Capítulo único

Al final se encuentran las definiciones de algunas palabras en alemán.

Algunas personas tienden a liberar su estrés por medio de sus hobbies, otras lo hacen por medio del ejercicio físico y unas pocas más lo liberan simplemente durmiendo el tiempo suficiente para recuperar sus energías.
Para mi buena o mala suerte aquel quien se hacía llamar mi cónyuge no era parte de ninguno de los grupos de personas anteriormente mencionados.

Durante el tiempo en el que estuvimos conociéndonos y el posterior tiempo en el que fuimos una pareja oficial siempre fui consciente de que Michael era un hombre único, es decir, de cualquier forma, no puedes encontrar a una estrella como él en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, su personalidad competitiva y superior fue lo primero que me sorprendió, pero no me desagradó, al contrario, verle siempre competir y obtener la victoria en la mayoría de ocasiones generaba en mí una sensación de cosquilleo en el vientre que se mezclaba con el orgullo de poder presumirle al mundo quién era la mujer de aquel deportista.

Lo que sí me sorprendió fue saber que el muchacho de ojos azules era único también durante su ritual tras terminar un partido importante. Cuando pronuncié aquel sobre el altar el día de nuestra boda no pensé que pasaría toda mi luna de miel seca como una estrella de mar al sol y dependiendo de píldoras para el dolor debido a ciertas situaciones vividas en la maravillosa habitación donde dormíamos todas las noches que conformaron nuestros primeros días como marido y mujer.

Ahora, un año después, mis ojos se mantenían sobre la televisión escuchando con atención a los narradores quienes comentaban los últimos dos minutos de partido, mis manos se encontraban sobre mis muslos apretando ligeramente la tela de mi pantalón con ansiedad por saber qué jugadas continuarían en ese poco tiempo faltante para que el juego fuera declarado como terminado.
Una enorme sonrisa apareció en mi rostro al observar al jugador con la camiseta número diez tomar el balón y comenzar a correr a toda velocidad hacia la portería contraria.

Los narradores animaban el juego aumentando la ansiedad e intriga provocados por el partido, pero mis oídos se volvieron sordos enfocándome únicamente en ese jugador número diez.

En mi esposo.

Sus ágiles y fuertes piernas le permitieron esquivar a la mayoría de defensas siendo ayudado por un compañero de equipo con ciertos pases clave para llegar hasta el final. Una de sus piernas tomó impulso y con la otra pateó fuertemente el balón enviándolo directo al marco para ser al final atrapado por la red.
Un grito de emoción escapó de mi garganta a la vez que elevaba mis brazos celebrando la victoria del equipo y el gol anotado por mi cónyuge.

El silbato del árbitro central sonó y el juego fue declarado como finalizado.

Solté un largo suspiro agradecida por una victoria más de aquel rubio engreído que tenía como esposo y me puse en pie. Apagué la televisión y empecé a ordenar la sala de estar en la cual había distintos envoltorios de frituras que había estado comiendo horas antes del partido debido a una larga maratón de películas. Tras acabar con la limpieza, me dirigí a mi habitación y saqué un par de prendas del armario cambiando así mi ropa ordinaria por un pijama que consistía en una blusa de tirantes y un short que cubría lo necesario de mi mitad inferior.

Sabía que los muchachos del equipo seguramente irían a celebrar su victoria, pero estaba segura de que cierto jugador no los acompañaría. Durante el juego los narradores no dejaron de resaltar en varias ocasiones la seriedad en el rostro del número diez debido a la calidad de equipo a la que se enfrentaba Michael y sabía lo mucho que él detestaba que las cosas no salieran como deseaba y los demás lo hicieran resaltar innecesariamente.

Tomé mi móvil y coloqué una de mis tantas playlists para entretenerme mientras cepillaba mi cabello, aunque quizá todo ese esfuerzo en dejar mi cabello sedoso y desenredado sería en vano.
Mis ojos se encontraban algo agotados debido al esfuerzo visual que tuve que hacer al ver aquel juego después de tantas películas, por lo que no tardé en decidir recostarme y cerrar mis ojos para descansar unos minutos.

¿Recuerdan lo que dicen de cerrar los ojos para descansar unos minutos?

No fui consciente de cuándo o cómo terminé quedándome dormida, pero mi cuerpo pareció agradecerlo felizmente.
No fui consciente de cuando pasó una hora y la puerta de la habitación del hotel en el que estábamos mi esposo y yo hospedándonos fue abierta y segundos después cerrada con fuerza.

No fui consciente de absolutamente nada hasta que un cosquilleo en mi vientre me hizo retorcer en mi sitio intentando reacomodarme en una posición diferente; sin embargo, algo sostenía mis piernas con firmeza evitando que lograra lo que quería.

Mis ojos se abrieron débilmente algo irritados por la luz de la habitación que continuaba encendida, pero fueron capaces de reconocer de inmediato el rostro de mi cónyuge quien se encontraba entre mis piernas con una expresión de maldad y emoción mezclados en su rostro.

— Michael... — Susurré con la voz rasposa mientras el color invadía mi rostro al darme cuenta de la desnudez de mi mitad inferior del cuerpo.

