𝐄𝐥 𝐡𝐚𝐥𝐥𝐨𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨.
El sonido de los golpes, los gritos, pisadas corriendo frenéticamente sobre metal oxidado. Olor a sangre, a humedad y a tierra impregnaban el sitio. El sol se mantenía aún en pie, como uno más de los espectadores, mientras el caos habitaba en el lugar. Personas tumbadas, golpes al aire, narices rotas y huesos con fracturas. Cansancio, miedo, sangre, más sangre. Patadas, defensas, y personas disfrutando de aquel espectáculo colmado de ira y adrenalina.
La pelea había comenzado, y él parecía un cazador en busca de su presa.
Ejecutó el plan con astucia. Vio a dos de sus lacayos tomarlo por el torso y las piernas, reteniéndolo para él, tal y como si fuera un trofeo, una presa en bandeja. Apretó entre sus manos aquel tubo de metal oxidado y caminó hacia él, disfrutando de cada momento previo a su victoria. La deliciosa ironía de ahora ser el quien lo miraba por encima del hombro, completamente indefenso. No dudó ni un segundo más, y saltó desde el techo de un automóvil en dirección a él.
El caos en el lugar fue reemplazado por el sonido de un golpe en seco, como si algo se rompiera con fuerza. Una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo, y sintió unas gotas de sangre salpicar en su dirección. Sonrió, completamente satisfecho. A lo lejos, escuchó el grito en seco de Draken, que terminó provocándole aun más placer. Su respiración se agitaba, jadeando de vez en cuando. Los murmullos de los espectadores declarando la derrota de la Toman aumentaron su confianza, y se sintió como un ganador por primera vez.
El cuerpo tendido de Mikey era el símbolo de victoria que le hacía falta. Pero contra todo pronóstico, aquel cuerpo inmóvil reaccionó, haciendo el intento por ponerse de pie mientras la sangre brotaba de su frente herida, soltando para él palabras que se sentían como cuchillas hundiéndose sobre su piel.
— Dime una cosa... ¿soy tu enemigo?
La sola insinuación de lo contrario lo hizo sentir molesto.
— Yo... estoy sufriendo por tu culpa.
Y todo volvió a su mente otra vez. El robo. La frialdad de una celda, la crueldad de los jueces y de los policías. La dureza de la cárcel y los dos años que había perdido encerrado tras los barrotes, los golpes del resto de reos, de los guardias. Alejar a Baji de su lado, y hasta perderla a ella. Si desde un momento él hubiera dejado de ser el mocoso caprichoso de siempre, si lo hubiera dejado seguir solo, si no se hubiera encariñado de él... todo en su vida hubiera sido mejor si Mikey jamás hubiera existido, ¿y aun así era capaz de insinuar que no era su enemigo? ¿Qué las cosas no eran culpa suya?
Otro enfrentamiento. Un montón de golpes más sobre su frente, gotas de sangre salpicando sobre su rostro, tiñendo también aquella chaqueta blanca con puntos carmesí que serían la muestra de su victoria ante los demás. Con cada choque de aquel tubo contra su rostro, estaba más cerca de enterrar el pasado, de que el culpable de toda su miseria al fin desapareciera.
— ¿Es por eso por lo que mataste a mi hermano?
El muchacho se liberó del agarre de los otros dos. Kazutora miraba atónito. No, no, no. Era imposible, no podía arrebatarle su victoria de esa manera, aquello por lo que había estado aguardando tanto tiempo no iba a ser tomado de sus manos con tanta facilidad. Estuvo a punto de huir para evitar el golpe, hasta que sintió algo impactar contra su cabeza. Su cuerpo cayó de lleno contra metal, y todo se volvió negro.
...
Corrió, pasando desapercibido entre la multitud, con un tubo de metal entre las manos, listo para atacar. Encontró a su objetivo en la cima, y nunca se sintió más determinado que en ese momento.
Baji había llegado justo a tiempo.
Pegó saltos sobre la superficie, abriéndose paso hasta llegar a él de la manera más sigilosa que pudo. Lo encontró tan ensimismado en su propia grandeza, que sorprenderlo por detrás no fue ningún problema.
