6; Ganar por primera vez un peluche.

El sol iluminaba toda la habitación, dando alusión a que eran las once de la mañana, tal vez un poco más. Su estómago rugía por un poco de comida, pero la realidad era que no quería despegarse del cuerpo de Jisung.

Verlo dormir siempre ha sido su actividad favorita, quizás por eso trataba de despertar antes, solo para admirar su belleza sin ninguna gota de maquillaje, aunque, con él, también se veía bonito. Sonrió, su Jisunggie era realmente precioso en todos los aspectos.

Acariciaba cada rincón de su rostro, recordando las serias palabras que le dijo en el hospital, pero el fin no era ese, sino, sentir su piel suave bajo su tacto, y dejar algún que otro beso por allí.

Así se sentia la belleza pura.

—Me haces cosquillas, Min —susurró el menor, quejándose.

—Lo siento, no me puedo contener —deslizó su mano por todo el torso ajeno, hasta dejarla en donde mejor encajaba, su cintura.

Jisung se rió y se acercó un poco más al mayor, para poder esconderse en su pecho, y sobre todo, de disfrutar el despertar junto a la persona que más amaba en el mundo.

—Claro que puedes —volvió a susurrar, dejando algún que otro beso por su clavícula.

—No, Sunggie, no puedo. Eres lo más precioso que existe en este planeta, ¿como no voy a acariciarte?

—Calla.

—No.

—Sí.

—Eres hermoso.

Minho pudo sentir como las mejillas del menor se incendiaban en un rojo que le encantaba ver, pero en esta ocasión, no pudo apreciar aquello, ya que se encargó de abrazarlo un poco más y de dejar un par de besos por rostro.

—Hay que hacer el desayuno —avisó separándose rápidamente del cuerpo ajeno, sin embargo, Minho lo detuvo, logrando que vuelva a estar sobre su pecho.

—Qué desayuno, si ya son más de las once, hay que hacer algo para almorzar y luego veremos que haremos, el dia está lindo para salir, ¿no crees?

Jisung volvió a levantarse y observó lo que pudo por la ventana, asintiendo ante las palabras de su novio.

—¿Salir...? ¿No tienes exámenes esta semana? Creo que sería mejor que te quedaras a estudiar, has estado al pendiente de mi y no has tocado tus apuntes.

—Bebé, es la próxima semana —Jisung abrió su boca, sorprendido—. ¿Quieres que te diga la verdad? Me importa un carajo la universidad, quiero estar contigo.

Jisung se acomodó sobre la cama, sentándose como podia, ya que cierta zona le dolia por haber tenido sexo con rudeza, lo de anoche, había sobrepasado cualquier fantasía que un Jisung de quince años, pudo haber tenido, así que sí, podia morir felizmente.

—Oye, no digas esas cosas, no debes descuidar tus estudios ni tu objetivo, eso podria arruinar tu futuro.

—Digo la verdad. Si tengo que cambiar algo para tenerte toda mi vida, lo entregaría sin pensarlo, al fin y al cabo, mi vida está contigo, por ende, mi futuro también.

—Minho, eso no...

—No hables, no digas esas cosas ahora. Todo saldrá más que bien, y tú y yo tendremos una vida saludable, llena de recuerdos nuevos, así para cuando estemos viejitos, nos sentaremos en el sofá y recordaremos todos los momentos de nuestra relación, y está permitido los tristes, pero con la condición de que nos riamos.

Minho finalizó aquello con una sonrisa, ya que dejó en claro el plan que tenian que seguir, hasta el final de sus vidas.

El mayor se acercó un poco al menor, ya que este no contestaba, sino que estaba derramando lágrimas en silencio, algo que estaba totalmente prohibido en la relación.

—Yo también quiero seguir ese plan —dijo, rompiendo en llanto y abrazando al mayor con todas las fuerzas que le quedaban.

—Eso me alegra. Ahora, nos pondremos en marcha para que salga tal y como dijimos, ¿quieres agregarle algo?

