𝟐𝟐/𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞/𝟐𝟎𝟎𝟓
Aquel viejo salón de arcade se había degradado de una forma terrible. El lugar en el que antes solía haber luces de colores parpadeando por todo el sitio en compañía de las risas de los infantes y adolescentes, ahora lucía apagado y lúgubre, con el poco mobiliario restante roto, las paredes cubiertas de telarañas y el único rastro existente de las máquinas eran las marcas cuadradas en el suelo donde los azulejos parecían ser más limpios y brillantes como si el tiempo no hubiese pasado por ellos.
Cuando se alió con Hanma este último había perdido la guarida de Moebius, si es que a aquel cuarto de hojalata podía llamársele así, por lo que se vieron obligados a buscar un sitio nuevo en el cual resguardar a los trescientos miembros de la ahora nueva Vallhala; entre una cosa y otra había terminado pasando frente al local ahora abandonado, y después de husmear un poco decidió que sería el sitio indicado para crear su era.
Conseguir al escuadrón anti-toman fue muy sencillo a como pudo pensarlo en primer instancia, en la correccional abundaban los chicos que tenían motivos variados en su contra, pero que al final terminaron coincidiendo en un mismo objetivo: la destrucción de la Tokyo Manji Gang.
El día anterior llamó a dos de los chicos que solían acercarse a él dentro del tutelar, no eran cercanos ni mucho menos, pero entre los tres solían ofrecerse protección mutua de los matones de mayor edad que seguían ahí esperando a ser transferidos a la prisión para mayores de edad; había acordado reunirse con ellos dentro de la guarida para poder ser finalmente recibidos como miembros del Vallhala.
Aparcó la motocicleta fuera del sitio y pasó la pequeña barandilla que habían colocado para que el lugar no fuera invadido por extraños y rio ante dicha ironía. El sitio, al estar completamente encerrado y sin ventanas, lucía completamente oscuro, y el aire parecía haber sido reemplazado por el humo del tabaco que terminó provocando que le picara la nariz. Se acercó al centro del sitio en busca de la persona que le había pedido reunirse con él en esa misma tarde y lo encontró sentado en un sillón viejo sobre una especie de tarima observando cómo los dos chicos que había reclutado el día anterior se daban de golpes entre ellos, aquello sería alguna especie de iniciación. Una sonrisa socarrona se formó en el rostro de este y bajó de un salto.
— Ya vale, creo que demostraron que son lo suficientemente duros. — un muchacho rubio que usaba mascarilla le alcanzó al más alto un par de chaquetas blancas tales como la que él vestía — bienvenidos al Vallhala. — un vitoreo se escuchó en el sitio y fue callado de forma casi inmediata por el muchacho — Kazutora, ¿qué tal?
Sintió como las miradas se dirigieron hacia sí mismo y la irritación le invadió el cuerpo — ¿para qué me pediste que viniera, Hanma?
— Ven, hablemos en privado — el más alto caminó hacía una de las puertas de atrás siendo seguido por el otro.
Una vez ahí, Hanma sacó del bolsillo de la chaqueta un paquete pequeño de tabaco, sacando un cigarrillo y colocándolo entre sus labios.
— ¿Y bien? — preguntó Kazutora con cierto fastidio
— ¿Dónde está el pez gordo que me prometiste, Kazutora?
— pronunció con algo de humo saliéndole de la boca — el tiempo se agota.
— ¿Baji? Está ocupado con la escuela, hablé con él ayer y me dijo que estaría aquí el martes.
— ¿Escuela? — preguntó el muchacho con un tono irónico — ¿qué? ¿después de ser cómplice de asesinato ahora le apetece ser un estudiante dedicado?
Kazutora rodó los ojos e intentó ignorar lo dicho — Si solo me querías aquí para eso, mejor me voy.
— Hey, hey, espera — el muchacho colocó la mano que sostenía el cigarrillo sobre su hombro
— ¿Qué?
— Recuerda que cambiarse de la Toman a Vallhala es como cambiar de religión, el comandante me ha pedido que sea especialmente duro con él.
— ¿Puedes ser más claro con lo que dices?
— Su iniciación no va a ser una simple pelea, Kazutora. Esto va en serio, si pudiera matarlo sería perfecto.
Al muchacho se le revolvieron las entrañas ante aquella frase. Por encima de todo, no quería que Baji también terminase con las manos manchadas de sangre.
— Lo va a llevar al límite, eso te lo aseguro.
— Eso me encargaré de juzgarlo yo, no quiero que nos traiga sorpresas y termine poniéndose en contra nuestra.
Kazutora lo miró con molestia — Baji jamás me traicionaría.