El plan de Baji era simple: deshacerse de Kisaki a como diera lugar. No se retendría por nada del mundo, dejaría salir de su cuerpo toda la rabia que había acumulado contra él, por meterse con sus amigos, con Mikey, con Kazutora, con él. Disfrutaría cada segundo en el que estuviera partiéndole la cara hasta que sus golpes le hubieran desfigurado el rostro. Se lo había ganado a pulso.
Escuchó los gritos de sus excompañeros, y sintió su corazón encogiéndose en el puño. No sabía cómo explicarles que no quería hacer eso, nunca quiso herirlos ni hacerlos pensar que los odiaba, era todo lo contrario, pero esa lo mínimo que debía hacer para intentar remediar las cosas. Para poder unirlos de nuevo. Se distrajo, y sintió un jalón sobre la chaqueta que terminó tirándolo cuesta abajo, incorporándose inmediatamente.
Estaba a punto de volver por él, hasta que Chifuyu se colocó en frente. No quería tener que volver a herirlo, su rostro aun seguía bastante magullado por la última vez, incluso había un parche en su ojo. Intentó lastimarlo, hiriéndose a sí mismo en el proceso, pero no dio resultados. Sabía de su lealtad y apeló a ella, finalmente funcionó. El alivio lo acogió al ver que el muchacho fue incapaz de detenerlo más tiempo y estuvo a punto de seguir adelante, hasta que un par de brazos comenzaron a rodearlo por el torso.
Takemichi intentaba detenerlo. No entendía que volvía a ese chico tan obstinado, sin embargo, se rehusaba a dejarlo ir. No tuvo mayor opción que darle un golpe directo en la nuca, esperando librarse de su agarre y también disculparse en algún futuro. Dos ocasiones seguidas en las que se iba contra él, y seguía esperando que el muchacho no lo odiara. Era demasiado obstinado, y aun sostenía su cuerpo con fuerza mientras Baji intentaba caminar.
...
Kazutora recuperó el conocimiento más temprano que tarde, abriendo los ojos con pesadez y sintiendo una contusión fuerte en la cabeza. Recordó ser derribado y la humillación consumió su pecho. Estaba demasiado cansado, pero no podía rendirse, debía seguir peleando, sobre todo si Mikey estaba débil aún. Se incorporó con dificultad, y sintió su teléfono vibrando en su bolsillo. Lo tomó pensando que quizá sería su madre, pero la voz masculina al otro lado de la línea eliminó dicha posibilidad.
— ¿Hola?
— Baji nos traicionó — Hanma soltó aquella frase sin previo aviso. Kazutora sintió como si algo dentro de si comenzara a romperse.
— No... ¿cómo? Él...
— Intentó atacar a Kisaki para defender a Mikey. Estabas inconsciente. Estuvo de su lado todo este tiempo.
— No, es un error.
— No lo es, Kazutora. Te lo dije cuando recién se unió a nosotros, era posible que nos traicionara.
— Pero...
— Acabalo.
Su cuerpo se heló. Pasó saliva con dificultad mientras sus piernas flaqueaban, intentando mantenerse en pie.
— ¿Eh?
— Te traicionó. Nunca quiso pelear a tu lado, solamente quería humillarte para volver del lado de Mikey después. Los dos van a matarte.
El chico estaba paralizado en su sitio. No era posible. Baji jamás podría dañarlo, era el único que no lo había dejado solo. Sin embargo, por su cabeza pasaron todos los momentos en los que su amigo se empecinó en detener la batalla, hacerlo cambiar de opinión, retándolo una y otra vez, utilizando todas las excusas del mundo con tal de convencerlo de dejar la pelea. Por eso se había alegrado tanto cuando el mismo decidió no luchar, porque así el y Mikey tendrían el camino libre para ir contra él, para hacerlo pagar por culpas que no eran suyas, que no quería seguir cargando. ¿Ese era su verdadero plan? ¿hacerlo creer que las cosas mejorarían para poder debilitarlo y atacarlo por la espalda?
¿Baji de verdad era su amigo, o había estado fingiendo todo ese tiempo?
