💣20💣
Aquel rato más que Moonbin le había pedido que permanecieran acostados juntos, se transformó en horas. Muchísimas horas. Se habían quedado dormidos. La cantidad de noches de desvelo que padecieron ambos acabó dando sus efectos de extremo cansancio. Los dos necesitaban tanto descansar, y por fin pudieron hacerlo. Sólo bastaba con reunirse de nuevo en una misma cama para lograr sumergirse en un profundo sueño, uno en donde no reinaran las pesadillas, uno que los dejara descansar en paz.
Moonbin fue el primero en despertar, sintiéndose como nuevo luego de atravesar tantas horas de sueño. Sonrió como idiota al tener el delicado cuerpo de su omega entre sus brazos. Acarició sus adorables cabellos negros con su nariz, aspirando profundo para inundar sus fosas nasales con su precioso aroma que ansiaba conservar cerca de su olfato para siempre.
Le depositó un beso en la mejilla, y lo liberó de sus brazos. Salió de debajo de las mantas tratando de ejercer los movimientos más suaves de manera que el menor no se despertara. Permaneció un momento sentado en el extremo de la cama, tratando de despojarse de la somnolencia que se cargaba.
Transcurrieron pocos minutos cuando finalmente se decidió por levantarse del todo, comenzando a buscar su ropa en el suelo. Algo muy nuevo para él. Nunca se despertaba y levantaba la ropa del suelo, mucho menos para volver a vestirse con ella. ¡Y su arma también en el piso! No lo podía creer, e imaginaba que su celular estaría en igual condiciones. ¿Desde cuándo era así?
Negó con la cabeza, desaprobándose a sí mismo.
Detestaba vestirse con las mismas prendas del día anterior, pero como no tenía más opción, lo hizo, mientras contemplaba con encanto al omega dormido. Era tan jodidamente precioso. Amaba cada centímetro de su cálida piel, de sus enternecedores cabellos, de sus tentadores labios escarlata. Era perfecto, pero no era suyo. Dong Min era como el dinero prestado, tarde o temprano debía devolverse o si no habría consecuencias. El omega no querría quedarse con él, y lo repudiaría si lo obligaba.
Moonbin sonrió al percatarse de que Dong Min empezó tantear con su mano sobre el colchón, buscándolo. Al no sentirlo, entreabrió los ojos y lo miró confuso.
-Oye, ¿quién te ha dado permiso de que te levantaras? -reprendió el aludido teniendo la voz ronca.
-¿Ahora debo seguir tus ordenes? -habló el alfa con sorna, elevando una ceja, acabando de abotonar su camisa.
-Sí, ven aquí, maldita sea -exigió Dong Min con un puchero, acomodando mejor su cabeza sobre la almohada al tiempo que volvía a cerrar los ojos.
-No sabes el tremendo castigo que te habría dado por hablarme así, pero estas de suerte -Moonbin sonrió de lado con el buen humor notándosele a kilómetros-. Tengo que ir a trabajar, Dong Min. Será mejor que te levantes.
-Espero seguir con esa suerte -dijo serenamente con sus ojos cerrados, enredando sus piernas entre las mantas, abrazando una almohada como si se tratara del alfa-. ¿Qué hora es?
-Pasada de las seis -informó Moonbin, acomodándose el saco.
-Oh, es demasiado temprano... Vamos, ven a dormir un ratito más... Luego nos levantamos, desayunamos y nos vamos.
-Ya hemos dormido demasiado, bebé. Desde ayer en la tarde. ¿Cómo es posible que aún sigas teniendo sueño?
El alfa se puso de cuclillas en torno a la cama, justo frente al rostro calmado y somnoliento de Dong Min. Llevo una de sus manos a la maraña de cabellos que se cargaba el susodicho, acariciándolos suavemente, casi haciéndole ronronear.
-Es que... últimamente... yo no he... podido dormir -balbuceó en un estado de completa relajación por las caricias que le brindaba Moonbin en su cabellera.