—Hay algo de lo que debemos estar conscientes, Min... Te amo con mi vida, pero la realidad es que mi cuerpo se debilita cada vez más, al punto de que quiero estar en la cama todo el dia y...

—Estaré contigo, en donde sea. Corriendo por las calles, sentado en el sofá, acostado en la cama, incluso en la de un hospital, estaré contigo. Te amo, Han Jisung, y nada ni nadie, podrá separarnos, simple.

—Si te digo que en este dia me siento bien y que quiero ir al centro comercial, ¿irias conmigo?

—Con la condición de que no te canses tanto como lo hiciste en el parque la última vez... voy contigo a donde quieras.

Ambos se sonrieron y sellaron aquella promesa con un beso que duró varios segundos.

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Jisung se levantó del escritorio, se sintió un poco mareado, pero nada que con un par de respiraciones profundas resolviera. Cerró su libreta, en donde una de sus hojas contenía explícitamente que quería ganar en esa máquina de peluches.
Las odiaba con toda su vida, en serio le hacían enojar, porque siempre fallaba y lo único que hacía era gastar dinero en eso. Era más fácil ir y comprar uno, pero él ahí, quería divertirse con eso. Así que esperaba con todas las ganas poder tachar esa parte de su lista como algo hecho, y no reescribirlo con otra cosa que sí pudiese tener.

—¿Y esa cara? ¿Piensas en las máquinas de peluches?

—¿Lees mentes o qué?

—Es que, cuando vamos a comprar cosas, estás de lo más feliz, pero como mencioné los juegos y el cine, supongo que piensas en eso, o puedo estar equivocandome, pero por lo visto, no es así.

—Quiero ganar, al menos una vez... —ladeó su cabeza e hizo un pucherito que derritio por completo al mayor.

—Puedo comprarte una maquina y jugar con ella aquí.

—¡Lee, no soy un niño! —exclamo, perdiendo toda clase de ternura.

—¿Cómo que no? ¿Cuando creciste? —se burló y recibió un golpe en hombro.

Pero le sonrió y tomó su cintura para atraerlo a su cuerpo, dejandole un beso en sus labios.

—Cinco intentos, sino gano nada, iré a comprarme el peluche —largó un suspiro y dejó que las ganas de esconder su cabeza en la curvatura del cuello ajeno le ganaran. Así que lo hizo y de inmediato recibió un beso en su frente.

—Cinco, cincuenta, cien, doscientos. El dinero alcanza.

—¡Lee! —se alejó rapidamente, solo para dejarle un suave golpe en el pecho, recibiendo una expresión de dolor bastante fingida.

—¿Qué? De no ser por él y el hecho de que podamos pagar el tratamiento, no te tendría aquí... por eso, no te limites con los intentos, porque el dinero alcanza.

—Es el dinero de tus padres.

—Y ellos te aman con locura, especialmente mamá, ni yo le caigo tan bien, y eso es que soy su hijo.

—Te amo mucho —confesó algo ya sabido para Lee, recibiendo un beso en el cuello.

—Y yo a ti, mucho, mucho, mucho —sonrió, meciendo ambos cuerpos de un lado a otro mientras lo abrazaba cada vez más fuerte—. Vamos bebé, que devorarás esa máquina.

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No habia muchas personas.

Eso era lo primero en que pensó ni bien tocó el centro comercial con sus pies. Sonrió, sería una tarde perfecta, ya que odiaba el montón de personas, y era por eso que odiaba ir a sitios transitados, sin embargo, viendo como estaba la situación, y el hecho de querer disfrutar de la vida, le hacía saber que no debía preocuparse por el gentío, que debía simplemente sentir felicidad ante lo que estaba viviendo.

El haber sentido la mano de Minho tomar la suya, hasta enlazar sus dedos, logró sacarlo de sus pensamientos, al igual que los gritos de sus amigos, queriendo llamarles la atención. Ambos se giraron, observando como las dos parejas se aproximaban contentas.

Al llegar a la zona de juegos, Jisung visualizó la máquina, ella era su verdadera enemiga.

