💣EXTRA 2/3💣

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La salina brisa de una fresca madrugada en la playa acariciaba el rostro del joven omega que aún presenciaba aquella deteriorada fogata cuyo fuego apenas se mantenía. Las olas rompían de fondo, y todo parecía estar en tranquilidad.

Sin embargo, no todo lo estaba.

Tae Hyung lograba percibir rastros de una titilante preocupación que procuraba ser enterrada. Una preocupación inestable a la que, en vano, se trataba de ocultar. Ese sentimiento provenía de Alaska; Tae lo sentía pese a su escasa intensidad. Sentía ese pequeño miedo, esa leve incertidumbre que revoloteaba en su hermanastra mayor.
Porque así era él.

Él percibía cosas más allá de lo que el resto normalmente lograba captar. Tae Hyung detectaba sentimientos escondidos, deseos reprimidos, personalidades ocultas y hasta ciertas condiciones en omegas o alfas. Y todo porque era un ser altamente sensitivo.

-Hay algo que comenzó a preocuparte -señaló-, ¿quieres hablar?

Alaska estaba echada sobre una manta que cubría una pequeña porción de arena. Miraba el estrellado cielo nocturno con sus manos enlazadas por debajo de la cabeza, mientras reflexionaba un poco sobre su vida al estar el ambiente tan calmado y silencioso.

Myung Jun y Ailee ya se habían marchado hacia la casa, por lo que sólo quedaron ellos dos, compartiendo la tranquilidad de una noche de verano en aquella playa privada de Malibú.

-Todavía no me creo que Lio y yo seremos mamás -dijo-. La odiosa leona está esperando un bebé mío, ¿comprendes? ¡Tendré un bebé de Lio! -exclamó incrédula y se echó a reír. Tae sonrió y sacudió la cabeza con diversión-. Ay, ¿quién lo diría? Tantos años odiándonos, llevándonos como perros y gatos, arrancándonos los pelos siempre que podíamos, y míranos ahora, esperando un bebé juntas. Ay, tan lindo todo. Pero se me hace tan irreal, hermano, tan... tan... Ay, no sé, me da unas tremendas cosquillitas en la pancita cada vez que lo pienso. Y tú sabes que me emociona el que ella esté embarazada. Claro que me emociona, pero luego, no lo sé, me pongo a pensar en... Bueno, tú sabes que yo amo llevar esta clase de vida, de tomarnos todo a la ligera... nuestras salidas... nuestras escapadas, nuestras travesuras... Siempre hemos sido tan unidos nosotros y, no sé, me da un poco de miedo que todo eso se acabe... de perderme de ustedes... bueno, de ti, Myung Jun ya me da igual. A ese zopenco ya lo perdimos de hace rato por la culpa de Ailee.

Tae, abrazado a sus piernas flexionadas a la altura de su pecho, dejó huir una ligera risa por el último comentario.

-Ay, tan tierna mi alfa favorita. Tan linda... Me das náuseas, Alaska, náuseas. Mira si te vas a preocupar por esa bobada. Las cosas van a cambiar naturalmente con la llegada de tu crío, pero te aseguro que pase lo que nos pase, siempre seguiremos encontrando la manera de hacer de las nuestras. No te preocupes, y tampoco seas tan dura con el mequetrefe de Myung Jun. Yo, la verdad, prefiero que se quede leyéndole cuentitos a Ailee en vez de tenerlo sufriendo con nosotros.

Alaska se deshizo en una carcajada.

-Me dices que no sea tan dura con Myung Jun, pero tú eres igual con Ailee. Está bien que ella no sea como nosotros, pero tampoco la trates de nenita chiquita. O sea, ya está hecha toda una mujercita mi nena.

-Y bueno, si Myung Jun me dijo que suele quedarse con ella hasta hacerla dormir. Yo me lo imagino leyéndole cuentitos, ¿qué quieres que te diga? -dijo Tae, encogiéndose de hombros con cierta gracia en su sonrisa.

-Con lo grandecitos que están, yo creo que ya van por otro lado, cariño.

-No seas estúpida. Myung Jun no se atrevería a tocarla.

-Ay, Tae, sólo estoy bromeando. Dios mío. Relájate... ¿o es que acaso estás celoso? -Alaska burló, recargándose sobre sus codos mientras se volvía hacia Tae Hyung, echándole una mirada socarrona.

-¿Celoso? ¿Yo? -Tae hizo aspaviento de una ruidosa carcajada, tirando su cabeza hacia atrás-. Por favor, Alaska, es como si me preguntaras si estoy celoso de que esperas un cachorro que no está aquí en mi pancita.

-Oh, mi vida, ¿quieres un cachorro en tu pancita, Tae? Te lo hago, mi cielo. No hay problema.

Tae Hyung la miró con una juguetona expresión estampada en el rostro, compartiendo una sonrisa de complicidad con la alfa.

-Inténtalo si quieres, vida mía, pero no lo lograrás. Eso tenlo por seguro.

Alaska suspiró y volvió a poner sus brazos detrás de la cabeza, entrelazando sus dedos sobre su nuca al recostarse sobre la manta otra vez. Su mirada quedó puesta nuevamente en la profundidad de un cielo oscuro sin estrellas.

-Siento que en el futuro te vas a arrepentir de haberte operado. O sea, entiendo que no quieras tener hijos ahora, pero...

-Mira, tú métete en tus asuntos. Lo que haga con mi cuerpo es cosa mía, así que no te entrometas que ni he pedido tu opinión.

-Bueno, hey, tranquilo. Dios mío. ¿Qué te sucede, Tae Hyung? Estas muy... Oh, es por papá, ¿no? -Alaska se enderezó y miró a su hermanastro con su semblante serio-. ¿Tú le has sentido algo? ¿Sabes algo? Si es así, tienes que decirme, Tae. ¿Qué le ha ocurrido?

La piel de Tae Hyung se erizó. Abrazó aún más sus piernas, ciertamente incómodo con el tema.

No le gustaba pensar en las crisis de Dong Min.

Sin embargo, no tuvo que pensar mucho su respuesta. Era un claro y obvio no. Si él hubiese percibido algo con respecto a la crisis de su padre, él no estaría allí tan tranquilo con Alaska. Estaría en una esquina de alguna habitación llorando, embriagándose con tragos fuertes, tratando en vano de no pensar, de no sentir, de no recordar aquel tan enorme sufrimiento ajeno.

Porque era inevitable. Si Dong Min recaía, y Tae Hyung estaba cerca para sentirlo, él recaía junto con su padre.
Tae lo comprendió desde pequeño.

Fue cuando tenía ocho años. Dong Min cruzaba la peor de sus crisis depresivas y Tae sólo quiso consolarlo. No le gustaba ver a uno de sus papás casi sin vida, tendido en su cama, sin salir de allí durante días, semanas, meses. Así que se metió con él en la cama y lo abrazó; el peor error que pudo haber cometido. Todo el dolor de su padre omega se pasó a su cuerpo al instante y fue demasiado sufrimiento para un ser tan pequeño. Tae Hyung se apartó chillando, lloró, gritó y no salió de un estado nervioso sino hasta varios días después.

A partir de aquel momento, Tae Hyung tuvo que asistir a terapia infantil para sobrellevar un dolor que no le pertenecía. Le costó algunos años volver a acercarse con total confianza a su padre omega, pues le había guardado cierto miedo por lo que le había causado.

Un asunto que logro destrozar aún más a Dong Min, quien tras reaccionar a lo que había provocado, se esforzó en recuperarse. En salir de aquel estado depresivo en el que había ingresado luego de experimentar su primer embarazo psicológico. No sufriendo solo por ello, sino por cada cúmulo de dolor que había ido reuniendo a lo largo de toda su vida.

Y sin embargo, nada de eso se comparó al dolor que le provocó el rechazo de uno de sus pequeños. Eso fue mucho peor. Que los marroncitos ojitos de Tae le miraran con terror le mató, pero fue el factor que le hizo volver a la vida.

Dong Min se recuperó. Volvió a encontrar la felicidad en su alfa y en sus pequeños. Había dejado atrás su tormento, y sólo entonces Tae volvió a abrazarlo sin miedo, cuatro años después.

Y aunque Dong Min prometió no volver a caer en el abismo, las recaídas no faltaron. Mas siempre que ocurrían, Dong Min procuraba alejarse, sólo permitiendo que Moonbin le acompañara.

-No, no le he sentido nada y no sé nada -respondió Tae Hyung poco antes de levantarse y sacudirse la arena del trasero-. Pero, sea lo que sea, créeme, no quiero averiguarlo por mi cuenta.

★ ★ ★

Ailee no podía dormir.

Había dado alrededor de diez vueltas en aquella cómoda cama cuyas limpias sábanas desprendían un suave olor a suavizante de ropa, pero ninguna postura resultaba.

Extrañaba tanto su cama, su habitación, su alfa.

Suspiró, dándose por vencida, y encendió una lámpara para luego tomar su celular. La pantalla apareció tras reconocer la huella de su dedo. Decidió mandarle un mensaje a Myung Jun, preguntándole si aún seguía despierto e informándole acerca de su problema para conciliar el sueño.

Myung Jun tardó sólo medio minuto en responderle el mensaje con un «¿Quieres que vaya un ratito contigo?», y a Ailee le brillaron los ojos mientras le respondía afirmativamente.

Su corazón se aceleró al tiempo que un conocido cosquilleo se abrió paso en su estómago. Esperó con cierto nerviosismo a que su alfa llegara, acomodando las almohadas, retocándose el cabello, alisando su pijama.

Myung Jun ni siquiera tocó. Simplemente abrió la puerta despacio y se adentró en silencio, procurando hacer el menor ruido con sus movimientos cautelosos.

Ailee, sentada en la cama contra los cojines, se remordió el labio inferior al verlo bajo la tenue luz de aquella única lámpara que les separaba de la oscuridad.

-Perdón si te desperté -dijo en voz baja, sin quitarle la mirada de encima.

-No me despertaste. De hecho, no podía dormir pensando en por qué no me llamabas -Myung Jun se despojó de sus pantuflas y se metió en la cama-. Creía que ya te habías dormido sin mí y me estaba deprimiendo.

-Lo siento, es que... bueno... como no lo habíamos hablado y... eso... yo... uhm... no quería molestarte -se explicó ella titubeante.

-Pero si tú nunca me molestas, todo lo contrario.

La omega batió sus pestañas y, con su característica timidez, se acurrucó sobre el pecho del otro, quien, de modo instantáneo, la rodeó con un brazo.

Myung Jun la sintió ronronear, y su alfa interno se inundó de felicidad, de alivio y de una increíble paz que jamás habría podido encontrar en ningún otro lado. La omega experimentó lo mismo, sintiéndose tan plena y segura a su lado. Tan amada y acobijada.

Ambos respiraron hondo, disfrutando de la bendita tranquilidad que les generaba estar junto al otro; una tranquilidad que no se asemejaba a nada más.

-Te necesitaba tanto -admitió la menor, cerrando los ojos al deleitarse completamente con aquel tan ansiado contacto directo con su alfa.

Estar así, acurrucada cómodamente contra el pecho de Myung Jun, bastaba para que le rodeara una calidez casi palpable.

-Y yo a ti -El alfa había llevado una de sus manos al liso y suave cabello oscuro de su omega, acariciándoselo dulcemente-. Sabes lo bien que me hace sentirte cerca... pero, ¿en que estabas pensando, Ailee? ¿Por qué has venido? ¿Sabes siquiera lo peligroso que puede llegar a ser todo?

La burbuja de calidez en la que flotaba Ailee se pinchó de pronto, y se sintió al instante como una pequeña, torpe e inmadura omega incapaz de tomar una decisión propia.

