Año 1


Junio 2000

Cuando Helmut y James regresaron a Londres, fueron recibidos como el mayor éxito de la moda publicitaria en pleno auge del nuevo milenio. Los contratos y el trabajo fluyeron por sus manos. Juntos, o individualmente, ellos eran un éxito.

Se podría decir que sus vidas estaban cambiando para siempre.

Helmut lo sabía y no perdió tiempo en divorciarse lo más rápido posible. Dejó todo y se abocó a un viejo apartamento en Londres que había mantenido descuidado hasta ese momento. En menos tiempo de lo que creía, James ya estaba allí, trayendo toda su magia y su mundo para terminar de dar vida a ese descolorido lugar. 

James se instaló con alegría en ese apartamento; comprobando, el día que se trasladó desde su viejo piso en aquel edificio sin ascensor donde había amado a Helmut por primera vez, que no tenía más que chucherías. Pero era felíz de todas formas. 

Así era. Ambos estaban en medio de su apartamento casi vacío, solitario y decaído, con tan pocas pertenencias sin saber dónde iban a dormir esa noche porque Helmut no había previsto el tema de los muebles habiendo priorizado el tema de los servicios básicos. ¿Es que habían sido demasiado precipitados?

Helmut estaba tratando de descifrar cómo es que había llegado a esa situación si él siempre había sido un excelente y eficaz planificador.

Donde estemos juntos será nuestro hogar. — le cantó James, sentado en el suelo, cuando lo vió pensativo.                                  ('')

Helmut le dedicó una media sonrisa. Un pequeño momento conectando sus miradas otra vez. Se dió la vuelta y tomó su cámara fotográfica ¿Otra foto? Sí, siempre.

El amor puede llegar a ser una especie de droga. Si lo analizamos bien, incluso llega a cumplir varias características similares.

De cualquier forma, James y Helmut estaban drogados en su amor. En sus primeros días juntos eran así, no tenían un límite, iban deambulando y flotando en el frenesí de aquel amor temprano.

De día, trataban de organizar sus vidas, en medio de risas, fotos, y besos esporádicos. James repartía su alegría inmesurable, y Helmut llenaba las paredes con su arte. Trabajaban también, e iban por todas partes presumiendo su amor con caricias, besos dulces y miradas cómplices que despertaban la curiosidad, y hasta la envidia, de los testigos a su alrededor:

¿Quiénes eran esos jóvenes tan guapos que andaban tomados de la mano, y dándose besos cariñosos en la mejilla en medio de iluminadas sonrisas?

Eran Helmut Zemo y Bucky Barnes, brillantes y hermosos, caminando en medio de un mundo que se rendía a sus pies.

Por las noches, casi nunca encendían las luces en su hogar, en su querido mundo. Echados en el suelo de cerámica blanca, habían decidido no tener una cama aún. Estaban tan felices y drogados… Se drogaban con sus besos y sus insaciables caricias. Ese sabor era su droga. La bebían de los labios del otro y cada vez era más delicioso e insuficiente…

**********

— Papá no preguntó por mí ¿no es cierto?

James aún creía que su padre lo entendería algún día. Pero la verdad no creía que fuera a hacerlo tan pronto. No estaba molesto con su hermana, Rebecca, por haberle contado a su padre acerca de su romance con Helmut, ya que de una u otra forma tendría que saberlo. Así que ahí estaba, sentado frente a su hermana, en el Flat de ella, tomando un matutino café. 

— No me ha llamado desde que volviste — respondió Rebecca.

— Si lo hace, no le hables de mí, a menos que pregunte. Se enojará, aún necesita tiempo.

— De verdad crees que él termine aceptando... tu situación.

— Espero que sí, algún día. — Bucky tomó un sorbo de su café— Pero si no lo hace, no habrá nada que pueda hacer.

Rebecca bajó la mirada. Es que ella tampoco lo comprendía. Entonces le preguntó:

— ¿Entonces, ahora eres bisexual u homosexual?

— Personalmente no me importan las etiquetas. Yo sólo sé que amo a Helmut, me gusta mucho y lo...lo adoro. No puedo explicarlo de otra forma. Si éso me hace bisexual pues entonces debo serlo.

— Cómo fue que sucedió. Es decir, en qué momento te diste cuenta que también te gustaban los hombres. Nunca me lo dijiste...

— Es que no lo sé. Tal vez estaba ahí, y yo lo reprimí o le puse otro nombre a las cosas...No lo sé. Como te digo, sólo sucedió. Así como a ti te gusta tal cosa, no lo planeas, sólo te gusta y ya. A mí me gusta Helmut, no lo planifiqué, sólo sucedió. 

— Y cómo estás seguro de que no es un gusto pasajero. A veces nos gusta una persona y después de unos meses nos olvidamos de ella. Los sentimientos pasionales son efímeros.

— Es que es algo muy fuerte...

— Mucho peor entonces.

Bucky la miró con el ceño fruncido.

— ¿Peor?

— Creo que te precipitaste demasiado diciendo que lo amas. El amor se construye, Bucky.

— Eso es lo que haremos, construiremos nuestro amor. — Bucky vió que su hermana aún lo miraba con incredulidad — Por qué no lo crees. Piensas que...

— Pienso que él no es para ti. — dijo ella finalmente — No me agrada, esa es la verdad. ¿Por qué? Pues porque sé que te hará sufrir...

— Él no me haría daño... él me lo prometió...

— Él arruinará tu vida. 

Rebecca sentenció la vida de su hermano. Bucky calló. No. No podía ser. Y aunque lo fuera no había otra salida porque él estaba enamorado, estaba inmerso en ello, ya no había vuelta atrás. Quería, deseaba, y necesitaba vivir ese amor con Helmut. 

Alrededor del mundo, si tenías la oportunidad (la dicha y el dolor) de vivir al máximo tu gran amor, por qué...por qué tendrías que alejarte de ello.

Enamorarse es la mejor manera de matar tu corazón, porque entonces ya no te pertenece más, se coloca en un ataúd a la espera de su incineración.   (')

*********

James había conseguido varios rotuladores de colores con los cuales, por las noches en medio de la penumbra, él y Helmut escribían palabras y frases en el piso de cerámica de su habitación. En medio de la embriaguez de su amor llegaban a un punto en el que ya no sabían lo que estaban garabateando...formas amorfas, coloridas...psicodélicas...

Y entre palabra y palabra, acercaban sus rostros para rozar sus narices y luego imprimirse un beso exquisito en los labios...uno más, otro más... más... más... No había tierra, todo estaba flotando...

Entonces, deslizaban sus manos sobre la piel del otro, y entrelazaban sus cuerpos deseosos. Más... más...nunca era suficiente. A Zemo le encantaba escuchar los jadeos suplicantes de Bucky bajo sus caricias ardientes, y sabía exactamente dónde le gustaba que lo tocaran, dónde le gustaban sus besos, en qué punto él imploraba por más. Se hacían uno parte del otro con tanta frecuencia que ya no era una necesidad, sino una forma de vida. 

Y los garabatos psicodélicos, las frases de amor...amor tan grande que dolía, se quedaban plasmadas en el suelo brillante. Éstos fueron testigos y producto de aquella pasión inmensa, y de aquel amor incurable.


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(") "Av. Alcorta" (Gustavo Cerati). Se incluye también la historia de los garabatos con plumones sobre el piso. Cerati y su novia de aquel entonces, Paola Antonucci, hacían ésto en la sala de su departamento de la Av. Figueroa Alcorta (sólo que sí se drogaban de veritas).

(') Frase de Ville Valo.

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