionó Nat.

— Vaya (?)

— ¡Sam! Es algo…

— Es que no entiendo qué tiene de malo…

— …es algo descabellado. Sólo visualiza la situación con claridad. Ella… estamos hablando de Yelena…

— Yelena…

— Japón…

— Japón…

— Yelena… Japón… ¿No? ¿Tiene sentido para ti? Porque para mí no.

— Pero probablemente para ella sí.

Natasha miró a Sam con esa sutil expresión de discordancia espectante, y entonces ella dijo:

— Entiendo que el patinaje ya no tenga sentido en su vida, dejó de tenerlo para mí mucho antes, lo que no entiendo es por qué debe irse al otro lado del mundo para demostrar qué… Tiene 22 años, bueno digamos 23, y su actitud…

— Es muy resuelta.

— …es muy inmadu —y ella se apresuró en corregir—…es muy imprudente.

— ¿No confías en ella?

— No se trata de eso…

— Pero…

— …No quiero que se meta en problemas… Sólo…

— …ella…

— … Sólo, no es el momento. Es eso. Sam, no es el momento. No puedo…no…no quiero que se vaya, no quiero que sea así, no ahora…

— Nat —le dijo Sam mirándola con empatía—, tal vez no lo entienda, pero lo que es cierto es que ella lo decidió, y sabes que, ella…lo necesita. Tiene una posibilidad, en la vida, la tiene, y tal vez para ti no sea el momento pero…para ella es su momento. Piénsalo.

Natasha desvió su mirada e inspiró hondo en una amalgama de resignación y resistencia. Exhaló suavemente en silencio, tomó un par de zanahorias y dirigiéndose a la sumidora dijo con un tono despreocupado:

— Lo pensaré.

— Y… —Sam trató de suavizar el tema— dónde está ella ahora.

— Sobreviviendo en alguna parte de Berlín. Le dije que vivir allí afectaría su "estabilidad económica".

— De seguro vendrá a visitarte…

— De seguro le daré el sermón más grande de su vida cuando lo haga.

— De seguro entonces se retractará a medio camino…

— De seguro que lo hará —concluyó Nat, disimulando una sonrisa.

Y así era, a miles de kilómetros de distancia, Yelena estaba en su motocicleta retornando de uno sus misteriosos asuntos, tratando de apaciguar su ansiedad y organizar sus ideas. Bien, eso no duró mucho cuando divisó a una figura familiar, una persona que le hacía latir el corazón muy fuerte cada vez que tenía la oportunidad de verla.

Esas facciones encantadoras, esa personalidad implantada en cada uno de aquellos movimientos… Yelena podía reconocerlos en cualquier lugar, momento o distancia.

"Bucky"

El nombre querido resonó en su mente. Estaba en todos sus sentidos ahora.

Yelena siguió a Bucky con la motocicleta hasta las cercanías del parque Friedrichshain. Él tenía puestos los audífonos así que tardó en reparar en ella.

— Hey, príncipe azul.

Bucky se volteó cuando sintió aquella presencia a su lado. Se detuvo quitándose los auriculares sin poder disimular su grato asombro al ver a la hermosa joven en motocicleta que le sonreía con el casco puesto.

— ¡Oye! —exclamó sonriente James— ¡Eres tú!

— ¿Me extrañaste? —preguntó Yelena divertida mientras detenía su motocicleta.

— Siempre…—susurró James— Digo, es decir, yo… —trató de disimular riendo— Lo siento, estoy…me tomaste por sorpresa.

— ¿Te dejé traumatizado la última vez? —indagó Yelena con cierta mofa al bajarse de su motocicleta. Ambos solían verse esporádicamente muy contadas veces al año, pero cada vez que aquello sucedía era una verdadera hazaña. Nunca sabías lo que sucedería estando con Yelena.

Bucky sólo rió, y ella se acercó a él para tocar fugazmente sus sienes.

— Siempre ríes con los ojos—observó entonces ella—. ¿Quieres que te dé un aventón? 

Bucky aceptó encantado y, una vez que se acomodó detrás de Yelena en la motocicleta, ella le preguntó hacia dónde iba. 

