𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 02.
Una semana más tarde me había mudado al apartamento de lujo en Dublin Street. A diferencia de Alice y su desorden, me gustaba que todo estuviera organizado en torno a mí sólo así, y eso significaba inmediatamente zambullirse en el desembalaje.
—¿Estás segura que no quieres sentarte y tomar una taza de té conmigo? preguntó Alice desde la puerta mientras yo estaba en mi habitación,
rodeada de cajas y un par de maletas.
—Tengo muchas ganas de conseguir todo esto desempacado, y así poder simplemente relajarme. —
Sonreí de modo tranquilizador de forma que no pensara que estaba pasando de ella. Siempre odié esta parte de una amistad en crecimiento... la agobiante cobertura de la personalidad del uno con el otro, tratando de descifrar cómo reaccionaría una persona a cierto tono de voz o actitud.
Alice asintió con la comprensión. —Está bien. Bueno, tengo que dar clases en una hora, así que creo que voy a caminar en lugar de coger un taxi, lo que significa que debo salir ahora. Eso te dará algo de espacio, un poco de tiempo para llegar a conocer el lugar.
Me agradas más. —Que tengas una clase divertida.
—Diviértete desempacando.
Gruñí y la despedí a la distancia mientras me dedicó una sonrisa y salía.
Tan pronto como la puerta se cerró de golpe, me dejé caer en mi nueva cama increíblemente cómoda. —Bienvenida a Dublin Street —murmuré, mirando hacia el techo.
Kings of Leon cantó your sex is on fire realmente fuerte hacia mí. Me quejé por el hecho de que mi soledad se mostraba tan rápidamente invadida. Con una inclinación de mi cadera, deslicé mi teléfono de mi bolsillo y sonreí al identificador de llamadas
—Hola tú —respondí con gusto.
—¿Así que te has mudado a tu exorbitante, excesivamente indulgente, pretencioso nuevo piso ya? —preguntó Scarlett sin preámbulos.
—¿Es envidia amarga lo que oigo?
—Estás en lo cierto, vaca suertuda. Estaba casi desmayada sobre mi cereal esta mañana con las fotos que me enviaste. ¿Es ese lugar de verdad?
—¿Supongo que el apartamento en Londres no está a la altura de sus expectativas?
—¿Expectativas? ¡Estoy pagando un dineral por una sangrienta caja de cartón glorificada!
Solté un bufido.
—Vete a la mierda —se quejó Scarlett a medias—. Te echo de menos y a nuestro palacio plagado de ratones también.
—¿Estás diciendo eso mientras miras tu bañera de patas, con sus grifos chapados en oro?
—No. Estoy acostada en mi cama de cinco mil dólares.
—¿Cuanto es eso en libras?
—No lo sé. ¿Tres mil?
—Jesús, estás durmiendo en el alquiler de seis semanas.
Gimiendo, me senté a abrí la caja más cercana. —Ojalá no te hubiera dicho cuánto es mi alquiler.
—Bueno, yo te daría una charla sobre cómo se está desperdiciando ese dinero tuyo en el alquiler cuando podrías haber comprado una casa, pero, ¿quién soy yo para hablar?
—Sí, y yo no necesito charlas. Esa es la parte más dulce de ser huérfano. No preocuparme por regaños.
No sé por qué dije eso.
No había una parte dulce de ser huérfana. O de no tener a nadie que se preocupe. Scarlett estaba silenciosa en el otro extremo de la línea. Nunca hablamos de mis padres o de los de ella. Era nuestra área prohibida.
—De todos modos
—aclaré mi garganta—. Será mejor que vuelva a desempacar.
—¿Está tu nueva compañera de cuarto allí? —Scarlett recogió la conversación como si yo no hubiera dicho nada sobre mi estado sin padres.
—Ella acaba de salir.
—¿Has conocido a alguno de sus amigos? ¿Cualquiera de los chicos?
¿Chicos calientes? ¿Lo suficientemente calientes como para arrastrarte fuera de tu hechizo de cuatro años secos?
La risa escéptica en mis labios murió cuando una imagen del "Traje" me vino a la mente. Mi piel cosquilleó al pensar en él, me encontré a mí misma quedándome callada. No era la primera vez que había cruzado por mi pensamiento en los últimos siete días.