— ¿Vas a tolerar que la gente siga dañándote, Kazutora? ¿dejarás que Baji también se salga con la suya? ¿Qué te vea cómo a una hormiga?
No. No lo haría nunca más. Nadie volvería a mirarlo de esa manera.
Kazutora colgó el teléfono, intentando retener sus lagrimas dentro. Guardó el aparato en el bolsillo del pantalón, y buscó a tientas el arma que había obtenido con anterioridad para cuando fuera el momento indicado. El filo de la navaja fue acariciado sutilmente con la yema de su propio dedo.
Sintió como quizás la única parte de su alma que permanecía viva se rompía en mil pedazos. La oscuridad se tragaba lentamente todo su cuerpo, despojándolo de su razón, de su humanidad, dejándolo solamente lleno de una rabia enceguecedora junto a la ira que recorría frenéticamente la sangre en sus venas, la poca vida que le quedaba, el último rastro de cariño, todo había desaparecido en la llamada. La persona que pensaba lo había rescatado de la soledad era quien ahora lo empujaba nuevamente al abismo. Volvía a ser incapaz de llorar, lo único que deseaba en aquel momento era verlos muertos a todos. Creía que si conseguía deshacerse de ellos, aquel terrible sentimiento de soledad que lo consumía por fin habría de abandonarlo.
Mikey, Draken, Pahchin, Mitsuya, Baji, Dai, sus propios padres. Todo el mundo lo había dejado solo, completamente a su suerte. Nadie nunca había sido capaz de amarlo, todo el mundo siempre iba detrás de un mismo propósito: usarlo, hacerle daño, humillarlo, lastimarlo hasta que sintiera el dolor como si todas sus entrañas sangraran. Y no permitiría que nadie más se acercara a él nuevamente, nadie más iba a volver a lastimarlo, y todos los que lo habían hecho alguna vez pagarían con el mismo dolor y la misma pena que a él lo consumía.
— ¿Tú también vas a traicionarme, Baji?
Empuñó el arma con determinación, y en sigilo buscó a su presa. Lo encontró siendo sostenido por Takemichi, era ahora o nunca.
Se escabulló a escondidas, aprovechándose del ajetreo de toda la situación para no ser visto. Baji estaba de espaldas a él, y Takemichi miraba en otra dirección. Era hora. Al fin sería capaz de poner fin a todos aquellos que lo habían herido antes, empezando por él: el que había fingido entregarle una mano amiga para después atacar, el que lo había hecho volver a confiar en las personas y ahora lo traicionaba. El que creía era el mejor sujeto que había conocido, hasta ese momento.
Tomó impulso, sacó el arma de su bolsillo y la sostuvo con ambas manos para no perder el agarre. Vio su espalda por última vez, y en cuestión de segundos, la hoja afilada se incrustó lentamente por la espalda del pelinegro, quien parecía haberse paralizado. Emitió un jadeo, y Kazutora, sin dudarlo, enterró la navaja con más fuerza de la que creía tener. Sus manos se empaparon de un líquido rojizo y caliente.
— Muere, Baji.
Sintió un empujón contra su propio cuerpo, haciéndolo salir disparado a unos metros. Su cuerpo rodó por el áspero suelo y una mano lo tomó por el cuello de la camiseta, levantándolo sobre sus rodillas.
— ¡Kazutora! ¡¿Qué demonios crees que haces?!
No entendía nada, sus manos temblaban y su mirada era borrosa. Sudaba mientras su corazón se aceleraba cada vez más. Se hizo consciente del arma sostenida por una de sus manos, y de reojo vio el líquido rojizo deslizándose por el filo de la navaja, así como a Baji sosteniéndose en pie, mirándolo fijamente. Su mirada consternada intentaba encontrar una razón lógica de lo que había hecho, pero eso era algo que ni el mismo Kazutora comprendía.
¿Qué había hecho?
— Baji... tiene la culpa. Baji es...