— Voy a casa. Trabajaré esta semana aquí, y con Helmut nos mudamos momentá…

— Espera —lo interrumpió Yelena—. ¿Tú y quién?

— Helmut, Zemo, yo y él… —Bucky rió nervioso.

— ¿No habían terminado?

— Él sufrió un incidente y yo estuve presente sin preverlo, entonces estuve cuidando de él…para no hacer el cuento largo, nos reconciliamos…

— Bájate.

Bucky se quedó anonadado ante la repentina actitud severa de Yelena.

— Qué…

— ¡Bájate de mi motocicleta ahora mismo Bucky Barnes!

Bucky obedeció con el ceño fruncido y cuando lo hubo hecho, Yelena le exigió el casco, entonces él se lo quitó protestando.

— Qué es lo que sucede…

— Qué es lo que te sucede a ti —le reprochó ella.

— ¡A qué te refieres!

— Qué es lo que pretendes — le dijo Yelena frunciendo el ceño con cierta ofensa e incredulidad—. Te subes a acompañarme, y me dices con tanta tranquilidad que volviste con Zemo…¡Qué te pasa!

— ¡De qué! —Protestó Bucky.

Yelena, hasta el colmo con la actitud de Bucky, se bajó de la motocicleta y se plantó frente a él para decirle cara cara lo que pensaba.

— Ese tipo te trató como basura, te echó de su casa, te humilló, desconfió de ti, te hizo daño…y tú…¡Tú sigues con él…!

— ¡No hables así de él, tú no sabes…!

— ¡…y lo defiendes!(?)

— Yelena, él tiene muchos conflictos, ha pasado por cosas difíciles, es difícil para él…

— No puedo creerlo…

— Debo, entiende, yo-tengo-que-estar con él. Sólo me tiene a mí, yo lo…

— No digas que …

— ¡…lo amo! Mi amor y mi comprensión lo ayudan, él es mejor gracias a mí.

— ¡Bucky! ¡Eres idiota o qué!

Ante esa dura arremetida, Bucky no quiso decir nada más, se pasó la mano por la frente tratando de mantener el control y dijo:

— Basta, ya no quiero seguir discutiendo, no quiero pelear contigo.

— Pero al menos date cuenta…

— No…

— …que te estás aferrando emocionalmente a él, está destruyendo tu autoestima, está creando una codependencia que no terminará bien para ninguno de los dos.

— Sé de lo que hablas pero no es así, yo sé que…

— Tienes que aceptarlo.

— …No, no es así, no es algo tan grave. Todas las parejas tienen problemas, nadie es perfecto, son sólo situaciones que hay que superar…

— No hagas eso —aseveró Yelena.

— Qué… —Suplicó James con una mirada vulnerable que conmovió a Yelena.

— No normalices ni niegues lo que estás pasando y sabes que no está bien. Te diste cuenta, sabes que no es correcto… no es algo normal—dijo ella suavizando su voz.

— No quiero dejarlo… Él, no lo entiendes… No lo encontré a mitad del camino, hemos crecido juntos. Lo amo, no es un decir, es en serio, lo sé… aquí —Bucky se tocó el pecho y sus ojos humedecieron— No puedo, él y yo… él es…No voy a huir, no lo dejaré, no lo haré.

Yelena dió un paso atrás sin darse cuenta. Se apoyó en su motocicleta, y sintió compasión por Bucky. Él no se merecía esto. Finalmente dijo:

— Oye, tengo que irme.

— Lo sé.

A Yelena no le gustaba llorar, y cuando sentía las ganas de hacerlo lo controlaba evitando el contacto visual y respirando hondo.

— No volveré por estos lugares en mucho tiempo…

— A qué te refieres.

— Me voy…a Japón.

Bucky frunció el entrecejo con incredulidad.

— Por qué…¿dejarás todo?

— Sí, yo… tengo que salir de aquí, ya no… éste ya no es mi lugar. Quiero encontrarme, y no será aquí.

— P-pero no lo entiendo… —Bucky comenzó sentirse angustiado al percibir que Yelena estaba hablando en serio.

— No hay nada que entender, siempre fuí una persona rara, yo…no me siento bien…

— Qué quieres decir.