La observó de arriba a bajo, de izquierda a derecha, de esquina a esquina. No, no le iba a ganar de nuevo, así que trató de amigarse, porque siendo amable, se gana las cosas con facilidad. O eso pensó antes de comenzar a acercarse, y que algo que estaba estático y lleno de tecnología, parecía inofensivo, simple, pero Jisung sabía que de eso no tenía nada.

—Vamos, tú puedes —animó su novio, quien le dejaba un par de masajes en los hombros, como si fuera un boxeador a punto de salir al ring. Al finalizar aquella sesión, Minho le entregó la tarjeta, la cual permite el comienzo al juego—. Me encantaría darte la black card, pero no se permite, así que sí, sí hay un limite en esta tarjeta.

—¿Cómo diablos me darias esa tarjeta para gastarlo en un juego? —susurró, dándose la vuelta para mirarlo.

—Era broma —le sonrió y le acomodó el cabello para que no cayera sobre sus ojitos—. Pero es una excelente idea.

—Basta —exigió el menor, tomando la tarjeta.

No iba a dejar que una máquina le ganara.

Se dirigió hacia donde estaba. Todos sus colores y música alegre lo cautivaron por completo, pasó la tarjeta por donde le indicaba, dándole inicio. Movió la palanca y fue directo hacia uno que le llamó la atención, hasta el punto de quererlo sí o sí. Lástima que falló. Largó un suspiro y antes de pasar la tarjeta de nuevo, se giró para notar que Minho estaba mirándolo, casi con la misma desesperación que él, o incluso, un poco más.

—Date la vuelta, no me mires.

—Pero Ji...

—No mires Min, me pones nervioso —el nombrado rodó los ojos y se giró, se cruzó de brazos y prestó atención a un juego que estaban jugando Chan y Felix.

Jisung se volteó de nuevo hacia la máquina, pero antes de pasar la tarjeta, le echó una ojeada a Minho, quien curiosamente volvió a la posición de antes, así que se quedó mirándolo para ver si no volteaba.

Cuando supo que no lo iba a hacer, pasó la tarjeta. Movió la palanca hacia el peluche de gatito, y lo único que pensó, fue que el gancho, agarro perfectamente su cabeza, así que se apresuró a depositarlo en donde debía, para dejarlo caer y que vaya directo a sus manos luego.

Minho escuchó un ruido, una música animada, chillona, horrible para su gusto. Frunció su ceño, pensando en que Jisung rompió la maquina o algo parecido.

Cuando se dio la vuelta, pudo notar a su novio abrazando un pequeño peluche, tanto que no pudo evitar sacarle una foto. Claro que él no se dio cuenta, ahora lo más importante era el gatito, él ya había pasado a segundo plano. O eso pensó hasta que los brazos del menor lo rodearon por sorpresa.

—Min —llamó, tratando de calmarse por la felicidad. Estiró su brazo, entregándole lo que recientemente había ganado—. Elegí el gatito por ti. Tómalo, ¿o quieres otra cosa? Puedo tratar de sacarlo.

Minho lo miró sorprendido, sin poder comprender por qué el regalo, porque era algo que le costó. Eran miles las veces que intentó sacar uno de esos, desde hace meses, así que le sorprendía el hecho de que aquel esfuerzo, sea regalado y no algo para él.

—¿Por qué? Has sufrido por esta máquina.

—He sufrido porque no he encontrado un gatito así en otro lugar. He querido regalártelo desde que lo vi hace un par de meses, menos mal nadie pudo sacarlo.

Minho lo miró, completamente orgulloso y sobre todo, enamorado. Se acercó a él, tomando y aceptando el regalo, para luego abrazarlo con todas las fuerzas que tenia.

—A veces pienso que no puedo amarte más, y vienes con esto. Eres increíble.

Y le dejó un beso en la mejilla, notando en su rostro la felicidad, amando aquellos ojitos preciosos, entonces el miedo se apoderó de él.

El miedo a que algún dia le faltara.

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