CAPÍTULO 3

-Hola, Anne. Entra. - dijo Diana mientras se apartaba de la puerta dejándome entrar. Tras cerrarla, se giró hacia mí entrelazando nuestros brazos y volvió a hablarme:

- Estoy muy feliz de que hayas podido venir.

Le sonreí mientras observaba la gigantesca casa:

-Yo también, pero me temo que no me podre quedar por mucho tiempo. El señor Blythe me necesita hoy.

Diana me hizo varias preguntas sobre la salud del señor Blythe, su propiedad y Gilbert mientras nos encaminamos hacia el salón.

Con cada paso que hacía las risas que provenían de aquella habitación se hacían cada vez más fuertes.


Al abrir la puerta de la habitación principal nos encontramos a Ruby, Josie, Tillie y Jane sentadas en una mesa redonda decorada con diferentes tipos de cubiertos y flores, tomando unas tazas de té.

La casa estaba impecable como siempre, todo estaba en su lugar.

Los jarrones llenos de flores bien cuidadas, las cortinas rectas con sus estampados elegantes, las sillas limpias y la mesa llena de comida exquisita.

En frente de la silla, había el piano de Diana. Sus teclas brillaban y las partituras extrañas, aunque bonitas daban un toque especial a la sala.

-Anne, que bueno verte. - me saludó Jane señalándome una silla que estaba vacía.

Aún recuerdo cómo las conocí. Fue a través de Diana ya que todas van en la misma escuela, así que un día coincidí con ellas mientras volvían del colegio y desde ese momento comenzamos a hablar y vernos más a menudo. Que suerte tuve que Marillia me presentase a la familia de Diana.

Empezamos a hablar de varios temas entre los cuales fueron sus clases, vestidos, flores, libros entre otros. La conversación iba normal hasta que Ruby se levantó bruscamente de la silla y felizmente exclamó:

- ¡Casi me olvido!¡No os podéis imaginar que me pasó hoy! - nos hizo callar a todas del susto mientras intercambiamos miradas.

-Bueno, cuéntanos. - comentó Diana tomando un poco de su té.

-Verán- dijo mientras se volvía a sentar- Hoy, en clase, el profesor nos estaba preguntando los continentes y como no me sabia uno, Gilbert me ayudó antes de que el profesor me echara un castigo. ¡Y eso no es todo! Al volver a mi sitio nuestras miradas chocaron y me regaló una sonrisa ¡Solo para mí!

Las chicas se pusieron muy contentas, algunas incluso la felicitaron.

-Pero, soy una desagradecida y no le dije nada, ¡Ni un gracias! Seguro que ya no me volverá a dirigir la palabra- dijo suspirando profundamente con una triste mirada.

-Pero Ruby, es que ni te salían las palabras- le consoló Tillie poniéndole una mano en el hombro.

-No te dejará de hablar solo por esto- la tranquilizó Diana también intentando darle algo de ánimos a la chica.

No puedo creer que era popular entre las chicas.

-Mejor- dije en un suspiro casi inaudible, a mi parecer, porque al mismo momento de que las palabras abandonaron mi boca todas se callaron y se giraron en mi dirección, observándome fijamente.

-Pero... - susurró Ruby- pero si no sabes quién es- añadió muy confusa.

Diana y yo intercambiamos miradas.

Nadie más que mi familia y ella sabían que iba a cuidar del señor Blythe...Bueno, Rachael también.

-Emm...- dije sin saber cómo explicárselo- últimamente he estado ocupada cuidando al señor Blythe. - agregué mirando al suelo.

Seguían calladas mirándome, esperando una respuesta con más detalles.

-Entonces fue inevitable conocer al famoso Gilbert.

Silencio.

- ¡Oh dios mío!¡Que suerte! -Dijo Ruby, aún más emocionada que antes- ¿Es tan increíble, ¿verdad? Me gusta desde hace ya 3 años.

- No sabéis como es en realidad, es tan... maleducado. - no quería sonar muy brusca en expresar mi opinión sobre el chico en la presencia de Ruby.

Automáticamente todas abrieron la boca.

-Anne, ¿¡cómo puedes decir estas cosas!?- gritó Ruby.