Con cierta pena, se apartó del cuerpo del alfa y se acomodó sobre su costado junto a este.

Tenía ganas de llorar.

Myung Jun también se colocó de costado, quedando frente a frente con la omega.

-¿Te crees que no sé lo peligroso que es? -dijo ella al borde del llanto-. No tienes ni idea de cuanto miedo me da que algo malo te pase. No tienes idea de lo que me aterra perderte. No sabes cómo sufro al saber a lo que te expones... t-tú... tú no...

Para aquel entonces, Myung Jun ya la había envuelto protectoramente entre sus brazos. La omega había comenzado a llorar contra su pecho, liberando la tristeza a través de su aroma.

-Tranquila. No llores. No tienes que preocuparte, todo saldrá bien. Sabes que no estoy solo en esto y que tengo el apoyo de los demás. Pero creo que no entiendes lo mucho que tú me preocupas, Ailee. Mi tarea es protegerte y que hayas decidido acompañarnos en esto no hace más que ponerme nervioso porque ni siquiera estas preparada y, Dios, sólo eres una bebé y la idea de que algo malo pueda pasarte me mata.

No exageraba cuando decía que su tarea era protegerla. Lo había decidido muchos meses atrás: ser su protector personal.

Fue cuando Moonbin y Dong Min pensaron en aumentar la seguridad de su hija más pequeña y brindarle un guardaespaldas que fuese exclusivo para ella. Porque, luego de sufrir un intento de violación por parte de uno de sus compañeros de escuela durante la salida, ellos no iban a estar tranquilos hasta no asegurarse de la completa seguridad de su pequeña.

Ailee sólo se salvó de que le arrancaran asquerosamente la virginidad por la justa aparición de Myung Jun, quien, apenas percibió el terror de Ailee en sus venas, salió velozmente corriendo de su casa en un arranque de absoluta desesperación. El alfa nada más tuvo que rastrear el olor de la omega para dar con ella. La encontró aprisionada contra un muro, lloriqueando, la falda de su uniforme subida, la camisa abierta con botones desgarrados, su sostén arrancado, sucias manos ultrajando.

Enfurecido hasta la médula, Myung Jun se lo quitó de encima y lo enfrentó a mano desarmada, iniciando una bruta pelea que no se detuvo sino hasta que uno de los dos quedó inconsciente. Myung Jun se apartó de él y corrió de inmediato hacia Ailee, abrigándola entre sus brazos con un cariño que nunca antes había usado, dejándola sollozar contra su pecho, mientras se aferraba a él de un modo que jamás habría hecho si no fuera por la situación.

Ese hecho marcó un importante antes y después en sus vidas. Fue a partir de aquel momento que ambos comprendieron lo bien que les hacía estar así de juntos. Nunca antes se habían atrevido a apegarse tanto. Solían más bien ignorarse mutuamente. En lo posible, no se hablaban, no se acercaban, no compartían nada y sufrían cada uno por su lado, ambos buscando consuelo en sus otros hermanos.

Nada más bastó aquel abrazo para que ambos anhelaran no alejarse nunca más uno del otro.

Myung Jun, en ese entonces, habló con su padrino -luego de que este se hubiera encargado de dar la cara por su hija y enfrentar a los padres del chico-, y le dijo acerca de su deseo de ser quien cuidara de Ailee-claramente hablando desde el puesto de un simple hermano mayor-, eludiendo su anhelo interno. Moonbin se lo concedió, muchísimo más tranquilo de que fuera su muchacho quien se encargara de la seguridad de ella y no cualquier otro.

Y desde entonces Myung Jun comenzó a pasar mucho más tiempo con Ailee, quien había decidido cambiarse de escuela a una pública, pues no quería saber nada con uniformes.

-Tú eres quien se expondrá al peligro, ¿y aún así temes por mí? Dios, yo soy la que está aterrada por ti, Myung Jun, y el hecho de tener un muy mal presentimiento no me ayuda en nada y... y...

-Shh, calma, Ailee. Créeme, todo saldrá bien. Nadie podrá hacerme daño. Estaré bien cuidado -la tranquilizó, ayudándose de dulce caricias que navegaban por su cabello-. Pero tú no vas a ir, ¿me escuchas? Te quedarás aquí. Tú no estás preparada para esto. Además, Moonbin te necesitará con él y yo te necesitaré a salvo -agregó, tragando saliva al experimentar una ráfaga de miedo y angustia.

En medio de un débil sollozo, Ailee asintió levemente, siéndole obediente a su alfa.

-Por favor, cuídate mucho -dijo ella.

-Lo haré. Ahora duerme -contestó, dejándole un suave y tibio beso en la frente.

Ambos se acomodaron mejor debajo de las sábanas. Ailee volvió a acurrucarse sobre el pecho del alfa, y allí permaneció, serena y silenciosa, percibiendo en su oído izquierdo el rítmico latido del corazón de Myung Jun.

No se demoró en sentirse de nuevo sobre las nubes, flotando en al aire, dejándose llevar por una agradable corriente de calidez. Los dedos de su alfa jugueteando delicadamente con su pelo ayudaba en demasía a que todo su ser se relajara.

Respiró profundo.

Estaba lista para dormirse.

Pero no. No quería dormirse aún. No quería que su alfa se fuera. Porque, en efecto, cuando ella se dormía, en silencio, Myung Jun se iba. Nunca dormían juntos. Así que se esforzó en no ceder ante el sueño. Deseaba disfrutar más de su alfa.

Sólo un poco más.

Levantó la mirada y se dispuso a admirar los bonitos rasgos del otro. Era un alfa hermoso. Ella no lo sabía, pero era idéntico a su padre. Aquel alfa poseedor de tal belleza que a Dong Min tanto había abochornado en su adolescencia.

-No me quiero dormir -soltó cuando los oscuros ojos de Myung Jun se cruzaron con los marrones de ella.

El alfa esbozó una sonrisa que delataba diversión.

-¿Y a que me has hecho venir, entonces? -cuestionó burlonamente.

Ailee se remordió ligeramente el labio inferior.

-A que estés conmigo.

-Ya estoy contigo.

-Y quiero que sigas estándolo. No quiero que te vayas.

-Sabes que debo hacerlo.

-Lo sé, pero... me gustaría que te quedaras, que durmieras conmigo, ¿no podrías poner una alarma muy temprano y... y, ya sabes... nos separamos ahí?

Una ligera sonrisa asomó en el rostro enternecido de Myung Jun. Pero pronto esa sonrisa se borró, y el alfa negó con la cabeza, suspirando tristemente.

-¿Y si no me despierto?, ¿y si apago la alarma y en vez de marcharme me acomodo de vuelta a tu lado? Sabes que me encantaría quedarme, pero no puedo arriesgarme a tanto. Si alguno de tus padres nos ven se habrá acabado todo para mí.

La omega asintió despacio, comprendiendo. No se molestó en disimular su desilusión acompañada de una tristeza más que conocida.

-¿Hasta cuándo vamos a estar así? -preguntó afligida, recargando de nuevo la mejilla en el pecho de su alfa.

Otro suspiro.

-No lo sé.

-Quiero besarte.

Myung Jun echó su cabeza hacia atrás sobre la almohada y cerró los ojos con fuerza, buscando que la calma no lo abandonara. Al abrirlos, llenó sus pulmones de aire y exhaló.

-No lo hagas más difícil para mí. Solo duérmete, Ailee.

-¿Tú no quieres besarme?

-Ailee...

-Sé que está mal, pero no puedo evitarlo, Myung Jun. Lo siento en el pecho y duele demasiado el no poder estar contigo y no sé cuánto tiempo más pueda aguantar. Yo... te necesito.

-Lo sé, pero ¿qué quieres que haga? No podemos simplemente olvidarnos del contexto. No puedo. Aunque lo desee con fuerza, no puedo permitírmelo. Es que... ¿a ti te da igual que llevemos la misma sangre? Mierda, Ailee, soy tu primo, tu hermano, ¿no te hace sentir mal desearme?

-Yo... es que... no lo sé, creo que me haría sentir mal si realmente tú en algún momento me hubieses tratado y querido como a una hermana... pero, vamos, tú nunca me trataste como a los demás. Nunca fuiste verdaderamente cercano conmigo. No me tenías confianza, ni yo a ti. Siempre fuimos como extraños con hermanos en común, ¿o no? De niños jamás formamos un lazo de hermandad, ni siquiera de amistad. Con Alaska y Tae Hyung sí, pero entre nosotros nunca hubo nada... hasta que, bueno, crecimos.

-No niego que es verdad, pero eso no quita que llevemos la misma sangre -suspiró abatido, frustrado-. Yo no puedo hacer más que sentirme un enfermo por todo esto. Además, tú sabes que no puedo fallarle a mi padrino de esta manera. Lo siento, pero no puedo corresponder a los trastornados deseos de mi alfa. Tú eres mi prima y ya está, no quiero que sigas esperándome. Que sigas esperando algo que no va a pasar. Te amo, pero no estoy dispuesto a esto.

Myung Jun tuvo la intención de levantarse de la cama, pero la omega lo detuvo.

-No te vayas... está bien, so-sólo... sólo me dormiré -balbuceó Ailee, asustada ante la idea de ya nunca más dormirse sobre el pecho del alfa. Para su fortuna, Myung Jun asintió y le permitió regresar a la posición inicial de ella acurrucada plácidamente contra su pecho.

Otra vez el silencio reinó entre ambos. Un silencio que no duró demasiado.

-¿Myung Jun?

-¿Mhm?

-Yo también te amo.

El alfa esbozó una ligera sonrisa.

-Duerme.

Quince minutos después, Myung Jun abandonó la cama con un cuidado enorme. Silencioso como una pluma se marchó de la habitación, no demorándose en atravesar el corredor para entrar en la suya.

Se despojó de su camiseta y se echó en la cama, acercando la prenda a su nariz, olfateando con deleite el aroma impregnado que quedó de su omega. Oh, su dulce y suave aroma. Suspiró, frustrado, un nudo trepanándose por su garganta. Ahogó un gruñido, estrujando aquella camiseta y, furioso con la vida y consigo mismo, la arrojó con fuerza muy lejos de él.

Su alfa interno aullaba adolorido, mientras él apretaba su mandíbula y contenía las lágrimas.
No pudo dormir.

Ailee tampoco.

★ ★ ★

Myung Jun no estaba teniendo un buen día, en lo absoluto.

Tras no poder pegar un ojo, se había levantado de la cama a la cinco y pico de la mañana sólo para ponerse ropa deportiva y salir a correr a orillas del mar bajo la trémula luz de un temprano amanecer.

Corrió hasta que su cuerpo le exigió un descanso. Malhumorado, cansado, irritado y sudoroso, volvió a la casa, a la habitación. Se duchó y cayó rendido en la cama, durmiéndose cuando el sol ya comenzaba a presentarse.

Sintió el llamado de su padrino en algún momento de la mañana, mas no pudo hacerle caso. Luego escuchó el leve rumor de la demandante voz de Alaska, pero tampoco reaccionó. Unas filosas uñas fueron deslizadas en su espalda desnuda y él gruñó, molesto y adormilado. Tae Hyung le dijo que se levantara, y él sólo tomó las sábanas y se dio la vuelta, soltando un "déjame en paz".

Nadie volvió a molestarlo, hasta que el almuerzo estuvo hecho. Fue Ailee quien lo despertó con toquecitos en su espalda, advirtiéndole con algo de timidez que sería mejor que se levantara antes de que su padre Moonbin se enfadara más de la cuenta.

Entonces se levantó. Se vistió con lo primero que encontró en su bolso y, más dormido que despierto, se reunió con el resto de la familia en la mesa del comedor.

