PRÓLOGO

"Un experto fabricante de pociones puede generar un poderoso enamoramiento, pero nadie ha conseguido todavía crear el único sentimiento verdaderamente indestructible, eterno e incondicional que merece ser llamado amor."

-Hector Dagworth-Granger

Miles de aromas inundaban el salón de pociones, los calderos humeantes con diferentes ingrediente hirviendo, abarrotaban la sala.

Un par de orbes de chocolate se movían sigilosos entre las páginas de un viejo libro, agitaba su varita pasando las los folios con un simple movimiento de muñeca.

Asfódelo cortado, tisana, semillas de anís verde, raíz de Angélica, comino, hinojo, luparina y ajenjo.

Con un brillo nacarado, su vapor ascendió formando unas inconfundibles espirales, para Marco aquellos aromas era deliciosos, sus favoritos en todo el mundo.

Percibía notas de frambuesa, melón y un extracto herbal que no lograba identificar con propiedad.

Rápidamente vertió aquella poción en un recipiente que había adquirido en una de sus visitas al Callejón Diagon. La clase casi acababa, el profesor explicaba los últimos puntos de la siguiente asignación, mientras que Bodt ocultaba aquella poción en el bolsillo de su bata.

Salió del salón en cuanto la clase había culminado, no sin antes dejar su caldero limpio y sin ningún rastro de algún intendente que pudiera alertar al maestro. Aunque en ocasiones había hecho algo de poción multijugos.

Caminó por los pasillos teniendo especial cuidado con aquellas escaleras cambiantes, muchos de sus compañeros corrían rumbo a sus próximas clases.

Al llegar a la planta baja, el equipo de quidditch de Slytherin venía siendo encabezado por Jean. En ese momento a Marco se le revolvió el mundo entero, sus manos empezaron a sudar mientras que sus mejillas se tiñeron de carmín.

Hace mucho que venía sintiendo "cosas" cada vez que estaba cerca de Kristen. Y precisamente, la amortentia era su última carta.

—¡Marco, vamos al gran comedor!—dijo el castaño en cuanto le vio, rápidamente dejó atrás a su compañeros de equipo, yendo hasta donde el pecoso.

C-claro, vamos...., se me antoja un jugo de calabaza, ¿a ti no?—murmuró mientras empezaba a caminar junto a su mejor amigo.

¡Seguro!

Uno, dos, tres, probando...

¡Habemus prólogo!

Gracias por leer y votar, disculpen si hay algunos horrores ortográficos. Creo que este fic será algo corto, quizás no más de diez capítulos.

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