𝟐𝟓/𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞/𝟐𝟎𝟎𝟓
A pesar de haberse prometido mantenerse alejada de él lo más posible, a causa de sus miedos y lo que pudiera pasarle si se mantenía cerca de esa nueva versión suya, en el momento en que lo vio frente así, con su nombre saliendo dicho por su voz, no pudo resistirse.
Naturalmente, durante el tiempo que estuvieron separados, sus brazos parecían añorar constantemente el sentir su silueta entre ellos y las yemas de sus dedos necesitaban sentir su piel debajo aunque sea por una última vez, y al tenerlo tan cerca no fue capaz de decirle que no. Dejó que su corazón fuera quien diera la señal de avanzar a sus piernas, y sintió como si la pieza faltante de un rompecabezas por fin encontrara su lugar al volver a tocarlo.
En un primer momento fue incapaz de hablar, solamente se dedicó a llorar sobre su hombro unos momentos sin importarle el montón de muchachos que los observaban con una ceja arqueada y preguntándose entre ellos quien era la chica que se rehusaba a soltar a Kazutora.
Pasando un rato en lo que Dai era capaz de articular palabras, los dos muchachos terminaron partiendo de aquel sitio a casa de ella, quien tenía que volver sí o sí en aquel momento, ya que Kazuma la había llamado para saber en donde se había metido.
Ese día no tuvieron oportunidad de hablar como querían, Kazutora se rehusó a dejar que Dai partiera sola a casa y se ofreció a llevarla y dejarla bajar una calle atrás, cosa a la que ella accedió. Durante el trayecto ninguno de los dos pronunció palabra alguna, se limitaron a disfrutar del contacto del otro; la rubia había recargado su cabeza entre aquel espacio existente entre el cuello y el hombro de él, permitiéndose revivir los primeros viajes que solían dar. Mantuvo sus manos alrededor de su cuerpo, y cada tanto él solía soltar el manubrio y bajar la mano para entrelazar sus dedos con los suyos, en esa unión tan particular que habían adoptado.
Al final de todo, se prometieron volver a verse al día siguiente, y el embrollo surgía ahí: mentir o decir la verdad.
Siendo sincera, nunca le había mentido a su padre, y la conciencia le pesaba por sobremanera ante la idea de hacerlo, pero tampoco quería plantar a Kazutora. No hacía falta pensar mucho para saber que si le contaba a su papá sobre su encontronazo, él iba a negarse a cualquier posibilidad, y la idea de que Ima la respaldara tampoco era una opción, aquel día en clases ni siquiera se habían dirigido la mirada la una a la otra, por lo que todo parecía orillarla a la opción que no quería tomar.
Kazutora:
Entonces paso a la calle detrás de tu casa?
Leyó el mensaje y dudó un momento en si todo era una buena idea. Estaba actuando de una manera que no reconocería ni en sus peores momentos, pero esto era lo que ocasionaba el amor, ¿no?
Dai:
Sí, mi papá se va en media hora, te veo ahí.
No le tomó mucha importancia al atuendo ni a nada más, su mente ya estaba demasiado preocupada ante la posibilidad de ser descubierta. Estaba sentada en el banquito frente a su escritorio, con el pie moviéndose incesantemente, golpeando contra el suelo una y otra vez. Sabía que su papá tenía un compromiso en la oficina a las cinco de la tarde, aquella era quizás su única oportunidad de tener una charla concreta y saber en qué situación se encontraban.
De algo estaba segura: si Kazutora, en un golpe de razón, había dejado de lado aquella idea retorcida sobre la venganza por la cual había terminado alejándose en un primer momento, no se lo pensaría dos veces en jugarse lo poco que tenía con tal de que su papá aceptara que lo quería, lo convencería de que él no era todo lo que pensaba, que era un buen chico y que por sobre todas las cosas la quería. Y aquello le parecía lo más importante.
Eran recién las cuatro treinta, por lo que mató el tiempo paseándose por la cocina, limpiando los rincones a los que ya le había pasado la escoba por lo menos una vez antes y dejando todavía más secos los cubiertos que ya había fregado y escurrido previamente. Tenía la mente consumida por la ansiedad y al estar tan metida en sus propias acciones no se dio cuenta de que Kazuma había entrado a la cocina y la observaba con detenimiento.
— ¿No habías lavado eso cuando recién llegaste de la escuela? — Dai pegó un brinco mientras volteaba a ver en dirección a su papá — ¿qué te sucede?