Necesitaba café, no un plato de pollo con verduras. Pero aun así se lo comió, y luego se preparó su oscuro y amargo café.

No dijo nada durante al almuerzo y no se molestó en prestar atención a la charla que se había llevado a cabo. Todos se dieron cuenta de que Myung Jun aún continuaba muy dormido y, por su tan dura y fantasmal expresión, se notaba a leguas que no era de sus mejores días. Nadie le reprochó nada hasta entonces.

Sentado en un sofá de la sala con su humeante taza de café en la mano, todavía estando en un modo más muerto que humano, apenas se daba cuenta que todos, o al menos la mayoría, iban de aquí para allá, preparándolo todo para el suceso que le esperaba esta noche.

Un suceso que casi había olvidado.

Casi.

Alaska manejaba el vestuario y el maquillaje, peleándose con Tae porque este no deseaba utilizar joyería. Ailee estaba con Moonbin frente a la improvisada sala de control que armaron, haciendo frente a las pantallas Myung Jun no sabía qué cosa.

Y todo esto ocurría mientras Dong Min, escondido en el baño de su habitación, vomitaba todo el almuerzo y volvía a su refugio debajo de una manta que tenía el olorcito de su alfa.

-Bien, jóvenes, basta de peleas -Moonbin se levantó de su silla frente a las pantallas-. Tae, aunque sea los anillos te tienes que poner. Alaska deja de molestarlo con querer pintarle las uñas. Si no quiere, no quiere. Y tú, Myung Jun, más vale que al terminar ese café estés en todos tus sentidos porque estoy pensando seriamente en suplantarte con uno de mis hombres. No puede ser posible que me vengas con esta inaudita actitud justo el día de hoy. ¡Les dije que no se acostaran tan tarde! ¡Y en especial tú! No, si es evidente que aún no estás listo.

Myung Jun alzó una ceja y se puso en alerta, irguiéndose de pronto, para luego tragarse el café de un solo sorbo.

-No -espetó con su garganta ardiéndole por el largo trago caliente-. Esa misión es mía y nadie más que yo la hará. Puedes estar seguro de que estoy más que listo y no dejaré que me quites mi oportunidad de demostrártelo.

Moonbin sonrió.

-Ese es mi muchacho.

Alaska se encontraba metida dentro de un elegante y escotado traje azul. Un azul oscuro, espeso, profundo. No llevaba sostén; no lo necesitaba. Sus pechos nada voluptuosos se mantenían firmes por su cuenta, siendo apenas cubiertos por el traje. Su natural bronceado contrastaba con la visible palidez de la zona de sus senos. Su lisa melena recogida en un pulcro moño resaltaba la triangular forma de su rostro, un rostro perfectamente maquillado, dueño de cincelados rasgos. Dos pequeños zafiros decoraban sus orejas y en su cuello descansaba un precioso collar de diamantes.

A un lado suyo, sentado en el interior de aquel vehículo de amplio interior y asientos enfrentados, estaba Tae Hyung enfundado en un formal traje de etiqueta.

A diferencia de su hermana, no llevaba tanta preparación encima, más que su belleza propia y un poco de colonia. Sus dedos siendo víctimas de media docena de anillos le molestaba. No entendía cómo hacía su padre omega para cargarse tantos anillos en los dedos. No era algo cómodo, o al menos eso sentía él, pues no estaba acostumbrado.

-Papá, ¿cómo puedes llevar tantos anillos sin que te molesten? -rezongó el omega, no pudiendo mantener sus dedos quietos mientras observaba sus incómodas manos.

-No lo sé, a mi no me molestan -la voz de Dong Min se escuchó a través del auricular que se escondía en uno de sus oídos-. Es como si yo te preguntara a ti cómo puedes llevar las uñas largas y filosas sin que te jodan la vida -agregó, y se oyó que soltó una leve risa por lo bajo.

A pesar de que Moonbin le había insistido en que se quedara en cama por el resto del día, Dong Min, sin ninguna intención de perdérselo, decidió acompañarlo en la supervisión de la misión. Por lo que allí estaba, en el sofá con una mantita, viéndolo todo junto a su alfa y Ailee.

-Pero al menos mis uñas me sirven para dar arañazos y lastimar, no son simple estética -replicó Tae Hyung, olvidándose por un momento de los anillos y enfocándose en sus bien cuidadas uñitas, admirándolas con una sonrisa orgullosa.

-Dios mío, Tae, ¿cómo osas decir que mis anillos son simple estética? No lo son, querido, no lo son. Me horroriza que pienses así. Significan mucho más. Además, ¿qué te crees, que no sirven como arma también? No quieres saber como queda la cara de alguien luego de uno de mis puñetazos.

-Oh, Dios -Tae Hyung casi se atragantó, luego rio-. Vaya, y yo que pensaba que papá Moonbin era el violento. Nunca había pensado en eso, wow, qué buen punto.

-No soy violento, golpeo con amor -contestó Dong Min, oyéndose claramente su risilla.

Tae sacudió la cabeza, divertido, y cerró sus puños, contemplando los anillos, imaginándose golpeando a alguien con ellos.

-Atentos, pichones, ya están por llegar a destino -avisó Moonbin por el auricular de ambos.

Alaska se asomó de inmediato a una de las ventanas, observando el exterior con curiosidad. Tae hizo lo mismo. El auto se desplazaba por una sencilla calle de los suburbios de la ciudad, pero dado que el anochecer había caído no se lograba contemplar mucho más que desconocidas casas y arboleadas.

En sincronía, los dos inhalaron una buena bocanada de aire y la soltaron, relajándose.

Alaska llevó su mirada a unos bolsos que descansaban a un lado de ella. Aquellos bolsos estaban repletos de dinero. Los acomodó mejor y luego retocó su atuendo, adquiriendo una forma más erguida allí sentada.

El vehículo no tardó en aparcar. Afuera, bajo la oscuridad de una estrellada noche de verano, no había más que palmeras, arbustos y la entrada de acceso a una bonita casa.

Alaska respiró profundo una última vez.

«Soy la jefa. Yo mando. Yo tengo el poder», repetía mentalmente mientras aguardaba.

Pronto, la puerta que daba a la vereda se abrió y abordaron dos personas: una beta y un alfa. La mujer era de unos cuarenta y tantos años. Coqueta, refinada y de desafiante mirada. Por otro lado, el alfa de intimidante presencia apenas pudo caber en el auto debido a su impresionante musculatura. Alaska y Tae Hyung lo conocían, él era parte de la misión, así que no se preocuparon por él. La víctima era ella.

-Madeleine Cook, un placer conocerla, Moon Alaska -Extendió su mano con decisión. La beta se la estrechó sin titubeos-. Veo que ha traído compañía -dijo, deslizando su mirada al grandulón.

El auto arrancó.

-Sí, venir sola habría sido un suicidio, señorita Moon, sepa entender -contestó Madeleine adoptando una postura firme, imperturbable.

-Oh, por supuesto que entiendo, querida. Eres precavida, eso me gusta -sonrió coqueta-. Oh, y este de aquí es Moon Tae Hyung, mi adorado y caprichoso hermano.

Tae Hyung ni siquiera se molestó en lucir amigable. No le habló, ni le extendió la mano. Sólo se quedó allí, quieto, mirándola con desdén, mientras cruzaba sus dedos repletos de anillos sobre su regazo.

-Sé que usted esperaba ver a mis padres, pero se han tenido que encargar de otro asunto y aquí estamos nosotros para reemplazarlos con gusto -comunicó Alaska, cruzando sus piernas con elegancia-. Bien, Madeleine, aquí en estos bolsos se encuentra el dinero, muéstrenos el anillo y si es el auténtico podrá regresar usted a casa ilesa y con sus millones encima. De usted depende salir de aquí con vida, y créame cuando le digo que ni usted ni el matón este nos intimida, así que espero que haya tomado una buena decisión.

Madeleine no se inmutó. A ella tampoco le intimidaba aquellos pubertos. Es más, sonreía con una gracia maliciosa al pensar en cómo el matrimonio Moon pudo ser capaz de enviarle a estos renacuajos disfrazados de expertos. Pero daba igual, prefería enfrentarse a esos jóvenes que a los mismísimos Moonbin y Dong Min.

De un bolsillo interno de su brasier negro, sacó una bellísima cajita contenedora de aquel tan valioso anillo.

Madeleine Cook era una vendedora de joyas robadas, pero últimamente se había dedicado a estafar a sus compradores menos conocedores. Había adquirido, gracias a un robo que hicieron sus muchachos a un museo, una preciada pieza; un anillo de oro puro originario del antiguo Egipto.

Al principio pensó en venderlo y hacerse millones. Pero luego se le ocurrió una idea mejor. Falsificarlo, crear varios de ellos y venderlos en diferentes partes del mundo como si fueran auténticos. Nadie se dio cuenta, o al menos no que ella supiera. Sin embargo, un íntimo amigo de los Moon descubrió su falsedad.

La quería a ella muerta y quería el anillo verdadero.

Los Moon le hacían el favor.

Alaska tomó aquella delicada cajita con cuidado. La abrió y la preciosa joya resplandeció. Sin embargo, ella no podía saber si esa era la original. Se la enseñó a Tae hyung.

El omega quitó el anillo de su recipiente y fingió analizarlo de cerca. Él no sabía nada de anillos, ni le importaba, por lo cual no tenía ni idea de cómo identificar si era falso o no. Se lo devolvió a su hermana y enfocó su mirada en Madeleine.

-Deme su mano -exigió. Ella alzó una ceja, algo horrorizada con aquella petición-. Que me dé su maldita mano. Ahora - Ella se disgustó, pero extendió su mano derecha, atenta a lo que haría a quien ella creía como un insolente. Tae hyung la envolvió entre las suyas y respiró hondo, concentrándose. Podía sentir la tranquilidad de su alma y la fuerte ambición que le rodeaba-. Míreme a los ojos, ¿ese anillo es el real?

-Así es -Madeleine contestó, mofándose ante aquel absurdo comportamiento.

Pese a la burla, Tae se enfocó en hallar rastros de engaño. Se fijó en su pulso, en sus ojos, en sus sentimientos.

-¿Miente? -preguntó Alaska a su hermano, ignorando la incrédula y burlona actitud de la estafadora.

-No, está diciendo la verdad -concluyó, y su hermana asintió.

-Muy bien, toma tu dinero y lárgate -le dijo Alaska con descortesía.

El auto la dejó de regreso en casa. Al bajar, Madeleine soltó una cínica risa, no pudiendo creer lo que acababa de vivir. Su guardaespaldas la ayudó a cargar los bolsos con el dinero y, dichosa y emocionada, entró en su casa lo más de prisa posible.

Al ingresar a la residencia, encendió las luces y arrojó con una exclamación de victoria los bolsos en la sala. Comenzó a abrir uno de ellos y admiró los fajos de billetes con una deslumbrante sonrisa.

Pero entonces, advirtió que algo no andaba bien. Había un aroma diferente; un aroma a alfa que no pertenecía a su guardaespaldas. Y entonces se puso en alerta al verlo.

Sentado cómodamente en uno de los sofás, Myung Jun la miraba, frio, impasible, sereno. Un arma con silenciador era sujetada entre sus dedos.

Enfadada, Madeleine miró a su guardaespaldas, esperando que éste lo acabara en un pestañeo, pero el fortachón ni siquiera se inmutó. Entonces lo supo. Era una trampa. Una vil emboscada.

Myung Jun se puso de pie. Y ella, sin aceptar aquel trágico destino, intentó empuñar su arma, aquella que llevaba encima por si acaso. Pero Myung Jun no se lo permitió. No lo pensó, no titubeó. Efectuó el disparo. Sólo uno bastó para arrebatarle la vida. Uno directo en la frente. Sin embargo, y por las dudas, apenas el cuerpo cayó al suelo, la barrió a tiros.

