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-No tienes idea de cuanto me gustaría que hagamos el amor, bebé, pero no... No creo que sea favorable ahora -opinó Moonbin con su voz rasposa y carraspeó, quitando su mano del abdomen de su omega, alejándose un poco de este.

-¿Por qué no? -cuestionó Dong Min haciendo un puchero, eliminando una vez más el ligero espacio entre ellos al recargar la cabeza en su hombro.

Moonbin sonrió de lado, acariciándole los cabellos.

-Porque si lo hacemos no aguantaré las ganas de besarte, y si bien ya me siento mejor del resfrío, no se me ha pasado del todo. Aún tengo la nariz tapada. No quiero transmitírtelo.

El omega suspiró, desilusionado.

-Bueno... en ese caso, déjame cuidarte -mencionó, mirándolo a los ojos mientras llevaba una de sus manos a la mejilla de Moonbin para acariciarla despacio.

Sonriendo, el alfa tomo aquella misma mano y comenzó a dejar suaves besos en el dorso de esta. Luego dejó que su boca se guiara hasta el pómulo del omega y plantó otro cálido beso allí.

-Te amo, Minie-susurró Moonbin, más enamorado que nunca.

-Y yo te amo a ti, amor, más de lo que crees.

Y aquel fue el momento perfecto para unir sus labios en un dulce y sentimental beso lleno de amor, pero, por supuesto, no pasó.

-Binnie... ¿qué te parece si estrenamos la tina del lavado de nuestra habitación? Un relajante baño calentito en compañía de tu omega te hará bien y el vapor ayudará a destaparte la nariz, ¿qué dices?

-Me parece una excelente idea -dijo Moonbin, sonriendo.

-Perfecto, subiré a preparar el agua -anuncio, levantándose del sofá-. Oh... y Binnie, por favor, no sigas bebiendo y fumando, al menos hasta que mejores. Eso no te ayudara... Tienes que beber agua. Mucha agua. No alcohol -le aconsejó, preocupado al ver el trago de Moonbin sin terminar reposado en la mesita.

-Si, lo sé, eso sólo fue porque estaba intranquilo, lo necesitaba. Pero ahora no te preocupes, haré todo lo posible para evitarlo. La abstinencia de tus labios es mucho peor y quiero recuperarme.

El omega esbozó una sonrisa, complacido.

-Así se habla, porque no se cuanto más pueda resistir sin tus besos -comentó, tomando entre sus dedos el vaso con licor de Moonbin con la única intención de llevárselo a la cocina y deshacerse del resto del contenido-. Oh, y mañana te quedarás todo el día conmigo, aquí, descansando -agregó poco antes de irse a la cocina.

-Es lo que más me gustaría, Minie, pero no puedo quedarme -repuso el alfa, luego de levantarse y perseguir a su amado-. Estas no son vacaciones para mí, tengo trabajo.

-No me importa -objetó Dong Min, impasible, arrojando el alcohol en el fregadero. Abrió la llave del agua y se dispuso a lavar el vaso-. Te quiero conmigo. Al diablo tu trabajo, di que te vino el celo y ya.

Moonbin rio ante el rebelde tono de su omega. Pero la risa se hizo a un lado cuando pensó en eso; su celo.

-Mi celo... -murmuró el aludido de modo inconsciente, dejando su mirada puesta en cualquier punto. Buscaba recordar en qué fecha estaban.

-¿Qué pasa? ¿Falta poco para tu celo? -preguntó Dong Min, volteándose con curiosidad, mientras se secaba las manos con una toalla.

-No... bueno, algo.

-¿Cuándo?

-El mes que entra.

-Oh, bueno, aquí me tendrás -dijo el omega, mirándolo con una sonrisa juguetona plasmada en el rostro.

Sus ojos brillaron de deseo al imaginarse como sería Moonbin en su periodo de celo. Una oleada de imágenes verdaderamente excitantes atravesó su mente. Sin embargo, decidió parar el tránsito de sus lujuriosos pensamientos cuando sintió que ya había empezado a humedecerse y a notársele un bulto en medio de sus pantalones.

Una divertida risa se hizo escuchar.

-Que descarado eres, Dong Min. ¿Cómo te atreves a excitarte frente a un alfa que tiene la bondad de no enterrarse en ti por miedo a besarte y contagiarte el resfrío? -Moonbin dijo en tono burlesco y chasqueó la lengua tres veces en forma de desaprobación-. Debería castigarte por hacerme esto.

