Capítulo 1
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Hoy Cristina se ha marchado. Me lo ha avisado un mareo imprevisto al salir por la puerta de mi habitación e intentar llegar hacia el comedor, en afán de ir hacia ella. No es que no haya sabido que me terminaba, de eso ya hacía dos minutos que lo había sepultado yo escribiéndole un párrafo enorme diciéndole cosas de las que creo no pensé la mitad.
Inercia, pura inercia. La bloqueé y seguí vistiéndome. Mi mente se ha paralizado desde ese entonces. Pasé la afeitadora por mi mentón y mis mejillas y seguí lavando mi cara. Me puse la camisa que tanto le encanta (una polo negra que tengo de hace un año) y la colonia que ella tanto alaba que le recuerda a mí. Y bueno, eso, he intentado salir de mi casa y de la nada me empañó la mirada el día. No es primera vez, confundo eso con un bajón de azúcar asi que me comí una manzana que había en el refrigerador. Al lado de la manzana había una lata de soda que había dejado mi hermana hace dos días. Inmediatamente pensé en tomármela para aliviar el mareo pero recordé que Cristina odia que beba esa mierda.
Manzana, entonces.
Empiezo a sentirme muy agotado. Me pesan los pies y la cabeza, me acuesto en un intento de apaciguar todo eso. «No es primera vez que pasa» me repito en un claro intento de calmarme, o por lo menos, calmar mi cuerpo. Pero sé que es la primera. Desde ya intentar que parezca o convencerme que la muchacha es un dardo más, una relación cualquiera es bastante gracioso. Mínimo una lanza.
Y de la nada, todo mi pensamiento se va.
Me quedo fijo, mirando que el suelo, efectivamente, está hecho de suelo. La cerámica blanca y las paredes de esta habitación se tornan en viejos fantasmas que me susurran a voces que me concentre en la nada. Todo va desapareciendo conforme avanzan los minutos (¿o las horas?) y en una eternidad, quedamos solo la mirada que se clava en el piso y yo. No siento nada, no sé si es ayer o si ya es nañana. Los latidos de mi corazón cesan y mi pecho, tan tranquilo como laguna de algún mito olvidado, reposa tranquilamente y sin dolor.
Bah, me estoy reprimiendo, cariño. Y lo he logrado.
No siento nada.
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