— ¡Nada! — sintió como las palmas de sus manos comenzaban a sudar — los exámenes, ya van a comenzar, estoy un poco preocupada.
— Tú nunca te pones así por los exámenes, ¿estás segura de que realmente es eso, cariño?
— Sí, claro — mintió — tengo que estudiar, creo que pasaré el tiempo que no estés estudiando en mi habitación. No haré nada más.
— Estás rara, Dai, ¿no hay nada que quieras decirme?
Aquellas eran las situaciones en las que se notaba la enorme experiencia de Kazuma como detective. Todo en él parecía bastante neutral, recargado en el marco de la puerta y con los brazos en los costados, pero su mirada era completamente distinta: penetrante, como un par de cuchillos que se clavan lentamente en la piel, bañado en intriga por su comportamiento.
Soltó un suspiro y dejó a un lado el trapo que sostenía. Se apartó un mechón de cabello del rostro a la par que caminaba a la mesa y se sentaba.
— ... ¿puedes prometerme no enojarte conmigo? — el mayor arqueó una ceja mientras la veía fijamente para después asentir — es Kazutora, él...
— Dai — interrumpió — el primer amor es difícil de dejar ir, estuve ahí. No había sido capaz de decirte nada más porque me asustó verte así, pero estas cosas siempre pasan con el tiempo, estoy seguro de que aprenderás a dejarlo ir y en algún punto de tu vida sabrás darte cuenta de que lo mejor para ti fue no continuar con él — su padre caminó en su dirección para dejarle un beso en la frente y estrecharla entre sus brazos — las cosas irán mejor ahora que no están juntos. Ya lo verás.
— Pero eso no era...
El teléfono del hombre comenzó a vibrar, leyó algo en la pantalla y volvió a guardar el aparato en su bolsillo.
— Tengo que irme ya. Te veré más tarde, ¿sí? Creo que llegaré a las ocho o algo así, compraré algo de cenar para que no cocines hoy. Cuídate y recuerda no abrirle la puerta a nadie.
Kazuma salió apresuradamente de la habitación y Dai, aun atónita, se quedó en su lugar mientras escuchaba la puerta cerrarse. Caminó sigilosamente y se asomó por la mirilla de la puerta para ver si realmente había partido, dándose cuenta de que la silueta de su automóvil ya no estaba. Tomó su teléfono y le envió un mensaje para avisar que estaba lista.
...
Pudieron permanecer en su casa, pero aquello le pareció demasiado arriesgado, no quería que su papá terminara encontrándola con él, y al menos si no estaba ahí podría excusarse con salir a tomar algo de aire o algo similar, por lo que Kazutora condujo rumbo a un parque cercano a casa de ella, aparcando la motocicleta cerca de un área verde. Ambos bajaron y la chica se sentó sobre un columpio y él la imitó sentándose en el de al lado. El muchacho fijó su mirada en ella, percatándose de la postura que tenía. Miraba hacia la carretera, como si buscara entre los coches algo familiar y enredaba en uno de los mechones de su cabello uno de sus dedos, dándole vueltas constantemente.
— ¿Estás bien?
Pegó un saltito — Sí, sí... — la mirada se le volvió a perder en la carretera.
— Dai, yo...
— Me escapé de casa — Kazutora abrió los ojos de par en par — no tengo permiso para estar cerca de ti. Mi papá quería cambiarme de escuela y todo, pero le dije que... bueno, ya no estamos juntos.
La frase lo hizo sentir una opresión en el pecho — Lo siento. No deberías estar haciendo esto por culpa mía.
— Estoy haciéndolo por mí, Kazu. — Despegó los ojos de los automóviles y miró hacia él — me había prometido no volver a acercarme a ti, pero lo de ayer sucedió y... creo que es tonto negar que te he extrañado mucho. — Musitó lo último con la voz quebradiza mientras recordaba lo duro que había sido pasar esos últimos días viviendo con la idea de no volverlo a tener cerca nunca más.
Kazutora se levantó de su sitio y se acercó a ella. Se mantuvo de pie mientras la acercaba hacia su cuerpo, con ella aun sobre el asiento del columpio. La abrazó por la cabeza y sintió como ella lo rodeaba a la par que lo apretaba con fuerzas, algunos jadeos producidos por el llanto se ahogaron entre la tela de su camiseta por parte de Dai, y él no pudo hacer más que escuchar.
