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[NARRADORA OMNISCIENTE CON VOZ CARISMÁTICA]

La belleza siempre ha sido un factor beneficioso sea en el cuento que sea. Funciona para el amor, la maldad, la veneración, oh, cuántas cosas....,
Sin embargo, la historia que está a punto de ser contada no funciona así. Funciona de todas las formas contrarias y empieza,
















Así:













































—¡Ya viene! — Grita la reina madre dando a luz al esperado heredero al trono. Un hijo que de una reina y un rey tan hermosos se espera salga un ser similar a los ángeles. Una belleza que fuera (casi) imposible de mirar sin tener que cerrar los ojos. Algo solemne, mayestático, irreal. Las parteras corren apuradas de arriba a abajo remojando y secando las toallas seda para asear el sudado rostro de la reina.

Tendida en la cama, abierta de piernas con ese cabello castaño ondulado sobre la espalda e incluso la almohada, puja cómo más puede. Gruñe durante el proceso agrietando los dientes cual guerrera. Al no tener éxito esta onceava vez, calma los empujones íntimos y se dedica a exhalar e inhalar. Mirando angustiada sus ruborizadas rodillas.

—Señorita, un poco más, ya veo la cabeza. — Habla una partera doblada frente sus rodillas.

—¡¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSO?! — Grita la reina ahogando el grito para arquear la espalda.

—¡Mi reina! — Grita el esposo también angustiado, entrando por las puertas. Ella endereza la cabeza toda una poseída, crujiente el cuello e incluso eso no le molestó. Quizás ni sintió la fuerza con la que lo hizo. Emite un gruñido endiablado, mirándolo como al mayor traicionero del mundo. Ese pasivo, algo torpe, hombre llega a pasos rápidos. —¡Mira! Fui a cazar un pato, ¡me dijeron que es de buena suerte! — Le muestra un pobre pato cazado colgando boca arriba al ser sujetado por las patas. Sus plumas craneales un bonito jade, mientras que las del cuerpo un seco gris.

Yariah, la reina, observa de patas a cabeza el pavo, entonces lo azota con una mano. Mandando a volar el ave. —¡No me interesa el pato! — Lo agarra del cuello de la camisa con fuerzas. Fuerzas descomunales. Lo inclina hacia ella. —¡ME INTERESA QUE ESTÉS TÚUUUUU--! ¡UUUUUGHHHHH! — Hace un mugido no intencionado volviendo a arquear la espalda.

—¡Ya casi!— Se alegra la partera sonriendo cual lunática. Más emocionada que los padres.

El esposo grita horrorizado cuando su mujer pasa de agarrarle el cuello a agarrarle la cabellera y tirar de esta. Durante el proceso, el rey hace que sus ojos se miren mientras grita.

—¡Ya salió! — Tras la partera anunciar, un precioso llorar es adjuntado a la escena. Ahora hay un individuo más. No sólo eso: ¡un recién nacido! Las parteras propuestas a limpiar a la reina cumplen el deber. Ahora Yariah ha acostado la cabeza debilitada. Respira tranquila. Sintiéndose desfallecer.

—¡Espléndido!, fantástico, amor, ¡ya está! — Anuncia emocionado Ronstoph, el rey.  Brinca puñitos muy adelantado a la época en que esta historia es narrada.

Pero, algo ve la partera.... Que elimina su sonrisa. Toda la emoción desfallece. Un terror la abarca. —M--Majestades, — Dice ahora que lo envuelve en una sábana, cargándolo en brazos.

—¿Qué ocurre, Leonor? ¿Sigue vivo? — Ronstoph pregunta.

—No es eso, señores, es que... No parece bebé de ustedes.

—¿Qué quieres decir con eso? — Ronstoph trompa pasitos todo valiente. Se encamina hacia la partera todo bravo. —¿Cómo que no se parece--? — Le da una ojeada al bebé. —Padre, Señor, Espíritu Que Estás En Los Cielos, — Golpea los puntos claves como todo católico y se deja caer al suelo exhalando dramático.

—¿Qué pasa, Leonor? — Pregunta débil Yariah intentando alzar la espalda para ver al bebé desde dónde está. Leonor, cumpliendo su deber, camina cabizbaja hacia la reina. Admitiendo, antemano, un grave pesar. O dejándole eso comunicado. Posa a su lado obligando a la otra partera retroceder, entonces se inclina.

Yariah mira al bebé y queda estupefacta.

Tartamudea inclusive. Escanea varias veces el pequeño rostro. De lado a lado. Boca abre, pero palabras no salen. Está demasiado conmocionada. —Esto no puede ser mío y de Ronstoph. No hay manera. — Decide ser obstinada en lugar de mostrarle amor a su hijo.

—Sé que esto nos ha tomado a todos por sorpresa, pero, Su Majestad---

—No, — Abanica la mano. Se indigna tanto que no quiere ver al bebé. Su propio hijo. Desde hoy te otorgo una nueva tarea, Leonor, cuida a este niño. Cuidalo como si fuera tuyo.

—Majestad, yo no tengo para amamantar--— Intenta convencer a la reina de lo qué es correcto. Sin embargo, la reina...

—Me lo traerás para eso. Ambos vivirán en el castillo. Cuando crezca enseñale a limpiar, ordenar,.... Que viva en las sombras como un esclavo. Le daremos caballeros que protejan su identidad.