Volvió a ser arrojado al suelo, y entró en un trance de recriminación mientras balbuceaba palabras sin sentido, intentando eliminar el peso de sus acciones de encima de sus hombros. Estaba en shock, ¿qué acababa de hacer? ¿por qué lo había hecho? Era un imbécil, ¿acaso alguna vez dejaría de destruir con sus propias manos todo lo que amaba? Siempre terminaba siendo él mismo quien acababa con su propia felicidad y alegría. No era ningún dios vengativo, ni ninguna otra persona, siempre era él, él y sus impulsos, su estupidez, su rabia que le impedía ver más allá. Se sintió asqueado, su estomago se revolvía mientras intentaba seguir cuerdo. Tenía que acabar con Mikey, pero ¿qué sentido tenía eso ahora? ¿realmente le serviría de algo? Había perdido a su pilar, su otra mitad, su compañero y la única mano amiga que le quedaba en la vida. ¿Por qué fue tan iluso como para creer que Baji realmente quería herirlo? si él siempre había sido el único que procuraba su bienestar, la persona que le había abierto las puertas de su hogar para refugiarse de sus golpes y heridas, la única persona que creyó en él realmente.
— Hasta aquí llegué.
La voz de su amigo lo hizo reaccionar, solamente para verlo desplomándose, escupiendo sangre y perdiendo el conocimiento.
¿Qué había hecho?
¿Lo había matado?
— ¡Kazutora! — el mismo que lo había tomado por la camisa antes volvía a gritar su nombre.
Sintió las miradas de todo el mundo posarse sobre sí. Odiaba esa sensación, la de ser juzgado por todo el mundo. Necesitaba un momento, era capaz de explicarlo todo, tenía que decir qué él no quería, que jamás le haría daño, pero sabía que nadie estaba dispuesto a escucharlo, y él único que quizás lo hubiera hecho ahora estaba tendido sobre una superficie de metal, muriendo lentamente. Sintió su cuerpo perder las pocas fuerzas que le quedaban, y la razón abandonándolo una vez más.
— Pero, no... yo... no... no está...
Era incapaz de explicarse, por más que lo intentaba. No daría frutos, no funcionaría. Por más que lo negara, nada, por más que intentara convencerse de que no lo había hecho, esa estúpido negar lo obvio.
Kazutora había matado a Baji.
Volvió a estancarse en sus propios pensamientos, de decepción, de ira, de asco, todo contra sí mismo. Se odio más que nunca en aquel momento. Se arrepentía profundamente, no entendía lo que había hecho, porque lo había hecho, era un imbécil, un agujero negro que consumía todo aquello que lo hacía feliz para terminar destruyéndolo con sus propias manos. Él mismo era la peor arma existente en su contra.
Murmullos y más murmullos, sonidos de golpes de los cuales él no se percató. Hasta que la voz de él lo hizo volver a la realidad.
— Quería matarte, lo he deseado desde que saliste del correccional — murmullos aledaños a su silueta lo rodeaban, sin embargo, Kazutora se había hundido tanto en sus propios pensamientos que era incapaz de distinguir que era parte de ellos, y que seguía siendo real — y la única persona que me convenció de no hacerlo, era Baji.
Su mente se rompía a la par de su cordura, su pulso se aceleraba, sus manos escocían, el aire se escapaba de sus pulmones. Sudaba, temía. ¿Lo había hecho? ¿por qué? ¿por qué había asesinado a su último rezago de luz? A lo único que podía seguir manteniéndolo vivo. No entendía nada. Sus manos manchadas de sangre le impedían pensar con claridad.
Un estruendo, pasos despavoridos alrededor suyo. Y de repente el apareció en frente, con un rastro de sangre bajando por su frente. Su mirada fría se clavo contra su propio cuerpo, era hora de decidir su destino, de afrontarlo.
¿Vivir así valía realmente la pena?
— La traición es parte del ser humano — musitó, recriminando contra su persona — Acabemos con esto, Mikey. O mueres tú, o muero yo.
No pudo alcanzar a procesar sus propias palabras. Un golpe atestó contra su cabeza, seguido de otro más, cada uno con mayor fuerza que el anterior, impregnados de odio, rabia. Mientras hacía el amago por ponerse de pie veía de reojo los ojos negros vacíos que lo miraban antes del siguiente impacto.
