𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 03.

El Club 39 era menos un club que un bar con una pequeña pista de baile cuadrada más allá del pequeño hueco en la parte trasera. En el nivel del sótano en la calle George, los cielorrasos eran bajos, los sofás circulares y los cubos cuadrados que servían como asientos eran bajos, y la zona del bar estaba de hecho construida unos niveles más abajo, lo que significaba que los borrachos tenían que bajar tres escalones para llegar a nosotros. Quien fuera que agregó ese pequeño diseño al borrador de los arquitectos claramente había estado fumando algo.

Las noches de los jueves usualmente encontraban el bajo bar lleno de estudiantes, pero con el semestre terminado y el verano escocés sobre nosotros, la noche estaba tranquila y la música sonaba baja porque no había nadie en la "pista".

Le entregué los tragos al chico al otro lado de la barra y él me entregó un billete de diez libras.

—Quédate con el cambio. —Me guiñó el ojo.

Ignoré el guiño pero metí la propina en el tarro para propinas. Las dividíamos al final de la noche aun cuando Jade argumentaba que ella y yo conseguíamos la mayor parte de las mismas debido a las camisetas sin mangas blancas con escote bajo que llevábamos como "uniforme" junto con jeans negros angostos. La camiseta decía Club 39 sobre el pecho derecho en letra francesa negra. Simple, pero efectivo. Especialmente cuando eras tan bendita en el departamento de senos como yo.

Louis estaba en su descanso así que Jade y yo estábamos lidiando con la pequeña cantidad de clientes en el bar, una multitud que se reducía a cada minuto. Aburrida, miré hacia el otro lado del bar para ver si Jade necesitaba mi ayuda.

La necesitaba.

Sólo que no en forma de atender al público.

Extendiéndose para entregarle al cliente que estaba sirviendo su cambio, el tipo tomó la muñeca de Jade y tiró de ella sobre la barra hasta que ella estuvo a centímetros de su rostro. Frunciendo el ceño, y tomándome un tiempo para ver cómo reaccionaría Jade, su pálida piel se ruborizó y tiró de su brazo para romper el asidero. Sus amigos estaban de pie detrás de él, riendo. Qué bonito.

—Déjame ir, por favor —dijo Jade entre dientes apretados, tirando con más fuerza.

Sin Louis cerca y con la muñeca de Jade tan delgada que podía romperse, todo dependía de mí. Me dirigí hacia ellos, presionando el botón bajo la barra para llamar a los chicos de seguridad que estaban en la puerta.

—Oh, vamos, cariño, es mi cumpleaños, sólo un beso.

Mi mano se cerró sobre la del tipo y las uñas se hundieron en su piel.

—Déjala ir, imbécil, antes de que te arranque la piel de la mano y la clave a tus testículos.

Él siseó de dolor y se liberó de un tirón, consecuentemente liberando a Jade.

—Perra americana —gimió, acunando la mano que ahora estaba cubierta de marcas con forma de luna creciente—. Me voy a quejar con el gerente.

¿Por qué mi nacionalidad siempre entraba en juego en una situación negativa? ¿Y qué? ¿Estábamos en alguna película de los años 80? Resoplé, para nada impresionada.

Brian, nuestro enorme tipo de seguridad, apareció detrás de él. No lucía divertido.

—¿Algún problema, ____?

—Sí. Por favor, ¿puedes sacar a este tipo y a sus amigos del bar?

Él ni siquiera preguntó por qué. Sólo había habido unas pocas ocasiones donde habíamos hecho echar gente, así que Adam confiaba en mi evaluación de la situación.

—Vamos, amigos, salgan —gruñó, y como los cobardes que eran, pálidos y borrachos, los tres salieron pesadamente del bar con Brian detrás.

Sintiendo a Jade temblar junto a mí, puse una mano reconfortante en su hombro.

—¿Estás bien?

—Sí. —Me dio una débil sonrisa—. Mala noche por todos lados. Mike me dejó más temprano.