Si lo que buscaba era terminar de despertarlo, de aquel tranquilizador modo no lo lograría nunca. Lo único que conseguiría era que acabara dormido otra vez bajo su dulce tacto.
-Yo tampoco he podido dormir antes, y aquí estoy. Vamos, bebé, arriba. Debemos marcharnos cuanto antes.
-¿Y qué hay del desayuno?
-Desayunaremos en el camino, compraremos algo por ahí.
-No -se negó el omega encaprichado, haciendo un puchero con sus labios, aún con sus ojitos cerrados-. Quiero preparártelo yo. No creo que vuelva a tener la oportunidad de hacerlo.
Moonbin dibujó una sonrisa en su rostro. Sus caricias cesaron, y se colocó derecho, sin dejar de observar a la preciosa criatura yacida en la cama.
-Entonces, ¿qué esperas? -alentó este.
El omega se limitó a abrir un solo ojo, intentando buscarlo con su abreviada visión. Lo cerró, y enterró el rostro en la almohada, gruñendo con ligereza. Luego se puso boca arriba, volviéndose a estirar perezosamente, ocupando la cama entera.
Poco después se levantó, y se vistió bajo la para nada disimulada mirada del mayor. Una vez listo, atisbó por un resquicio de la puerta, verificando que su madre sustituta no estuviera por allí. Al ver despejada la zona, salieron. Dong Min le indicó donde se encontraba el único cuarto de baño luego de que este le preguntara, y cuando el alfa se encaminó hacia allí, divisó a la beta asomarse por la puerta de su habitación. Resopló.
-Más te vale que te quedes encerrada allí -le gruñó el omega en un murmuro apenas audible.
Ella sonrió, descarada, y alzó su dedo pulgar en signo de aprobación antes de desvanecerse detrás de la puerta.
Con sus mejillas ardiéndole, se dirigió hacia la cocina. Todo estaba brillando, luciendo perfectamente ordenado y limpio, lo cual era motivo para impresionarse. Hacia unas semanas atrás no era más que una guarida de ratas y cucarachas, y ahora hasta parecía una casa decente. Chiquita, pero decente. Extremado alivio, eso fue lo que sintió.
Moonbin no tardó en aparecerse tras el umbral.
-Esto no será como los magníficos desayunos que debes acostumbrar, o que supongo... porque por tu estado ni siquiera sé si desayunas bien o si comes bien, es que, ¿has visto lo delgado que estás? De seguro ha de ser porque te la debes pasar fumando nada más -acusó, mirándolo con determinación-. Si voy a estar contigo más te vale que comas, porque te quiero ver bonito como antes.
Un omega de barrio bajo lo estaba reprendiendo y amenazando debido a la cierta preocupación por su estado anímico, y le resultaba totalmente enternecedor y dulce de su parte. Lo que no había sucedido con sus padres, quienes también lo habían estado reprendiendo en múltiples ocasiones por lo mismo, pero no quiso siquiera escucharlos. Pues no le resultaba nada dulce, sino fastidioso y atosigador.
Su omega lo cambiaba todo.
Y allí estaba el idiota enamorado, observando con una leve sonrisa estampada en la cara cada movimiento que el pelinegro efectuaba para preparar el desayuno de ambos. Y Moonbin no pudo evitar imaginarse como sería llevar una vida normal junto a él.
Despertando y haciendo el desayuno juntos cada mañana, conviviendo en una casa como esa, teniendo un trabajo común y corriente, el cual no le haría correr semejantes peligros como el de ser asesinado. Una vida en donde pudiese salir junto a su omega a cualquier lado, sin necesidad de llevar guardaespaldas, y sin el miedo de que pudiesen dispararles en cualquier momento. Amaría simplemente casarse y formar una familia, la típica y ordinaria vida, él la amaría.
