𝟏𝟎/𝐉𝐮𝐧𝐢𝐨/𝟐𝟎𝟏𝟕

Ponerse al día había sido un asunto, que, aun cuando lo habían contemplado, había tomado mucho más tiempo del que podían haberlo pensado. Y desde aquel encuentro enteramente dotado de felicidad y un amor que parecía resucitado de entre las cenizas, las cosas no habían hecho más que mejorar. Kazutora pasaba casi todas las noches que le eran posible en el departamento de Dai, yendo a recogerla hasta el restaurante tal y cómo lo hacía años atrás cuando se escapaban de las reglas de su padre con el fin de reunirse. Y aun con los elegantes atuendos de diseñador que la chica usaba para pasar casi todo su día en una oficina, nunca rechazaba aquellos paseos en motocicleta que no hacían nada más que seguir aflorando las mismas emociones que sintió la primera vez que lo abrazó por detrás y recargó su cabeza por en uno de sus hombros.

Kazutora no sabía si era el nuevo y mayor largo de sus uñas, el tacto de su piel, o el simple hecho de sentirse viviendo una nueva fantasía que jamás imaginó hecha realidad lo que provocaba ese incesante cosquilleo en su estómago y aquel latido irregularmente rápido en su corazón. Solo sabía que ni la sensación de sentirse de nuevo como un par de niños que jugaban a madurar en las abarrotadas calles de Tokyo se comparaban a lo que pasaba cuando finalmente estaban a solas dentro del departamento de Dai.

Todo ahí parecía ser más íntimo, más vivido, con las luces de la ciudad proveyéndoles de un espectáculo que, sin duda, se volvía minúsculo en comparación a ella: el particular brillo en su mirada impar, las risas que más temprano que tarde terminaban convirtiéndose en sonidos mucho más carnales, la suavidad de su piel debajo de esas telas caras y el placer que le generaba recorrer todas las curvas de su cuerpo con las manos y los labios, hasta el punto en el que el agotamiento era tal que, sin siquiera energía para intentar volver a vestirse, caían rendidos en ese comodísimo colchón cuyo tamaño ni siquiera sabía que era real hasta el amanecer, en donde la rutina comenzaba de nuevo, a excepción de aquel día.

La tienda permanecería cerrada, y Chifuyu probablemente también estaría gozando de compañía o ni siquiera estaría en su propia casa, por lo que se previno, alistando un bonito traje de tono oscuro y a rayas que la rubia le había ayudado a elegir con anterioridad a la fecha. Era el día de la boda de Pah. La ceremonia comenzaría a la hora de la comida, por lo que madrugar no se había vuelto necesario para él. Sin embargo, le fue imposible no abrir los ojos cuando un aroma con tintes de vainilla comenzó a colarse por debajo de la puerta. Al no notar el pequeño cuerpo que normalmente permanecía a su lado al despertar, se descubrió el cuerpo de las sábanas y buscó en uno de los cajones, que con el tiempo se había ido llenando de ropa que dejaba ahí en las visitas, una muda de ropa limpia antes de salir.

Se encontró a Dai vestida únicamente con una de sus camisetas, la cual le llegaba hasta los muslos, bailando de manera divertida mientras movía una espátula sobre una sartén al compás de la música que salía con fuerza por una de las bocinas de la sala. No pudo evitar sonreír mientras veía la corta cabellera rubia de la chica meneándose al ritmo del resto de su cuerpo y de su voz desafinada al cantar, misma que contrastaba con la gracia de sus movimientos, que a pesar de la lentitud de la melodía, iban perfectamente con esta . El recuerdo aquel del que tanto se habían burlado, cuando ella le obligó a bailar a su lado una canción de Britney Spears llegó inmediatamente a su mente.

Caminó con lentitud hacia ella, esperando que sus pasos sobre el amaderado suelo no fueran notados, y aprovechando su atención dispersa, apenas llegó, rodeó su cintura con sus brazos, haciéndola pegar un saltito, mientras él intentaba acoplarse a sus movimientos.

— Arruinaste mi plan — dijo — yo quería llevarte el desayuno a la cama.

Kazutora volvió a sonreír — buenos días para ti también, preciosa. — se inclinó levemente para poder dejarle un beso sobre su mejilla, haciendo que su cabello le causara cosquillas —  ¿qué cocinas?