Dong Min rio con cierto nerviosismo y se mordió el labio inferior, apenas un poco sonrojado.

-Si mi olfato funcionara correctamente y hubiera olisqueado tus ardientes feromonas, créeme, ya estaría desnudándote y colocándote contra la mesada para darte una buena sesión de sexo, siendo la cocina el primer lugar en ser testigo de nuestro fogoso y pasional amor.

Dong Min tiró su cabeza hacia atrás, sonriendo y casi gimiendo al imaginarse aquella más que excitante escena.

-Oh, Moonbin... quiero, quiero, quiero -el omega insistió con frenesí, como si se tratara de un pequeño niño insistiendo por un dulce.

-No, eso no sucederá -replicó Moonbin, sonriendo con diversión y un ápice de malicia-. Al menos, no por ahora -añadió y se dispuso a abandonar la cocina.

-Oh, ¡Binnieeeee! ¿Por qué diablos tenías que enfermarte? -se quejó Dong Min, haciendo un adorable berrinche al tiempo que seguía a su alfa por detrás-. Quiero hacerlo, sin besos, pero hagámoslo... vamos, te necesito.

-¿Sexo sin besos? -cuestionó Moonbin, haciendo una mueca de desagrado al subir por las escaleras-. Eso no suena muy entretenido.

-Oye, he visto un montón de vídeos porno en donde los chicos ni siquiera se besaban y la pasaban genial.

Y Moonbin casi se atragantó, luego rio.

-Esos son actores, bebé, simples actores que fingen -objetó, desajustándose la corbata.

-Da igual, quiero hacerlo.

Ambos entraron en la habitación y el alfa tomó asiento en el borde de la cama, para después quitarse los zapatos.

-Lo haremos en otro momento, amor. Ahora ve a poner el agua, ¿sí? -le pidió Moonbin en un tono casi suplicante.

Dong Min respiró hondo y asintió. Entró en el baño y encendió el agua caliente de la espaciosa y elegante tina para que la misma se llenara. Mientras esperaba, comenzó a desvestirse, deshaciéndose de aquél traje que Moonbin le había comprado. Lo tiró en el piso, y entonces, al ver las prendas en el suelo, pensó: ¿ahora él debía lavar la ropa de ambos? ¿Él debía hacer todo aquello que las empleadas de Moonbin hacían por él?

Frunció el ceño. Si bien le gustaba la idea de vivir solo con Moonbin, sin personal, ni nada por el estilo, eso no significaba que quisiera ser su sirviente. Él no quería ser ese tipo de omega que se quedaba en casa haciendo los quehaceres, mientras su alfa se iba a trabajar. No, se negaba.

Se quitó el bóxer y, con sus pensamientos taladrándole la cabeza, se metió en el agua cuando la tina ya se encontraba llena.

Su cuerpo se relajó por completo, pero su mente no.

Moonbin no tardó en ingresar al baño, topándose de inmediato con el vapor que inundaba el ambiente. Se desvistió y entró en la tina, acomodándose frente al omega. Sus piernas se rozaron, pero Dong Min ni siquiera se inmutó. Sólo se quedó quieto, mirando el agua con su ceño todavía fruncido.

-¿Qué sucede, bebé? -preguntó al verlo tan tenso.

-No quiero ser tu sirviente -soltó de repente.

Moonbin alzó una ceja, confundido.

-¿Qué? ¿Cómo mi sirviente?

-Tú estás acostumbrado a que hagan todo por ti y yo no quiero ser ese omega que se queda limpiando, cocinando, lavando...

-oh, Minie no te preocupes. No lo serás, jamás lo permitiría -aclaró-. Eres mi omega, mi bebé, el amor de mi vida, nunca te pondría en ese puesto.

Y entonces, Dong Min sonrió con algo de timidez. Ahora se sentía mucho mejor.

-Sé que ahora estamos solos en la casa, pero no pienses que te pondré a ti a cargo de todo. Lo que pasa es que el personal no estaría a servicio sino hasta el miércoles, el día de mi llegada. Y bueno, vinimos antes... Ayer me dieron la posibilidad de ponerlos a trabajar ya mismo, pero me negué. Quería tener unos días solo contigo en esta casa, quería ver como se sentía esto... Siempre soñé con tener una casa como esta y compartirla solo con mi compañero de vida... y claro, con nuestros hijos.