Su boca se separó de mi sexo con un chasquido debido a la presión que ejercía y una sensación de vacío se apoderó de la zona.

— Creo recordarte diciendo que me esperarías despierta para cuando volviera del juego de hoy. — Las yemas de sus dedos se clavaron en mi piel, un quejido escapó de mi boca. — Sabes que no me gustan las mentiras, esposa mía.

Tschuldigung*, Michael. — Una de mis manos se estiró hasta llegar a su rostro y acariciar una de sus mejillas. — No volverá a suceder.

— Eso espero.

Mi cuerpo entero se exaltó al sentir como siendo tomada de las piernas era girada sobre la cama hasta quedar boca abajo, mis glúteos quedando expuestos ante él.

— Me habría gustado un saludo decente antes de esto ¿Sabes? — Le observé de reojo, una sonrisa apareció en su rostro.

— Me conoces, mein Schatz*... Estoy desesperado por devorarte completa. — Respondió, su cuerpo se inclinó hacia delante con el único objetivo de clavar sus dientes en mi glúteo izquierdo.

Un gemido fue liberado de mi cuerpo ante el leve dolor que invadió la zona.
No era de extrañar esta actitud de su parte, después de todo, su ritual irrompible tras tener un juego importante nos involucraba a ambos: a mí como su juguete y a él como mi amo y dueño.

— ¿Qué estás esperando para hacerlo, entonces?

— Absolutamente nada. — Mi entrecejo se arrugó al sentir como dos de sus dedos se deslizaron entre los pliegues de mi vulva, mis manos apretaron en un par de puños las sábanas de la cama.

Lo extrañaba, sí. Aunque éramos una pareja sexualmente activa la última vez que le había podido sentir de esta manera había sido dos meses atrás cuando nos despedimos debido a un viaje que él tendría al extranjero junto al equipo por un tiempo. Si bien pude haber ido con él, me abstuve a hacerlo debido a mi trabajo, pero ahora... Ahora lo tenía a mi lado con un bonus extra que había aparecido cuando su imagen perfecta y capaz flaqueó ante la competitividad de la estrella enemiga que había conocido en el partido de esa noche.

Debía estar colérico, necesitando liberarse de ese estrés vivido durante todos los noventa minutos de juego que experimentó.

Pude sentir cómo sus dedos se alejaban de mi sexo y sus palmas se deslizaban sobre mis muslos apretándolos y amasándolos a su antojo. No era necesario observarle para saber que su mirada recorría mi cuerpo de arriba a abajo una y otra vez esperando el momento perfecto para devorarme a su antojo y dejarme una vez en un estado cercano a la invalidez temporal.

Bitte*, Michael. — Rogué cerrando los ojos con fuerza. Por mucho que adorara sentir sus manos sobre mi cuerpo no era lo que quería en ese momento.

— ¿Qué pasa, mein Schatz? — Le miré con una expresión de molestia, una melodiosa risa ronca y burlesca salió de su garganta haciéndome estremecer. — No soy adivino.

— Eres un idiota. — Susurré.

— Tú decidiste aceptar casarte conmigo. — Una fuerte nalgada me hizo gemir por la impresión y el dolor. — Ahora dime ¿Qué es lo que quieres?

Apreté las sábanas con fuerzas mientras soltaba un par de maldiciones, mis ojos mantuvieron cerrados por unos segundos antes de volver a mirarle a la cara.

— Michael, quiero tenerte dentro mío... Ahora. — Pronuncié con firmeza, la sonrisa en su rostro pareció volverse aún más grande al obtener lo que quería.

— Como tú desees, esposa mía.

Mi cuerpo volvió a ser girado una vez más, ahora me encontraba frente a frente con él, mis piernas abrazaban su cintura a lo que aproveché para acercarle aún más a mí. Sus manos se posaron a cada lado de mi cabeza y él no tardó en inclinarse hacia mí para unir nuestros labios en el que era el primer beso de aquella noche.
Una de mis manos fue a su nuca mientras la otra se estiraba a su espalda buscando más cercanía, nuestros labios se presionaban entre sí en besos húmedos a la vez que nuestras lenguas danzaban lado a lado. Un beso sucio y lleno de lujuria que estaba dejando nuestras bocas desastrosas y llenas de saliva.
Su diestra tomó la iniciativa de volver a mi sexo y empezar a estimularme una vez más, mi pelvis contribuía con lentos movimientos disfrutando de la sensación de las yemas de sus dedos índice y medio en la entrada de mi vagina y su pulgar moviéndose de manera circular sobre mi clítoris.

— Basta de esa mierda. — Me alejé de sus labios, sus ojos me observaron con sorpresa. — Han pasado dos meses, Michael... No puedo esperar un segundo más.

— Vaya, realmente estás desesperada. — Rio y a su vez retiró sus falanges de mi sexo llevándolos inmediatamente a su boca en donde, aún mirándome a los ojos, comenzó a succionar sus propios dedos de manera seductora hacia mí. — No quiero verte lloriqueando en la mañana porque tu culo duele como el demonio... Tú te lo buscaste.