— Desayuno americano, justo estaba terminando — la melodía comenzó a descender su volumen progresivamente y Dai apagó el fuego — y ella también. Siéntate, ya qué no me dejaste llevarte esto, déjame servírtelo.

La joven se giró sobre sí misma, ayudándose de las puntas de sus pies para quedar a su altura y depositar un beso sobre los labios de él.

— Vale. — El pelinegro acató la orden y se acomodó en uno de los banquillos de las islas de la cocina — ¿por qué desayuno americano? pensé que te hastiaba pensar en comer comida de los Estados Unidos.

La rubia se encogió de hombros — No toda. Y si la cocino yo es más soportable. — usando la misma espátula, comenzó a acomodar los huevos estrellados, las tiras de tocino y los panqueques que había preparado con anterioridad en ambos platos. — Además, toda la comida de la fiesta es tradicional, quería variar un poco.

Los dos platos fueron dejados en la mesa, y ella tomó asiento frente a él, dándose el tiempo de contemplarlo mientras agradecían por la comida. Le encantaba ver como ese cabello largo y de color profundo no hacía más que acentuar las nuevas y adultas formas de su rostro, especialmente su mandíbula. Su cuerpo y todo él habían cambiado por sobremanera, su espalda ahora era más ancha, y a diferencia de aquella primera vez que la vio, ahora no contenía ningún moretón. Su torso estaba trabajado debido a esos montones de entrenamientos esporádicos que tenía cuando aún estaba en prisión, cuando no pasaba el rato en la biblioteca, tal como se lo había contado. Y sin embargo, su cara y en especial sus ojos seguían pareciéndole igual de fascinantes que la primera vez que se detuvo en ellos para apreciarlos. El color arena ahora parecía ser más similar al del sol, y no podía sentirse más feliz por ello.

— Cierto — murmuró él tras pasar un bocado — ¿no necesitas ir al restaurante o algo para alistar el banquete?

— No hace falta — respondió, tomando algo de la miel que había dejado ahí antes y dejándola caer en uno de los panqueques — el señor Iwata es el encargado de la cocina, él debe tener todo en orden, solo es cuestión de que llamen al chico que nos ayuda con la entrega para llevarlo al sitio. Hoy todo el día es para mí, bueno... para nosotros.

Aun con el paso de los años, Dai no podía evitar sonrojarse al referirse a ambos de dicha forma. Ninguno de los dos había hecho una petición estrictamente formal, sin embargo, sabían que eran eso, un nosotros. Una pareja.

Terminaron de desayunar poco después. Y tras ello, comenzaron a alistarse para la ocasión. La bañera comenzó a llenarse lentamente, mientras la rubia le mostraba varios vestidos que pensaba pudiesen sentar bien. Kazutora iba ayudándole, dándole calificaciones variadas a los atuendos, hasta que llegaron al indicado: un vestido largo de color verde, de tirantes finos, un escote en forma de corazón y con una coqueta abertura en la pierna que lo hacía parecer un poco más diurno.

Una vez elegido el atuendo, caminaron en silencio hasta el baño, mismo en el cual el espejo se había empañado ligeramente debido a la temperatura del agua. Sin meditarlo mucho, Dai se sacó aquella larga camiseta, quedando únicamente en bragas, y como si no se hubiesen contemplado con anterioridad, fingió recelo al cubrirse el pecho con uno de los brazos mientras él la miraba.

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Recomendación: escuchar la canción de multimedia (Too Sweet – Hozier)

— ¿Qué? ¿no te basta con meterte a mi cama por las noches y ahora también lo harás en mi bañera? pervertido — dijo divertida.

— Bueno, si quieres que me vaya... — Kazutora hizo además de abrir la puerta, siendo detenido casi de inmediato por la rubia, que lo tomó de la mano.

— Claro que no — respondió con cierta picardía, inclinándose de puntillas para dejar un beso mucho más pasional sobre sus labios, dejando que su pecho descubierto chocara contra el de él, permitiéndole notar su temperatura corporal, misma que aumentaba con el vaivén.