Sin embargo, estaba claro que ese no era su destino. Era parte de la mafia desde que estuvo en el vientre de su madre, no podría salir de ella, aunque quisiera. Y Dong Min... Dong Min no era la clase de omega que ansiaba enlazarse de por vida.
Por lo que no eran más que tontas fantasías. Jamás tendría aquella vida normal, y mucho menos con Dong Min. Si algún día llegase a casarse, de seguro sería por obligación. Porque si no era con aquel bonito omega de ojos marrones, no querría con nadie. No estaría dispuesto a unirse a nadie más para compartir el resto de sus días.
★ ★ ★
Dong Min ya había terminado de empacar todo aquello que más creía necesitar para sobrevivir cierto tiempo con el alfa. Entre ellos, ropa, su mejor lencería, un cd con los mejores temas para hacer bailes eróticos, un par de labiales y su esmalte de uñas favorito. Aquel verde pastel que tanto adoraba.
Apenas entro en el auto, el cual creía que siquiera se había movido desde su llegada durante el día anterior, sus mejillas se encendieron, pues allí frente al volante se encontraba JinWoo con su mirada oculta bajo oscuros lentes de sol, y a su izquierda, en el asiento del acompañante había otro monstruoso alfa que no le inspiraba nada de confianza. Por puro instinto, se aproximó a Moonbin, quien se había subido al vehículo por el lado contrario. Lo abrazó por la cadera, buscando refugio, escondiendo el rostro en su pecho, acurrucándose de lleno contra él. Acción que no le desagrado en lo absoluto al alfa.
Moonbin sonrió débilmente, pasando su brazo por la espalda de este.
El viaje resulto ser largo e incómodo por partes, al menos para Dong Min, quien en ningún momento se apartó de la seguridad que le daba el castaño. A veces los escuchaba intercambiar palabras en italiano, pero por más que intentara descifrar que decían, no los entendía. Únicamente se preocupó, y supo que algo andaba mal, cuando le oyó a Moonbin gruñirles palabras cargadas de enojo. Lo sintió tenso, y él se tensó también, algo asustado.
Una discusión se inició. El pecho del alfa vibraba cada que soltaba un nuevo gruñido. El ambiente se roció de inmediato del sofocante olor de alfas enojados. Dong Min se puso muy nervioso. Sentía que el aire había abandonado sus pulmones. Inhalaba rápidamente, pretendiendo rebosarse de oxígeno, pero lo único que conseguía era que el apestoso aroma se concentrara aún más en sus fosas nasales, mareándolo.
-¡Ya pueden parar jodida mierda! ¡Me asfixian! -exclamó el omega exasperado, brotando de impenetrable furia, utilizando el tono de voz más alto que pudo. El temor y la vergüenza ya eran sentimientos del pasado.
Silencio, eso fue lo que obtuvo. Sonrió con autosuficiencia, acomodándose mejor contra el cuerpo de Moonbin, mientras observaba que una de las ventanas se abría un poco. Y solo ese poco bastó para que una gélida brisa le erizara la piel de frío. Aire fresco, justo lo que necesitaba.
Los dos alfas, empleados de Moonbin, se dieron una mirada cómplice, para luego mirar a su jefe con un ápice de diversión, ciertamente impresionados por no haber presenciado una reacción violenta de este por la insólita intromisión del omega.
Al contrario, Moonbin se encargó de mimarlo, hasta que el pequeño pelinegro terminara de calmarse por completo. Dong Min creyó que el problema ya se había terminado, puesto que la discusión no se había reanudado en lo que conllevó el resto del viaje, pero ese había sido solo el principio.
Cuando llegaron todo volvió a empeorar. Moonbin se enfureció con las empleadas, y, al mismo tiempo, se reinició una gran discusión con sus guardaespaldas.