Moonbin soltó el aire que llevaba reteniendo desde hacía tiempo. Ya estaba. La misión se había cumplido. Dong Min le sonrió y se acercó para darle un dulce beso en los labios.

-Iré a buscar a Ailee, le avisaré que ya terminaron -dijo.

Ailee había estado con ellos, chequeando los diferentes ángulos de las cámaras del auto y aquellas que cada uno de sus hermanos llevaba encima, pero en un momento dado, presa de su nerviosismo y su terrible presentimiento, dijo que saldría al patio a tomar un poco de aire. Y no había regresado.

-De acuerdo, amor -respondió Moonbin al aviso de su esposo y, mientras este se alejaba, él se comunicó con Alaska y Tae para avisarles del éxito de la misión.

★ ★ ★

Myung Jun recargó y guardó el arma, tranquilo, despreocupado, como si no hubiese acabado de cometer su primer asesinato, como si no hubiera un cadáver allí a plena vista. Pensó que sentiría algo. Orgullo, pena, conmoción, tristeza. Mas no sintió nada. Sólo... vacío. Era algo bueno, creía. Al menos, algo bueno conforme al mundo en el que crecía.

Pasó por al lado del cuerpo sin vida de aquella mujer, procurando no pisar la sangre, y se dispuso a tomar los bolsos con el dinero, colgándoselos al hombro. Eran demasiados para él, por lo que el falso guardaespaldas de la difunta lo ayudaría a cargar con ellos y abandonar lo más de prisa la residencia.

Pero el ayudante no movió un dedo para cooperar. En cambio, desenfundó su arma y le apuntó a Myung Jun, quien abrió los ojos muy grandes y se quedó estático, confundido.

-¿Qué mierda haces?

Moonbin se desesperó al ver la imagen en la pantalla. Un estallido de adrenalina le recorrió todo el cuerpo y su corazón quiso salir de su sitio desbocado. Advirtió a sus otros dos hombres de la situación, demandándoles que corrieran a proteger a su hijo. Pero aquellos dos estaban en el auto en el que iban Alaska y Tae hyung, y se habían alejado de aquella cuadra para no levantar alguna sospecha a la víctima.

-¡Baja esa maldita arma de inmediato o juro que te haré trizas pedazo a pedazo, despreciable traidor, ¡cómo puedes faltarme al respeto de esta manera! -vociferó Moonbin con la furia a flor de piel, inundando la sala de feromonas de ira.

-¡Moonbin... -Dong Min apareció corriendo, agitado, preocupado, con el miedo reflejado en su rostro y abriéndose paso por sus poros. ¡Sus fuertes feromonas se mezclaron con la de su alfa-...Ailee no está y mi arma y el...! ¡Dios, ¿qué paso?!

-Lo siento, jefe, pero es demasiado dinero y ustedes ya tienen mucho -el tipo habló, y Moonbin pudo escuchar los disparos.

-¡Myung Jun! -aulló Moonbin con sus ojos cargados de lágrimas.

La imagen del video cayó junto a Myung Jun, el desespero y la impotencia dominaron al alfa junto a una terrible punzada de un agudo e insoportable dolor que ardió en su pecho.

Una tanda de tiros más se oyó, uno tras otro.

La espalda de Dong Min golpeó una pared. No, no podía estarles pasando eso. No, no podía ser cierto.

Myung Jun...

La culpa le sofocó al instante. Todo es mi culpa. Sus piernas comenzaron a flaquear. Todo es mi culpa. Despacio, se dejó caer sobre la pared. Mi maldita culpa. En el suelo, ocultó su rostro entre sus manos. Si hubiéramos estado... Y lloró.

Moonbin había caído de rodillas al piso. Se quitó el auricular de la oreja y se sujetó el pelo con una mano, contrayendo su rostro en una mueca de insufrible dolor al romper en llanto.

Mientras Dong Min se culpaba, él se castigaba con ferocidad porque ahora mismo sentía que le había fallado a Jinwoo. Le había fallado a quien dio la vida por su seguridad. ¿Cómo? ¿Cómo no pudo proteger a Myung Jun? ¿Cómo no pudo mantener su juramento? ¿Cómo no lo había jodidamente previsto?

Tras un instante, se quitó las lágrimas y se puso de pie, con la sangre hirviéndole de furia otra vez.

-No dejen que se escape. Atrápenlo y tráiganmelo con vida. Repito, lo quiero con vida -ordenó a los dos hombres que le quedaban.

Moonbin iba a cumplir su reciente juramento.

Lo destrozaría.

★ ★ ★

Myung Jun arrojó los bolsos al suelo y levantó las manos, dejándolas en el aire a la altura de su cabeza. Miró a su traicionero ayudante con dureza. Estaba decepcionado. Por otro lado, pensó en su arma. La tenía sujetada con el borde del jean en su espalda. Si era lo suficientemente hábil y veloz podría tomarla, pensó, dar vuelta la situación y desarmarlo con un tiro en la mano.

No, señor, no acabaran conmigo tan rápido.

-Lo siento, jefe, pero es demasiado dinero y ustedes ya tienen mucho.

Ese era el momento. Myung Jun bajó con súbita rapidez una de sus manos hasta alcanzar su espalda baja. Empuñó el arma, pero antes de siquiera poder apuntar, una bala le atravesó el hombro y al instante apareció otra en su pecho y otra más. Su mano perdió fuerza y la pistola cayó al suelo sin más.

Aturdido, perdido, conmocionado, se puso la mano en el pecho mientras se tambaleaba hacia atrás. Sus ojos nublados divisaron sus dedos cubiertos de su propia sangre y no bastó más nada para que sus piernas flaquearan y él se desplomara en el suelo mientras oía el lejano sonido de más tiros disparados. Tiros que no fueron hacia él.

Apenas el traidor había abierto fuego contra Myung Jun, Ailee apareció en escena por detrás y con su ser inyectado de furia, alzó el arma que le robó a Dong Min y acribilló al tipo que se había atrevido a herir a su alfa.

Tras asesinar a aquel hombre, Ailee soltó el arma al instante, asustada e impactada consigo misma por lo que había hecho. No podía creerlo. Sin embargo, su shock fue tan efímero que no duro ni dos segundos. Todo se desvaneció en cuanto vio a Myung Jun en el suelo.

Aún seguía con vida, pero estaba sangrando y su cuerpo se estremecía.

-¡Myung Jun! -la omega corrió a su encuentro y se dejó caer de bruces a su lado. Lloraba, sin saber qué hacer. Despacio, Myung Jun movió un poco su cabeza y la miró a los ojos, esbozando una débil sonrisa. Ella puso una de sus temblorosas manos en el pecho de su alfa. Su camiseta ya se había manchado generosamente de rojo-. Por favor, no me dejes, por favor... n-no... no puedes dejarme. Resiste, Myung Jun, por favor, no te mueras -decía entre el histérico llanto, sollozando sin control, con sus labios haciendo pucheros.

Myung Jun levantó levemente su cabeza y ella entendió.

Sus labios se encontraron enseguida en un tan ansiado y esperado beso. Un beso húmedo, salado, profundo, sentimental. Tan suave, pero tan pasional. Ambos se besaron como si ya no hubiera un mañana para él, y era literal.

Myung Jun dejó todo en aquel primer beso con su omega, no importándole nada más que ese momento tan íntimo, tan preciado. La amaba con fuerza, y pensaba que si no tuviera pedazos de plomo quemándole el pecho, le hubiera hecho el amor ahí mismo.

-Te amo -dijo, esforzándose en sacar las palabras de su boca.

-Yo a ti, mi amor -musitó-. Vas a estar bien, te lo prometo. Por favor, resiste.

Y en ese instante, ingresaron a gran velocidad los hombres de Moonbin apuntando con sus armas. Por detrás, venían Alaska y Tae Hyung desesperados y aturdidos. Las armas se bajaron al entender la situación.

Advirtiendo que su hermano seguía con vida, aunque no sabían si por mucho, Alaska reaccionó con prisa y corrió a socorrerlo.

-¡Ailee, mierda, ¿qué no sabes primeros auxilios?! ¡Hay que detener la hemorragia! -exclamó al tiempo que destrozaba la camiseta de Myung Jun con la intención de encontrar los sitios exactos por los que ingresaron las balas. Al instante, se rasgó un trozo de manga de su traje y lo utilizó para hacer presión en uno de las perforaciones del pecho. Ailee usó la misma tela de la camiseta para cubrir y presionar la otra herida del pecho. Tae Hyung se encargó de controlarle el pulso, mientras contenía el balazo del hombro.

★ ★ ★

-Papa, ¿me escuchas? ¡Está vivo! ¡Myung Jun aún está con vida! Pero está muy grave. ¡Necesitamos ya mismo que nos consigas una ambulancia! -Fue la voz de Alaska la que hizo que el alma le volviera al cuerpo. Moonbin respiró solo con un poco más de alivio y derramó un par de lágrimas pensando en que aún quedaban esperanzas.

De inmediato, localizó el hospital más cercano de aquella zona y exigió una ambulancia, demandando extrema discreción. Hizo resaltar su apellido y no pasó inadvertido una sutil amenaza de muerte.

Dong Min aún seguía en el suelo, culpándose de todo, martillándose la cabeza con lamentos. Moonbin fue hacia él y lo abrazó con fuerza, diciéndole con una voz dulce y tranquilizadora que todo iba a estar bien, que Myung Jun estaba vivo, que nada era su culpa. Le dijo que había que darse prisa, que sus hijos no se demorarían en llegar al hospital y que allí debían estar con ellos.

El omega se calmó de a poco, se limpió los jodidos mocos y asintió, recibiendo aquella fuerza que Moonbin hacía brotar en su interior. Su alfa lo ayudó a ponerse de pie, se abrazaron una última vez y corrieron al hospital.

★ ★ ★

Ailee no cesaba de llorar. Pero ya no era un llanto ruidoso y atolondrado. Era silencioso, casi desapercibido. Sólo gotas deslizándose por sus mejillas sin ningún tipo de control. El cuerpo de su alfa descansaba sobre la camilla de aquella ambulancia, varios paramédicos encargándose de él.

Myung Jun se encontraba en un estado de desorientación; perdido, nublado. Estaba débil, sus ojos pesaban demasiado y ya casi no podía mantenerlos abiertos. Escuchaba la voz lejana de Ailee, diciéndole que por favor se quedara con ella, que resistiera, que lo necesitaba, que lo amaba. Hacía todo lo posible por mantenerse consciente.

Le dolía cada respiro, cada sacudida, cada segundo. Pero se mantenía en calma, sintiéndose a gusto al olfatear tan de cerca el aroma de su omega.

El alfa utilizó la última gota de fuerza que le quedaba para mover su mano y ponerla encima de la mano de Ailee. La misma estaba fría, tosca, cubierta de su sangre. La cubrió con la suya y elevó su mirada hasta dar con los llorosos y rojizos ojos de ella. Ya no le salía hablar, por lo que se esforzó para mentalmente pedirle que lo besara. Porque si llegaba a morir, al menos quería que fuera entre la suavidad de los labios de su omega.

Ailee lo oyó en su mente, derramó un par de lágrimas más, con su mano libre le acaricio el cabello y se inclinó, atrapando los labios de su alfa en un casto y amargo beso.

Lo hizo con el tiempo justo, porque un par de segundos después la consciencia de Myung Jun ya se había marchado, entrando su cuerpo en un estado de shock.

★ ★ ★

Dong Min y Moonbin alcanzaron el hospital tan rápido como pudieron. Velozmente, atravesaron la entrada principal, pidieron información en recepción y, siguiendo las indicaciones, corrieron hasta la zona de emergencias.