— Si solo vas a destruir lo que me importa... acabaré contigo ahora mismo.
Quedó tendido en el suelo, y sintió un peso subir a su regazo. Mikey lo tomó por el cuello, impidiendo el paso del aire a sus pulmones a la par que arremetía contra su rostro. Pudo escuchar el hueso de su nariz haciendo ruido al mismo compas del cascabel, con el son de la ira de Manjiro. Fue contra sus ojos, sus mejillas, su boca. Un sabor metálico embriagaba su paladar mientras se esforzaba por seguir respirando.
Iba a morir dentro de poco, y sabía que lo tenia bien merecido. Una persona como él, que solamente se esfuerza por destruir todo aquello que ama, todo lo que le da algo de bienestar, que vive solamente para hacerle daño a los demás no merecía seguir de pie en la tierra. Baji lo merecía más, él era una mejor persona, tenía tanto para dar al mundo, y él le había robado la oportunidad de crecer, de seguir adelante con su vida.
Escuchó a los demás hablando entre sí, pero nadie hacía nada. Lo entendía, no podía pedir lo contrario, merecía el odio y la indiferencia de los demás, el abandono, y la soledad que tanto temía. Las únicas personas de su vida que realmente hubieran hecho algo por él lo habían dejado, todo como resultado de sus propias acciones.
No supo si el recuerdo era meramente el producto de su agonía, o un último recordatorio en sus momentos finales sobre el mal que había causado, pero volvía a su memoria aquella noche de agosto, en donde mientras se esforzaba por no desplomarse mientras sus manos volvían a gotear sangre, Baji fue el único para él, prometiendo estar con él durante el infierno que les seguiría de ahí en adelante. Las pocas fuerzas de su corazón lo hicieron contraerse en una punzada de dolor, mientras gotas de dolor nacían en sus ojos.
"Es verdad... siempre ha sido así. Dijera lo que dijera, Baji siempre estuvo conmigo. Parece que acabé destruyendo lo que más me importaba.
Perdóname, Baji. Iré contigo dentro de poco..."
Kazutora cerró los ojos, dejándose llevar por su aflicción, encontrando la paz que tanto había estado buscando en la muerte, que estaba cada vez más cerca de alejar de su persona del dolor del mundo material. Sus extremidades comenzaron a hormiguear, y sus sentidos fueron cubiertos de calma. El daño físico se sentía cada vez menos, aun cuando la fuerza de los golpes incrementaba.
Estaba listo para morir.
Y de repente, la muerte se alejó de él para abrazar por detrás a alguien más.
Volvió a escuchar su voz por una última vez, y su sonrisa iluminó el mundo en un instante fugaz antes de sacar del bolsillo su arma.
El plan de Keisuke Baji jamás fue morir.
Si había llevado consigo aquella navaja, era porque su plan inicial era cortarle la garganta o perforarle el estómago a Kisaki, lo que tuviera oportunidad de hacer primero. Pero las cosas habían terminado torciéndose de manera que, mientras agonizaba, no pudo enojarse con Kazutora por haberle hecho daño, sino con Kisaki por haberlo lastimado tanto, a tal punto que sentía que hasta él estaba en su contra.
Sabía que lo único capaz de resolver aquel conflicto sería el sacrificio, porque si él vivía, Kazutora iba a atormentarse el resto de sus días por lo que había intentado hacer, y así Mikey jamás sería capaz de perdonarlo. Y si al menos él entregaba su vida a cambio de su paz, sabía que no estaría solo, cerca o lejos habría una persona en el mundo velando por su bienestar.
Baji sabía que Kazutora había estado sufriendo toda su vida; los constantes golpes, rechazos, y humillaciones que se hacían compañía con su tristeza, su ansiedad y su soledad. Por lo que no le importaba sufrir por unos minutos de esperar que la muerte lo recogiera si eso garantizaba que su mejor amigo al fin encontraría la paz que él mismo esperaba encontrar con su muerte. Le temía, y lamentaba con todo su corazón el dolor que sabía que estaba a punto de provocar, pero sabía que iba a ser incapaz de seguir viviendo con el peso de haberse fallado a sí mismo y a los demás el juramento que habían hecho aquella tarde fuera del templo.
