04

El chico, quien resulta que se llama Soobin o así le había pedido que lo llamara, lo llevó a una nueva habitación. Igual de roja que la suya pero con más tonalidades en café y negro, con una cama matrimonial y una estantería de libros viejos. Además tenía una alfombra color vino, estilo alfombra roja, dando paso al gran armario.

Era, por lejos, mucho más neutra en colores pero igual de espaciosa que la habitación de Soobin.

—¿Ya te acomodaste o necesitas ayuda? —no respondió. Sabía que se refería al estúpido traje, malditamente costoso, que le había dado porque "se vería más bonito con él".

—No pienso ponerme casi un millón de dólares. —aclaró. —Puedes ponértelo tú, yo no tengo ganas.

Soobin frunció el ceño, chasqueó la lengua y se acercó a paso rápido hacía Kai. Lo tomó de la muñeca al estar frente a él y lo lanzó de espaldas a la cama en un rápido movimiento.

—No me hagas enojar bonito. —sus ojos cambiaron a un rojo tan intenso como el mismo fuego. —Ponte ese maldito traje y no me discutas. ¿Tan difícil es hacer lo que te ordenan?

—Me llamo Hueningkai no "bonito". —aclaró y rodó los ojos. —Y no pienso ponerme tu estúpido traje.

Soobin tomó sus manos con solo una mano y las llevó sobre su cabeza y abrió en dos, rompiendo los botones en el proceso, su camisa blanca.

¿Aclaré que sobre el techo habían cintos, látigos y esposas? Porque estaba lleno de ellas.

Soobin comenzó a repartir besos sobre su cuello, lamiendo y chupando tan ferozmente que dolía, dejando marcas visibles. Continuó por sus clavículas y bajó por sus tetillas, las cuales mordió, chupó y lastimó sin importarle nada, pero mierda, Hueningkai estaba completamente perdido. Era rudo, sí. Pero jodidamente excitante.

Gimió fuerte cuando pasó la yema de sus dedos, misteriosamente fríos, sobre su abdomen y rozó su pelvis. Continuó el camino de besos sobre el borde de su pelvis y arqueó su espalda por tan mínimo contacto. Soobin sonrió satisfecho y desprendió su pantalón, dejando a la vista la gran erección que, Kai, había estado conteniendo dolorosamente.

Soobin rió divertido y Kai se sintió arder fuertemente en vergüenza. —¿Te gusta que te maltraten? —no respondió, desvió la vista de la suya y lo oyó reír por lo bajo.

Disfrutando la vergüenza de el pelinegro, Soobin pasó la yema de sus dedos sobre la punta de su erección y Kai se estremeció. El rubio se "disculpó" y tomó uno de los tantos cintos sobre el techo y ató las manos del menor a la cabecera de la cama. Jadeó al ver a Soobin colocarse entre sus piernas y cerró fuertemente sus ojos al sentir la lengua del rubio lamer su miembro.

—Ah... —gimió encorvando su espalda.

El rubio paró. ¿Había sido extraño? Kai se sintió un tanto nervioso pero rápidamente Soobin retomó el ritmo hundiendo su boca sobre el miembro del menor completamente de una sola vez. Chupando tan fuerte y dando profundas estocadas con su boca, haciendo delirar a Hueningkai.

—Esto no ha terminado bonito. —dijo y bajó completamente los pantalones del menor. Kai no sabía que tantas emociones sintió pero la principal sin duda era: miedo.

—Detente... —pidió casi como una suplica pero el rubio no lo escuchó. Soobin hizo caso omiso y se quitó sus pantalones junto a sus boxer's a la vez que dejaba liberada su erección. NO. NO. Y NO. MIL VECES NO. —¡Para! —no lo hizo. Kai lo primero que sintió fue la punta de su miembro en su entrada y luego el dolor cuando Soobin entró de una estocada.

La espalda del pelinegro se arqueó y cayó nuevamente en la cama, chilló por el dolor de sus muñecas bien ajustadas a la cabecera y el de su trasero. Soobin besó el abdomen del pelinegro y también su cuello, intentando distraerlo, y comenzó a moverse.

Cuando Kai sintió su entrada arder y el placer inundarlo al mismo tiempo, no supo por qué pero no quería disfrutarlo. Para él eso estaba mal.

—¡Eres un... hijo de puta! —gimió.

—Tienes que admitir... que te gusta... tanto como a mí... —dijo dando profundas estocadas, enterrando su miembro en Hueningkai, tan profundo como si quisiera llegar a ver su alma.

—Muérete... ahg...

Cuando luego de unas estocadas más ambos se vinieron; Soobin dentro de Kai y Kai en su abdomen, el único que se atrevió a decir algo fue Soobin.

—Eso estuvo genial, bonito.

Sin embargo, Kai no respondió. No sabía que decir tampoco. Le dolía demasiado el trasero, la sangre seguía saliendo y ensuciando las sábanas, y su orgullo estaba por el suelo.

Lo único que quería era morirse.

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