Alaska fue la primera en verlos y Moonbin corrió a abrazarla, mientras que Dong Min fue derecho hacia Ailee, quien estaba arrinconada en el suelo contra la pared, deshecha en un tormento de lágrimas. Se reunió con ella, sentándose a su lado, y la abrazó, sintiéndola llorar con más fuerza entre sus brazos. Dong Min se rompió.

Moonbin apareció por el lado contrario y la abrazó, abrazando a su omega también. Alaska, devastada, no tardó en unírseles. Se sentó al lado de Dong Min, y su papá omega le hizo un espacio en el abrazo.

Tae no estaba. Tae no soportaba los hospitales, y menos la zona de urgencias. Tanto sufrimiento ajeno reunido de aquellas personas que aguardaban por sus seres queridos le ahogaba. Ya bastante tenía con su dolor y el de su familia, como para soportar también el de desconocidos. Así que se quedó afuera, apoyado contra el auto, fumando, aguardando con un tic nervioso que su hermano pudiera sobrevivir. Alaska le había prometido que lo mantendría informado.

Adentro, en la sala de espera, entre sollozos y lamentos, Ailee les contó a sus padres como fue que sucedió todo, que se había largado con el auto porque su instinto le gritaba a todo pulmón que algo malo iba a suceder. Pidió perdón por el arma robada y por irse sin avisar y luego continuó llorando y repitiendo lo mismo.

-Yo s-sabía q-que algo malo i-iba a p-pasarle -decía sobre el pecho de su padre omega, mientras su padre alfa le acariciaba el cabello-, lo p-presentía... y él... él no quiso hacerme caso... si él muere y-yo no p-podré resistirlo... no p-puedo...

Alaska iba y venía, dando cortos pasos en la misma zona. Estaba demasiado nerviosa, demasiado asustada.

Apretaba un húmedo pañuelo usado entre sus dedos. Estaba segura de que su hermana menor lo contaría todo. Confesaría su amor por Myung Jun, pero ya no le importaba. La vida de su hermano, de su compañero de peleas, de su cómplice de travesuras, de su aliado, su enemigo, su odiado y amado primo, estaba en juego y solo podía pensar en lo triste y apagada que se volvería su vida sin Myung Jun.

Sus padres habían logrado estabilizar un poco a Ailee. Ya no se oían sus lloriqueos. Apenas se la oía sollozando, extenuada entre los brazos de Dong Min, casi adormecida por las suaves caricias de Moonbin.

Alaska se cansó de dar vueltas y tomó asiento. Se quitó los tacos que hasta el momento los llevaba intactos y las desnudas plantas de sus pies experimentaron la frialdad del pulido suelo de aquella clínica. Apoyó los codos en sus muslos y hundió sus dedos en su cabello aun sujeto en un desarreglado moño. En aquella posición lloró por primera vez. Silenciosa y desapercibida, liberó toda la tristeza contenida hasta aquel instante, sintiendo la preocupación de su omega en forma de punzada en el pecho.

Lio... Oh, su pequeña leona estaba sufriendo, preocupada por ella sin tener idea de lo que había ocurrido. Se limpió las lágrimas y buscó su celular para llamarla.

★ ★ ★

Ninguno supo muy bien cuánto tiempo había pasado. Todo había estado en una dolorosa calma, una en donde las lágrimas se habían tomado su merecido descanso y en donde ellos sólo habían estado aguardando en una angustiosa pausa a recibir noticias.

Hasta que, de pronto, todo se alteró a gran escala en cuanto advirtieron que una tanda de profesionales corrió al recibir el llamado de una alarma. Exclamaron códigos que sólo ellos entendían, creando una atmósfera de pánico y desespero entre ellos mismos.

Ailee sufrió un arrebato de adrenalina y se puso de pie de un solo salto. Con su corazón desbocado, el temor y la ansiedad golpeándole en el pecho, siguió el fuerte impulso de correr hacia donde se dirigían los médicos, zona solo permitida para el personal. Pero a ella nada le importo. Su instinto lo sabía, lo intuía; se trataba de Myung Jun.

Alaska la frenó a tiempo y la sujetó entre sus brazos. La menor chilló y pataleó, histérica y descontrolada. Le propinó un fuerte pisotón en uno de sus descalzados pies y le mordió el brazo descubierto por el traje roto. Alaska gruñó de dolor por sus deditos cruelmente aplastados y perdió fuerza.

Ailee se alejó corriendo, traspasó la puerta y trato de alcanzar a aquellos profesionales que había visto, pero unos brazos la atraparon y la sacaron a la fuerza de allí.

Moonbin la abrazó firmemente y la retuvo contra su pecho, mientras ella volvía a chillar y revolverse con histeria, intentando zafarse una vez más.

-¡Necesito verlo, papá! ¡Suéltame! ¡Tengo que estar con él! ¡No pueden mantenerme alejada de él! ¡No pueden! ¡Lo necesito! ¡Me necesita! ¡No puede morir!

-Tranquila, mi vida, tranquila...

-¡Si muere, moriré! ¡No puede dejarme! ¡No puede...! Yo... t-tengo q-que estar c-con él... p-por favor... y-yo... lo amo...

Moonbin no cedió. En cambio, miró a Dong Min ciertamente desconcertado por el tan salvaje comportamiento de su hija menor y más aún por sus sentimientos tan apegados a Myung Jun.

Dong Min le devolvió la mirada de igual forma, no entendiendo muy bien en qué momento se había creado un lazo de tanta afinidad entre Ailee y Myung Jun.

¿Cómo se les había escapado aquel detalle?

Fue muy confuso para ambos. Si bien recordaban que Myung Jun era quien cuidaba de ella, en ningún momento Myung Jun y Ailee habían actuado, al menos ante sus ojos, de un modo apegado y cariñoso, ni siquiera de un modo juguetón y burlesco como era la relación de Myung Jun, Alaska y Tae Hyung, tan unidos y odiosos entre ellos. Pero Ailee no tenía la misma relación con ellos. Si bien se llevaba bien con los tres, con quien menos se la veía hablando era con Myung Jun. Y que de repente mostrara aquella actitud en el posible lecho de muerte del alfa no encajaba.

Pero al matrimonio Moon no le bastó más que un minuto para atar cabos.

Ninguno habló, no hizo falta. Se dijeron todo con la mirada.

Moonbin no soltó a su adolescente hija hasta que se estabilizó. La acompañó a los asientos de nuevo y Dong Min se encargó de traerle un vaso con agua. Ella se sentó junto a sus padres y dio un pequeño sorbo de agua al tiempo que trataba de controlar sus involuntarios espasmos por el reciente llanto.

Ninguno de los dos supo bien por donde abordar el asunto, por lo que ambos buscaron cada uno por su cuenta las palabras correctas en su mente. Ninguno estaba seguro. Vacilaban, sus pensamientos transitaban con rapidez. Tenían muchas preguntas, dudas, miedos. Estaban pasmados, anonadados. Si las cosas eran como creían, entonces tendrían que contarle la verdad a su pequeña y eso les llenaba de temor y vergüenza.

¿Qué pensaría Ailee de ellos?

Dong Min intentó deshacer el nudo que en su garganta comenzaba a formarse. Sus ojos se tornaron acuosos. Tenía tanto miedo de que su hija cambiara sus pensamientos con respecto a ellos, que los mirara con odio en vez de con amor.

Sabía que se pondría a llorar, así que pensó en alejarse, ir al baño o salir un rato, pero entonces Ailee habló y él, al igual que su esposo, apartó todos sus pensamientos y le prestó toda su atención.

-Necesito saber que él se pondrá bien -fue lo que ella musitó.

-Lo hará, hija. Hay que confiar -dijo Moonbin, dándole caricias en la espalda.

-¿Y si no lo hace? -preguntó con la voz rota, a punto de llorar por enésima vez en la noche-. No sobreviviré sin él...

-Él estará bien, amor -prometió por su parte Dong Min, tragándose el nudo de su garganta, mientras le ponía una mano en la rodilla y le acariciaba con dulzura-. Él es fuerte y terco, te aseguro que no se dejará morir, te aseguro que luchará hasta el último segundo, que volveremos a tenerlo con nosotros... Pero, ahora... Ailee, ¿quieres hablarnos de Myung Jun y tú?

Ailee se cubrió la cara con ambas manos y, de nuevo, empezó el ciclo del llanto.

-Ailee, ¿mantienes una relación con él? -Esta vez Moonbin habló con voz firme y clara, realmente ansioso de resolver la duda de su interrogante.

-No, p-pero... es... e-es mi alfa... pero juro que... q-que no hicimos nada. No p-pasó nada... s-solo nos dimos un beso hoy y, y... y eso es todo -confesó articulando como podía en medio de su nerviosismo y alteración-. Por favor... enójense conmigo, pero con él no... él fue quien hizo todo lo posible por mantenernos alejados... él s-sólo me cuidó y... y a pesar de todo, él nunca se sobrepasó como yo hubiese querido que lo hiciera...

La omega se limpió las lágrimas con un pañuelo de papel que Dong Min le ofreció y respiró hondo, permaneciendo con la mirada agacha. No se atrevía a mirar a sus padres.

-Yo quería estar con él... a mí no me importaba que fuéramos primos... b-bueno, si me importaba, obvio que si... pero los sentimientos de mi omega eran más fuertes y no podía evitarlo. Desde que me presenté sentí esa conexión horrible y asfixiante, al principio sólo lo ignoré, pero ya no pude seguir viendo a Myung Jun de la misma manera. Él también lo ignoró, pero le pasó lo mismo que a mí. Ya no éramos los mismos y ambos lo sabíamos, pero nos hacíamos los tontos. Y como ninguno se atrevió a acercarse, los dos sufríamos la falta del otro por separado... hasta que pasó lo de... lo d-de mi abuso... y entonces Myung Jun se volvió mi protector y desde ahí empezamos a pasar tiempo juntos y ser más cercanos, pero como les dije nunca llegamos a nada... él no quería, él siempre marcó la distancia porque no quería defraudarlos a ustedes, en especial a ti, papá -Por primera vez, Ailee levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Moonbin-. Myung Jun no quería decepcionarte y ser la deshonra de la familia, él quería hacer las cosas bien, quería que tu estuvieras orgulloso de él y por eso jamás se atrevió a hacerle caso a su alfa y unirse a mí.

Ailee acabó su relato y su mirada regresó al suelo, apenada. Sobre su regazo descansaban sus manos jugueteando con el húmedo pañuelo.

-Mi vida... -Dong Min murmuró, soltando lágrimas cargadas de una mezcla de emoción y tristeza, y al instante la atrajo hacia sí y la abrazó con todo el amor del mundo. Ailee se dejó gustosa y descansó su mejilla sobre el pecho de su padre omega con alivio.

-Dios, esto es como un déjà vu, pero literalmente pasando de verdad -expresó Moonbin, impresionado, asimilándolo todo con especial asombro.

-¿Déjà vu? -Su esposo lo miró extrañado.

-Jinwoo y mi hermana, pasó exactamente lo mismo -se explicó, recordando a la perfección el preciso momento en el que su hermana, Irene, le confesó su sufrimiento por verse imposibilitada a unirse al alfa al que amaba: Jinwoo, quien la había mantenido apartada por lealtad a él.

No podía creer que Myung Jun conservaba la misma lealtad de fierro que había presentado Jinwoo. Y de pronto, un singular y majestuoso orgullo creció en él al darse cuenta del tremendo sacrificio que había hecho su ahijado solo para mantener su confianza, su respeto y su honor intacto.

Moonbin habría estado realmente orgulloso de decir que ese era su chico. Pero, ese era el chico de Jinwoo, el chico de su hermana. Y Moonbin sabía que desde donde sea que ellos estuvieran, Jinwoo e Irene estarían igual de orgullosos de su hijo.