—¿Qué es esto? —preguntó Scarlett en respuesta a mi silencio—. ¿Uno de ellos es un bombón?
—No —le resté importancia mientras paleaba al del traje de mis pensamientos—. No he conocido a ninguno de los amigos de Alice todavía.
—Charlatana.
En realidad no. Lo último que necesito es un hombre en mi vida. — Escucha, tengo que hacer esto. ¿Hablamos más tarde?
—Claro, cariño. Habla más tarde.
Colgamos y suspiré, mirando a todas mis cajas. Todo lo que realmente quería era a volver a la cama y tomar una larga siesta.
—Ugh, vamos a hacer esto.
Unas horas más tarde, había desempacado completamente. Todos mis cuadros doblados cuidadosamente y almacenados en el armario del pasillo. Mi ropa estaba colgada y plegada. Mis libros se alineaban en la estantería y la portátil estaba abierta sobre la mesa, lista para mis palabras. Una fotografía de mis padres estaba posada en mi mesa de noche, otra de Scarlett y yo en una fiesta de Halloween apareció en la estantería, y con mi ordenador portátil en el escritorio, coloqué mi foto favorita. Era una foto mía con Lucy, mis padres de pie detrás de mí. Estábamos sentados en el patio en una barbacoa en el verano antes de su muerte. Mi vecino había tomado la fotografía. Sabía que las fotografías suelen ser invitaciones a preguntas, pero no me atreví a guardarlas. Eran un doloroso recordatorio de que amar a la gente sólo conduce a la angustia... pero no podía soportar separarme de ellas.
Besé las yemas de mis dedos y las coloque suavemente sobre la foto de mis padres.
Los echo de menos. Después de un momento, una gota de sudor rodando por mi nuca me sacó de mi niebla melancólica y arrugué la nariz. Era un día caluroso y había explotado a través del desembalaje como The Terminator detrás de John Connor. Hora de probar esa preciosa bañera.
Vertiendo un poco de burbujas para baño y dejando correr el agua caliente, de inmediato comencé a relajarme el rico olor de las flores de loto. De vuelta en mi habitación, me peleé con mi camisa sudada y pantalones cortos y sentí una liberación presumida mientras caminaba por el pasillo, desnuda en mi nuevo apartamento. Sonreí, mirando a mi alrededor, todavía sin poder creer que todo "lo lindo" era mío por al menos los próximos seis meses.
Con la música estruendosa de mi celular, me hundí profundamente en la bañera y comencé a dormitar. Fue sólo el frío creciente del agua que me empujo a despertar.
Mierda.
No había toallas. Fruncí el ceño al toallero como si fuera su culpa. Podría haber jurado que Alice tenía toallas en la semana pasada. Ahora iba a tener que chorrear agua por todo el pasillo.
Gruñendo por lo bajo, golpeé la puerta del baño abierta y salí al pasillo aireada.
—Uh... hola —una voz profunda se atragantó, disparando mis ojos fuera del charco que estaba haciendo en el piso de madera.
Un chillido de sobresalto fue aplastado en mi tráquea mientras miraba a los ojos del Traje.
¿Qué estaba haciendo aquí? ¿En mi casa? ¡ACOSADOR!
Mi boca abierta mientras trataba de averiguar qué demonios estaba pasando, me llevó un momento darme cuenta de que sus ojos no estaban en mi cara. Estaban corriendo por todo mi muy desnudo cuerpo. Con un ruido confuso de angustia sujeté un brazo sobre mis pechos y una mano delante. Los claros ojos azules se encontraron con mi mirada horrorizada.
—¿Qué estás haciendo en mi casa? —Me apresuré a mirar alrededor por un arma. ¿Paraguas? Tenía una punta de metal. eso podría funcionar.
Otro ruido de asfixia y mis ojos dispararon hacia él, y una oleada de calor no deseado y totalmente inapropiado me golpeó entre las piernas. Él tenía "esa mirada" de nuevo. Esa oscura, avara sexualmente mirada. Odiaba que mi cuerpo respondiera así al instante a esa mirada teniendo en cuenta que el tipo podría ser un asesino en serie.