En un momento al sentir su respiración más calmada, se agachó para quedar a su altura, acercando su rostro al de la rubia. La miró, sintiendo inmediatamente una ráfaga de paz inundándole la piel; sus ojos cristalinos se clavaron en los de él y no pudo evitar esbozar una sonrisa al darse cuenta de que había tenido la fortuna de ver aquel par tan peculiar una vez más, así como esa piel pálida sonrojándose gradualmente a costa suya.
Colocó una de sus manos sobre su mejilla y la usó para tenerla aún más cerca. Sintió la respiración de Dai hacerle cosquillas en la nariz antes de colocar sus labios sobre los de ella, uniendo ambos en un beso dulce y cálido, cubierto de ternura y sobre todo de añoranza. El sabor salado cortesía de sus lágrimas se hizo presente mientras sus labios danzaban entre sí y sintió como las suaves yemas de sus dedos recorrían nuevamente la piel de su cuello para después enredarse entre su cabello. Le fue inevitable sentir el corazón colmándose de felicidad pura al volver a sentirla cerca suyo.
En un momento Dai se separó de él mientras se pasaba los dedos por las mejillas intentando remover los rastros del llanto. Kazutora la miró, con el ceño fruncido.
— ¿Qué pasa?
— No sé en qué punto estamos, Kazu.
— Yo tampoco, pero...
— ¿Pero?
— Me gustaría volver a donde estábamos antes — se armó de valor tomando una bocanada de aire para después sostener su rostro con ambas manos — Dai, quédate conmigo.
—Kazu...
— Te prometo que las cosas estarán mejor, ¿sí? Eres lo más importante que tengo, no quiero dejarte ir.
Meditó un poco sobre su siguiente paso, todo en el parecía sincero, real. Quería creerle, pero no podía dejar de pensar en aquella mirada escalofriante que había tenido frente a sí hacía no mucho tiempo, aquella que parecía perder la cordura mientras más profundizaba en sus deseos de odio, y aun arriesgándose a dejarse llevar por una mentira, decidió hablar.
— ¿Quién eres ahora? — lo miró desafiante — ¿eres el Kazutora que conozco o eres el del otro día?
— Soy tu novio, Dai — Sonrió tiernamente de forma genuina, recuperando aquel brillo en los ojos que tanto disfrutaba ver — Soy el Kazutora que está enamorado de ti, que no quiere perderte nunca —Tomó la mano de la chica y entrelazó sus dedos, para después dejar un beso en la mano de ella — Yo... haría lo que fuera con tal de estar contigo.
Sus palabras salieron bañadas en sinceridad, a la par que la miraba a los ojos, sosteniendo todo lo que decía en aquel momento, y así era. Había meditado lo suficiente durante todos esos días como para darse cuenta de que, por encima de todo, ella era lo más importante que tenía. Estaba seguro de que mientras ella estuviera ahí, todo lo demás podía irse al demonio; Vallhala, Mikey, sus padres. Todo. Dai era su hogar, y si podía estar ahí, todo iba a mejorar.
La chica miró hacia el cielo, dejando que un suspiro escapara de sus labios. Estaba confundida sobre que debería hacer, y sentía como la debilidad la consumía lentamente, no sabía que era pero parecía no poder retener aquella necesidad tan vivaz de mantenerse cerca de él, de no apartarse más para no herirlo y tampoco herirse ella misma ante la idea de la distancia. Sabía los riesgos que corría ante cualquier decisión que tomara en aquel momento, y si el corazón se le volvía a romper otra vez, cargaría por sí sola con los trozos rotos, pero al menos sería por sí misma.
Parpadeó un par de veces y sintió un nudo formándose en su garganta. Kazutora aún la miraba fijamente, esperando una respuesta que tras unos cuantos minutos finalmente se atrevió a dar.
— No desaparezcas otra vez — soltó mientras colocaba sus brazos alrededor de su cuello y lo atraía hacia sí misma — no dejes de ser esta persona, por favor.
— No lo haré — La rodeó por la cintura a la par que se quedaba de rodillas frente a ella, disfrutando la cercanía que volvía a nacer entre ambos mientras el interior se le colmaba de felicidad.
Permanecieron abrazados unos cuantos minutos, hasta que él recordó una cuenta pendiente que cargaba dentro de sí, y que necesitaba aclarar.
— Perdóname por todo lo que pasó antes.
Dicha frase le nació al recordar el dolor que le había provocado con anterioridad, el sonido de su voz al llorar mientras se lamentaba en aquel tejado parecía estar acechándolo aun hasta aquel día, y no era algo con lo que quería seguir cargando.