— Ya te lo he dicho, necesito estar seguro de eso y por eso es indispensable que haga lo que yo le digo, después de todo es un miembro fundador de la Toman, nadie sabe si esté guardando un as bajo la manga.
— Yo también soy un miembro fundador de la Toman, imbécil — dijo Kazutora mientras se removía sobre sí para quitarse la mano de Hanma de encima.
— Tú no eres parte de la Toman. — soltó Hanma tajante — fuiste exiliado, ¿recuerdas? No puedes pertenecer con ellos. Tu sitio ahora y siempre será Valhalla, Kazutora, si no estás aquí no estarás con nadie más.
— ... si no dirás nada más.
— Nah — soltó el mayor mientras apagaba el cigarrillo de un pisotón y sacaba uno nuevo — nos veremos luego, ya lárgate.
Kazutora aprovecho que se encontraba fuera y prefirió no volver, rodeando así el local para poder volver a su vehículo. Mientras se montaba, las palabras de Hanma le hicieron eco en el pecho.
— Con qué un exiliado, ¿eh? — dijo para sí mismo mientras arrancaba la motocicleta, dejando que sus pensamientos se clavaran en dicha frase.
Quería pensar que aquello se lo había dicho con intención de molestarlo y jugar con él, después de todo, quizás tenía razón de lo primero. La Toman le había dado la espalda hacía mucho tiempo, de eso estaba seguro y aunque una mínima parte dentro de sí aun sentía dolor por aquello, sabía que negar la verdad no valía de nada. Lo que realmente le calaba era lo otro: la seña sobre su soledad y la insinuación sobre Baji traicionándole; Hanma no lo conocía de nada, no era nadie como para saber si estaba en realidad solo, solamente abría la boca por molestar y no por tener pruebas de nada. Tampoco conocía nada sobre Baji como para poder considerarlo un traidor, habían estado juntos siempre y sabía que no había nadie más leal que él, jamás sería capaz de hacerle daño.
Conociéndole era probable que solo buscara fastidiarlo un poco.
Manejo un buen tramo hasta que se detuvo en un semáforo intentando despejarse la mente de las palabras dichas por su comandante momentos anteriores, probablemente necesitaría aislarse un poco para olvidarse de aquello. No estaba seguro de querer volver a casa, su madre estaba ahí y no tenía ganas de verla con la cara metida en el ordenador y sin hacer nada más. Baji estaría metido en sus propios asuntos como para caer con él y su madre a darles molestias, y Dai...
Quizás Hanma sí tenía razón en lo primero después de todo.
...
A lo largo de todo el día anterior y parte del actual solía venírsele a la cabeza la idea de llamarlo, verlo otra vez y sentirlo cerca al menos una última vez para poder disculparse y decirle que no quería dañarlo, pero era incapaz, seguía sintiéndose demasiado pequeña ante la magnitud de aquella situación de la que no sabía cómo sacarlo.
Había terminado metiéndose en una narrativa que no era suya, y sacar de ahí a uno de los protagonistas era una tarea demasiado complicada y que, sobre todo, no se sentía capaz de realizar.
Bajó las escaleras a prisa, dirigiéndose directamente a la cocina a tomar algo que necesitaría y posteriormente fue al salón, en donde la televisión era la única haciendo ruido.
— Iré al supermercado, ¿necesitas algo en especial?
Dai se había alistado para salir, sobre el hombro llevaba la bolsa en la que solía cargar las compras. Con el escaso tiempo que su padre tenía era ella quien se había vuelto la encargada de las cosas del hogar, siendo esta una de ellas, y el día anterior se habían quedado sin un montón de cosas de las cuales no podía prescindir, ir de compras era necesario en ese momento.
Kazuma, quien no había tenido que abandonar la casa desde el día anterior la miró de reojo desde el sofá, su vista estaba fija en un reportaje televisivo. Aun cuando tenía poco tiempo de estar en casa nuevamente, el hombre parecía no perder el tiempo en devorarse el catálogo de lo que pasaban en el cable.
— No — musitó — ¿quieres que te acompañe?
— Estoy bien así, tranquilo. — la muchacha sonrió mientras tomaba las llaves y luego se acercó a su papá para plantarle un beso en la mejilla — creo que iré al mercadito de la plaza que me gusta, la verdura les llega justo hoy y está más fresca que aquí cerca.
— Ve con cuidado — le dijo mientras sacaba unos cuantos billetes de su cartera y se los extendía — y llámame si me necesitas.
— ¡Claro, nos vemos! — pronunció la rubia mientras salía del salón rumbo a la puerta.