—¡Date la vuelta! —le grité, tratando de ocultar lo vulnerable que me sentía.
Inmediatamente, el Traje levantó las manos en señal de rendición y se giró lentamente alrededor, de espaldas a mí. Mis ojos se estrecharon al ver a sus hombros temblorosos. El hijo de puta se reía de mí.
¿Qué demonios?
¿Por qué no me di cuenta de esto? Oh si. Porque no me gusta hacer preguntas. Descontenta con mis propias habilidades de observación de mierda, lancé una mirada rápida por encima del hombro. Me agradó encontrar que el Traje no estaba espiando. Deslizándome a mi habitación, su voz profunda me siguió, retumbando por el pasillo hasta mis oídos.
Con el Corazón corriendo, me moví apresurarse hacia mi habitación para coger algo de ropa —y posiblemente un bate de béisbol— cuando mis ojos se engancharon a una foto en la pizarra de Alice. Era una foto de Alice... y el de Traje.
—Soy Chris Evans. El hermano de Alice.
Por supuesto que lo era, pensé mal humorada, secándome con una toalla antes de empujar mis miembros enojada en un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas.
Con mi pelo marrón apilado en un lío mojado encima de mi cabeza, irrumpí de nuevo por el pasillo hacia él. Chris se había dado la vuelta, sus labios se curvaron hacia arriba en la esquina ahora mientras corría sus ojos sobre mí. El hecho de que yo estaba vestida no le importaba. Seguía viéndome desnuda.
Me di cuenta. Mis manos volaron a mis caderas en la humillación.
—¿Y qué solo entras aquí sin llamar?
Una ceja oscura se levantó con mi tono. —Es mi casa.
—Es una maldita cortesía común llamar —argumenté.
Su respuesta consistió en él encogiéndose de hombros y luego atorando sus manos casualmente en los pantalones.
Se había quitado la chaqueta en alguna parte y las mangas de la camisa blanca estaban rodadas hasta el codo, dejando al descubierto sus antebrazos masculinos.
Un nudo de necesidad apretó en mi estómago al ver a esos sexys antebrazos.
Mierda.
Joder, mierda, joder.
Me sonrojé por dentro. —¿No vas a pedir disculpas?
Chris me regaló una sonrisa pícara.
—Nunca me disculpo si no lo digo en serio. Y no voy a pedir disculpas por esto. Ha sido el punto culminante de mi semana. Posiblemente de mi año. —Su sonrisa era tan fácil de llevar, me persuadía a sonreír a su vez. No lo haría. Chris era el hermano de Alice. Él tenía una novia.
Y estaba demasiado atraída por este extraño para que fuera saludable.
—Wow, qué vida tan aburrida que debes llevar —le respondí con arrogancia y débilmente mientras pasaba a su lado. Una trata de ser ingeniosa después de enseñar tus partes a un tipo que apenas conoces. Realmente no podía darle mucho espacio y tuve que pasar por alto el aleteo de mariposas en el estómago cuando olí el delicioso perfume que llevaba puesto. Gruñendo a mi observación, Chris me siguió. Podía sentir el calor de él en mi espalda cuando entré en la sala de estar.
Su chaqueta fue arrojada a través de un sillón y una taza de café casi vacía estaba colocada al lado de un periódico abierto sobre la mesa de café. Solo se había hecho sentir en casa a sí mismo mientras yo estaba en la bañera, completamente ajena. Molesta, le lancé una mirada asesina por encima de mi hombro. Su sonrisa de niño me golpeó en el pecho y aparté la mirada rápidamente, posándome en el brazo del sofá mientras Chris casualmente se hundía en el sillón. La sonrisa había desaparecido.
Él me miró con sólo una pequeña sonrisa en sus labios, como si estuviera pensando en una broma privada. O en mí desnuda. A pesar de mi resistencia a él, no quería que pensara que mi desnudez era graciosa.
—Así que tú eres ____ Hansen.
Él asintió con la cabeza y se relajó en su asiento, con el brazo deslizándose a lo largo de la parte posterior de la silla. Tenía unas manos preciosas. Elegantes, pero masculinas. Grandes. Fuertes. Una imagen de su mano deslizándose hacia arriba mi muslo interior pasó por mi mente antes de que pudiera detenerla, mierda.