— Yo también lo lamento... perdóname por haberte dejado solo, prometo que no lo volveré a hacer.
Se separó un poco para quedar cara a cara con la muchacha — yo prometo no volver a hacerte daño, ¿está bien?
Una sonrisita boba se instauró en su cara. Vio como ella asentía y le mostraba el dedo meñique, entendió la seña a la par que enredó el propio con el de ella, propinándole un apretón pequeño para volver a colocar sus manos a ambos lados de su rostro y así dejarle sobre los labios otro beso que funcionaba como el sello indicado para la promesa que acababan de hacer.
...
El par se quedó en el parque un rato más, mientras veían el sol esfumándose para darle paso a las estrellas, aprovechando también para devolverse un poco del cariño que sentían que no habían podido entregarse en los días que estuvieron lejos. Las horas se les pasaron dejándose besos sobre el rostro, caricias, acompañados de las risas del otro, y sin ser capaces de soltarse las manos, pero con la despedida acechando tras sus pasos.
Estaban sentados sobre un tobogán, con Kazutora al frente y Dai detrás de él, con las rodillas apoyadas en su espalda.
— Por cierto — soltó ella de pronto — ¿Qué hacía tanta gente en ese sitio ayer?
— Ah, es el sitio de reuniones, de la pandilla.
Dai arqueó una ceja — ¿y que hacían?
— Una iniciación, nada importante.
— ¿Iniciación?
— Sí — se encogió de hombros — hay una pelea, es el día de Halloween.
Aquello la dejó intranquila.
— ¿Y vas a participar?
La pregunta le dejó la mente en blanco. No podía romper la promesa que le había hecho.
— Dije que sí, pero... bueno, puedo intentar zafarme. Quédate tranquila.
Seguramente si Hanma lo escuchara diciendo aquello lo molería a golpes, pero le importaba poco en aquel momento. Ya hablaría con él y con Baji sobre ese asunto. Dai retomó la conversación.
— Toda esa calle me pone de nervios.
— Cierto — parecía que la mente se le había iluminado — ¿tú que hacías por ahí?
— Al salir de clases fui con Ima a una cafetería, una que está en la plaza que me gusta. Iba al metro cuando me viste ahí.
— Olvídate del metro otra vez, si necesitas algo sabes que puedes llamarme para acercarte a donde tengas que ir, ¿lo sabes, no?
— Claro.
El silencio volvió y a los pocos minutos la chica miró a la pantalla de su celular, eran las siete, su padre no tardaría mucho en llegar. Soltó un suspiro mientras volvía a guardarlo en uno de sus bolsillos.
— Tengo que irme ya — dijo en voz baja.
Él acarició el dorso de su mano, echando la cabeza hacia atrás para poder verla.
— Solo un rato más...
— Siempre queremos un poco más — la rubia sonrió mientras se acercaba a él y le dejaba un beso sobre la frente.
El gesto le sacó una sonrisa. Se levantó y le ayudó a ella a ponerse de pie.
— Te llevo, vamos.
— Creo que será mejor que camine... no quiero que mi papá sepa sobre esto aun, no va a tomarlo bien y quiero que acepte mi decisión, pero necesito un momento para hablar con él a solas y con calma, hoy lo intenté pero... — recordar la interrupción le sacó una risa — creo que no elegí un buen momento.
— No hay problema — Sonrió, aprovechando el agarre de sus manos para acercarla a sí y dejarle un beso sobre la frente. Le rodeó los hombros con uno de sus brazos y comenzó a caminar — pero déjame llevarte, está oscureciendo, te dejaré una calle atrás.
— Si lo pones así es difícil decirte que no, ¿lo sabías?
Una curva de oreja a oreja se formó en su rostro y se puso de puntillas para dejarle un beso sobre la mejilla.
Se montaron en la motocicleta juntos, con el ofreciéndole su mano para ayudarla a subir como siempre lo hacía. No era un recorrido muy amplio, por lo que bastaron unos pocos minutos para quedar una calle detrás de su casa. Se despidieron entre un montón de besos y risas, con el alivio llenándoles el corazón al saber que no necesitaban estar separados más tiempo, y que todo parecía volver a la normalidad.
Dai escuchó el sonido del motor alejarse mientras caminaba a casa, y un peso se esfumó de sus hombros al darse cuenta de que ni el auto ni su padre estaban de vuelta aún.
Ahora todo estaría bien. Estaba segura.
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