El omega ensanchó su sonrisa y lo miró, apenado por haber creído que lo trataría como a un sirviente.

-Creí que jamás viviría esto junto a alguien que pudiera amar. Había perdido toda esperanza... Pero ahora estoy aquí, contigo, cumpliendo uno de mis más grandes sueños. Y mierda, Minie, te amo como nunca pensé amar a alguien y no quiero que pienses que serás mi sirviente. No quiero que me tengas como a un alfa mimado incapaz de tomar una escoba o de cocinar. Quiero decir, no sé cocinar muy bien, pero por ti aprendería e intentaría prepararte la mejor cena del mundo, bebé. Haría eso y mucho más con tal de hacerte feliz. Pero si lo prefieres, mañana mismo daré la orden para traer al personal.

-Oh, Binnie... -el omega musitó con lágrimas en los ojos. Se había sensibilizado tanto con las palabras de su alfa que el corazón se le estrujo por el solo hecho de haber pensado tan erróneamente con respecto a él-. No... y-yo no s-sabía...

-Sh, tranquilo, amor, no llores. Ven aquí. -Dijo, extendiendo sus brazos con el único propósito de recibir entre ellos al menor.

Dong Min no titubeo al deslizarse en el agua hasta quedar con la espalda recargada en el pecho del alfa, quien lo acogió enseguida, pasando las manos por sus costados hasta alcanzar su vientre. Y dejo las manos allí, acariciando suavemente con sus pulgares la piel de la leve pancita de su omega.

-Binnie, no quiero que los traigas, me gusta que seamos nosotros solos -admitió Dong Min, volteando su cabeza para mirarlo de frente-. Es que... p-pensé que yo haría todo...

-No, claro que no, bebé. Lo haremos juntos.

-Pero no quiero que te la pases trabajando y me dejes todo el tiempo aquí solito -hizo un puchero-, me aburriré. Y además, ¿quién va a complacer mis antojos sino estas tu?

Moonbin sonrió, enternecido.

-Tranquilo, por ahora, solo trabajaré por la mañana. Pero, quizás, más adelante alterne. De igual modo, sabes que podrás llamarme de inmediato siempre que me necesites. Compraré celulares para ambos, pero, escúchame bien, no podrás comunicarte con nadie, nadie, de Corea. Una simple llamada o mensaje de cualquier red social podría complicar las cosas. Así que, por favor, bebé, si no quieres que nos asesinen, y lo digo en serio, no llames a nadie más que a mí con el celular que te dé ¿entendiste?

Dong Min asintió. Oh, cuanto extrañaría hablar con Sanha, con Rocky y con el resto de sus amigos. Y ni siquiera sabía que había pasado con Jaebum...

Soltó un suspiro cargado de melancolía, y fue un instante más tarde cuando Moonbin comenzó a deslizar el jabón por cada centímetro de la piel de su cuerpo. Lo frotaba con suavidad, mientras le proporcionaba húmedos besos en el cuello.

En un momento dado, Moonbin inhaló profundo por la nariz, sorprendiéndose gratamente al percatarse de que su olfato parecía haber regresado; su nariz estaba destapándose.

Sonrió con verdadera alegría e inhaló de vuelta sobre el cuello de Dong Min. Su alfa interior se removió de felicidad al sentirlo. Y allí estaba, aquel peculiar y cálido aroma que había percibido apenas tiempo antes. Era un olor más suave, más primaveral. Un olor que no pertenecía sólo a Dong Min, un olor que se desprendía gracias al cachorro que habían creado entre los dos.

-Mierda, como extrañaba olfatearte... Amo como hueles, no vuelvas a utilizar ningún jodido perfume en lo que te resta de vida porque no existe mejor aroma que el tuyo.

Dong Min lo miró, esbozando una gran sonrisa.

-Me alegra que ya puedas olerme -dijo-. Me hace tan bien saber que ya no deberé ocultarlo. Estaba cansado de bañarme cada dos por tres. Uff, ahora ya no me ducharé en semanas.

El alfa rio contra su cuello.

-Sucio -expresó con diversión-. Aún sigo sin creer que has estado a nada de ocultarme tu embarazo. Habría sido el peor error de toda tu vida.

-Ni me lo digas... Dios, es que yo ahora me pongo a pensar y no sé que mierda me pasaba por la cabeza. No sé por qué quería evitar esto a toda costa, es decir, no está tan mal... ¿Qué digo? No está nada mal... Esto... se siente tan bien estar aquí contigo.