Despegué mis ojos de ellos a él. Parecía cómodo y sin embargo totalmente autoritario. De repente se me ocurrió que este era el Chris con todo el dinero y las responsabilidades, una novia vanidosa, y una hermana pequeña con la que era, sin duda, sobreprotector.
—A Alice le agradas.
Alice no me conoce.
—Me agrada Alice. No estoy tan segura de su hermano. Me parece un poco grosero. Chris me dedicó esos dientes blancos.
—Él no está seguro de ti tampoco.
Eso no es lo que tus ojos están diciendo. —¿Ah?
—No estoy seguro de lo que siento por que mi pequeña hermana que viva con una exhibicionista.
Hice una mueca, apenas resistiendo sacarle la lengua. Realmente sacaba mi lado maduro.
—Los Exhibicionistas se desnudan en público. Hasta donde yo sabía, no había nadie más en el apartamento y me había olvidado de una toalla.
—Gracias a Dios por los pequeños favores.
Lo estaba haciendo otra vez. Me estaba mirando de esa manera. ¿Sabía él que era tan evidente al respecto?
—En serio —continuó, sus ojos cayendo en mi pecho antes de regresar bruscamente a mi cara—. Deberías andar desnuda todo el tiempo.
El cumplido me llegó. No pude evitarlo. El toque de una sonrisa estiró la comisura de mis labios y sacudí la cabeza hacia él como si fuera un escolar travieso.
Satisfecho, Chris se rió en voz baja. Una extraña, plenitud inesperada se formó en mi pecho y yo sabía que tenía que romper cualquier extraña atracción instantánea que estuviera pasando entre nosotros. Esto nunca me había pasado antes, así que iba a tener que improvisar.
Puse los ojos en blanco. —Eres un asno.
Chris se sentó con un bufido. —Por lo general, una mujer me llama así después de que la he cogido y llamado a un taxi.
Parpadeé rápidamente a su lenguaje directo. ¿En serio? ¿Estábamos usando esa palabra ya en nuestro corto encuentro? Se dio cuenta.
—¿No me digas que odias esa palabra?
No. Creo que esa palabra puede muy excitante en el momento adecuado. — No. Yo no creo que debamos estar hablando de coger cuando acabamos de conocernos.
Bien. Eso salió todo mal.
Los ojos de Chris se iluminaron con una risa silenciosa. —No sabía que eso era lo que estábamos haciendo.
De repente, cambié de tema. —Si estás aquí por Alice, ella está dando clases.
—He venido a conocerte, en realidad. Sólo que yo no sabía que te estaba conociendo. Vaya coincidencia. He pensado en ti un poco desde la semana pasada en el taxi.
—¿Eso fue mientras estabas fuera cenando con tu novia? —le pregunté sarcásticamente, sintiendo como si estuviera nadando contra la corriente con este tipo. Nos quería fuera de este coqueto, lugar sexual en el que habíamos aterrizado y dentro de un normal, "él es sólo el hermano de mi compañera de cuarto" tipo de lugar.
—Gigi está en el sur visitando a sus padres esta semana. Ella es de Southampton.
Como si me importara una mierda. —Ya veo. Bueno... —Me puse de pie, esperando que el gesto lo llevara a salir—. Diría que fue un placer conocerte, pero yo estaba desnuda así que... no fue así. Tengo mucho que hacer. Le diré a Alice que pasaste.
Riendo, Chris meneó la cabeza y se levantó para tirar de la chaqueta de su traje. —Eres un hueso duro de roer.
Bueno, claro que yo tenía que exponerlo claro y simple a este tipo. —Hey, no habrá roídas de este hueso. Ahora o nunca.
Se ahogaba de la risa ahora mientras daba un paso hacia mí, haciéndome regresar al sofá. —Realmente, ____... ¿Por qué tienes que hacer que todo suene tan sucio?
Mi boca se abrió con indignación cuando se volvió y se fue... con la última palabra.
Yo lo odiaba. Realmente lo hacía.
Lástima que mi cuerpo no lo hacía.
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