Reunió todas sus fuerzas para levantarse y caminar hacia ellos, regalándole un último gesto de amistad a Mikey, deteniéndose frente al que se había vuelto su otra mitad para ser capaz de verlo por última vez en vida.
— No te preocupes, Kazutora, no serás tú quien me mate.
Su vista comenzó a nublarse mientras el dolor de la puñalada recorría todo su cuerpo. La introdujo lo más profundo que fue capaz de hacerlo, y sintió sus manos mancharse de un tibio líquido carmesí. La muerte acogió su alma entre sus brazos, mientras que Chifuyu lo sostenía con cuidado para no lastimarse aún más.
Los minutos se sintieron como horas. De repente, aun tendido en el piso, atónito por lo que acababa de presenciar, pudo ver de reojo como su cuerpo se envolvía en el abrazo de Chifuyu, y ante el silencio que los había envuelto consecuencia de la conmoción, escuchó un último suspiro salir de sus labios.
Quizá, el único lamento de Keisuke Baji antes de morir, fue pensar en la tristeza que sentiría su madre cuando se enterara de todo. Rogó al cielo que ella pudiera entenderlo, y agradeció durante sus últimos instantes el saber que lo que había hecho era suficiente como para mantener unidos a todos los trozos de su corazón.
Un grito desgarrador se tragó la ausencia del sonido, y sintió su corazón romperse en mil pedazos a la par que dentro de su alma se creaba un hueco que sabía que jamás podría volver a completarse.
Lo había perdido.
El dolor se apoderó de cada uno de los centímetros de su cuerpo y deseó con todas sus fuerzas ser capaz de tomar su alma del más allá e intercambiarla por la suya, finalmente había destruido aquello que más amaba, quien había estado con él incondicionalmente, su par; la vida se le desvaneció del cuerpo en los minutos más largos y tortuosos que había presenciado en toda su vida. ¿Cómo iba a continuar? ¿Tenía motivos para hacerlo realmente?
¿La vida sin Baji y sin ella realmente valían la pena? ¿Seguir adelante con sus ausencias era realmente vida?
La respuesta le atestó de golpe en el pecho y se le clavó como un puñal.
Se levantó del suelo, dispuesto a afrontar el destino para el cual él mismo labró el camino, dejó de temerle a la muerte y temió más al dolor de una vida volviendo a estar solo, no tenía más que perder y al menos de esa manera, volvería a reunirse con uno de sus dos pilares, aun si fuese en el infierno.
Habló sin entender por completo lo que dijo, y la respuesta fue uno, dos, tres, cuatro golpes más sobre su cuerpo. Deseaba que las cosas se apresuraran, que su vida se esfumara de él lo más pronto posible para dejar de lidiar con el dolor. La calma del más allá seguía gritando su nombre, incitándolo a acercarse cada vez más. Imaginó a Baji recibiéndolo en las puertas del infierno, y pensó que quizá en vida jamás encontró un hogar donde estar porque siempre había pertenecido ahí.
Un hogar...
Su recuerdo volvió a su mente otra vez, tal como por la mañana. Múltiples imágenes de la chica rubia vagaban por su mente. Aquella única persona que había sido capaz de quererle sin importar nada, que lo había tomado entre sus brazos, acompañando su pena y cuidándolo en su aflicción. Todo en ella se sentía como un sedante, alejándolo del dolor y embriagándole el alma de cariño, de luz. La única persona que había hecho sus ojos brillar otra vez, que lo había acogido y refugiado del mundo que estaba en contra suya.
Durante toda su vida creyó que al momento de su muerte nunca nadie lamentaría su partida, hasta que, mientras los puños impactaban nuevamente sobre su cuerpo sus ojos inyectados en tristeza vinieron a su mente. Sentía profundamente marcharse sin haber recibido su perdón, pero esperaba que ella lo entendiera. Y que si la conexión que alguna vez ambos crearon con el otro era tan fuerte como creía, algo fuera capaz de hacerla sentir su amor desde la distancia.
