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Narra Ivanna
Sacerdote: de la ley que Dios me permite, los declaro marido y mujer (sonríe) felicidades. (Todos aplauden)
Unimos nuestros labios en un beso lleno de amor, demostrando al mundo que nada ni nadie nos puede separar, nos separamos por falta de aire caminando a la salida de la catedral mientras pétalos de rosas caían.
Hace meses atrás mi corazón estaba herido, una traición fuerte había destrozado mis sentimientos dejando que tuviera una decepción más del amor pero justamente llegó él, aquel chico que conocí por la intoxicación de su erizo y ahora es mi esposo.
Jamás creí que mi destino fuera con aquel hombre de preciosos ojos azules como el mar, mi abuelo decía que en nuestra vida tendremos tres amores el primero te dañará y te hará fuerte el segundo he hará una persona con más experiencias y te hará sufrir pero el tercero será quién curará cada una de tus heridas y te amará por el resto de tu vida sin importar nada.
Cuando llegamos al pequeño bosque donde celebrariamos mi matrimonio sonreí al ver el gran resultado de ya yo esfuerzo de mis amigas, cuando estuvimos en la pista bailando recordé cuando nos encontramos gracias a mis amigas.
Era feliz, tenía a mis padres apoyando en todo unas amigas y cuñados que están siempre para mí una amistad más real que las de ellos no encontraría en otro lugar, era afortunado por qué cada día me demuestran que jamás me traicionarian por algo o por alguien que entre su lista de los más importantes estoy yo.
Era una chica afortunada, a pesar que mi abuelo no estaba aquí sabía que desde el cielo el también está celebrando mi boda, puedo ver su espíritu el se convirtió en mi guardián, ahora nunca estaría sola, nunca más.
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