Ruby, junto a las otras chicas, habían comenzado en enumerar las diferentes cosas en las que Gilbert era bueno, en cómo ayudaba a todos, era muy simpático y muchas otras cosas que no se parecían en absoluto al individuo al cual tengo el placer de ver casi todos los días.

-Entonces...-me dirigió la palabra al acabar su enumeración- ¿Podrías ayudarme en acercarme a él? Ya sabes, hablar un poco de mí, ver qué cosas le gustan o ¡Hasta llevarme contigo un día! - suplicó Ruby con los ojos un poco llorones y las manos entrelazadas.

No sabía qué responderle, no podía mezclar el trabajo con las amigas, aparte no quiero que esto me suponga ver más a Gilbert como está coqueteando con mi amiga o ella con él.

Pero a la vez, la quería ayudar. Ruby no era una chica mala y al parecer sus sentimientos hacia el chico eran fuertes y profundos, dignos de ser la protagonista de una de mis historias.

Puedo imaginarme los sentimientos que estaba sintiendo.

Todas me dieron una mirada cómplice, esperando que mi respuesta sea afirmativa.

-Bueno, supongo que sí. No sería un problema hacerlo...-lo decía más para mí que para ella.

Su cara cambió al instante. Ahora todas aplaudían y se imaginaban cómo terminaría todo esto.

La conversación siguió con fluidez, y seguimos hablando un poco más del tema, bueno, ellas hablaban y yo iba asintiendo con la cabeza.

-Bueno, me temo que os vengo que abandonar- dije levantándome de mi silla y moviendo la mano como si agarrara una bombilla, como hacían las reinas, con los ojos cerrados.

-Oh, Anne, fue muy bueno verte- me comentó Tillie. - Adiós, Anne.

Nos fuimos despidiendo y cuando Ruby lo hizo me recordó lo que habíamos hablado sobre Gilbert:

-Recuerda soltar alguna que otra cosa buena sobre mí. ¡Oh!¡Y investiga que le gusta!

Tras volver a prometerle que lo intentaría, salí de la casa para dirigirme hacia la de los Blythe.

El clima seguía siendo bastante agradable, aunque ya no tanto como al principio de la semana y ya se podían ver más hojas cambiando de color y unas nuves grises formarse.

Solo podía imaginar cómo le quería una corona de estas hojas a la princesa Cordelia, con su pelo rojizo desordenado por el viento, mientras cabalgaba por montañas en busca de aventuras.

Antes de llegar a la casa de los Blythe, una gota resbaló por mi mejilla. Empezaron a caer más gotas y en poco tiempo me encontraba bajo una profunda lluvia.

Corrí hasta la casa o más rápido que pude y antes de que pudiera tocar la puerta, Gilbert la abrió con una manta en la otra mano.

-Por dios, Anne, entra rápido- dijo mientras me envolvía con la manta.

Entré lo más rápido que pude, intentando sostener la manta para que esta no cayera.

-Gracias- dije aun estando desubicada por su repentina amabilidad.

-No es nada- contestó invitándome al salón, en donde me hizo sentarme en una de las sillas, fue a preparar algo y se volvió a acercarse para darme una taza de té.

Después de aceptar la taza, Gilbert salió de la cocina, dejándome casi a oscuras en el pequeño salón. Pude escuchar como subía las escaleras.

Al ver que no volvía, me empecé a levantar para ver si el señor Blythe necesitaba algo, pero de repente la puerta se abrió dejando a paso a Gilbert que llevaba algo en sus manos.

-Toma- susurró extendiéndome la mano con un poco de ropa en ella. - no quiero que te resfríes.

Dude un poco en coger la ropa. Las chicas nunca llevan ropa de chico. Si Marillia, se enterase de esto, podría perder mi trabajo.

Pero no veo nada malo en ponerte una prenda de ropa de un chico si estás al borde de la muerte por una terrible lluvia que conllevaría a un resfriado.

-Voy a salir, así te podrás vestir. - murmuró antes de darse la vuelta e irse.

Una vez que Gilbert había salido de la cocina me empecé a cambiar de ropa. Cuando estaba ya completamente vestida, fui a hablar y comprobar el estado del señor Blythe.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top