Y de repente, el dolor cesó. Otra pelea en la que él no era el contrincante comenzó, y una voz se pronunció con determinación ante todos los presentes.
— ¡Para evitar morir en manos de Kazutora eligió quitarse la vida! ¡Porque no quería que Kazutora se sintiera culpable! ¡Porque quería que perdonaras a Kazutora! ¡Porque los quería! ¡Por eso tomó esa decisión!
... ¿Perdón?
El peso de las palabras de un herido Takemichi pareció llenar su pecho.
Hasta ese punto de su corta edad, nunca creyó completamente en la culpa de sus acciones, mucho menos en merecer el perdón de alguien por el dolor que había ocasionado. Pero Baji había entregado su aliento, sus sueños, y sus años por venir con tal de que su alma descansara en paz sin necesidad de perder su propia vida. Baji lo había amado tanto que fue capaz de entregarse a sí mismo por su bienestar, por su existencia, porque creía en su persona y en lo que era capaz. Él reconoció su culpa, pero también su bondad, su luz atrapada en la oscuridad. Baji sabía que Kazutora no era el monstruo desalmado que el mundo veía cuando se hacía presente en algún lugar. En él, Baji veía una mano amiga, una infancia recorrida en compañía, veía su mitad.
Y solo en aquel momento, Kazutora Hanemiya fue capaz de verse a sí mismo como una persona; no como un monstruo, no como un estorbo, no como un asesino. Comenzó a creer en su luz. Sabía que si Baji se había sacrificado por él, él debía entregar lo equivalente para que su muerte no fuera en vano. Debía seguir adelante, no por sí mismo, sino por ambos. Sabía que debía buscar el perdón por el que tanto había sacrificado, y para poder hacerlo de la manera en el que él lo hubiese deseado, había un primer paso.
Antes de poder decir algo, escuchó las sirenas de la policía sonando a lo lejos. Las personas comenzaron a retirarse de poco a poco, y se acercó al cuerpo en el suelo. Sabía que alguien debía hacerse cargo de las cosas, y eso era lo menos que le debía a todos.
— Me quedaré con Baji. Ustedes váyanse.
— Kazutora...
— Yo causé todo esto. — tomó una bocanada de aire, aliviando su respiración y dejando salir un peso que se había instalado en sus pulmones durante años — Quiero asumir la responsabilidad.
— Entiendo.
Los restantes comenzaron a caminar hacia la salida, ayudándose los unos a los otros a andar debido a las heridas del combate. Kazutora vio a Manjiro alejarse de él, y levantó la cabeza, dispuesto a, por primera vez, enfrentar contra él el peso de lo que había sucedido dos años atrás.
— Mikey — el rubio se detuvo a escucharlo, sin dirigirle la mirada. Kazutora suspiró — No voy a pedirte que me perdones. Ni por lo de Shinichiro, ni por lo de Baji. Pero cargaré con la culpa de por vida.
La cruz en su espalda cayó al suelo mientras inclinaba la mitad de su cuerpo en dirección a Manjiro, con las manos detrás. Nunca buscó hacerle daño a Mikey, y aunque por tanto tiempo fingió sentir contra él todo el odio que en realidad guardaba para sí mismo, eso era lo mínimo que podía hacer después de tanto daño ocasionado. No recibió respuesta alguna, pero no hizo falta. Por primera vez en quince años, su alma se sentía aliviada. Libre.
Tomó asiento al lado del frío cuerpo de Baji. Su piel apagada era incapaz de reflejar todo lo que sabía que alguna vez había sido en vida, y el llanto volvió a hacerse presente, haciéndolo jadear mientras recordaba la promesa que se habían hecho alguna vez. Una amistad sin costo ni beneficio, una compañía eterna... Kazutora al fin estaba dispuesto a cumplir lo que alguna vez, el pilar de su vida le prometió. Baji se había quedado con él hasta el final, y él haría lo mismo por él.
...
— ¿Eso es cierto? ¿Soy una apuesta? ¡¿soy una puta apuesta?!
— ... Sí.