-¿Cómo que paso lo mismo? -replicó Ailee tras apartarse de su padre omega y voltear hacia Moonbin con curiosidad-. ¿Ellos también llevaban la misma sangre?

-Oh, no, Dios, no -se apresuró a contestar Moonbin con un dejo de gracia, turbándose de sólo imaginarse la simple idea-. Me refiero a que, en un principio, Jinwoo e Irene también dieron por sentado que su amor era imposible, ¿recuerdas la historia, no? Ambos sufrieron mucho por separado y sólo después de llegar a un punto extremo en el que tuvieron que confesármelo, pudieron al fin estar juntos sabiendo que yo no se los impediría.

A Ailee le brillaron los ojos.

-Entonces... ¿cómo? ¿a nosotros tampoco nos lo... no nos lo...? Uhm, ¿no nos los imped...? Ugh, eso.
Moonbin sonrió con ternura.

-No, no se los impediré tampoco -afirmó, y Dong Min le dedicó una amplia sonrisa, totalmente de acuerdo con su decisión.

Ailee estaba a punto de explotar de emoción. Una radiante sonrisa decoraba su enrojecido e hinchado rostro. No podía creerlo. No, no, no, no podía. No era posible. No, no lo era.

Detuvo en seco su emoción.

Era absurdo.

Me sedaron y seguro es todo un maldito sueño, pensó.

-Estoy soñando, ¿no? -preguntó más seria que nunca.

-Soñando vas a quedar luego de que te parta mi taco en la cabeza, enana de cuarta, ¡mira cómo me has dejado mi piecito! -Alaska apareció, cojeando por el pasillo. Seguía estando descalza con los tacones en la mano. Uno de sus pies tenía varios deditos vendados. Las vendas se las había dado un enfermero que le brindó ayuda tras quedar adolorida con sus dedos ensangrentados-. ¡Casi me has roto un dedo, maldita endemoniada! -expresó con consternación y tomó asiento frente a su familia-. En fin, ya me calmé... Ah, y ustedes, padres geniales de otro mundo, gracias por preocuparse por mi, eh, a ver si de vez en cuando se acuerdan que tienen otra hija más. O sea, que sea alfa no significa que no necesito aunque sea un mero apapacho, saben. Bueno, ahora si ya me calmé, mil disculpas... ¡no, esperen! Las disculpas me le tienen que dar ustedes, ¿por qué las estoy dand...? Pasó algo, ¿no? ¿Hay noticias de Myung Jun? ¿Él está bien? ¿Llamaron a Tae Hyung?

-No, no tenemos noticias aún -contestó Dong Min, levantándose de su asiento para acomodarse junto a su beba y fundirse con ella en un abrazo-. Lo siento, cariño, sabes que Moonbin y yo estamos para ti si nos necesitas...

-Lo sé, sólo estaba bromeando. Puedo cuidarme sola -aclaró, y se alejó de su padre apenas percibiendo un aroma diferente en él. Frunció el ceño e iba a agudizar su olfato y enterrarle la nariz en el cuello, pero la voz de su hermana la detuvo.

-Les conté todo.

Alaska la miró con ojos de lechuza.

-¿Todo, todo?

-Un segundo, ¿Alaska y Tae lo saben? -consultó Moonbin, y su hija menor asintió para ambos.

-¡Dios! -exclamó Alaska-. ¿Ya lo saben? ¿Y qué... cómo... cómo se lo tomaron? ¿Qué sucederá? ¿Enviarán a Myung Jun a un internado en Suecia?

-Yo... uhm, ¿de verdad me dejarán estar con él? -preguntó Ailee a sus padres, avergonzada.

-¿Los dejarán estar juntos? Oh, Dios, debo pasarle el chisme a Tae Hyung-mencionó Alaska, rebosando de emoción-. Aguarden, ¿y qué hay de Myung Jun? Los veo muy felices siendo que ni siquiera sabemos si está bien. Ahora me siento mal. ¡Dios, más le vale a ese zorro que sobreviva porque lo reviviré y lo mataré yo misma! Ahora con más razón debe recuperarse, o sea... ¡lo lindo que será cuando se entere que podrá estar con Ailee! ¡Ay, tan lindo el amor! Dios, me siento como en una telenovela.

Moonbin y Dong Min no pudieron ocultar una sonrisa de gracia, hasta Ailee se ilusionó y sonrió como tonta al pensar en su futuro con Myung Jun.

Alaska tenía aquel poder; llenaba el ambiente de vida con su forma de ser.

-Es que... Ailee, hay algo que debemos decirte -habló Dong Min, mirándola de frente con cierta pena-. Bueno, hay algo que tienen que saber de mí...

-Mi amor, no tienes que...

-No, estoy bien, quiero... quiero hacerlo -Se adelantó a contestar el omega de ojos marrón, seguro de sí mismo-. Merecen saber la verdad.

-¿Qué verdad? ¿De qué hablas, papá? -Alaska miró confundida a su padre omega.

-Mi verdad; la verdad de Ailee... Alie, hija, tú conoces tu historia tan bien que hasta sabes que pasó contigo el día en que naciste. Pero Ailee no, Ailee no sabe que ocurrió con ella el día en que nació. Con Moonbin habíamos preferido mantenerlo en secreto porque teníamos miedo de lo que pensaran. Aún lo tenemos. Pero ya no quiero seguir ocultándoles una realidad que hasta el día de hoy me sigue jodiendo la vida. Y amor, espero que estés de acuerdo conmigo en contarles.

Moonbin asintió sin dudarlo.

-Comienza, y si te trabas seguiré yo.

-Bueno -Dong Min carraspeó, juntando sus manos y frotando sus palmas en un acto de nerviosismo-. Ustedes saben que, cuando eran más chicas, nosotros nos la pasábamos contándoles historias de nuestras vidas, hablándoles de quienes ya no están, de los buenos momentos y de las tragedias. Pero hay un hecho que siempre lo ocultamos, bueno más de un hecho -suspiró-. Es algo que, desde joven, me hizo sufrir mucho. Fue poco después de que Tae naciera, yo... bueno... me... uhm, esterilizaron en contra de mi voluntad... p-perdí un cachorro y... y-yo... no pude... uhm... volver a... volver, uhm... yo... no, no... -Viendo que no llegaba a ningún lado, se detuvo y respiro profundo, tomándose su tiempo. Lo medito un segundo y se preparó para soltar las palabras: -. No pude volver a tener hijos... a la única en la que tuve en mi vientre fue a ti, Alie...

La expresión de Alaska se encontraba hundida en una sorpresiva melancolía. No tardo en aferrarse al cuerpo de su padre omega con tristeza.

Ahora comenzaba a entender porque ella no podía recordar a su padre embarazado de Ailee. No había ningún embarazo. Los ojos de Alaska se humedecieron al imaginar cuan dolorosa había sido realmente la vida de sus padres y lloró en silencio sobre el pecho de Dong Min.

-Es por esa razón que no te impediremos que te emparejes con Myung Jun, mi vida -prosiguió Moonbin, mirando a Ailee-. Dong Min y yo nos hemos encargado de ti desde que eras una bebé recién nacida, pero lo cierto es que no llevas nuestra sangre, lo cual no significa que no seas nuestra hija. Lo eres, mi amor. Eres nuestra hija...

Ailee quedó estática. Su mirada sin expresión se perdió en un punto sin importancia. Parpadeó seguidas veces, asimilando con efusivo desconcierto aquella impactante noticia.

No soy una Moon, ni una Lee. No soy una Moon, ni una Lee. Oh, Dios. ¿Quién soy, entonces?

-Entonces... y-yo... ¿quiénes son mis verdaderos padres?

Dong Min y Moonbin intercambiaron una mirada. El omega dio un leve asentimiento de cabeza, diciéndole con aquel gesto que lo contara. Moonbin respiró hondo.

-Eran... bueno, tu madre era una alfa enemiga, una integrante más de N'drangheta...

Ailee experimentó un repentino pinchazo en su corazón, el cual se encogió adolorido.

-¿La m-mataron?

-Tuvimos que hacerlo -contestó Moonbin con su pecho presionado por el dolor-. Lo siento muchísimo, mi vida, pero ella se metió con Alaska, con Tae Hyung, quiso secuestrarlos para extorsionarme, para tenerme a mí, para matarme. Ella quería, como muchos, vengar el asesinato de mi padre biológico, y al no poder con mis pequeños, se metió entonces con mi hermana, con Jinwoo... por ella fue que... que murieron. Yo tuve que vengarlos.

Ailee no podía reaccionar. ¿Los padres de su alfa habían sido asesinados por culpa de su madre?

-Pero, créeme, nosotros no teníamos ni idea de que ella, tu madre, tenía un omega en estado. Lo tenía escondido en un increíble sótano de su propiedad -agregó Moonbin-. Cuando arrancó la inevitable guerra entre nosotros dos, empecé a idear planes, estrategias y una misión. Dong Min ya había comenzado a cooperar conmigo, por lo que actuó junto a mí.

» Creíamos que lo sabíamos todo, tanto de ella, como de su vida, como de sus negocios. Sin embargo, cuando llevamos a cabo la misión, nos dimos cuenta que se nos había escapado el detalle de que ella sería madre. Encontramos al omega, literalmente, a punto de dar a luz. De inmediato, le brindamos apoyo, lo llevamos al hospital más cercano. Nos mantuvimos con él en todo momento. Él ni siquiera nos conocía y nosotros mucho menos a él, pero confió en nosotros y nos permitió darle consuelo a la hora del parto.

»Y... naciste... Recuerdo que te dejaron sobre el pecho de tu padre y él sonrió con sus últimas fuerzas al verte. Y yo solo pude recordar a Dong Min en esa misma situación, con una Alaska bebé en su pecho y una agotada y feliz sonrisa en su cara. Y entonces, completamente conmovido, abracé a Dong Min y le prometí con toda la seguridad del mundo que nosotros volveríamos a tener un bebé propio cueste lo que cueste -suspiró con amargura y apretó los labios-. Es la única promesa que no he podido cumplir... -miró a Dong Min con lamento y tristeza, como disculpándose otra vez por no haber podido cumplir con su palabra. Dong Min lagrimeaba en silencio, pero negó con la cabeza, rechazando su disculpa con una débil sonrisa.

Moonbin miró hacia arriba y contuvo las lágrimas que se habían congregado en sus ojos. Respiró hondo y se tomó un minuto para estabilizarse.

-Bueno... hasta ese momento iba todo bien. Una enfermera te llevó para limpiarte y cambiarte, y él aprovechó para darnos su agradecimiento. Poco después, perdió el conocimiento y para cuando intentaron reanimarlo ya era tarde. Nos destrozó. En especial a Dong Min... Dong Min quedó deshecho. Y luego pensamos en la bebé, en qué iba a pasar con la bebé. Te vimos allí, tan chiquitita y desamparada y fue un impulso de ambos. Nosotros habíamos perdido a un bebé, queríamos uno y allí vimos nuestra oportunidad. Sin el permiso de nadie y totalmente ilegal, te sacamos de allí y yo hice el juramento de que te protegería con mi vida. Se lo hice a él, a tu padre, para que, desde donde fuese que esté, él supiera que su hija iba a estar en buenas manos. Fue una decisión muy osada, muy impulsiva y en el fondo siempre nos sentimos culpables... y a medida que pasaba el tiempo más vergüenza nos daba ponernos a pensar en lo que habíamos hecho. Y por eso no te dijimos la verdad, Ailee. Nos daba miedo que tú nos odiaras, que vieras en nosotros a unos asesinos y ladrones, más que a unos padres... No tienes idea de cuanto lo sentimos, mi vida... debíamos habértelo dicho... p-pero...

