Las relaciones, para algunos imprescindibles y para otros una pérdida de tiempo. Para algunos una tarea sencilla y para otros un reto. Para algunos la única opción de seguir viviendo y para otros el motivo de dejar de vivir. Qué difícil es relacionarse hoy en día, ¿verdad?

Saber cómo empezar una conversación, saber cómo despedirse, cómo contestar, cómo preguntar y un sin fin de ejemplos más. ¿Desde cuándo relacionarse se ha vuelto tan... Ambiguo? Lo hemos ido convirtiendo en una herramienta cada vez más y más compleja e incluso convertido en un arma de doble filo.

Cada relación tiene su propia historia construída por dos o más personas: una amistad, una pareja, un familiar. ¿Por qué relacionarnos con nuestra familia resulta más fácil y sencillo que con nuestros amigos? O viceversa. ¿Sobrepensamos, dudamos, desconfiamos?

Saludar es siempre el primer contacto. Abrazar es siempre nuestra zona confort. Discutir es siempre la tormenta más difícil de superar. Y callar es siempre la pesadilla que nos vuelve vulnerables. ¿Ves? Constantemente nos estamos relacionando: creamos barreras o las derribamos.

¿Y tú qué sueles delirar?