𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝐼𝑉

𝑃𝑒𝑙𝑖𝑣𝑒𝑟𝑑𝑒 𝐴𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟𝑎𝑑𝑜𝑟

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El primer día llegó demasiado rápido para mi mente lastimada, el uniforme me quedaba a la medida y mis cabellos estaban perfectamente peinados, mi largo flequillo cubría mis ojos molestamente, pero lo prefería así. La luz del sol golpeo mi pálida piel apenas puse un pie fuera, me maree un poco pero trate de no ser muy evidente, Summi brincaba por todos los lados y yo no podía quitarle eso.

La mochila en mi espalda solo llevaba un cuaderno y mis lapiceros, era lo único que creí utilizar ese día. Una vez dentro del auto comenzó mi dolor de cabeza, estaba preocupado, ¿y si me pasaba lo mismo?, ¿y si no me aceptaban o si les molestaba que fuera más listo que ellos?, eran preguntas que no dejaban de bailar en mi cabeza sin una respuesta concreta. El auto se detuvo luego de un corto viaje que fácilmente podía hacer a pie.

La escuela no era tan grande, era de un color marrón básico con el nombre de la misma en grande, todos "mis compañeros" se reunían entre ellos y hablaban de cosas escandalosamente, respire profundo y me acerque más a mi tutora, ella colocó su mano cálida en mi hombro y me permití relajarme un poco, aun me sentía

alerta pero menos a la defensiva.

La presentación de los profesores fue breve y luego nos indicaron en qué salones íbamos a estar todo ese año el 1A me recibió no por mucho tiempo, ni siquiera llegue a conocer los nombres de los profesores cuando me adelantaron otro año, mi cerebro se movía mas rápido que mis pasos y eso me ponía nervioso.

Pero no me detuve.

Con 18 años iba a finalizar mi carrera universitaria.

Mejoré un poco con el tiempo, aún estaba herido pero mi corazón supo darme tregua y solo me quedaba sedar mi mente esas noches donde aun me despertaba sudando y con lágrimas en los ojos. En el transcurso de mis años descubrí que amaba escribir, lo que me ayudó de forma terapéutica a olvidar y desahogar mis sentimientos, mis horas las pasaba frente al ordenador escribiendo libros que no salían a la luz, que eran una parte de mi que no quería que nadie viera.

Con los años ya podía intercambiar algunas frases con mi querida Summi, recuerdo aquella vez que intente darle las gracias luego de seis años sin emitir ningún sonido y ella terminó llorando una semana completa, luego de eso visitamos a una psicóloga que nos dijo que las personas que sufrían lo que yo viví podrían incluso cerrar su mente hasta tal punto de quedar mudos completamente o dañados de por vida y terminó felicitándome por ser tan fuerte, fuerza que no creía que tenía.

Después de eso Summi no dejaba de apretujarme entre sus brazos, me sentí incómodo y evité hablarle unos meses más hasta que descubrí que el sonido de mi voz la hacía feliz y yo vivía para hacerla sonreír, no podía negarle nada, ella era mi ángel.

Sin pensarlo mucho después matricule en la universidad, Summi no podía estar más orgullosa, las distinciones me llovían y obtuve una beca completa, "Literatura" me recibió con los brazos abiertos y mis compañeros no podían creer que ya estaba en el último año con apenas 18. Yo a veces tampoco lo creía.

Y fue un lunes, cuando mi mundo se movió un poco, entré como de costumbre a la institución luego que Summi me dejara en la entrada y se despidiera con un baboso beso en la mejilla, me sentía seguro en ese lugar, podía caminar libremente confiando en que nada me pasaría, pues en los años que había estudiado ahí, nunca, jamás nadie me había molestado, ni los típicos badboys que allí había, y se que de debía a Summi, ella se había encargado de eso y no podía estar más agradecido.

Mis pasos lentos me llevaron al salon, y después a la última mesa que fue la que ocupe siempre, yo solo, ahí podía dormir cuando las clases me parecían muy aburridas, todo iba según el plan, como siempre, pero cuando entro el profesor William, un Estadounidense gigante que impartía inglés avanzado acompañado de un joven con el cabello tintado de un verde botella espantoso, supe que seria mi fin, ¿por qué?, sencillo, era un cálculo fácil, de primaria, el salón era para catorce estudiantes, habían trece y una silla vacía que era la que usaba para colocar mi mochila, por lo que el único asiento libre iba a ser utilizado por ese acaparador peliverde, uf, ya lo odiaba y solo había pasado menos de dos segundo en el que estábamos compartiendo el mismo espacio.

Increíblemente ya tenia sentimientos que sabía expresar cuando la situación lo ameritaba, eso me lo enseñó la escritura, ya no era el joven que solo le lamentaba, ya no solo hacia eso, también odiaba al mundo, odiaba a los hombres y a las mujeres por igual, sabía que estaba mal, porque no todos son iguales, pero no podía evitarlo, por culpa de las acciones de unos cuantos adultos que decidieron dañar a un niño la humanidad estaba más que podrida para mi, menos mi querida Summi, claro está. Así que con mi ceño fruncido recibí a mi compañero y no le hable el resto del año por más que el con su actitud "brillante" tratará de entablar conversación y yo seguía con la idea de que el sol es hermoso y brillante pero aún así hace daño y Taehyung era el sol para mi, dañino a corto o largo plazo, depende de como estés en contacto con él y para mi mientras más alejado estuviera mejor.

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Sɩʋᥱຕყ

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