Persuasión

Advertencias: Ninguna.

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—”Es un concubinato que será totalmente privado. Siéntanse alegres por mi, pese a la vergüenza que sentí, e incluso preferí dejar que los rumores de un supuesto encarcelamiento se esparcieran” —leyó la reina con evidente sorpresa—. ¿Por qué escribiría eso?.

—Tal parece que quiere evadir sus responsabilidades por otros ocho meses —el rey no lucía tan preocupado, es más, parecía indiferente.

—¿Y si no lo escribió Chuuya? —estiró la carta a su esposo para encontrar inconsistencias juntos.

—Es su letra, y tiene su firma —sorbió su té estirando la mano para revisar con más detalle—. Por mí está bien.

Kyoka que hasta ahora permanecía en silencio se atrevió a protestar—. Padre no digas eso, mi hermano debería vivir en el palacio real, no con extranjeros.

—Es un adulto, y goza de toda salud, debería aprovecharla mientras le queden ganas de hacerlo —le sonrió a la niña para tranquilizarla—. Princesa, eres pequeña para entenderlo, pero tu hermano será rey algún día y tendrá que olvidarse de vivir como le plazca, si no lo disfruta ahora nunca lo hará. Él debe cuidar de la corona y de tí, seguro que necesitaba un respiro de todo eso.

—¿Eso es todo lo que dirás?, ¿Que tu hijo solo necesita esa diversión en lugar de un matrimonio? —la de cabellos naranjas negó decepcionada—. Demosle privacidad al rey, termina tu desayuno en el jardín.

La menor salió de su lugar siendo acompañada por siervos que llevaban sus alimentos. El mayor gruñó cansado por la discusión que ahora arrastraba a su querida hija—. No es un niño, y si insistes tanto con una esposa no debería sorprenderte que quiera extender su concubinato.

—Me preocupo por el futuro de mis hijos. No conocemos a ese hombre en persona, ni siquiera lo ha visto antes de su visita y me parece extraño que tuviera tantos afectos —alejó su platillo para mostrar más seriedad—. Además, ¿Por qué quiere que sea secreto entre las familias y prefiere decir al pueblo que es su discípulo?.

—¿Crees que alguien lo respetará si se enterán que estuvo con un hombre? —arqueó las cejas burlón causando el enojo de su reina—. De acuerdo, me parece raro, pero no le negaré un capricho cuando ha mostrado desinterés gradual en su título. Él no quiere ser rey, si le quito esto seguramente pensará en abdicar el trono.

—¿Abdicar a Kyoka? —la mujer apretó los labios—. Chuuya no le daría ese puesto…

Porque quiere protegerla, pero sería egoísta casarlo sin que tuviera una gran aventura, no fomentaría la fraternidad entre ellos por los deberes que Chuuya tiene y Kyoka no —siguió comiendo mientras su acompañante buscaba las palabras correctas—. ¿Recuerdas que al principio odiaste la idea de casarte por obligación?

—Lo único que entiendo es que no te interesa su seguridad, solo necesitas a tu heredero complacido —murmuró apretando los dientes—. Si él quiere casarse por amor yo aceptaría a una sierva, más concubinatos pero esto es distinto.

—Catalina, déjame terminar mi desayuno en paz, hablemos de otra cosa —suspiró al ver que la contraria se levantaba y caminaba fuera del enorme comedor—. ¿Ignoras a tu rey?.

Ignoro al insensato de mi esposo.

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En un país cercano se llevaba a cabo una negociación casi similar en cuestión a comunicación.

Mori leía las últimas cláusulas de su acuerdo—. Total privacidad entre ambas partes, se le dará una dote generosa por su participación en el contrato…

—¿Me darás dinero? —dijo el príncipe casi indignado.

—Eres quien pierde más en esta falacia, soy un rey generoso. Si te ofende podemos olvidar esa parte —respondió Dazai.

Para el más bajo era un tanto extraño que por fin pareciera atender su rol de portar la corona de su país, asintió volviendo al alto Septo—. ¿La corte lo sabrá?.

—Dios nos libré de ser su nuevo chisme, lo dejaremos en privado, verás que es mejor fingir que somos buenos compañeros antes que amantes —se divirtió con el color rojo que tomaron las orejas de Chuuya—. ¿Has tenido un amante?.

—¡Eso no te importa! —tomó las hojas y puso su firma donde debía—. Durante este tiempo en tu asqueroso palacio quiero portar mi espada.

—Como quieras —alzó los brazos restándole importancia. El de túnica negó alegando que podría ser peligroso—. Tiene la estatura de un niño, no me hará nada.

—¿A quíen le dices niño? —caminó hasta él para tomarlo por el cuello de su camisa—. Repite eso, rey de mierda.

—Dije que tenías la estatura, si tus facultades mentales también se parecen a las de un infante, no es mi culpa —recibió una bofetada que lo motivó a patear la espinilla del contrario.

—¡Altezas! —el de ojos violetas sostuvo las manos de su rey para evitar que arañara la cara de Chuuya—. Piense en el bien del reino…

—¡Al fin sirves! —el de ojos azules vió la oportunidad de golpear su rostro nuevamente—. Gracias, anciano.

—¿Por qué lo ayudas? —se soltó de su agarre para regresar la agresión pero Mori llamó a los guardias y así separarlos. Pasaron la tarde revisando documentos que pudieran ser de su interés de anteriores concubinatos.

Resulta que el padre de Dazai permitió uniones similares entre familiares que tuvieran una diferencia de edad máxima de cinco años, había otras leyes un poco diferentes que a Chuuya le costaba trabajo entender; Las mujeres no heredaban las fortunas familiares, para hacerlo deben casarse antes de que un hombre las reclamara. A los hombres también se les permitía tener concubinas pese a estar casados, si, definitivamente no quería una sociedad así para su hermana.

—Tengo que emitir un decreto real para acortar el tiempo en unión libre, que pereza —ya casi oscurecia y aún no lo hacía—. Traigan té, pasaremos la noche en vela.

El alto septo huyó con la excusa de tener obligaciones ecliciasticas, así que solo eran ellos y los guardias de la puerta. El de cabellera naranja redactaba copias de los acuerdos firmados horas antes.

—Disfruten su té, sus majestades —la sierva salió acabando su turno al igual que la mayoría del palacio.

—Les pedí que cuando sirvan tu té traigan leche —señaló la tetera levemente caliente.

—Gracias —murmuró sin prestarle atención, tomó la cuchara para agregar miel, todo esto era visto con cierta sorpresa.

—¿Por qué le pones leche? —al cruzar miradas bajo la vista a sus papeles con una media sonrisa—, No crecerás por más que le pongas…

—No tiene que ver con eso. Me ayuda a mermar el hambre aún cuando trabajo largas jornadas —dió otro sorbo finalizando la plática. De reojo vió como el rey imitaba sus acciones agregando leche y miel a su bebida.

Tenía razón, dejaba una calidez en su abdomen y se enroscaba hasta producir cosquillas. Osamu se negó a darle una sonrisa, pero sabía que se formaría pronto—. Deberías ir a descansar.

Notas de la autora:

Yo tomo el té con leche porque me gusta que sea un poco cremoso, pero no le pongo azúcar ¿Tienen alguna bebida que les guste en especial?.

Ya sé que he actualizado la mayoría de mis historias de putazo, y eso me tiene muy feliz porque ya mero las acabo algunas (y de otras publiqué epílogos).

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