Dong Min seguía sin comprender cuál era la razón del incesante enojo. Apenas les oía balbucear a las empleadas cosas como "enloqueció" o "no se ha querido marchar". ¿De quién estaban hablando? Había una mujer señalándose constantemente la mano vendada, por la cual se lograba distinguir una mancha rojiza de sangre. ¿Alguien la había lastimado?
Aturdido, el omega tironeó del saco de Moonbin con cierta desesperación en un intento por obtener algo de su atención.
-¿Qué s-sucede? -preguntó cuándo el aludido volteó a mirarlo, con el enojo aminorándose al reencontrarse con su oscura mirada llena de preocupación.
-Nada, debo resolver un asunto. Quédate aquí, enseguida regreso -le avisó tratando de mantener una expresión calmada, quizá pretendiendo apaciguar la intranquilidad que albergaba Dong Min en su ser.
El alfa de ojos marrones anunció algo en italiano hacia sus hombres, luego se dispuso a marcharse hacia las escaleras de mármol dando una seña para que dos de estos siguieran sus pasos.
-No -se obstinó el omega tomándole de una mano, sin deseos de dejarlo ir como si nada sin antes recibir una explicación de los hechos-. Dime qué sucede.
El desasosiego que reflejaba la mirada de Dong Min era tan evidente. La angustia lo invadió al pensar en que podría adentrarse a un nuevo peligro, allí, en su propia casa.
-Es solo una tontería, Minie, deja de preocuparte.
-Entonces, ¿por qué no me lo dices? -insistió sin soltarle la mano.
Moonbin suspiró, derrotado.
-Es... Es sobre el omega que era mi sumiso. Esta mañana di la orden para que lo echaran, pero al parecer no le gustó nada. Se reveló contra mis empleadas, y se encerró en mi habitación, supuestamente, armado. Iré a ponerlo en su sitio. Así que, ¿quieres esperarme aquí un segundo?
Dong Min lo soltó, turbado ante aquella información que jamás pensó en recibir. Realmente se esperaba cualquier cosa, menos eso. ¿Moonbin había pasado la noche con él en su humilde casa cuando ya tenía a un omega a su completa disposición en su lujosa mansión?
No podía creerlo. Él era el otro. Aquel por el cual Moonbin dejase abandonado al omega despechado. El pelinegro sonrió con cinismo. El alfa lo prefería a él, así todo imperfecto y descarado, y él no podía sentirse más satisfecho. La petulancia lo embargó de inmediato, experimentando una enorme sensación de felicidad mesclada con altivez.
En ese momento, Dong Min se sintió imparable. Su autoestima se elevó hasta las nubes, provocando que se enorgulleciera por la incomparable habilidad de encantar a un alfa con la gran sensualidad de su cuerpo. Y bueno, era Lee Dong Min.
-¡Espera! -gritó y se lanzó a correr hacia las escaleras.
-¡No! ¡Tú quédate allí! -le ordenó Moonbin desde arriba.
-¿Estás de broma? No pienso perdérmelo -repuso el pelinegro divertido, subiendo con rapidez los peldaños.
-¡Abajo! -le exigió molesto mirándolo con severidad-. Ni pienses que vendrás -le espetó, al tiempo que el omega hacía un puchero y le regalaba una mirada de súplica-. No me compraras con eso... No... Oh, joder, de acuerdo. Solo mantente detrás nuestro.
Dong Min asintió entusiasmado, y avanzaron bastante de prisa hasta alcanzar la puerta cerrada de la habitación del alfa. Este recargó su arma, antes de tratar de abrir la dicha puerta. No cedió, por lo que respiró hondo antes de hablar.
-¿Puedes abrirme, Ayno? Soy yo, quiero que hablemos.
Pasaron varios segundos hasta que una débil voz se escuchó detrás de la puerta musitando que no.
-Vamos, abre. Es una orden. Ya has sido un chico demasiado malo, ¿quieres seguir acumulando castigos?
La voz de Moonbin sonaba dominante, segura, aunque a la vez suave y calmada, queriendo demostrar que no había rabia en su interior, más bien tranquilidad.