Ailee lo abrazó de golpe, sollozando con un gran nudo estancado en la garganta.

Un cúmulo de alivio se expandió sin freno en el interior del alfa al sostener a la pequeña omega entre sus brazos. Ya no pudo contener las lágrimas.

-Nunca los odiaría cuando me han amado y cuidado toda la vida -dijo con sinceridad, devastada. Dong Min se aproximó a ellos y Ailee no titubeó en pasarse a sus brazos.

Dong Min se unió a las lágrimas, y hasta Alaska se encontró presa de conmoción.

Un carraspeo ajeno quebró la emotiva situación.

-¿Familiares del paciente Moon Myung Jun?

★ ★ ★

Debajo de una tibia noche estrellada, Tae Hyung se encontraba sentado en los escalones de entrada de aquella clínica privada. Su pulcra camisa blanca estaba desarreglada, sus mangas desprolijamente arremangadas. Llevaba los primeros botones sueltos y su corbata había quedado perdida en algún sitio, mas no le importaba.

Dong Min apareció detrás de él y se sentó a su lado, dándole una suave caricia en la espalda. Tae lo miró sin inmutarse.

-¿Hay noticias?

-Está en terapia intensiva ahora. Le hicieron una cirugía pulmonar. Sufrió una perforación de pulmón, algunas costillas rotas y perdió bastante sangre. Tuvieron que hacerle una transfusión y está conectado a un respirador, sigue inconsciente, pero mejorará, de eso no hay duda. Tuvo suerte de que ninguna bala alcanzó a tocarle el corazón. No fue disparado a matar.

Tae Hyung exhaló profundo y asintió con su ser más relajado. De reojo, notó que su padre esbozaba una débil pero alegre sonrisa mientras observaba hacia el frente.

-Me he perdido de todo, ¿no? -insinuó con gracia.

Su padre amplió su sonrisa y asintió, casi riendo.

-Tú estabas al tanto de Ailee y Myung Jun, ¿no?

Tae se encogió de hombros.

-Pues, claro, ¿quién te crees que se tuvo que aguantar los lloriqueos de Myung Jun cuando se embriagaba en las salidas? ¡Ni un rapidito se podía disfrutar con ese tipo desconsolado! Aparte, papi querido, a mí no se me escapa nada.

Dong Min se rio levemente por el comentario hacia Myung Jun, sacudiendo la cabeza al recibir tal información que sólo Tae Hyung podía darle sin que el pudor le asaltara.

-Aguarda, entendí mal o... ¿lo has hecho con él?

-Depende, ¿me vas a regañar? Si es así... pff, no, por favor, padre, ¿cómo podría yo hacerlo con mi hermanastro? ¡Es de la familia! Ay, perdón, pá, soy un desastre. Pero sí, pasó varias veces, no puedes culparnos. El año pasado coincidieron nuestros celos, ustedes estaban de viaje...y ¡hasta en celo me lo tuve que aguantar llorando por ella y fue un horror! ¡El peor celo de mi vida! ¡Ni una ronda duró sin anudarme entre lagrimitas y sufrimiento! Lo que me debe ese tipo, Jesús. No hay peor acompañante en la cama que el que no te quiere a ti y sufre por otra persona y se descarga contigo. Yo no salí bien de ahí, puedes imaginártelo. Bueno... ya, me fui a la mierda creo -Tae Hyung se carcajeó-. ¡Oh, pero y con Alaska! ¡Con ella si que...! -acalló y miró a su padre con diversión-. Ahora si estoy jugando... o quizás no, o sí, no lo sé. ¿Me vas a regañar? Igual Alie sólo me ayudaba con un trabajo de investigación de... ¿cómo era? Oh, sí, anatomía femenina y aparato reproductor, sí, cosas de cuando iba a la escuela, ya sabes.

Dong Min miraba al omega menor sin creérselo, remordiéndose el labio inferior mientras sonreía con impresión, sabiendo que perfectamente podría ser verdad, como podría ser sólo un chiste.

-Dios mío, ¿nunca es demasiada información para ti, no? -dijo-. Lo peor es que no sé si me estás hablando en serio o no, y te odio por eso. Me acabas de llenar la mente de imágenes que no deseo tener. ¡Dios mío, Tae Hyung! Sea mentira o verdad, ya me has turbado.

El menor rio ante la reacción de su padre.

-Bueno, ya sabes como soy. Una vez que empiezo a hablar no me sale parar. Pero ya, igual no te preocupes, pá, son cosas del pasado.

-Dios, Tae, y yo que pensaba que me contabas todo. Ahora ya no sé a que atenerme -dijo con gracia, sacudiendo la cabeza-. En otro momento hablaremos más seriamente de esto, ¿estamos?

-Ay, no. Y seguro se lo dirás a papá Moonbin y papá Moonbin me enviará a un internado en Suecia por libertino, ¿no? Bueno, igual, mejor, así por lo menos conozco más gente. ¿Serán lindos los suecos?

-Ay... -Dong Min rio y con una mano tomó el mentón del menor, apretándole las mejillas con los dedos para luego acercar su rostro al suyo para darle un ruidoso beso en el cachete. Tae Hyung torció el gesto en una mueca de asco-. Te amo. ¿Por qué Suecia? Alaska dijo lo mismo.

-Es que con los chicos siempre bromeábamos que si ustedes nos descubrían, como castigo iría uno a un internado y no sé por qué en Suecia, sólo quedó -se encogió de hombros-. En fin... Oh, y casi me olvido, ¿papá y tú le han dicho a Ailee la verdad?

-Oh, sí, sí, se lo hemos dicho. Reaccionó mejor de lo que esperábamos. Tenía... no lo sé, tanto miedo de que nos odiara.

-Pero si ya te he dicho antes que es imposible odiarlos a ustedes.

Dong Min se encogió un poco de hombros, esbozando una débil sonrisa, mientras sus ojos comenzaban a picarle. Se sentía tan a la defensiva.

-Gracias por haber mantenido el secreto, Tae Hyung. Gracias por haberlo hecho aun sabiendo que los dos sufrían. Imagino lo difícil que habrá sido para ti lidiar con esa situación.

-Hubiera sido un completo error que yo se los dijera, papá. No me correspondía. Puedo ser de todo, menos un buchón, lo sabes. Sé con que cosas callarme.

El omega adulto asintió y miró hacia arriba, intentando tragarse el nudo que, sin una clara razón, comenzó a treparle. Tenía tantas ganas de llorar.

-Oh, papá, no me digas que...

-Si, lo sé, me iré antes de que...

Pero acalló sorpresivamente ni bien el adolescente omega se abrió paso entre sus brazos, acurrucándose contra él sin miedo. Dong Min se dejó, complacido hasta la médula por aquel contacto que rara vez le daba su pequeño.

Tae pensó que ya no habría nada que perder si lo abrazaba. Su estabilidad emocional ya se había echado a perder por Myung Jun, ¿qué sería sufrir un poco más por Dong Min? Además, le gustaba sacrificarse de vez en cuando por su padre omega. Sabía que sus castos abrazos eran una caricia al alma para él.

Y así fue. Una acogedora manta de calidez cubrió a Dong Min, abrigándole de alivio. Pero, sin embargo, todo aquello se disipó bruscamente cuando, de repente, Tae Hyung se apartó y lo miró con una incrédula expresión.

-Oh, Dios. Por eso es que papá Bin no quiso exponerte, ¿no? -Los ojos del menor brillaron y una sonrisa emocionada se estampó en su cara-. ¡Jesusito cristo, papá, felicidades!

Dong Min frunció el ceño y lo miró, confundido, extrañado.

-¿De qué hablas?

-Ay, no te hagas el tonto conmigo, es obvio -dijo y llevó una de sus manos al vientre de Dong Min-. ¿Cuándo nos lo iban a...?

-¿Te parece divertido hacerme esto? -Dong Min espetó con su alma sumergida en el profundo enojo. Su expresión se había endurecido, haciendo visible su enfado. Quitó la mano de Tae reaciamente y se puso de pie-. ¿Cómo puedes jugar conmigo de esta manera?

Tae palideció y el aliento se le esfumó. Toda emoción y alegría había desaparecido de su cara, dejando solo un total desconcierto que le abofeteó en ambas mejillas.

-¿Qué? Pero... pero si no he... n-no, no estoy jugando contigo, papá -habló al borde de las lágrimas, poniéndose también de pie, deseando en su interior que esto solo fuese una tonta broma de Dong Min.

Su padre había comenzado a alejarse sin mirar a atrás, subiendo con decisión los peldaños para ingresar de nuevo a la clínica. TAE lo siguió.

-Papá, por favor, lo siento. No jugaba contigo, de verdad. Por favor, espera, papá, detente, por favor, ¿cómo puedes creer que yo sería capaz de bromear con algo así? Papá...

Tae Hyung se detuvo, angustiado y perdido, justo antes de cruzar la puerta de entrada del hospital. Su padre avanzaba, y no tardó en perderse de vista entre las personas. Y Tae se quedó allí, con su labio inferior tembloroso y sus ojos acuosos, sin animarse a dar un paso más.

★ ★ ★

El omega había vuelto a su lugar en las escaleras. Sentado allí, se había hecho una bolita con sus piernas pegadas a su pecho. Había quedado muy mal luego del doloroso episodio que tuvo con su padre. Le dolía tanto, no podía creer que su padre lo había tratado de aquella forma tan cruel. ¿Él cómo iba a saber que Dong Min aún no era consciente de su estado?

Un sólido aroma a alfa enfadado descendió desde arriba hasta dar con su olfato. Tae se levantó de un salto y volteó solo para comprobar lo que se imaginaba.

Y si, ahí estaba; Moonbin.

Un Moonbin furioso.

Su primer impulso fue correr. Escaparse. Alejarse de lo que sea que le esperase. Sin embargo, él no hacía caso al impulso de su miedoso omega interno. Por lo tanto, se quedó allí con la frente en alto, dispuesto a defender su palabra.

Además, era su padre, y a él nunca le habían levantado la mano, así que confiaba en que nada malo iba a pasarle. De igual modo, él sabía cómo defenderse.

La idea de defenderse de uno de sus seres más queridos le estrujó el corazón.

-¿Quieres explicarme qué mierda te sucede? ¿Cómo se te ocurre jugar con Dong Min de esa manera? Sabes lo jodidamente sensible que es, sabes que por mierdas como esa recae, ¡maldita sea, Tae Hyung! ¡Tú sabes mejor que nadie que Dong Min no puede tener hijos! ¿Cómo...? ¿Cómo pudiste atreverte?

Tae tragó en seco. Su corazón latía demasiado veloz. Sus manos sudaban y sus piernas temblaban.

-Papá, de verdad... lo siento, lo siento mucho. Pero no estaba jugando. Yo lo sentí y creí que ustedes ya lo sabían. Mierda, yo jamás jugaría con eso y me duele demasiado que me estén tratando así...

-¿Qué mierda fue lo que sentiste?

-Lo mismo que sentí cuando descubrí que Lio estaba embarazada... No sé cómo describirlo, pero es como si de alguna manera percibiera una vida más allí o yo que sé. Yo no pedí ser así de raro, ¿qué quieres que te diga?

-¿Puedes parar ya con tus estupideces? Ya has llegado demasiado lejos con esto, Tae Hyung.

-Ay, no me hagas esto. Te lo juro por la memoria de mi verdadero padre que no estoy jugando. Mierda, yo no soy tan insensible como para hacerle algo así a papá Minie. Dios, con lo que sufro por su culpa, ¿y tú dices que lo haría sufrir más? Sé están equivocando muy gravemente conmigo.