— ¡Tengo problemas, Bucky!. ¿Entiendes? También tengo problemas. Yo quiero escapar de esto… Sólo quiero irme.

Bucky la miró suplicante. Ambos tenías los ojos humedecidos y una tristeza que ascendía desde su interior.

— ¿Nat lo sabe?

— Sí, y no está de acuerdo. Pero no importa, ya lo decidí. Estuve tramitando todos mis papeles sin que ella lo sepa. Me voy esta noche.

— Qué —exclamó Bucky.

— Así es —confirmó ella mientras se subía a su motocicleta— ¡Y no se lo digas! Aunque si quieres hazlo, de todas formas no podrá detenerme. La llamaré cuando llegue allá…va a odiarme, pero …joder, no importa —miró la tristeza en la expresión de Bucky—. No me despediré de ti, Buck, no me gustan las despedidas. 

Un silencio se hizo presente entre ambos. Yelena se dejó llevar, no iba a dejarlo así. De un sólo movimiento se bajó de la motocicleta y se acercó a Bucky para tomarle la cabeza entre sus manos. No le importó si él veía un par de lágrimas asomándose por sus ojos, lo miró fijamente.

— Hey, no olvides que no mereces que te amen menos de lo que tú lo haces. No te merece quien no valore tu amor, quien no te respete, y menos aún, quien te lastime. 

— Él no me ha lastimado con intención.

— Entonces, digamos que puede que te merezca, pero no te conviene.

Bucky suspiró sin dejar de observar el verde adorable en los ojos de Yelena. Era tan estupenda, se percibía en su mirada.

— Tenlo presente —añadió ella—. ¿Vale?

— De acuerdo…

— Nunca lo olvides…

— Bien…

— Promételo.

— Está bien…

— Hazlo.

— Lo… lo prometo.

Yelena asintió, contuvo sus emociones y se separó de Bucky para volver a subirse a su motocicleta. 

— Yo… —susurró Bucky— Ojalá pueda volver a verte pronto, tal vez… algún día…

— Claro, no te librarás tan fácilmente de mí —trató de bromear ella—. Pero será en un momento más adecuado. En fin, ya me voy.

— Espera… —Bucky no se sentía listo aún para esa despedida.

— No olvides lo que te dije —dijo Yelena a punto de arrancar su motocicleta—, despierta, Bucky, despierta…

— OK, pero…

— Despierta de la Matrix, Bucky…

— ¿La Matrix? Espera… 

Bucky trató de acercarse a Yelena pero ella ya había arrancado lanzando su última exclamación:

— ¡Despierta de la Matrix

— Qué Matrix… —preguntó Bucky al vacío. No tardó en hallarse solo y aún así volvió a preguntar alzando la voz hacia aquella figura que desaparecía por el otro extremo de la ciudad— ¡Qué Matrix!

Sin ser muy conciente del por qué, James sintió que una nostalgia entristecedora comenzaba a invadir su interior. La canción sentimental seguía sonando en los audífonos que sujetaba en una de sus manos, y él seguía viendo hacia donde ella, tal como si hubiese sido una visión, había desaparecido. Pronto la tarde caería, y aquellos sentimientos confusos se agolparían más en su ser.

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(1) Artista desconocido. Si alguien sabe quién hizo este fanart por favor díganos.
(2) @emptymidnight en Tumblr.
(3) @Sy44ia_Lyzha en Twitter.

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~ ~ ~

N.A.
Antes que nada, mil disculpas por haberme tardado tanto con la actualización, a continuación mi cara de penita:

Tengo muchas justificaciones al respecto ☝️😌 pero vamos a resumirlo con un meme:

A esto le sumamos que ya comenzaron mis clases en la Uni :').

Luego, pues, me tardé sí, pero es un capítulo muuuy largo, así que tienen para leer todo la semana (?) 😅 hasta que termine el siguiente capítulo. Me he puesto las pilas y finalmente organicé mi vida. Así es, banda, encontré la paz emocional y mental que había perdido en los últimos meses (creo :'u okno).

Por tanto, nos vemos muy pronto. ✨✨😊😊

Gracias por leer, ojalá te haya gustado :3.






















































































































































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