Dong Min se cruzó de brazos en su lugar, sintiéndose algo extraño. Estaba intrigado, ansioso, medio celoso. Necesitaba un bote de palomitas de maíz con urgencia.
La puerta cedió, abriéndose despacio. Moonbin atravesó la misma velozmente con el arma en posición. El menor trató de acercarse hacia el umbral deseando de manera desesperada observar algo, pero uno de los tipos lo sostuvo del brazo, impidiéndoselo.
Minutos de suspenso lo impacientaron. No conseguía escuchar con claridad la conversación que tenían, y Dong Min no podía soportar tanta tención. Con un rápido y ágil movimiento, consiguió soltarse del agarre de aquel fornido alfa, escabulléndose a gran velocidad por entre los cuerpos de estos directo hacia la habitación. Por alguna razón, detestaba la idea de que Moonbin permaneciera solo con aquel omega. Ahora Moonbin era suyo, por lo que ansiaba demostrárselo al tal Ayno.
Lo primero que hizo al ingresar sin permiso a la alcoba, fue centrar su curiosa mirada en el omega desconocido.
-¿Te crees que me importa? -le oyó decir a Moonbin con brusquedad, quien se situaba frente al susodicho.
-¡Teníamos un trato! -renegó Ayno.
-El trato acabó.
Fue en ese momento en el que sus ojos marrones se conectaron con los oscuros del otro omega, el cual lo miró con desdén, despreciándolo al instante.
Ayno era, mucho más alto que él, con un cuerpo deslumbrante bajo aquellas prendas que le favorecía a su encanto nato. Su cabello era negro, su piel pálida, su mirada asesina.
De repente, unas manos ajenas tomaron a Dong Min bruscamente de los hombros, arrastrándolo hacia atrás, haciéndole chillar de sorpresa y de espanto. Él se resistió por puro reflejo, batallando para que lo soltaran. Moonbin exigió que lo hicieran, y el pelinegro quedo en paz, saliéndose con la suya.
-¿Es por este que pretendes dejarme? -cuestionó Ayno, desdeñoso, menospreciándolo con la mirada-. Ni siquiera es tan...
Dong Min elevó una ceja al instante, cínico y desvergonzado.
-No pretende dejarte, ya lo hizo, mi cielo -se defendió el pelinegro malicioso, antes de que el alfa siquiera pudiese mencionar algo-. Lo hizo desde el momento en el que prefirió meterse en mi cama y pasar la noche conmigo antes de que pasarla en la suya contigo. Así que haznos el favor y retírate, que eres el único que sobra en esta habitación.
El omega de asesina mirada se enfureció por completo, casi sacando humo de sus oídos.
-¡Eres un...!
-Ayno-el alfa habló, solemne, acallando sus palabras, advirtiéndole con la mirada que era mejor que se mantuviera con la boca cerrada-. Ahórrate los insultos y lárgate, porque es verdad... No quiero que salgas lastimado, vete por las buenas.
-¡No! ¡No me pienso ir! ¡El que se tiene que ir es él! ¡No debiste traerlo! ¡Yo soy tuyo! -exclamó Ayno histérico, empezando a lloriquear, corriendo a abrazarlo como si fuese lo único que más necesitaba en la vida. Se aferró por un segundo a él, sin siquiera ser correspondido, para luego arrebatarle rápidamente el arma que Moonbin tenía entre su ropa y apuntarle a Dong Min con una sonrisa de malicia.
Los ojos del omega pelinegro se abrieron totalmente, casi querido abandonar sus orbitas de la pura estupefacción. Se quedó helado allí. Cerró fuerte sus ojos cuando este apretó el gatillo. El espanto lo desbordó. El pánico lo aniquilo. Pero no sintió nada.