-Es que... es imposible lo que me dices, Tae, ni siquiera existe probabilidad de que Dong Min pueda concebir, ¿comprendes? Tienes que estar equivocado.

-Sería la primera vez en mi vida que me estaría equivocando... Papá, juro que lo he sentido, está allí. Además, ¿Dong Min hace unos días no andaba con náuseas? Y la crisis de ayer, ¿me dirás que no fue por algún síntoma? Vamos, estamos en un maldito hospital, con tu influencia hacer un análisis y ver los resultados no costara más que cinco minutos. Si no hay ningún cachorro les doy el permiso para que me maten, ya ni siquiera Suecia me parece aceptable como castigo, pero si lo hay... Oh, juro que les daré una increíble paliza a cada uno por hacerme sentir como la misma mierda.

Moonbin no quería ilusionarse. No lo iba a hacer. Pero no pudo evitar que un destello de esperanza se abriera paso en su ser. Un destello que Moonbin reprimió al instante.

-No hay cachorro. Dong Min sólo está teniendo síntomas por otro embarazo psicológico, ¿sabes lo que es eso? Él lo estaba llevando bien, maldita sea, lo estaba llevando bien hasta que le saliste con esta mierda.

-¡Si fuera solo un maldito embarazo psicológico yo no habría sentido nada! ¡Pero lo sentí! ¡Jesús, ¿tanto te cuesta hacerle un jodido análisis?! ¡Si igualmente se lo tendrán que hacer tarde o temprano!

Moonbin gruñó, mirándolo a la defensiva.

Pero tenía razón.

-Se hará análisis, pero no ahora. No en este hospital. Y escúchame bien una cosa, si el resultado llega a dar negativo, quedarás castigado tres años por haberle hecho eso a Dong Min. No saldrás de casa, no más entrenamientos, no más misiones, no más fiestas, y me entregas cada una de tus tarjetas, ¿estamos? Y no me importa que no haya sido tu intención lastimarlo. No puedes simplemente sacar ese delicado tema tan a la ligera.

-¿Y si... mejor quedamos en que me matan? Menos sufrimiento -propuso con pizcas de humor. Moonbin lo miró desafiante-. Ugh, está bien. Pero si sale positivo, me pedirán perdón de rodillas, jamás volverán a dudar de mí, y me van a dejar esa casa en la playa para hacer todas las fiestas que me dé la gana. Es más, la quiero a mi nombre.

Moonbin rodó sus ojos.

-¿Es en serio?

-Dong Min me hizo llorar, me ignoró y me dejó abandonado aquí, sufriendo, y tú viniste a atacarme y a seguir tratándome como una bazofia. Me lo merezco.

No bastó más para que Moonbin acortara la distancia entre ellos y le obsequiara un dulce y protector abrazo.

Tae, ciertamente reacio, sólo se limitó a apoyar sus manos en el pecho del alfa y esperar con una mueca a que éste le soltara.

-Lo siento tanto, mi pequeño, pero sabes que es un tema que nos altera bastante. Debiste haber abordado el asunto con un poco más de tacto y no tan a la ligera, en especial con Dong Min. Lo he encontrado en el baño, sabes, hecho trizas en un rincón. Él ya venía muy sensible desde anoche, y sí; la crisis que tuvo fue porque las náuseas volvieron, estuvo con vómitos y aseguraba que era por otro embarazo psicológico y es eso lo que pienso. No puede ser un embarazo real, él sabe que no puede...

-Y si, ¿sí? ¿Nunca has escuchado hablar de eso que cuando se deja de intentar es cuando llega?

El alfa rio sin gracia.

-Hace diez años dejamos de intentar, ¿por qué ahora?

Tae se encogió de hombros.

-No lo sé, quizás hace diez años dejaste de intentarlo tú, pero... ¿y Dong Mim? Estoy seguro de que él continuó persistiendo, pero... mm... bueno quizá, es sólo lo que me imagino, perdió toda esperanza en cuanto supo que Alaska será mamá y, por tanto, él abuelo. Imagino que en su cabeza se habrá hecho un clic en el que comprendió que ya es más factible ser abuelo que ser padre y pum, cerró el ciclo, y pum embarazo. Eh, ¿qué tal mi teoría? Ya soy todo un experto, ¿a que no?

-Ah, si, ¿entonces me estás diciendo que su esterilidad, la que no pudimos vencer con ningún tipo de tratamiento, se acabó simplemente porque, oh vaya, qué cosa, seremos abuelos? Me ves cara de tonto, ¿no?

-Oye, ¿por qué dicho de tu boca suena tan estúpida mi teoría?

-Porque me concentro en los hechos y no en teorías locas sin fundamentos.

-Já, ya te digo, que nos muestren los resultados y veamos quien tiene la verdad.

-Esto no es un juego.

-Claro que no es un juego. Pero ya apostamos, ¿no? Si voy a tener un hermanito o hermanita, me dejas la casa de la playa a mi nombre, y si no me castigas por dos años.

-Eran tres.

-Bien -Tae rodó los ojos-. Tres años.

-Ahora serán cuatro por querer descartarte uno.

-Hey, no.

-Pero, corazón mío, ¿no que estás tan seguro de tu teoría? No tendrías por qué temerle al castigo si, según tú, Dong Min está efectivamente en estado.

Tae Hyung esbozó una sonrisa ladina.

-Bien, padre, que sean cinco.

-Trato.

Tae se escupió en la palma de la mano, divertido, y se la extendió con el propósito de cerrar aquel trato. Moonbin enarcó una ceja y una media sonrisa se hizo presente en su rostro, haciendo un gesto de desaprobación al negar con la cabeza.

-Dios, eres igual a Dong Min de joven. Te lo enseñó él, ¿no? Par de asquerosos.

Y Tae se carcajeó.

-Y así nos quieres, ¿no?

El alfa sonrió.

-Los amo.

★ ★ ★

Moonbin divisó a su esposo sentado junto a sus dos hijas, una de cada lado. Los brazos de Ailee le rodeaban y se apoyaba sobre su pecho, mientras que la mejilla de Alaska se recargaba en uno de sus hombros.

Dong Min reposaba la cabeza en la pared, ambos brazos sobre sus hijas. Tenía sus hinchados ojos cerrados. Los abrió despacio al sentir en el aire el característico aroma de su alfa. Se enderezó, mientras Moonbin avanzaba hacia ellos. Las niñas se apartaron despacio al verlo también.

-Amores, me robaré a su padre un segundo -avisó el alfa al plantarse frente a ellos, extendiéndole la mano a su omega. Dong Min la tomó y lo miró con una extraña curiosidad al ponerse de pie-. Enseguida regresamos. Oh, y Alie, apenas volvamos, te irás para la casa con Tae Hyung. Sin peros.

-¿Qué sucede? -preguntó Dong Min mientras se alejaban.

Moonbin lo guió hacia una zona más apartada, donde pudieran hablar tranquilos un momento.

-Fui con Tae-comenzó despacio, sin soltarle la mano a su esposo, mirándolo con especial cariño-. Él me juró que no estaba jugando, que realmente sintió algo en ti...

-P-Pero, pero si... Oh, Dios, ¿t-tú crees que...?

-No lo sé, amor, no lo sé. Si te soy sincero Tae ya me ha hecho dudar. Por eso he estado pensando que, en cuanto volvamos a casa, con la supervisión de nuestro médico, hagamos una prueba, ¿estás de acuerdo? -Dong Min asintió frenéticamente con las lágrimas ya bordeando sus mejillas. Su espíritu se inundó de esperanza, su rostro se iluminó de ilusión-. Pero escúchame bien, Minie, tú sabes que las probabilidades son nulas. Por favor, mantente fuerte y no esperes un resultado positivo. Ten en cuenta que es mucho más probable que de negativo.

Dong Min instintivamente miró la zona de su vientre, apretó sus labios en una escondida sonrisa y sus manos se posaron en su abdomen por encima de la ropa.

Moonbin gruñó y le apartó las manos rápidamente.

-No me estás escuchando, maldita sea.

-¡Es Tae Hyung, Moonbin, es Tae Hyung! Oh, Dios, cómo pude desconfiar de él, cómo pude...

-Mi amor, por favor, escúchame. Sé sensato, maldita sea. Aún y con lo de Tae, puede que no haya ningún cachorro.

-¡Pero puede que sí! ¡Estoy seguro que sí!

-Dios, yo sabía que esto iba a pasar, yo sabía que te ibas a ilusionar como loco, yo...

-Escúchame, estoy bien, Moonbin, estoy bien. Pero ahora lo sé, mi omega lo sabe. Lo siento en el pecho, mi instinto lo siente. Estoy verdaderamente en estado y no necesito una prueba para asegurarlo.

-Dong Min...

-No, Moonbin, confía en mí, lo sé -le tomó de ambas manos-. Si Tae lo sintió en mi sólo puede significar una cosa, amor...

-Mi amor, no hay otra cosa que más quiera en el mundo que tenerte a ti embarazado, pero por favor, Minie, no cantes victoria antes de tiempo.

-Bien, bien, haremos la prueba, cantaremos victoria y luego... luego me harás el amor y, ¡ay, nos casaremos de vuelta!

Moonbin bajó la mirada y apretó los labios, contendiendo las ganas de llorar.

-No quiero que te deprimas... ¿sabes... sabes lo duro que es mantenerme fuerte por los dos? No, no lo sabes, ¡porque tú nunca has tenido que lidiar con el dolor propio y el dolor de tu pareja depresiva! ¡Nunca has tenido que hacerte cargo tú solo de una familia entera! ¡Nunca has tenido que ver como tus hijos sufrían pensando que su padre ya nunca se recuperaría! ¡Tú no sabes todo lo que yo he tenido que soportar y aún así jamás te lo reproché porque sabía mejor que nadie que no era tu culpa!... Minie yo... no podré soportarlo de nuevo... ya no puedo... n-no... no puedo lidiar con esto... -Moonbin se desmoronó sobre una de las paredes de aquel apartado sector, acabó en el suelo arrinconado, con sus manos hundidas en su cabello y su cara escondida entre sus piernas, rebosada de lágrimas.

Destruido en mil pedazos, Dong Min se arrodilló frente a su esposo. Tragó en seco, percibiendo aquel tan conocido nudo en la garganta, y buscó la manera de acurrucarse entre los brazos de su alfa.

-Sólo una cosa te pido... una cosa... y es que no te ilusiones, carajo, porque después todo recae en mí y yo... yo no podré seguir sin ti... te necesito, Minie, te necesito dirigiendo la vida a mi lado y no en un cuarto encerrado.

-Lo siento mucho, Binnie, de verdad lo siento... Siempre tuve presente todo lo que tú hiciste y haces por mí, y siempre te agradeceré con la vida por cada día que tú tuviste que hacerte cargo de todo. Por favor, perdóname. Prometo... prometo que esta vez será diferente, seré diferente. Tú has logrado hacerme más fuerte, amor, y si no hay cachorro lo superaré, como siempre he logrado superarlo todo... No te dejaré solo otra vez. Estaré contigo, estaremos juntos y avanzaremos juntos... -Moonbin lo miró, contento, amado, enamorado. Ambos juntaron sus frentes y no tardaron en unirse tiernamente en un beso lleno de contención-... Yo te prometo eso, Binnie, pero tu prométeme que, si no hay cachorro, haremos lo que sea para poder adoptar uno legalmente.

El alfa asintió sin siquiera pensarlo, dispuesto a darle a Dong Min todo aquello que más quisiese sin importar que tan difícil fuese.

-Te amo, Minie, te amo tanto que duele...

Dong Min no respondió, solo buscó besarlo y no soltarlo nunca más.

★ ★ ★

1

¿Qué tal, cómo van?

Son tan preciosos💜💜💜💜💜💜

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