Hice una mueca ante cuánto debía haberle dolido eso a Jade y a su hermanito. Vivían juntos en un pequeño apartamento en Leith Walk donde se turnaban cuidando a su mamá, quien tenía EM: Síndrome de Fatiga Crónica5. Para pagar la renta, Jade, quien era hermosa, usaba su físico para conseguirse "Sugar daddy" para ayudarla a cuidar de ellos financieramente. Sin importar cuanta gente le dijera que era lo suficientemente lista como para hacer algo más con su vida, ella estaba llena de inseguridades.

La única confianza que sí tenía estaba en su belleza física y en su habilidad de conseguir un hombre que cuidara de ella y su familia. Pero cuidar de su madre siempre hacía que sus relaciones fallaran, y más tarde o más temprano eventualmente todos la abandonaban.

—Lo lamento, Jade. Sabes que si necesitas ayuda con la renta o lo que sea, todo lo que tienes que hacer es preguntar.

Se lo había ofrecido más veces de las que podía contar. Siempre decía que no.

—Nah. —Sacudió la cabeza y presionó un suave beso en mi mejilla—. Encontraré a alguien nuevo. Siempre lo hago.

Se alejó con los hombros hundidos, y me encontré preocupándome por ella cuando realmente no quería hacerlo. Jade era una de las incomprendidas. Podía atacarte los nervios con su materialismo, pero te daba una lección de humildad con la lealtad a su familia. Podía amar los zapatos bonitos, pero ellos pasaban a un segundo plano cuando se trataba de asegurarse de que su hermanito y su mamá estuvieran bien. Desafortunadamente, esa lealtad también significaba que pasaba por encima de cualquiera que estuviera en su camino, y que era pisoteada por cualquiera que estuviera dispuesto a usar su situación en su contra.

—Voy a tomarme mi descanso. Mandaré a Louis.

Asentí, aun cuando ella no podía verme, preguntándome quién sería su próxima víctima. O, ¿la víctima de quién sería ella después?

—Está tranquilo esta noche. — Louis deambuló hacia mí dos minutos después con una lata de gaseosa en la mano. Alto, de cabello oscuro y apuesto, Louis probablemente conseguía tantas propinas como Jade y yo. Era un coqueto eterno. Y era bueno en eso.

—Es verano —reflexioné, echando una mirada alrededor del tranquilo club antes de volverme para apoyarme contra el bar—. Volverá a mejorar los días de semana cuando llegue agosto. —No tenía que explicar que quería decir que mejoraría por el Festival de Edimburgo. En agosto, el famoso festival se apoderaba de toda la ciudad. Los turistas llegaban a la ciudad, robándose las mejores mesas en todos los mejores restaurantes y siempre había tantos de ellos que caminar cinco pasos se convertía en un viaje de cinco minutos.

Sin embargo, las propinas eran geniales. Louis gimió y una vez más se apoyó cerca de mí.

—Estoy aburrido. —Pasó sus ojos por mi cuerpo con una investigación perezosa—. ¿Quieres coger en el baño de hombres?

Me lo preguntaba en cada turno.

Siempre decía que no, y luego le decía que se "cogiera" a Jade en mi lugar. Su respuesta: "Ya lo hice". Yo era un desafío amistoso y creo que honestamente se había engañado a sí mismo para creer que algún día me conquistaría.

—¿Bien? ¿Quieres? —preguntó una voz familiar detrás de mí.

Me volví rápidamente, pestañeando sorprendida para encontrar a Alice al otro lado de la barra. Detrás de ella había un hombre que no reconocí y... Chris.

Palidecí instantáneamente, todavía avergonzada por lo de ayer, apenas noté la expresión cuidadosamente desprovista de emoción en sus ojos cuando observó a Louis.

Arrancando mi propia mirada de él, le sonreí débilmente a Alice.

—Um... ¿qué haces aquí?

Alice y yo habíamos cenado juntas anoche. Le había dicho que Chris había pasado, pero no le había contado todo el asunto de la desnudez. Ella me había contado de su clase, y pude entender por qué hacía una instructora tan buena. Su pasión por la historia del arte era contagiosa y me descubrí escuchándola con genuino interés.

A pesar de todo, había sido una agradable primera cena. Alice me había hecho un par de preguntas personales que me había arreglado para desviar hacia ella. Ahora sabía que era la hermana mayor de medios hermanos: Aria (catorce) y Josh (diez). Su mamá, Rose Nichols, vivía en la zona Stockbridge de Edimburgo con su esposo Richard.