Las manos de Kazutora comenzaron a recorrerle la espalda con lentitud, y más temprano que tarde, descendieron más y más, comenzando a masajear su trasero con impaciencia. Rápidamente, bajó las manos hacia sus piernas con la intención de levantarla en el aire, a lo que ella lo detuvo.

— Si comenzamos con esto no vamos a parar — dijo con el aliento a medio recuperar — ... no es buena idea.

— ¿Tanto te gusto? —  dijo él en voz baja, agachándose para quedar a la altura de su oreja.

— No tienes idea — en mitad de la frase, el pelinegro desobedeció lo dicho, y comenzó a dejar un rastro de besos húmedos por encima de su cuello, haciéndola emitir un pequeño jadeo. La sensación de sus labios recorriéndole la piel era algo a lo que era incapaz de resistir.

Aprovechándose de la posición, la rubia bajó sus manos con dirección a los pantalones de pijama que él usaba, llevándose la grata sorpresa de que no usaba ropa interior. Una sonrisa triunfante se marcó en su rostro, y notando lo que intentaba hacer, fue él quien tomó la prenda hasta sacársela de encima. Sin nada puesto, reanudaron un beso mucho más cargado de deseo, mientras la chica tomaba entre una de sus manos el miembro de su compañero, mismo que ya presentaba una marcada erección. Un masaje de arriba a abajo sobre este hizo que entre medio del choque de sus labios un gemido saliese de los labios de él. No pasó mucho más tiempo para que la hazaña que antes había intentado pudiese ser completada: Kazutora tomó a Dai por los muslos, apoyándola en el lavamanos de la habitación, y como si fuese un reflejo instintivo, abrió las piernas, dejándolo tomar los bordes de la ropa interior y deslizándola por estas.

Reanudaron su beso, mientras las distancias se volvían cada vez más cortas. La mano del pelinegro se situó en uno de sus pecho, estrujándolo con fuerza, haciéndola jadear, mientras lentamente introducía su miembro dentro suyo. Un placentero quejido salió de los labios de ambos al unísono, mientras las embestidas comenzaban y las uñas de la rubia se enterraban en su espalda. El calor previo que ya inundaba la habitación había provocado que ambos comenzaran a sudar, y la temperatura de ambos no hacía más que aumentar dicha reacción.

Los besos iban y venían, siendo intercalados con gemidos y maldiciones al aire con cada uno de los movimientos de su cadera, el rostro de la muchacha constantemente se apoyaba en aquel ennegrecido tatuaje de su cuello, mismo que besaba con frenesí. Y tras un largo rato, el momento del clímax llegó, inundando el cuarto con pasionales sonidos que terminaron dando paso a la calma.

El oscuro cabello de Kazutora se pegaba a su frente, producto del sudor, y el ya deshecho peinado de Dai hacía lo mismo en su propio rostro. Con las piernas aun temblando debido al esfuerzo, fue él quien rompió aquel habitual y repentino silencio.

— Ya... vamos a tomar ese baño.

La chica rio, dejándole un falso golpecito en uno de los hombros para después depositar un beso sobre su frente. — Vamos.

Con un movimiento, la chica bajó del mueble y se introdujo en la amplia bañera, dejando que el agua relajara todos los músculos de su cuerpo, seguida por él, que se acomodó a su espalda. Sus brazos rodearon su cintura, y su rostro se apoyó en uno de sus hombros. Con una de sus manos escondió uno de los mechones de cabello tras su oreja, mojándolo en el proceso, y susurró a ella.

— Te amo, Dai.

—  Yo también te amo, Kazu.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAJBAJBJSBJABDJKABJSAKBDAJBDKBKJSBKJBDKJA

ESTÁN TAN HERMOSOS COMO EL DÍA QUE LOS PERDÍ HOLA COMO ESTÁN

no se si aun haya gente viva x aquí espero que si lol, lamento haber sacado tan tarde esta segunda parte, pasaron d e m a s i a d a s cosas en mi vida que bueno, a penas estoy teniendo un respiro emocional y de tiempo como para volver.

Aviso que las publicaciones serán esporádicas y que tampoco será una historia tan larga como la original, trabajo y estoy terminando mi tesis, maybe me cambio de ciudad en un mes o algo así entonces aha, vida adulta. Igual voy a intentar ser lo más constante posible.

Y nada, bienvenidxs de nuevo! <3<3<3<3<3

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