4. Lunes. Hoyuelos ilegales.

Las ciudad estaba muy tranquila, no había tráfico ni aglomeraciones de personas, el cielo ya había oscurecido y como siempre estaba sin rastros de estrellas por la contaminación.

Hasta ahora el azabache no había dicho nada, me había indicado la dirección y se había entretenido viendo por la ventana.

Fue cuando me pregunté: ¿Qué mierda estaba haciendo?, era mi oportunidad de llamar su atención, de hacer algo para ganarme su confianza y avanzar para cumplir mi reto.

Sin embargo estaba solo ahí, manejando sin tener un tema de conversación.

—Bonito día —rompí el silencio entre nosotros y el azabache volteó a verme.

—No lo sé —respondió sin ganas, cuando estaba enseñándome era más amistoso.

—Bueno... yo, gracias por lo de hoy, en verdad necesito una buena calificación —En ese sentido no mentía, aunque mis notas eran decentes, necesitaba mejorar si quería mi propio departamento, esas eran las condiciones de mis padres.

El asintió, demasiado callado para mi gusto, odiaba ese tipo de personas, el tipo de personas con las que no podía convivir ni tener temas de conversación, me estresaba el hecho de que estuviera ahí sentado a mi lado sin decir nada, sólo asintiendo a lo que yo decía.

—¿No hablas mucho verdad? —pregunté esperando no ofender, hablarle a alguien que no conozco podría ser un arma de doble filo, por una parte lograba entablar una conversación y por el otro molestarle, nunca sabes que le puede molestar a una persona.

Yo podría decirle "eres muy serio" como halago, porque las personas serias suelen ser las más comprometidas con sus trabajos, pero en vez de halagar mi comentario podría parecerle molesto.

Entonces yo estaba poniéndome nervioso y eso no me gustaba.

—Lo hago —dijo mirándome atentamente. —Con las personas a las que les tengo confianza.

—Oh~ entonces aún no soy de confianza —dije y lo miré ladinamente. —Pero aún así subiste a mi auto.

El sonrió por primera vez en todo el día mostrando unos bonitos hoyuelos.

Y... oh mierda, tenía que ser ilegal, una sonrisa como la suya adornada con hoyuelos no podía pertenecer a una persona con su imagen, alguien tan sencillo, tan simple y descuidado.

Frené y él casi se movió del asiento.

—¡Por dios! —dijo llevando su mano al corazón.

—¡Imbécil! —me gritó el tipo del coche de atrás, seguido por el del lado y las señora de la izquierda, pero los ignore.

—Eso fue peligroso —dijo pasando sus manos por cabello. —¿Podrías mostrarme tu licencia de conducir?

Sonreí y negué. —No tengo licencia.

—Creo que me bajo aquí —habló, pero le puse seguro al auto por lo que no pudo salir.

—Tranquilo no voy a matarte, por ahora.

—Muy gracioso —sonrió de nuevo. —Le mande un mensaje a mis padres diciéndoles que subí a tu coche.

Lo miré con una ceja alzada.

—Hombre prevenido vale por dos —dijo.

El resto del camino fue más relajado y no tan tenso.

—Nos vemos mañana —me despedí de él.

Soobin hizo una reverencia y se perdió detrás de la puerta.

Interesante muchado.

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