Abrió los ojos, y el aire retenido en sus pulmones fue soltado al margen del alivio. El alfa sujetaba con firmeza la muñeca de aquel omega, quien tenía el brazo extendido completamente hacia un costado, apretando con fuerza al arma responsable de la bala disparada. El par de guardaespaldas apuntaban al desgraciado, mientras Moonbin le retorcía la muñeca, haciéndole chillar. El arma finalmente se liberó de entre los dedos del omega, cayendo al suelo sin más. Moonbin la pateó lejos, antes de darle un severo empujón a Ayno, el cual acabó contra el piso.
-¡¿Qué mierda sucede contigo maldito hijo de puta?! ¡¿Cómo te atreves a intentar herir a mi omega?! ¡Yo te lo he advertido, maldita sea! ¡¿Te quieres quedar?! ¡Bien, quédate y sufre las malditas consecuencias! ¡Y de conste, tú te lo has buscado! -exclamó el castaño enfurecido, totalmente fuera de sí, quizás rasgando su garganta por la potencia de sus gritos.
A continuación, se volteó, encaminándose hacia donde había llegado el arma. La levantó, lanzándosela de pronto a uno de sus empleados. Luego fue hacia Dong Min, tomándolo entre sus brazos, tal y como un niño pequeño. El omega se dejó, enredando sus piernas en la cintura de Moonbin, mientras se sostenía de sus hombros. Mantenía su mirada perdida, todavía conmocionado por lo que había ocurrido.
-Minie, escúchame, todo está bien, ¿sí? Nunca dejaría que alguien te hiciese daño -le comunicó Moonbin después de haber abandonado el sitio, tratando de tranquilizarlo.
Lo bajo en un lugar apartado del corredor. Lo miró directo a los ojos, acunando sus mejillas con ambas manos, plantándole un dulce beso en los labios.
-¿El intento dispararme? -preguntó bajito sin salir de su turbación.
-Jamás lo habría logrado, bebé -aseguró, acariciándole la mejilla suavemente-. No dejaré que nadie te haga daño. Nadie -prometió, volviéndole a besar-. Las cosas no se quedarán así. Quiero castigarlo, necesito castigarlo para que aprenda y necesito que tú me ayudes en esto.
Dong Min elevó ambas cejas, sorprendido.
-¿Qué? ¿Yo? Pero... ¿c-cómo?
-Quiero que follemos... frente a él. Si prefiere quedarse, que lo haga. Que se quede y nos vea juntos. Quiero que a la fuerza le entre en la cabeza que ahora tú eres mío.
-Oh, mierda. ¿Hablas... hablas en serio? -dijo el omega, impresionado, titubeando ante aquella propuesta-. Yo... pues, no lo sé... Quiero decir, será porno en vivo, ¿y si lo disfruta? Yo lo disfrutaría, es más me querría unir.
El alfa enarcó una ceja, tensando su mandíbula.
-Tú no te unirás a nada -gruñó, tomándolo de la cintura, atrayéndolo a su cuerpo en un acto posesivo.
Dong Min dejó huir una ligera carcajada, al tiempo que envolvía sus brazos en el cuello de Moonbin.
-De acuerdo. Lo he hecho frente a otras personas, así que no creo que sea problema para mí -confesó-. Me encantará que ese maldito imbécil sufra viéndonos, ¿quién se cree que es?
El castaño sonrió con aquello último mencionado.
-Quiero que gimas mi nombre, eso le molestará aún peor, y no finjas ni un poco, sólo disfruta de mí.
-Oh, Moonbin, contigo en la cama nunca hace falta fingir nada -expresó el omega con una sonrisa lasciva estampada en el rostro, ganándose un nuevo beso lleno de energía por parte del mayor.
No podía creer lo que iban a hacer.
★ ★ ★
Adaptando la historia me doy cuenta que siempre da a entender implícitamente cosas del final ¿podrán adivinar en que parte se encuentran esas pistas?
<
<
<
Nos leemos pronto
<3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top