El trayecto de ida hacia allá era lo suficientemente largo como para permitirle pensar. Seguía sintiéndose decaída, pero una manera de dejar de lado el montón de pensamientos sobre él era ocupar su mente en otras cosas. El día anterior después de llorar con su padre había terminado haciendo la limpieza de casi toda la casa e incluso horneó un pastel de zanahoria para comer junto a él, era una de las muchas cosas que le gustaban de cocinar: el tiempo que le robaba y la paz mental que le obsequiaba.
Mientras se dirigía a aquel sitio no pudo evitar pensar en lo divertida que hubiera sido su compañía en una situación como esa: él llevándola en motocicleta hacia el mercadito, tontear un poco mientras elegía la fruta y compraba las carnes, verlo sonrojarse a la par que le insistía por cargar la bolsa de las compras. Había perdido todo aquello que ni siquiera había alcanzado a disfrutar, y ahora estaba solitaria, sentada en el metro mientras su mente se paseaba en ese montón de escenarios y el corazón se le oprimía dentro de su propio pecho, sintiendo su ausencia.
Bajó en la estación correspondiente y caminó unas cuantas cuadras rumbo al lugar. Había una zona en especial por la que le disgustaba pasarse; siempre había un olor espantoso a tabaco y un montón de sujetos con caras espeluznantes solían estar ahí fuera, y no era la excepción. Pudo divisar por el otro lado de la acera a un larguirucho que sostenía entre las manos un cigarrillo; y al final terminó pasando de largo como siempre.
Llegó a la plaza en pocos minutos y fue directo al lugar donde solía comprar los víveres, terminando en un dos por tres. Los vegetales y las frutas de aquel sitio eran los mejores de todo Tokio, de eso no tenía dudas. Al terminar sus compras salió del establecimiento y miró un poco a su alrededor. A pesar de ser domingo el lugar parecía bastante solitario, y pensó que a su padre no le afectaría mucho esperarla unos minutos más para la cena si se daba una vuelta por aquel sitio. Después de todo, subir un rato le sentaría bien para la mente.
Recomendación: escuchar la canción de multimedia o playlist (come back, be here (Taylor's version) – Taylor Swift)
Usó la ruta que ya conocía y llegó a la azotea del edificio, dejó la bolsa de compras en el suelo y se sentó al lado, casi al borde, con las piernas cruzadas, mientras dejaba que el viento le soplara contra el rostro a la par que removía los mechones de su cabello.
— ¿Qué harías tú si fueras yo justo ahora? — soltó para sí misma — ¿también te alejarías de mí o te quedarías conmigo, Kazu?
El sol brillaba en lo alto del cielo, iluminándole la piel y regalándole un poco del calor que el otoño y el próximo invierno comenzaban a llevarse. Sabía que estando en la soledad de aquel lugar, todo era mucho más fácil de expresar, y quería soltar todo aquello que sentía aun atorado en su pecho incapaz de salir por medio del llanto.
Miró hacia el frente, admirando el paisaje de aquella zona, mientras encontraba las palabras para continuar.
— Yo de verdad te quiero — dijo con la voz en un hilo — lo hago como nunca he querido a nadie, y nada de lo que te he dicho antes es mentira... es solo que no se que hacer. No creo que seas una mala persona ni muchísimo menos, eres un chico increíble, y creo que las cosas que pasaron antes no son un motivo para juzgarte justo ahora, es del tú actual de quien terminé enamorándome, después de todo — una sonrisita se apoderó de su rostro mientras las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas — yo solo... tengo miedo de en quien te estás convirtiendo a causa de todo esto, no quiero que el Kazutora que quiero se vaya, pero... creo que ya lo perdí.
Dejó de contener el llanto hasta ese momento mientras los sonidos de los pájaros que sobrevolaban aquel cielo azul se volvieran los únicos testigos del testimonio que salía de sus labios.
— Te extraño mucho, Kazu. Y lo siento mucho por todo esto, espero que sepas que no intento hacerte daño, yo jamás intentaría lastimarte, ¿lo sabes, no? Si todo esto estuviese en mis manos las cosas jamás hubieran sucedido de esta manera. — se limpió las lágrimas que caían de sus ojos con el dorso de su mano — Lamento mucho todo lo del trece de agosto, lamento que hayas vuelto a las pandillas, lamento que los demás te hayan hecho tanto daño, lamento que mi papá me haya contado sobre ese estúpido informe, lamento no ser capaz de protegerte de todo lo que está sucediendo, lamento saber que te estoy haciendo daño... y lamento que yo haya sido tan cobarde como para no atreverme a estar contigo justo ahora, si... si me hubiese atrevido... yo...
Otra corriente de lágrimas la abrumó, interrumpiendo su discurso por unos momentos. Al dejar salir sus lágrimas su pecho parecía dejar de dolerle al menos por los segundos en los que estas brotaban, sin embargo, los ojos le dolían debido al montón de llanto que había derramado en los últimos días, y la nariz comenzaba a taponársele más rápido que antes.