Rose era gerente a medio tiempo del Sheraton Grand Hotel, y Richard, profesor de historia clásica en la universidad. Era claro por la manera en que Alice hablaba que los adoraba a todos, y tuve la impresión de que Chris pasaba más tiempo con esta familia que con su propia madre.

En el almuerzo hoy, Alice y yo nos habíamos tomado un descanso de nuestro trabajo y nos reunimos en la sala de estar para comer y ver un poco de televisión. Nos habíamos reído a lo largo de un capítulo de la clásica comedia británica "¿Are You Being Served?" y nos habíamos vinculado en un cómodo silencio. Me había sentido como si estuviera ganando terreno firme sorprendentemente rápido con mi nueva compañera de piso.

Sin embargo, ¿aparecer en mi trabajo con su hermano? Eso no era genial. No que ella supiera de mi incidente de ayer con su hermano...

— Nos vamos a reunir con unos amigos para tomar un trago en Tigerlily. Pensamos en pasar por aquí y saludar. — Ella me sonrió, sus ojos bailando traviesos en la forma en que los de una chica de séptimo grado lo harían antes de que los entrecerrara en forma inquisitiva en dirección a Louis.

Tigerlily, ¿eh? Era un lugar agradable. Noté el bonito vestido de lentejuelas de Alice. Lucía como algo de la década de los 20 y gritaba "diseñador". Era la primera vez que la veía tan arreglada y con Chris de pie junto a ella vistiendo otro pulcro traje como su acompañante, me sentí un poco fuera de lugar. A pesar de todo mi dinero, no estaba acostumbrada al tipo de vida lleno de estilo y de "cócteles y creme brulee" al que estos sujetos estaban acostumbrados. En alguna forma decepcionada, me di cuenta de que no encajaba con este grupo.

—Oh —respondí tontamente, ignorando las inquisidoras cejas de ella.

—Éste es Sebastian. —Alice se volvió hacia el hombre detrás de ella tan pronto como se dio cuenta de que no iba a responder a su silenciosa pregunta.

Los pálidos ojos de Alice se oscurecieron con una profunda calidez cuando miró a Adam y me pregunté si este tipo era su novio. No que ella hubiera mencionado a un novio. El apuesto hombre de cabello oscuro era sólo un poco más bajo que Chris, con hombros anchos que llenaban su traje de forma agradable. Sus cálidos ojos oscuros brillaron bajo las luces del bar cuando me sonrió.

—Hola. Un placer conocerte.

—Igualmente.

—Sebastian es el mejor amigo de Chris —explicó Alice y luego se volvió hacia su hermano. Tan pronto como lo miró estalló en risas, sus risitas llenando el bar como burbujas de hadas mientras me miraba sobre el hombro—. Te presentaría a Chris pero creo... que ya se han conocido. —Apenas oí la palabra "conocido" sobre su risa ahogada. Mi cuerpo se tensó. Ella lo sabía.

Con los ojos entrecerrados, le lancé una mirada indignada a Chris.

—Le contaste.

—¿Le contaste qué? —preguntó Sebastian aturdido, mirando a la todavía alegre Alice como si se hubiera vuelto loca.

La boca de Chris se elevó con diversión mientras le respondía a Sebastian sin quitar los ojos de mí.

—Que entré cuando ____ estaba paseándose desnuda por el apartamento.

Sebastian me miró con curiosidad.

—No —respondí con un filo en mi tono—. Estaba saliendo del baño buscando una toalla.

—¿Te vio desnuda? —interrumpió Louis, un ceño fruncido estropeando su frente.

—Chris Evans. —Chris extendió una mano sobre el bar para que Louis la estrechara—. Un placer conocerte.

Louis la aceptó, luciendo un poco aturdido por Chris. Genial. Incluso los hombres eran encantados por él. Mientras él le sonreía a Louis, esa sonrisa desapareció cuando sus ojos cayeron sobre mí una vez más. Detecté un ligero frío en ellos y fruncí el ceño. ¿Qué había hecho ahora?

—Tengo novia —le aseguró Chris a Louis—. No estaba intentando conquistar a la tuya.

