Algún tiempo había pasado ya desde eso, tiempo en el que todos se enteraron de la supuesta muerte de Kosem, aparentemente fue un suicidio, como era amada por el pueblo, estos guardaron tres días de luto, algo que molesto a Suleiman con toda su alma, ¿Como podían dejar de trabajar por algo así?

Eso solo sirvió para que Suleiman se diese cuenta de que no todos odiaban a Kösem, y eso le molestó más.

──¿Y ese anillo?──Pregunto Suleiman a Hurrem mirando por primera vez tan hermosa joya.

Actualmente el Sultán se encontraba con su familia reunida en un almuerzo en los jardines de Topkapi.

Hurrem inconscientemente se puso nerviosa cuando escucho esa pregunta, era evidente que el nunca le había obsequiado esto, si decía que era de un pashá, mataria a un inocente, si decia que era de Kosem le quitaría el anillo de las manos y lo echaría al fuego.

──Se lo regale yo.──Sonrió Firuze.──Creo que combina con sus ojos.

──¿Ustedes dos se llevan muy bien?──Pregunto la Valide mientras bebía una sobro de Sharbat.

──Si Valide, ambas tenemos mucho en común.

La pelirroja asintió con una sonrisa, bueno, puede que su relación con Firuze no sea el de las hermanas perfectas, pero como amaba cuando la ayuda con sus cosas.

Mukerrem miro la escena con curiosidad, si, aquellas dos estaban muy juntas desde hace algunos meses, ¿Que había cambiado?

Sin embargo, no se atrevió a preguntar, dejo que el almuerzo transcurriera normalmente como siempre, supuso que la Valide haria algo para averiguar que pasaba entre esas dos.

Una vez acabado el almuerzo, Hurrem se dirigió a sus aposentos y se acostó un rato, abrazando a Mehmed y Mihrimah, uno con cada mano, mientras entonaba una canción de cuna rusa.

Mientras cantaba, deseaba con toda el alma volver a ver a su adorada, deseaba volver a descansar sobre el pecho de Kosem, deseaba volver a conversar con ella de todo y de nada, deseaba volver a juntar sus labios con los suyos.

Sus pensamientos fueron disueltos cuando Alicia entro en sus aposentos con una carta en las manos, la sacudió con una sonrisa, sonrisa que hizo que Hurrem se levantara y tomará el pergamino y comenzara a leerlo.

Lo primero que obtuvo al abrirlo, fueron unas rosas rojas, tan rojizas como la sangre, y la hermosa poesía que tenía el pergamino, estaba adornado con gotas del mismo líquido.

Hurrem sonreía con cada frase dulce que le dedicaba su amada, con cada letra y el aroma de la rosa adornaba el papel.

──No se si me preocupa más el hecho de que ella envié cartas, o el hecho de que este llena de sangre y tu sonrias como idiota.──Dijo Firuze con algo de miedo.

──La sangre es porque se hizo una herida al corta la rosa, la cultivo ella, es su primera cosecha.

──Cualquiera se limpia la herida antes de escribir.

──Ya cállate.

Firuze soltó un bufido y se acerco hasta donde sus sobrinos, los cuales dormían placidamente sobre la cama de la rusa.

Las dos hermanas conversaron un rato más, y luego Firuze salió de los aposentos de Hurrem con Mehmed y Mihrimah, iba a dejar que sus hijos y sus sobrinos jugaran entre sí, mientras que la madre de estos escribia una carta a modo de respuesta.

La carta explicaba lo agradecida que estaba por el detalle y su deseo de volver a ver a su adorada alfa, al tiempo que dejaba que el olor de su perfume favorito se impregnara en la carta, y una vez finalizada, dejo un mechón de su cabello dentro de ella.

Luego fue con Sumbul, su sirviente más leal a que entregará la carta personalmente a esa dirección.

Mientras que la rusa estaba en su paraíso, la sombra de la Valide, es decir, Mukerrem ya sabía de la verdad de Hurrem y Firuze, ambas eran hermanas y madres de miembros de la dinastía.

Su primera idea fue matar a uno de los hijos de las dos, pero la descarto rápidamente por que conocia a Firuze, y esta seria capaz de averígualo al momento.

Y conociendo el caracter de la rusa, lo mejor era mantenerse al margen con sus hijos, pues la pelirroja era capaz de mandarla a dormir con los peces como se acercara a sus hijos.

Tenía que encontrarles un secreto tan grande que fuese capaz de acabar con las dos.