— Dime si existe una manera de sacarte de todo esto, por favor... — sollozó la rubia en un tono de súplica — no quiero ser yo quien te haga daño, pero esto también me está haciendo daño a mí, ¿qué se supone que haga ahora? No puedo dejar de tener miedo de todo esto tan fácilmente, pero tampoco quiero que tú te vayas.
...
Ningún sitio le brindaba tanta paz como aquel que había descubierto con ella, pero aun no había descubierto si era su presencia la que lo tranquilizaba, o si las meras vistas desde aquel lugar conseguirían calmarlo aunque sea en soledad.
Después de dar algunas vueltas, terminó yendo ahí. Aparcó la motocicleta y caminó siguiendo la ruta que ella le había enseñado antes, sintiendo un vacío en la palma de su mano al caminar. Las cosas en aquel lugar parecían mucho menos brillantes cuando no estaba sintiendo su presencia al lado, o escuchándola parlotear con esa sonrisa que tanto disfrutaba ver. No podía evitar sentirse vacío.
Subió las escaleras y quedó de pie frente a aquella puerta de metal oxidado, y cuando estuvo a punto de abrirla, escuchó una voz familiar al otro lado. Era imposible no reconocerla.
— Te extraño mucho, Kazu. Y lo siento mucho por todo esto, espero que sepas que no intento hacerte daño, yo jamás intentaría lastimarte, ¿lo sabes, no?...
Sus palabras lo dejaron helado. Una parte de sí ansiaba abrir la puerta y correr hacia ella, estrecharla y echarse a llorar mientras se disculpaba por haberla asustado y haberse portado tan imbécil, quería prometer que se alejaría de todo aquello, que ahora serían solo ellos dos y nadie más. Pero una presión en el pecho lo retuvo tras la puerta, sabía que si hacía aquello corría el riesgo de que Dai se negase, y si ella hacía eso iba a terminar de romperlo más aún.
Decidió quedarse ahí, escuchando las palabras que ella le soltaba al viento y que al final habían terminado llegando a él por pura casualidad.
— No entiendo nada de esta guerra que estás peleando, y dudo que algo que yo hiciera fuese suficiente para hacer que te alejaras de esa batalla, Kazu... Quizá si yo hubiese sabido quererte mejor estarías al lado mío ahora.
Pudo escuchar como otra ola de lloriqueos salían de su boca y la impotencia se apoderó de todo su cuerpo. No podía hacer nada... estaba consciente de que una parte de él la quería solamente a ella y hubiese sido perfectamente capaz de mandar al diablo todo lo demás, pero no confiaba en sí mismo, y temía que en el momento en el que cualquier mínima cosa lo hiciera volver a caer en el deseo de venganza pudiera lastimarla aun más. No era digno de fiar, ni mucho menos de ella.
Se pasó una mano por el cabello dudando un último segundo en si aparecerse por ahí sería prudente o no.
— Ojalá no me odies por esto nunca... yo de verdad lo lamento.
Sus palabras se le clavaron como un puñal en el estómago. Jamás sería capaz de odiarla, en ningún momento o circunstancia, pero sabía que no podía prometerle que sus acciones no terminarían generando que fuera ella quien terminara odiándolo, y eso era algo que quería evitar a toda costa.
Antes de que las cosas tomaran ese rumbo, sabía que si en algún momento llegaba a sentirse solo, la rubia estaría ahí con los brazos abiertos, esperándole y consolándole tan solo con sentir su compasiva mirada sobre él, ayudándolo a mejorar poco a poco, pero ahora las cosas se habían torcido de la peor manera. Aun con la escazas del tiempo que había estado juntos, Dai se había vuelto su hogar, su refugio ante cualquier tormenta, su luz y el brillo de sus ojos. Y ahora parecía haber sido el mismo quien había apagado ese resplandor que ella le daba y desintegrando su hogar.
Se pasó una mano por el cabello y suspiró mientras comenzaba a bajar las escaleras.
— El cobarde en esta historia soy yo. Perdóname por hacerte sentir todo esto, Dai.
Hola! me paso rápido por aquí para comentarles que si les gusta el personaje de Hanma, la bonita de Tsumi_Batsu_ tiene una historia sobre él que está uffff, yo la amo oigan. La trama es buenísima (lo digo yo que soy re picky con esto jsjsjs) y justo hoy hizo un crossover con mi one shot de Kazu, High enough. Denle una oportunidad y les juro que no se van a arrepentir.
En fin, espero que les haya gustado el cap. No olviden comentar y votar que siempre se agradece, lxs quiero<3
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