—Oh, ____ no es mi novia. — Louis sacudió la cabeza con una sonrisa arrogante hacia mí—. No por mi falta de intentos.

—Cliente. —Señalé a la chica al otro lado del bar, agradecida por una excusa para deshacerme de él.

Tan pronto como él se fue, Alice estaba apoyándose contra el bar.

—¿No es tu novio? ¿En serio? ¿Por qué no? Es lindo. Y ciertamente piensa que eres atractiva.

—Es una enfermedad de transmisión sexual andante —respondí malhumoradamente, pasando un trapo sobre una mancha invisible en el bar, intentando desesperadamente evitar la mirada de Chris.

—¿Siempre te habla así?

La pregunta de Chris hizo que mi cabeza se levantara de mala gana e inmediatamente sentí la necesidad de calmarlo y defender a Louis cuando vi sus ojos fríos y letales entrecerrados en dirección a mi colega—. No habla en serio cuando lo hace.

—Oh, hombre, ¿ese descanso seguramente no duró diez minutos? —se quejó Jade mientras vagaba lentamente detrás del bar. Apestaba a humo de cigarrillo. No podía imaginar por qué alguien soportaría cualquier hábito que los hiciera apestar tanto. Arrugué la nariz hacia ella y Jade lo entendió instantáneamente. Sin tomárselo a pecho, sólo se encogió de hombros y me envió un beso burlón mientras se detenía para apoyarse contra el bar al lado opuesto de Chris. Sus grandes ojos verdes lo absorbieron como si fuera un cigarrillo que estaba intentando dejar.

—¿Y a quién tenemos aquí?

—Soy Alice. —Ella saludó a Jade con la mano como si fuera una bonita quinceañera. Le sonreí. Era algo adorable—. Soy la nueva compañera de apartamento de ____.

—Hola. — Jade le ofreció una sonrisa educada antes de mirar a Chris con expectación.

Su obvio interés en él no me molestó en lo absoluto.

—Chris. —Él le asintió, sus ojos rápidamente volviendo a mi rostro. De acuerdo. ¿En serio? Estaba aturdida.

Si fuera honesta conmigo misma admitiría que había estado preparándome para ver a Chris elevar el coqueteo a otro nivel para Jade. Ella era alta, delgada como una modelo, y tenía un espeso, lacio y largo cabello rojizo. Si Chris Evans se transformaba en un coqueto provocativo conmigo, entonces había estado esperando que completamente derritiera a Jade en el suelo con su encanto. En su lugar, él había sido frío con ella. Eso no me ponía contenta de ninguna manera. Siempre había sido buena para mentirme a mí misma.

—¿Chris Evans?—preguntó Jade, inconsciente de su falta de interés—. Oh mi Dios. Eres dueño de Fire.

Maldita mi curiosidad por este tipo.

—¿Fire?

—El club de la calle Victoria. Ya sabes, junto al Grassmarket. —Las pestañas de Jade se agitaban a un kilómetro por minuto hacia él ahora.

—Es dueño de un club nocturno. Por supuesto que es así.

—Sí —murmuró él y luego miró su reloj.

Conocía ese movimiento. Yo lo usaba cuando fuera que estuviera incómoda. En ese momento realmente quería golpear a Jade por su entusiasmo por él. Chris no iba a remplazar a Mike. De ninguna manera.

—Amo ese lugar —continuó Jade, apoyándose más sobre la barra para darle una vista de águila de su pecho pequeño y sin trascendencia. ¿De dónde vino eso?

—¿Quizás podríamos ir juntos alguna vez? De paso, soy Jade.

Ugh. Estaba riéndose como una niña de cinco años. Por alguna razón esa risita, la cual oía cada noche de jueves y viernes, de repente fue muy irritante.

Chris dio un codazo a Alice como para decir "vámonos", su expresión ahora impaciente. Pero Alice estaba demasiado ocupada murmurándole algo a Adam para notar la silenciosa desesperación de su hermano.

—¿Qué dices? —insistió Jade.

Chris me lanzó una mirada inquisitiva que no entendí completamente antes de encogerse de hombros hacia ella.

—Tengo novia.

Jade resopló, ahuecando su cabello sobre su hombro.