—Reina Yariah.

—Y una máscara. Nadie debe ver el rostro de nuestro hijo. Inventaremos una mentira para que no puedan hacerlo. ¿Está claro?

—Claro como el agua, Su Majestad.

—Largo. Necesito descansar. Saquen a este lerdo de mi habitación.

—Su Majestad, la leche.

Yariah carga el bebé de mala gana. Incluso Leonor se preocupa. Va interceder cuando la mujer solo se saca un seno y le da de tomar al niño. Mecea este de arriba a abajo y hace muecas de asco mientras mira el techo.
Leonor baja la cabeza angustiada.

Pasan varios minutos así hasta que el bebé duerme, y ella se lo regresa a Leonor. —Ya. Salgan.

—Sí, Majestad. — Dicen todas las damas cometiendo una reverencia sin importar qué tengan en manos. Recogen lo que trajeron y se retiran. Una vez todas salen, Leonor queda última. Esta, paciente, cierra la puerta de la habitación y aguarda fuera la puerta. Apoya la espalda ahí mientras exhala lento.

Todo para evitar no pensar en esa injusticia presenciada.

El bebé llora y ella le destapa la carita. Es un bebé común y corriente, solo que tiene una nariz mucho más grande que los demás con una arruga y pecas cruzando como río otoñal sus mejillas. Los ojitos cerrados aprieta. Mueve de arriba a abajo sus pequeños puñitos. Leonor lo admira. De hecho, sonríe encariñada.

—Pues mírate, — Susurra ella anonadada. —¿no eres tú un galán? Estarás mejor conmigo, ellos ni te dieron nombre. A ver, ¿qué nombre te doy yo?

Le acaricia una mejilla y el bebé le agarra el dedo índice. Arropándolo en sus suaves deditos chicos. Ya Leonor siente el inmenso amor que este niño puede dar. Sonríe grata.

—¿Qué tal Gulf? El pequeño, príncipe, Gulf. — Arruga la nariz toda tierna mientras introduce el nombre. El bebé emite un sonido que no es ni feliz ni triste, por los suaves meceos en los brazos feminos decide seguir durmiendo.

































𝑈𝑛 𝑃𝑟𝑖́𝑛𝑐𝑖𝑝𝑒 𝐹𝑒𝑜














19 Años Después

Un Gulf bastante crecido corretea en vestidura pleyebeya por un ático. Doblado al máximo usando solo las piernas para impulsarse y arrastrar un paño mojado bajo sus manos. Corre feliz usando una antifaz blanca hecha a cerámica y pantalones cortos holgados. Está contento porque pronto cumplirá veinte, tendrá la edad para gobernar y todos podrán ver su rostro.

¡Ya falta poco!

Tiene buenos planes para cuando gobierne el mundo. Los escribió todos en una lista.

—¡Gulf! — Leonor llama un tanto envejecida con canas. Esta sube escaleras al ático sujetando la falda de su vestido. All llegar ríe enternecida. —No corras de ese modo, te podrías lastimar.

—¡Oh! Lo siento, na-na, — La llama de cariño. Ahora deteniéndose. Endereza la espalda. —es que mi cumpleaños es en unos días. Oí a madre decir que hará un anuncio. ¿Será sobre mí, na-na? ¿Podría ser?

—Vamos a ver, mi príncipe, eso aún no está dicho. — Ella le estruja el cabello y él ríe quedándose a su lado. —Oye, tu caballero Kao está esperando en los establos. Quiere que limpies su corcel.

—¡Oh! ¡Es cierto! Olvidé bajar al establo. Con todo y eso que intenté apresurarme... — Mira atrás suyo apenado.

—Ya, ya, pero yo me encargo de aquí. ¡Tú ve! — Le palmea un antebrazo. Gulf sonríe entusiasmado y baja corriendo así descalzo. —Cuidado~.— Canta Leonor asomada escaleras abajo.

Gulf hace oídos sordos y sigue corriendo por todo el pasillo. Ríe feliz. Hasta que, desgraciadamente, aún había jabón en sus pies y se desliza sin control en estos. Dejando miles de burbujitas sobre trazos lineales mojados. Se desplaza por todo el pasillo hasta chocar con alguien de ropas gruesas.

Caen, pero, el individuo protegió su cabeza antes que todo. Gulf abre los ojos y encuentra unos mucho más sombríos. Es su caballero: Mew Supp. Tiene muchos caballeros, pero este... Por alguna razón no tolera la fealdad de Gulf. De todos modos, siempre cumple protegerlo. ¿Por qué accedió a protegerlo si no aceptaba su apariencia?

Se miran.

Gulf asustado, pero determinado a apartarlo, el otro todo decidido a protegerlo.



*N/A: ¡¿Por qué aceptó el trabajo entonces?! Espero les haya gustado este capítulo, se hayan reido, enojado & sentido ternura💖💖 No se preocupen, Mew no es malo ni tampoco tratará directamente mal a Gulf, su forma de demostrar el disgusto a la apariencia es otra. Ay Dios, estoy nerviosa por saber que opinan de este primer, intenso capítulito😭💖, no soy de escribir cositas tiernas y muchxs lo saben, pero aquí voy jajaja así que apreciaré al mil los comentarios (aunque siempre lo hago😘😘) cuídense muchito por favor, y nos vemos💖*

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