Su zurda tomó una almohada gruesa y su diestra levantó mi cadera con facilidad para poder introducir la almohada entre mi cuerpo y el colchón. Le miré ansiosa por sentirle, las palmas de mis manos subían y bajaban por sus fuertes y venosos brazos los cuales estarían sujetándome en los próximos minutos con firmeza mientras me embestía rudamente haciéndome delirar.

— Michael. — Él me observó. — Ich liebe dich*.

— No es hora de ponerse románticos, mi amor. — Su torso se inclinó hacia el frente dejando un delicado beso en mi mejilla para después susurrar. — Te voy a coger tan duro que los vecinos se preguntarán si acaso te están destrozando, no vas a olvidar esta noche nunca... ¿Entendido, cariño?

Se alejó de mi oído y una sonrisa de falsa inocencia apareció en su rostro. Las palabras no lograron salir de mi boca debido al asombro que su declaración generó en mí y cuando creí ser capaz de formular una oración decente un grito fue arrancado de mi garganta al sentir su pene adentrarse de un solo movimiento en mí abriendo mis paredes sin previo aviso. Un par de lágrimas descendieron por mis mejillas debido al repentino placer mezclado con un maravilloso dolor, la sensación de volver a tenerle dentro una vez más se sentía como recibir un vaso de agua en medio del desierto estando a punto de morir por deshidratación.

Era como tocar el cielo y ser bendecido.

Su pelvis empezó con movimientos lentos, pero rudos. Sus ojos se mantenían en mí observándome a los ojos para grabar en su mente cada expresión inconsciente que realizaba debido al placer. No podía evitarlo, no podía evitar que mi boca se entre abriera y mis ojos se cerraran o giraran hacia atrás ante el exceso de estimulación que mi cónyuge me hacía sentir.

— Perfecto. — Susurró. — Esa es la expresión que quería ver en tu bonito rostro, mein Schatz.

Sus manos se deslizaron por mi cintura sin detener sus movimientos, una de sus palmas cubrió sin dificultad mi seno izquierdo, apretando a su antojo antes de tomar mi pezón entre su índice y pulgar para comenzar a pellizcar, tirar y retorcer aquel pequeño botón.
Mis uñas se clavaron en sus brazos, un quejido salió de su boca ante el dolor y su respuesta fue acelerar sus movimientos pélvicos haciendo que la frecuencia de mis gemidos aumentara.

Tomando sus brazos saqué la fuerza suficiente para poder acercarme a él quedando sentada sobre su regazo. Una sonrisa apareció en su rostro tomando mis glúteos y apretando de ellos con rudeza. Mi rostro se acercó al suyo uniendo nuestros labios una vez más en un beso indecoroso que buscaba callar los fuertes gemidos que salían de mi boca. Su lengua se deslizó sobre mi labio inferior tirando de este mismo con sus dientes momentos después para al final alejarse de mi rostro dejando una necesidad de continuar sintiendo sus labios en mí.

Su rostro se hundió en mi cuello, suspiré al sentir sus dientes morder la sensible piel de aquella zona con el claro objetivo de dejar marcas donde gustase.
Una sensación de plenitud se apoderó mi cuerpo, mis músculos se tensaron e inevitablemente clavé una vez más las yemas de mis dedos en su espalda. Mis ojos se cerraron y gemí fuertemente volviéndome el triple de sensible que en un comienzo.

— Michael... — Su nombre salió como un suspiro de mi boca, los dedos de mi diestra se enredaron entre sus cabellos sintiendo los movimientos de su pelvis volverse más rápidos. — Michael, estoy cerca.

— Sabes qué debes hacer. — Su boca abandonó mi cuello para volver a prestar atención a mis labios.

Mi pelvis comenzó a moverse junto a él sintiendo cosquilleos recorrer mi cuerpo, el calor presente en aquella habitación había logrado que una fina capa de sudor cubriera nuestros cuerpos aumentando la temperatura corporal de ambos. Mis dientes tiraron de su labio inferior esta vez y cuando sentí que había llegado a mí límite me alejé de sus labios dejando salir un escandaloso gemido de mi ser al sentir como si me derritiera en líquido sobre él.
No pasaron más que segundos antes de sentir como mi interior era llenado de manera cálida y con un suspiro él terminaba dentro de mí.

Aún tras haber terminado me mantuve abrazada a su cuerpo sin la fuerza necesaria para alejarme, sus manos se mantenían en mi cintura acariciando de arriba hacia abajo en movimientos lentos y cariñosos.
Michael fácilmente podría tener dos personalidades distintas dentro de esa cabeza hueca suya, pero aun así adoraba cada faceta suya.

— Ich liebe dich, esposa mía.

Una sonrisa apareció en mi rostro al escuchar su declaración. El Michael egocéntrico desapareció en aquel momento dejando salir a su versión más sana.

Un Michael atento, un buen esposo del cual estaba orgullosa de tener.

Tschuldigung: Lo siento.

Mein Schatz: Amor mío.

Bitte: Por favor.

Ich liebe dich: Te amo.

Una disculpa si alguna de las palabras en alemán está traducida de manera incorrecta, intenté encontrarlas en páginas más confiables que Google Translate. 

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