— Odio a ese sujeto
Kazuma estaba tumbado en el sofá más amplio de la sala junto a Dai, quien sostenía entre las manos un tazón de palomitas. Su fiebre había disminuido, y él se había quedado junto a ella después de darle algo de medicina para cualquier gripe que pudiese haber contraído la noche anterior. Ambos habían decidido ver la película favorita de los dos para pasar el día de manera más tranquila. El mayor tomó un puñado de palomitas y lo introdujo en su boca.
— Yo no — la chica imitó su acción — al final cambió, no es un mal tipo. La gente cambia. — su padre la miró con desaprobación — ¿qué? el verdadero villano es el otro tipo, lo manipuló.
Estuvo a punto de decir algo, hasta que el comunicador que solía llevar siempre en el cinturón comenzó a vibrar. Se levantó del sofá y Dai puso pausa a la cinta mientras lo veía hablar. Colgó en menos de dos minutos y posteriormente tomó su saco del perchero, colocándoselo.
— Tengo que irme, hubo un incidente a las afueras de la ciudad y hay un muerto. Me necesitan.
— Oh... está bien — una sensación incómoda inundó a la muchacha — ¿quieres que la continuemos más tarde?
— Claro. Si vuelves a sentirte enferma llámame, pero con lo que tomaste antes debería ser suficiente — Kazuma se acercó, dejándole un beso sobre la frente — ten cuidado, no le abras a nadie.
— Está bien, te veo en un rato.
Él hizo un gesto con la mano a modo de despedida y salió, cerrando la puerta tras de sí. Dai sacó la película del reproductor y la colocó cuidadosamente en su empaque, buscando entre la colección algo más que ver. Encontró por ahí una película americana que sabía que no era del total agrado de su papá, y terminó introduciéndola en la ranura del reproductor, tumbándose nuevamente en el sofá mientras los créditos iniciales daban inicio.
Devoró las palomitas y enfocó su mente por completo en la película. No quería sentirse mal de nuevo, ni quería seguir llorando, estaba demasiado harta de las jaquecas así como de las noches sin dormir, pero sabía que si daba rienda suelta a sus pensamientos, sin duda iba a terminar pasando otra mala noche.
Enfocó su atención de lleno en la televisión. El filme estaba a punto de terminar, unas dos horas habían pasado desde que su padre se había marchado, por lo que no le quedaba mucho por ver. La palpable tensión del momento entre los protagonistas se vio interrumpida por la llamada telefónica que entraba. Bufó con molestia y respondió.
— ¿Qué pasa?
— La madre de Ima va a recogerte en casa, arregla tus cosas. Pasarás la noche con ellas. No te muevas hasta que llegue.
— Hey, no hace falta, sé sobrevivir sola. — rio un poco
— Es diferente. No sé si estás segura estando sola por ahora. Esto es grave.
— ¿Eh? ¿grave por qué? ¿qué tiene que ver conmigo?
Escucho a su padre suspirar al otro lado de la línea — Es Hanemiya, Dai — la sangre de la muchacha se heló. Su cuerpo se paralizó ante las palabras, y sus peores temores se vieron confirmados con la frase que su padre emitió después — Él está involucrado. Todo apunta a que es el culpable, no sé si...
Colgó la llamada de forma abrupta, mientras sentía su respiración agitándose de forma frenética. Sus manos temblaban y su estomago se revolvía como un torbellino. Jadeaba desesperadamente con el corazón completamente acelerado. Las lágrimas que se había esforzado en retener mientras estando sola se escaparon de sus ojos sin contar con su permiso. Hundió su cara contra la manta y emitió un grito, cargado de furia y desesperación.
Cuando las cosas parecían no poder ponerse peor, la vida le daba una bofetada y le gritaba lo contrario al oído.
AH no saben la cantidad de lágrimas que derramé escribiendo estos dos capítulos. Espero que les guste el capítulo y que pueda haberles transmitido un poco de los sentimientos que todos los personajes sintieron a lo largo de estas dos partes. Igual espero que esta última parte no se haya vuelto repetitiva en base a lo que pasa en el anime, intenté que no lo fuera:( lamento si es así.
Muchas gracias otra vez por leer.
PD. No se apuren, las terapias se las doy yo JSJSJSJS
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