Dicho aquello, Dong Min se removió en el agua, acurrucándose más contra el cuerpo de Moonbin, quien no cesaba de acariciar su abdomen.

-Me hace feliz que hayas cambiado de opinión. Muy feliz -admitió el alfa sonriendo, rozando con su nariz la mejilla del menor-. Eso que has hecho se llama crecer, sabes, y estoy tan orgulloso de que hayas decidido dar ese paso.

Dong Min sonrió con una floreciente felicidad que lo llenó por completo. Lo miró, teniendo sus ojos cafes brillosos por la emoción de oír, tal vez por primera vez, que alguien estaba orgulloso de él.

-¿H-Hablas en s-serio?

-Completamente.

Los ojos del menor se tornaron acuosos de la pura alegría que le invadía. Sin pensarlo, intento unir sus labios con los del alfa, pero el otro le evadió el beso.

-Oh, Binnie, quiero un beso -se quejó el omega, haciendo un puchero-. A la mierda tu resfrío, ya estás bien.

-No me arriesgaré... y, además, ya se está poniendo fría el agua, salgamos.

El omega bufo y, rodeando los ojos, accedió.

★ ★ ★

-Te enseñaré a disparar -anunció, de pronto Moonbin, tras haber dado un pequeño sorbo al té que se encontraba tomando.

-¿Qué?

Dong Min lo miró, absorto, casi atragantándose con el líquido de su chocolate caliente.

Ambos se encontraban sentados en la mesa de la cocina. El omega había estado bebiendo de su taza, totalmente embobado con los copitos de nieve que caían cerca de las ventanas. Le encantaba la vista que le ofrecía Alaska. Los pinos bañados de nieve le fascinaban. Ansiaba salir a explorar los alrededores, mas no quería salir sin Moonbin, y Moonbin tenía que cuidarse por lo que no le convenía pasar frío.

Pero toda la paz que había estado adquiriendo gracias a la nieve que observaban sus ojos, se fue a la mierda con las palabras de Moonbin.

-Lo que escuchas. Necesitas saber defenderte, saber manipular distintas armas. Así que te enseñaré.

-Oh, Moonbin, no... yo no quiero...

-Dong Min, yo no estaré todo el tiempo contigo y necesitarás estar preparado si algo llegase a pasar en mi ausencia, ¿comprendes? Tendremos guardaespaldas, de eso no te quepa duda, pero de igual modo, me sentiré más tranquilo si te enseño a desarrollar tu puntería. En mi mundo es imprescindible tener aquel conocimiento.

El pelinegro suspiró, resignándose y asustándose un poco con la idea de que algo malo pasara.

-Si no es por mí, al menos hazlo por nuestro cachorro. Tienes que defenderlo, no puedes dejar que alguien intente dañarlo.

-Está bien, está bien, lo haré... Pero me da mucho miedo, ¿y si me paralizo con el arma en la mano?

-Tranquilo, amor, trabajaremos en ello. Esconderé armas por toda la casa y te explicaré que harás en caso de emergencia. Pero igual, no te preocupes, esto es sólo por si acaso. Si todo sale bien, no nos encontrarán.

-De acuerdo -murmuró Dong Min luego de tragar en seco-. Pero ¿y si nos encuentran? ¿Qué haremos? ¿A dónde iremos?

-Aún no lo sé -respondió Moonbin y bebió otro sorbo de té-. Pero no pienses en eso, recién llegamos. Por ahora, y por los siguientes meses, estaremos a salvo. La cosa, quizá, se complique luego del primer año. Tal vez, nos desplacemos a otro estado.

-Bueno...

-Calma, bebé. Ahora no hay nada de que preocuparse -le aseguró Moonbin sin rastros de vacilación en su mirada y se levantó de su asiento para darle un beso en la frente.

Dong Min respiró hondo, y con su mirada perdida, tomó entre sus manos la humeante taza de chocolate caliente. Bebió un sorbo, pensando en todo lo que Moonbin le acababa de decir. ¿Cómo iba a poder estar tranquilo sabiendo que el peligro no había acabado definitivamente?

Y aunque Moonbin le dijo que no se preocupara, no pudo evitar hacerlo. ¿Por qué ahora sentía que no durarían mucho tiempo en esa casa?

★ ★ ★

Aquí hay otro pequeño spoiler de lo que se viene ¿adivinan donde está?

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