—Déjala en casa. — Oh, Jesús...

—Alice, ¿no dijeron que iban a reunirse con alguien? —pregunté en voz lo suficientemente alta para alejarla de Adam. Necesitaba rescatar a su hermano pronto.

—¿Qué?

Le di una mirada significativa y repetí la pregunta con dientes apretados.

Finalmente reconociendo la expresión en el rostro de Jade y la que había en el de su hermano, Alice asintió con los ojos muy grandes llenos de compresión.

—Oh, sí. Mejor nos vamos. — Jade se enfurruñó.

—No...

—¡Jade! —llamó Louis pidiendo ayuda desde el final del bar donde más clientes habían comenzado a reunirse. En cierta forma lo amé en ese momento.

Quejándose por lo bajo, Jade le dio a Chris un mohín infantil y se apresuró hacia Louis y los clientes que esperaban.

—Lo lamento. —Alice se mordió el labio, dándole a Chris una mirada de disculpa.

Él descartó su disculpa y retrocedió, haciendo un gesto caballeresco para que ella saliera primero del bar.

—Adiós, ____. —Ella me dio una amplia sonrisa y un saludo con la mano—. Te veré en la mañana.

—Sí. Que tengas una buena noche.

Observé la mano posesiva que Adam ubicó en la parte baja de la espalda de Alice mientras asentía en una educada despedida hacia mí y la guiaba hacia la salida. ¿Sucedía algo ahí?

Posiblemente. No que fuera a preguntarle. Ella podía volver su propia curiosidad hacia mí con preguntas sobre mi inexistente vida amorosa y luego querría saber por qué mi vida amorosa era inexistente. Ésa no era una conversación que quisiera tener con nadie.

Mi piel picó y de mala gana permití que mi mirada viajara de vuelta hacia Chris, quién había dado un paso hacia el bar, la fría educación de antes reemplazada por un calor que era demasiado familiar.

—Gracias por el rescate. —Juro que su voz baja y retumbante vibró hasta mi ropa interior.

Retorciéndome por dentro, intenté ir por la despreocupación.

—No hay problema. Jade es dulce y no quiere lastimar a nadie... pero es una descarada cazafortunas.

Chris simplemente asintió, al parecer desinteresado por todo lo relacionado con Jade.

El silencio cayó rápidamente entre nosotros, nuestros ojos encontrándose, fijándose, quedándose. Ni siquiera me di cuenta de que mi boca se había abierto hasta que sus ojos bajaron a mirarla.

¿Qué demonios era esto?

Me alejé de él, sintiendo mi piel ruborizarse mientras miraba alrededor para ver si alguien más había visto ese momento entre nosotros. Nadie estaba mirando. ¿Por qué no se iba?

Mirándolo una vez más, intenté parecer calmada, cuando en realidad estaba muy fuera de mi ámbito. Intenté sin éxito ignorar su lento y caliente evaluación de mi cuerpo. ¡Tenía que dejar de hacer eso!

Cuando sus ojos eventualmente se arrastraron de vuelta hacia los míos, le hice un gesto con el rostro. No podía creerlo. Había ignorado a Jade, pero por mí subía al nivel del "sexo". ¿Conseguía alguna satisfacción enferma de atormentarme? Retrocediendo del bar con una rápida sonrisa, Chris sacudió la cabeza hacia mí.

—¿Qué? —Fruncí el ceño.

Me sonrió con satisfacción. Odiaba cuando los hombres lo hacían. Incluso con sonrisas sexys como la suya.

—No sé qué me gusta más... —reflexionó, frotando su mentón en una contemplación provocadora—...tú desnuda, o en esa camiseta. D, ¿verdad?

¿Qué? Fruncí el ceño, totalmente confundida. Y luego lo entendí. ¡Imbécil!

El idiota acaba de adivinar, correctamente, mi talle de sujetador. Nunca iba a permitirme olvidar lo de ayer. Ahora podía verlo. Le lancé mi trapo y él rió, esquivándolo.

—Tomaré eso como un sí.

Luego se fue antes de que pudiera armarme de una respuesta épica que lo dejara en su trasero. Lo juro por Dios, la próxima vez que nos encontráramos, tendría la última palabra.

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